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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1958
w58 15/1 págs. 35-36

El nombre de Jehová: una torre de fortaleza

RESPECTO al nombre “Jehová,” puede decirse que toda la humanidad cae en una de tres clases. Con mucho la gran mayoría de la humanidad no sabe que Jehová es el nombre del Dios de la Biblia, el Creador del cielo y de la tierra. Aun entonces, de entre los que conocen eso hay sólo comparativamente pocos que aprecian la importancia de ese nombre y que es un lugar de seguridad: “Torre de fortaleza es el nombre de Jehová; a ella corre el justo, y está en salvo.” Pero, ¿cómo puede un nombre ser torre de fortaleza?—Pro. 18:10, Mod.

Debido a lo que Jehová se propone hacer respecto a su nombre. Y ¿qué es eso? Vindicar su nombre a los ojos de toda la creación por medio de extirpar a todos los que se oponen a este nombre y lo denigran. Sin embargo, para los que ahora honran y proclaman ese nombre éste será una torre de fortaleza, porque Jehová los protegerá de la ira de los enemigos de ellos y los escudará de la expresión de Su ira en contra de Sus enemigos.

Esto lo hace patente el registro acerca de los tratos de Jehová con Faraón y la nación de Israel. Cuando Moisés le dijo a Faraón que dejara a los israelitas ir al desierto para celebrar una fiesta en honor a Jehová, ese monarca orgulloso dijo con desprecio y desdén: “¿Quién es Jehová, para que yo obedezca su voz?” Por supuesto, Jehová podría haber destruído en seguida a Faraón y su nación, pero él no escogió hacerlo. ¿Por qué? Porque, como él hizo que Moisés dijera a Faraón: “Por esta causa te he mantenido en existencia, a fin de mostrarte mi poder y para que mi nombre sea declarado en toda la tierra.” Diez plagas no fueron suficientes para convencer a Faraón de la identidad de Jehová y por lo tanto fue necesario que Jehová destruyera a Faraón y su ejército en el mar Rojo. El que el propósito de Jehová se cumplió de ese modo puede percibirse del hecho de que años más tarde la gente de Jericó y de Gabaón y, aun siglos más tarde en los días del juez Samuel, los filisteos sabían de los poderosos actos de Jehová en contra de los egipcios.—Éxo. 5:2; 9:16.

Ese nombre, que significó destrucción para Faraón y su ejército, quiso decir salvación para los israelitas. Así como leemos: “Él empero los salvó por causa de su nombre, para dar a conocer su poder.” De manera que fué a ellos, en primer lugar, que Jehová dijo: “Yo lo he prenunciado, y yo he salvado; y yo os lo hice saber, y no había dios extraño entre vosotros: ¡vosotros pues sois mis testigos, dice Jehová, y yo soy Dios!”—Sal. 106:8; Isa. 43:12, Mod.

Y el nombre de Jehová no sólo fué una torre de fortaleza para los israelitas cuando salieron de Egipto, sino vez tras vez después de eso, como las Escrituras muestran tan claramente. Fué por causa de su nombre que Jehová no destruyó a los israelitas por su idolatría y rebelión mientras estaban en el desierto, que les concedió la victoria contra sus enemigos en la tierra de Canaán, que le dió a David la victoria en su pelea contra Goliat, que salvó a Ezequías y su pueblo del ejército de Senaquerib. El salmista repetidamente pide perdón o liberación o expresa confianza a base del nombre de Jehová. Y fué por eso que Jehová libertó a su pueblo del cautiverio en Babilonia.

Jehová trata del mismo modo a los seguidores de Cristo, los israelitas espirituales y sus compañeros hoy en día. De igual manera, el modo en que Jehová trató con sus enemigos allá en ese tiempo prefigura cómo él tratará con sus enemigos en tiempos modernos, y eso en el futuro muy cercano. Y también en cada caso debido a su nombre.

Sí, el hecho de que los cristianos han de ser testigos de Jehová generalmente se pasa por alto; no obstante, no podrían decirlo con mayor claridad las Escrituras. ¿No puso Jesús el nombre de su Padre primero en su oración modelo: “Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre”? Sí, lo hizo. Y ¿no dió a conocer el nombre de su Padre a sus seguidores? Sí, también hizo eso, porque en la noche en que fué traicionado él oró: “Te he glorificado sobre la tierra, habiendo acabado el trabajo que me has dado para hacer. He hecho tu nombre manifiesto a los hombres que del mundo me diste. . . . Yo he manifestado tu nombre a ellos y lo manifestaré.”—Mat. 6:9; Juan 17:4, 6, 26.

Puesto que son seguidores de Cristo, los cristianos tienen descansando sobre ellos la obligación idéntica de dar a conocer el nombre de Jehová. En realidad, ése es el mismísimo propósito de ser ellos cristianos, como lo manifestó Santiago, discípulo y hermanastro de Jesús: “Simeón ha relatado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de ellas un pueblo para su nombre.” Puesto que eso es verdad, a ellos también aplican las palabras del profeta: “Vosotros pues sois mis testigos, dice Jehová, y yo soy Dios.”—Hech. 15:14; Isa. 43:12, Mod.

Hoy día los gobernantes del mundo, tanto religiosos como políticos, están manifestando que son parecidos al Faraón de tiempos antiguos. Rehusan reconocer a Jehová como el Soberano universal legítimo y admitir que Jesucristo es el legítimo Rey del mundo y que su reino es la única esperanza para la humanidad. Levantan sus propios proyectos en desafío a Jehová y oprimen al pueblo que lleva el nombre de Jehová. De manera que otra vez, por causa de su nombre, Jehová hará que sus enemigos muerdan el polvo.—Salmo 2; Apo. 16:14, 16.

Otra vez Jehová tiene sus testigos que dan a conocer su nombre y propósitos. Por este medio se le da aviso al enemigo de que se arrepienta o se enfrente a la destrucción. Al mismo tiempo sus testigos declaran a todos los que aman la justicia: “Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra, los que habéis obrado lo que es justo; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.” Eso significa estudiar la Palabra de Dios con las ayudas provistas por él para el entendimiento de ella; y significa actuar en conformidad con el conocimiento que uno consigue mediante el ejercer fe, dedicándose a hacer la voluntad de Jehová y madurando en conocimiento y actividad cristiana.—Sof. 2:3, Mod.

Todos los que aceptan el nombre de Jehová, que lo honran y lo dan a conocer a otros y que viven en conformidad con él por medio de la conducta correcta, hallarán protección y salvación. Verdaderamente “torre de fortaleza es el nombre de Jehová; a ella corre el justo, y está en salvo.”—Pro. 18:10, Mod.

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