Descubriendo el propósito del vivir
¿Cuál es? ¿Cómo lo descubre uno? ¿Por qué tenemos que descubrirlo? ¿Qué barrera hecha por los hombres nos impide entenderlo?
LA MAYORÍA de la gente no descubre el propósito del vivir. Vive toda su vida sin saber con qué propósito existe. Puede que vaya a la iglesia y aun así no descubra el propósito del vivir. Aun clérigos, por más extraño que parezca, han confesado ignorancia respecto a este propósito, lo que señala hasta qué grado alarmante pasa la gente por la vida como un barco que navega sin brújula.
Hace unos años cierta persona que escribía para un periódico londinense entrevistó a un clérigo jubilado, hombre de considerable fama. Era el Dr. W. R. Inge, quien, durante veintitrés años, fué deán de la catedral de San Pablo. Él ha escrito más de veinte libros, y sus artículos en el Evening Standard lo convirtieron en una de las figuras más influyentes entre las guerras. Este que había sido un clérigo de alto rango dijo al reportero que le entrevistaba algo que sorprendió a los lectores de los periódicos.
“Toda mi vida,” dijo el que fué deán, “he luchado por descubrir el propósito del vivir. He tratado de contestar tres problemas que siempre me han parecido fundamentales: el problema de la eternidad; el problema de la personalidad humana; y el problema del mal. He fracasado. No he solucionado ninguno de ellos y no sé nada más ahora que lo que sabía cuando comencé. Y no creo que nadie jamás los solucione.”—Daily Express del 13 de julio de 1953.
Si un clérigo que durante veintitrés años era deán de una de las catedrales más celebradas de la cristiandad no ha podido descubrir el propósito del vivir, ¿qué hay del feligrés de término medio? ¿Qué hay de las masas que no asisten a las iglesias? Obviamente algo no marcha bien. ¿Qué es? ¿Qué hay que hacer para descubrir el propósito del vivir?
DOGMAS HECHOS POR EL HOMBRE OBSCURECEN PROPÓSITO
La gente que busca el propósito del vivir no lo ha descubierto porque el hombre se ha construído un sistema de religión que está basado en la tradición y especulación—sabiduría humana. Estos dogmas hechos por el hombre han obscurecido el mismo propósito del vivir. Juan Lord, afamado historiador, escribió en su obra Beacon Lights of History acerca de algunas de estas doctrinas inventadas por el hombre, tales como la de la trinidad y la de la inmortalidad del alma: “Se puede preguntar sin ser irrazonable: ¿No ha intentado demasiado la teología? ¿Ha aclarado las verdades para la solución de las cuales pidió prestada la ayuda del raciocinio, y no ha hecho a menudo tan imperativa como una religión basada en declaraciones sencillas una que esté basada en deducciones y en distinciones metafísicas?”
El resultado ha sido el apartar a los hombres de las declaraciones sencillas de la Biblia y envolverlos en los complejos dogmas de los hombres. Esto, a su vez ha confundido a tantas personas que ellas gobiernan su barco de fe no sólo sin brújula, sino en una neblina. Tome, por ejemplo, al anterior deán de la catedral de San Pablo, que no pudo descubrir el propósito del vivir. Aludiendo a la doctrina de la inmortalidad del alma, él también dijo al reportero que lo entrevistaba: “Acerca de la vida futura yo sé tanto como usted—nada. Ni siquiera sé que haya una—en el sentido en que la enseña la Iglesia. No tengo visión del ‘Cielo’ ni de un ‘Dios que da la bienvenida.’ No sé qué hallaré. Tendré que esperar y ver.”
¡Cuántas personas están en el mismo bote, por decirlo así, cuando se trata del barco de la fe de uno! Están confusas y llenas de incertidumbre. Pero la Biblia declara sencilla y claramente respecto a los que están muertos: “En cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto.” Y además: “No hay ninguna obra ni idear ni conocimiento ni sabiduría en Sheol.”—Ecl. 9:5, 10.
Pero el hombre ha proseguido e ideado para sí mismo la doctrina de la inmortalidad del alma a pesar de otra declaración sencilla de la Biblia: “El alma que pecare, ésa es la que morirá.”—Eze. 18:4, Mod.
¿De dónde, entonces, vino esta doctrina misteriosa que ha confundido a tantas personas? Como dijo en una ocasión Guillermo Ewart Gladstone, eminente primer ministro británico del siglo diecinueve: “La inmortalidad natural del alma es una doctrina totalmente desconocida a las Santas Escrituras y ocupa un nivel que no es más alto que el de una opinión filosófica sostenida ingeniosamente, pero debatida grave y formidablemente. Se introdujo en la Iglesia por una puerta trasera—la puerta trasera de la filosofía griega.”
DIRIGIÉNDOSE POR LUZ A LA PALABRA DE DIOS
De manera que ningún hombre puede descubrir el propósito del vivir hasta que salga de la neblina de las especulaciones, tradiciones y deducciones humanas y entre en la luz de la Palabra de Dios. Concerniente a esta Palabra está escrito: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi calzada.”—Sal. 119:105.
Solamente en la Biblia hallamos la explicación, la correcta, del porqué las cosas están como están en el mundo. Los problemas concernientes a la muerte y una vida futura se solucionan. Aprendemos que Dios creó al hombre para vivir para siempre en medio de condiciones paradisíacas. Debido al pecado de Adán la muerte ha venido a todos los hombres: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 5:12.
Por medio de venir el Hijo de Dios a la tierra y dar su vida humana perfecta como sacrificio rescatador se abrió el camino para que el hombre recuperara lo que Adán perdió para nosotros. Por eso Cristo Jesús dijo: “Yo he venido para que ellos tengan vida y la tengan en abundancia.”—Juan 10:10.
Aunque la Biblia muestra que una “manada pequeña” o un número limitado de verdaderos cristianos ganará la vida eterna en el cielo con Cristo, la esperanza de la mayoría de la humanidad obediente es la que se expresa por el salmista: “Los mansos mismos poseerán la tierra y ellos de veras hallarán su deleite exquisito en la abundancia de la paz.” Para muchos esto será por medio de una resurrección de entre los muertos, como Jesús manifestó: “La hora viene en la cual todos los que están en las tumbas memorialescas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.” Los que hicieron cosas viles en ignorancia no serán juzgados por sus actos pasados sino por sus actos futuros durante el reinado de mil años de Cristo.—Luc. 12:32; Sal. 37:11; Juan 5:28, 29.
Pero hay una grande muchedumbre de personas hoy día que nunca jamás morirá, porque su esperanza es la de sobrevivir a la venidera guerra del Armagedón y entrar en el nuevo mundo de Dios. Esa esperanza puede ser de usted. Vivimos en un tiempo en que este entero inicuo sistema de cosas terminará. ¡Y no es extraño! Este sistema es malo y vive contrario a los mandamientos de Dios. Es malo porque se deja llevar por el “dios de este sistema de cosas,” Satanás el Diablo. Aunque la Biblia nos dice que “el mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo,” no hay por qué usted tenga que sufrir lo que le espera a este mundo.—2 Cor. 4:4; 1Juan 5:19.
UNA NUEVA PERSONALIDAD Y UN NUEVO MUNDO
En el Armagedón Cristo Jesús conduce a los ejércitos celestiales en guerra justa. El resultado de esta “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” será el fin de los “cielos y la tierra actuales.” Un nuevo mundo de “nuevos cielos y una nueva tierra” se introduce; el nuevo mundo será absolutamente justo. Será la misma tierra sobre la cual vivimos hoy, pero habrá un nuevo sistema de cosas en la tierra.—Apo. 16:14, 16; 2 Ped. 3:7, 13.
El conseguir la vida eterna en el nuevo mundo de Dios puede ser la esperanza de todo el que ama la justicia. Es una esperanza hecha válida por la promesa de Dios mismo. Para que haga de esa esperanza un poder en su vida usted necesita conocimiento acertado. Eso es conocimiento de la Palabra de Dios. Es la clase de conocimiento que ayuda al buscador de verdad a solucionar el problema de la personalidad humana. Hasta que uno conozca los propósitos de Dios y armonice su vida de acuerdo con los mandamientos de Dios, tiene lo que la Biblia llama una “vieja personalidad.” Esa personalidad tiene que ser cambiada. Puede hacerse. Por lo tanto leemos: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse con la nueva personalidad, la cual por medio de conocimiento acertado está siendo renovada de acuerdo con la imagen del que la creó.”—Col. 3:9, 10.
El que tiene la “nueva personalidad” vive para el nuevo mundo. Su esperanza no es la de vivir sólo unos setenta años y luego morir, sino la de vivir para siempre en el nuevo mundo de Dios. De manera que comienza a vivir ahora como vivirá entonces. Obedece el mandato bíblico: “Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos afectos de la compasión, la bondad, la humildad de mente, la apacibilidad y la gran paciencia. Pero, además de todas estas cosas, vístanse de amor.” Y “esto es lo que el amor de Dios quiere decir, que observemos sus mandamientos; y sin embargo, sus mandamientos no son gravosos.”—Col. 3:12, 14; 1 Juan 5:3.
No, no es ninguna carga el cumplir los mandatos de Dios. Es un gozo. Hace feliz a uno. Honra a Dios y trae gloria al Creador. La Palabra de Dios nos dice: “Tú eres digno, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y debido a tu voluntad existieron y fueron creadas.” Sólo los que dan gloria a Dios, tanto por medio de sus palabras como por su conducta, ganarán el derecho de vivir para siempre en el nuevo mundo. ¡Cuánta razón hay, entonces, para obedecer el mandato: “No llegues a tenerle envidia a gente inicua. Porque no resultará haber futuro alguno para cualquiera que sea malo; la misma lámpara de la gente inicua será extinguida”!—Apo. 4:11; Pro. 24:19, 20.
Viva para el nuevo mundo ahora. Póngase la “nueva personalidad.” Déle propósito a su vida; déle significado: viva para glorificar al Creador. Hágalo por medio de obedecer sus justos mandatos, porque cuando uno vive según Su Palabra, ha descubierto el propósito del vivir: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios [verdadero] y guarda sus mandamientos. Porque esto es la entera [obligación] del hombre.”—Ecl. 12:13.