Dios no está desanimado
“A NOSOTROS que tenemos el privilegio de descorrer el telón para ver los secretos de tu universo, enséñanos que nuestro entero deber es amarte a Ti nuestro Dios y guardar los mandamientos.” Así oró un capellán estadounidense de un buque de guerra precisamente antes de que su gobierno comenzara una reciente prueba de la bomba atómica. Esta oración hizo que Sydney J. Harris, un columnista del Independent de Long Beach, California, dijera, entre otras cosas:
“Presumiblemente hay por lo menos un mandamiento que el capellán de un buque de guerra no está en condiciones de mencionar en exhortación. Parecería algo embarazoso exhortar: ‘No matarás’ precisamente antes de la detonación de una bomba con la fuerza de varios millones de toneladas de TNT, capaz de matar a unos cuantos centenares de miles de Sus hijos.” Entonces Harris irónicamente sugiere una oración más práctica, que él principia con:
“A nosotros que tenemos el orgullo y la presunción de soltar las más devastadoras fuerzas de la naturaleza, oh Señor, sé misericordioso.” Luego él pide a Dios protección de todas las diversas clases de estrago que una bomba atómica puede descargar o infligir en el cerebro, el sistema nervioso, los pulmones, el corazón, las entrañas, etc.
Entonces Harris concluye su oración irónica con: “Trae estas catástrofes sobre nuestros enemigos, no sobre nosotros, y prometemos amarte y guardar los mandamientos—todos salvo uno, oh Señor.”
“Esto por lo menos,” continúa diciendo, “sería una oración honrada y llena de significado. Ningún disparate, ninguna hipocresía, ninguna jerga teológica solemne para disfrazar y santificar el propósito y el poder de la bomba. El Señor, estoy seguro, no concedería lo que se pediría en esta oración—pero, por lo menos, no sería un insulto a Su inteligencia ni una afrenta a Su benevolencia. A veces creo que él ha de estar más desanimado por la ceguera de sus pastores que por la insensatez de sus ovejas.”
De lo susodicho se hace patente que un periodista tiene más entendimiento que un clérigo concerniente a los requisitos de Dios para la oración, porque verdaderamente el primerísimo requisito es el de honradez, de sinceridad. Lo que Dios piensa de oraciones como la que ofreció el capellán nos lo dice su Palabra: “Cuando extendáis vuestras manos [en súplica], esconderé de vosotros mi rostro; y cuando hagáis muchas oraciones, no oiré: ¡vuestras manos están llenas de sangre!” Y otra vez: “Seguirán llamándome pero yo no responderé, seguirán buscándome pero no me hallarán, por motivo de que odiaron el conocimiento, y no escogieron el temor de Jehová.”—Isa. 1:15, Mod; Pro. 1:28, 29.
Pero en cuanto a una cosa Harris está equivocado—si piensa que Dios está desanimado, descorazonado, o que su ánimo decaiga por lo que cualquiera de sus criaturas haga. Tal cosa sería una admisión de que él no es sapientísimo, ni todopoderoso. ¿No predijo él esta mismísima situación? Sí, la predijo: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos y difíciles de manejar. Porque los hombres [estarán] . . . teniendo una forma de devoción piadosa pero mostrándose falsos a su poder.” Dado que las condiciones se están presentando exactamente como él predijo, no tiene por qué estar desanimado, ¿no es verdad?—2 Tim. 3:1-5.
Luego, también, a pesar de lo que hagan o no hagan los hombres, sus propósitos concernientes a la, tierra y el hombre se efectuarán, así como él nos asegura: “Como lo he dicho, así lo haré; lo he dispuesto y lo cumpliré.” Y ¿cuáles son sus propósitos concernientes a la tierra? “No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte; porque estará la tierra llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.”—Isa. 46:11, NC; 11:9, Mod.
Seguramente, tomando en cuenta estas verdades y hechos, confiadamente puede aseverarse que Dios no se desanima, prescindiendo de lo que los hombres hagan. El ayudar a los hombres de buena voluntad a recibir el beneficio de la realización de los propósitos de Dios concernientes a la tierra y el hombre es uno de los propósitos de esta revista.