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  • ¡Está penetrando!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1958
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1958
w58 1/11 págs. 643-644

¡Está penetrando!

EL Kirchenbote (“Mensajero de la Iglesia”) para el cantón de Zurich publicó un artículo muy interesante en su edición n.º 2 del mes de febrero de 1958, intitulado “¿Inmortalidad o resurrección?” La respuesta que se dió a una pregunta parece haber iniciado una controversia entre sus lectores acerca de este tema, de modo que ahora publica un artículo del “Evangelische Welt” (“Mundo evangélico”) escrito por el prof. Dr. Koeberle, de Tubingen (Alemania), para apoyar sus declaraciones. Se hace mención de que este bien conocido profesor alemán es colaborador de la excelente obra Neutestamentliches Wörterbuch (“Diccionario del Nuevo Testamento”). Durante meses recientes nos hemos encontrado con varios clérigos que han declarado que no creen en la inmortalidad del alma humana, pero no se ponen a predicar esto públicamente debido a la opinión pública tan profundamente arraigada; y por lo tanto este artículo constituye una excepción admirable, unos pocos párrafos del cual citamos ahora en traducción:

“La pregunta en cuanto a si muere también el alma cuando muere la persona por mucho tiempo ha sido contestada solamente con un convencido ‘Sí’ por los adherentes de la opinión materialista, mientras que el platonismo, el idealismo y la Iglesia cristiana han permanecido igualmente firmes a favor de una continuada vida del alma más allá de la muerte y el sepulcro. Según el modo materialista de pensar, el comportamiento espiritual, psíquico y moral del hombre es un producto accesorio extraño y misterioso que proviene de la actividad fisiológica del cerebro. Junto con la desintegración de la substancia terrenal en la muerte se extinguen automáticamente las facultades mentales de la persona, así como una lámpara pierde su luz cuando el aceite y la mecha se gastan en el receptáculo. Por más triste y desesperanzada que parezca esta opinión, no debemos engañarnos: es precisamente este dogma de una extinción total de la individualidad humana en la muerte lo que se recibe encarecidamente por incontables personas, porque entonces uno queda libre de toda responsabilidad futura. Nadie jamás podrá preguntarme: ¿Cómo ha estado andando usted en las tablas del escenario mundial?

“Pero ahora el hecho extraordinario es que durante unos 30 años teólogos sobresalientes, principalmente los de la Iglesia luterana, también han confesado tener la convicción de que en la muerte el alma muere, aunque esté basada en un móvil enteramente diferente y asociada con esperanzas enteramente diferentes a las sostenidas por los representantes de la opinión materialista. ¿Qué induce a encumbrados teólogos evangelistas a reconocer este dogma de la extinción total del hombre en la muerte, un punto de vista que, dentro de la Iglesia cristiana, ha sido propagado enfáticamente sólo por los Estudiantes de la Biblia [los testigos de Jehová]?

“Las consideraciones teológicas tienden a tomar la siguiente dirección. El mal, el poder del pecado, siempre está arraigado en la mente. Nuestro cuerpo, nuestra disposición natural, no tiene la culpa de la separación nuestra de Dios. Es debido a nuestro orgullo de corazón, nuestra rebeldía de alma, que no queremos que Dios nos extienda su amor y que preferimos ir por nuestro propio camino de autoaserción. Por lo tanto, si la muerte es el salario que paga el pecado como castigo por nuestra rebelión contra Dios, entonces la parte que es realmente culpable debería estar incluída también en la sentencia de muerte; pero ésa es nuestra mente, nuestra alma, y no nuestro cuerpo, el cual sólo ha sido arrastrado a esta condición deplorable junto con el alma, activo desde luego, pero no obstante teniendo la parte menor de la culpa. Sólo de ese modo asume la muerte su verdadero carácter de juicio, pues el fallo de muerte parece ser cosa cualquiera si el alma inmortal se libra más o menos sin esfuerzo de la desintegración a la cual solamente el cuerpo queda sujeto. Pero al mismo tiempo la teología del día presente está totalmente convencida de que es solamente este nuevo punto de vista el que permite que la esperanza cristiana de la resurrección se destaque en su magnitud y grandeza cabales, el hecho de que al fin de todos los días Dios despertará o restaurará a vida nueva de entre la nada absoluta a los muertos que están registrados por nombre en su memoria.

“No es por casualidad el que sean precisamente los teólogos luteranos los que estén poniéndose tan resolutamente de parte de la convicción de la destrucción del alma en la muerte. La doctrina luterana de justificación dice, el hombre mismo no tiene nada que ofrecer mediante lo cual pudiera tener derecho al perdón y amor de Dios . . . Dios, el único que tiene inmortalidad, puede darnos vida otra vez por medio de una resurrección como consecuencia de un acto de redención.

“La gente que pertenece a las iglesias está profundamente perturbada por este nuevo entendimiento y enseñanza. El que sólo asiste a la iglesia se queda con la siguiente impresión al oír semejante mensaje al lado del sepulcro: Pues, entonces los materialistas tienen razón cuando sostienen que al morir se acaba todo. ¡Los clérigos mismos lo dicen ahora también! El que nosotros vamos más allá de esto y señalamos la esperanza que se ofrece en el día de la resurrección de los muertos, esto no siempre se acepta tan prontamente. La congregación sólo queda bajo la impresión devastadora de que esto no tiene nada que ver con la supervivencia del alma después de la muerte . . . en lo que concierne al hombre, la inmortalidad del alma ciertamente no puede mantenerse ni probarse.”

Confirma lo de arriba otro bien conocido profesor de teología, O. Cullmann, quien enseña en las universidades de Basilea y París. En una publicación intitulada “¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos?” él dice: “El concepto judío y cristiano acerca de la creación excluye cualquier dualismo griego entre cuerpo y alma.”

Interesante es observar que después que los testigos de Jehová han predicado por ochenta años la gran verdad bíblica de la resurrección, algunos teólogos protestantes ahora comienzan a ver este tema con un poco más de claridad. Sí, ¡está penetrando!

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