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  • Sus oraciones revelan lo que usted es
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 1/5 págs. 261-265

Sus oraciones revelan lo que usted es

¿Qué revelan acerca de usted las oraciones que usted hace? ¿Por qué es el escuchar una parte importante del orar? Y ¿cómo hay que orar para que se le oiga?

CUANDO usted ora a Dios de la manera que él ha señalado, él escucha. Pero después de orar, día tras día, semana tras semana, ¿qué clase de persona es usted según revelan sus oraciones?

En sus oraciones ¿muestra usted que es un cristiano agradecido, considerado y concienzudo? ¿Percibe Dios en sus oraciones a un amador de la justicia, uno que está ansioso por la vindicación de Su nombre y propósito? ¿Qué clase de impresión deja usted por medio de lo que dice en sus oraciones?

¿Muestran sus oraciones que usted es un siervo feliz, agradecido por la vida, apreciativo de su Palabra, persona deseosa de ver crecer la organización de Jehová hasta que llene toda la tierra con justicia y rectitud? Exactamente, ¿qué clase de persona muestra usted que es en sus oraciones a Dios? Sus oraciones reflejan lo que usted realmente es. Sí, lo revelan.

Por medio de escuchar sus oraciones Dios sabe exactamente de qué está pensando usted, lo que más le importa, en qué se interesa, y cuáles son sus deseos y remordimientos. Él llega a conocer al verdadero usted. Sabe cómo usted se siente acerca de sus hermanos en el ministerio y acerca de la gente en general. Sabe si es usted compasivo hacia los que están sufriendo por la causa de la justicia. Él tiene en cuenta los pensamientos de usted hacia los más pequeños y más grandes, hacia los ricos y los pobres. Sabe lo que usted siente acerca de las personas de buena voluntad que están tratando de alcanzar la verdad y la vida. Sabe por lo que usted dice si está consciente de sus necesidades espirituales.

Por medio de sus oraciones y la misma manera en que usted ora Jehová sabe si usted desea profundamente las cosas que pide, o si lo que usted dice es una mera recitación de palabras.

Sus oraciones revelan cuánto confía usted en Dios, porque diariamente al siervo de Jehová le confrontan tareas difíciles. Muchas murallas espirituales necesitan ser reforzadas, otras necesitan ser reconstruídas del todo—murallas de fe, esperanza y valor que se hayan desmoronado o que hayan sido debilitadas. El orar a Jehová le ayudará a reconstruir estas murallas en usted mismo y en otros. El que usted ore a Jehová muestra que usted le reconoce como una torre fuerte, una torre de fortaleza en el tiempo de necesidad. El orar es una demostración de su fe. Declara que usted cree.—Sal. 61:3; Pro. 18:10.

EL ESCUCHAR ES PARTE DEL ORAR

El orar no es asunto de solamente hablar. El escuchar, también, es parte del orar. Si usted se presentara delante de un rey terrenal, ¿es hablar lo único que usted haría? ¿No escucharía a lo que él dijera? Por supuesto que sí. Entonces cuando usted se arrodilla delante de Jehová, el Rey de la Eternidad, escuche. Y cuando habla usted asegúrese de que sus palabras muestren el debido respeto, que sean benignas y bondadosas. Entonces sus palabras le revelarán favorablemente, le recomendarán a usted.—Jer. 10:10, V A, margen.

Su decoro al orar también revela lo que usted es. Si usted bosteza al orar o pronuncia apresuradamente unas cuantas palabras a modo de repetición, ¿será esto una recomendación para usted? ¿Se portaría de ese modo si estuviese de pie ante un rey terrenal? Entonces no se porte de ese modo delante de Jehová el Soberano del universo. La manera en que usted se porta muestra si respeta la dignidad y el honor del alto puesto que él ocupa y si entiende y aprecia el privilegio que tiene de dirigirse a él en oración. El que usted vigile su conducta al orar hará que reconozca a mayor grado la bendición que le ha sido otorgada por medio de este privilegio de orar. Entonces no solamente sus oraciones sino su conducta lo recomendará a usted.

El escuchar a Dios es también una parte esencial del orar. ¿Cómo se hace esto? Se escucha a Dios por medio de permitir que las palabras de la Biblia le pasen por la mente y el corazón. La Biblia es la Palabra inspirada de Dios vertida en el lenguaje de los hombres. Por eso, por medio de escuchar las Sagradas Escrituras las palabras de los profetas, los pensamientos de los apóstoles y la sabiduría de Jesucristo todos fluyen a través de la mente, refrescándola y edificándola. De esta manera uno puede pasar toda la noche en oración con Dios casi sin decir palabra. Cuando se escucha se aprende. Cuando escuchamos las palabras de las Escrituras manifestamos que somos alumnos de Dios.—2 Tim. 3:16, 17.

Si en nuestras oraciones privadas nos apresuramos o sencillamente hacemos oraciones cortas vez tras vez, ¿no nos delata esto? No nos apartamos con prisa de aquellos a quienes amamos, ¿no es verdad? En cuanto a nuestras oraciones cortas, ¿no muestran hasta qué grado nos preocupa la familia de Dios, cuánto aprecio le tenemos a nuestro ministerio y a la obra que se nos ha encomendado? Los que le tienen profundo aprecio a sus privilegios y responsabilidades saben lo necesario que es pasar mucho tiempo con Jehová en oración. Se dan cuenta de que el orar forja mejores hombres, que mejora la actitud del corazón y el aprecio mental de la vida. El orar encamina a uno a la madurez para la salvación.

Cuando se ora tiene que haber calma, tiene que haber tiempo y deliberación. No diga sus oraciones apresuradamente, ni las aprenda de memoria, porque si lo hace degrada el privilegio de orar, haciéndolo una cosa sin valor. Si los individuos y familias dedicaran más tiempo a orar, eso ayudaría maravillosamente a vigorizar su espiritualidad. Los individuos se hallarían más felices. Las familias experimentarían la fuerza unificadora de orar en grupo. El orar ayuda a vencer las desavenencias. Promueve la amistad y la paz. Parece que hace a la gente olvidar sus celos y envidias. Cuando los miembros de una familia oran juntos sinceramente, rara vez se halla que pelean entre sí. Santiago nos aconseja a ‘orar el uno por el otro,’ y Pablo dice a los cristianos que “perseveren en la oración.”—Sant. 5:16; Rom. 12:12.

ORACIÓN POR OTROS

Cuando oramos a Dios hacemos una cosa buena, pero cuando oramos a Dios a favor de nuestros hermanos hacemos algo que es mucho mejor. Manifestamos que somos amorosos, atentos y maduros. Cuando oramos por otros damos prueba a Dios de nuestro interés en la vida de los hombres, mostramos un interés activo en cuanto a ellos. Nuestras oraciones por la familia de Dios muestran que nos interesamos en la congregación, en su actividad y bienestar.

Puesto que el orar es una fuerza vigorizadora, transformará nuestra disposición para con las personas en cuyo interés oramos. Es enteramente imposible suplicar a Dios que muestre amor hacia alguien que no nos gusta en particular y con todo seguir amargado para con éste. Si seguimos orando, toda animosidad se desvanecerá y hallaremos que nos gusta esta persona y que no nos desagrada. El que sea usted amoroso para con sus hermanos le sirve de recomendación a usted.—1 Juan 4:20, 21.

Sucede muy a menudo que no oramos con suficiente fervor por nuestros hermanos. Tal vez sea porque no los conozcamos personalmente o porque estemos demasiado preocupados con nuestras propias actividades y placeres. Quizás sea que carezcamos en cuanto a afecto, en cuanto al amor que les tenemos. Si amamos lo suficiente nos acordaremos de ellos en nuestras oraciones. El orar por otros debería ser tan natural como el orar por nosotros mismos.

Cuando oramos por otros nos hacemos más caritativos y pacientes hacia ellos. Hallamos que nos sentimos más amistosos y felices debido a ello. El saber que otros están orando por nosotros nos imparte valor y poder. Los apóstoles animaron a los hermanos a orar por ellos. “Continúen orando por nosotros,” dijo Pablo. “Y Jehová mismo hizo que se apartara la condición de cautividad de Job cuando él oró a favor de sus compañeros.” Jesús instruyó a sus seguidores a seguir “orando por aquellos que los persiguen; para que prueben ustedes que son hijos de su Padre que está en los cielos.” El orar por otros es ser semejante a Cristo; es una costumbre amorosa.—2 Tes. 3:1; Job 42:7-10; Mat. 5:44, 45.

Al orar por otros no lo hacemos en justicia propia. Nuestras oraciones por ellos son motivadas por la misericordia y bondad de Dios hacia nosotros. Mostramos por medio de nuestras peticiones que deseamos que todos los hombres consigan un conocimiento acertado de la verdad y sean salvos. Nosotros no queremos que ninguno muera, así como Dios tampoco lo quiere. El orar a favor de otros desarraiga de nuestra mente la amargura y el pensar malicioso, dando lugar a que florezcan pensamientos edificantes. El orar por otros inspira armonía, crea unidad y cooperación.—2 Cor. 9:14.

Si oramos por todos los hermanos, eso quiere decir que llegaremos a querer a hermanos con los cuales ahora nos es difícil simpatizar. El amarlos no quiere decir solamente aguantarlos, o ser bondadosos y corteses para con ellos. Quiere decir amarlos de la manera en que Cristo nos amó a nosotros. El amor de Jesús no conocía límites, ni ha de conocerlos el nuestro. Su amor reconoció la necesidad de dar su todo; también tiene que reconocer eso el nuestro. Jesús dijo: “Por esto todos sabrán que ustedes son mis discípulos, si tienen [este] amor entre ustedes mismos.” Las oraciones suyas revelan si usted ama de esta manera o no.—Juan 13:34, 35.

ORE QUE USTED SEA HONRADO

Cuando usted ora a Dios pidiendo que haga crecer en usted el amor a la justicia, la bondad, la benignidad, la honradez y los otros frutos del espíritu, ¿lo dice con toda sinceridad? Casi todos nos damos cuenta de que hay cierta cantidad de engaño en nuestra personalidad. ¿Cuán a menudo decimos y hacemos cosas sin plena sinceridad? A menudo damos cumplidos cuando interiormente condenamos. De manera que ¿somos honrados cuando decimos que queremos ser honrados?, lo cual significa ser honrados en todo y para con todos. La honradez en los negocios tal vez disminuya las ventas. La expresión honrada quizás signifique la pérdida de favor, de promoción, o hasta de un empleo. Aun así ¿quiere usted ser honrado? Si quiere ser honrado sea cual fuere el costo, entonces ore por ello. Trabaje por ello. No ore por cosas que honradamente no desea. Sea sincero en sus oraciones. Sea honrado y sus oraciones lo recomendarán a usted.

La honradez limpia al hombre interior. Edifica la integridad y rectitud. Fortalece la mente para actividad cristiana. La honradez inspira confianza y armonía. Hace aumentar el amor cristiano y la fe. Donde hay un intercambio de opiniones honradas habrá libertad de pensamientos y de expresión. Todo el mundo saca provecho del ambiente de la honradez. Jehová dice: “La oración de los rectos le es un placer.”—Pro. 15:8.

Muchas oraciones se quedan sin contestar porque no se hacen de la debida manera. Algunas se pronuncian en duda y sin convicción alguna. No son en realidad oraciones honradas. Santiago dice: “Que no piense ese hombre [el que duda] que recibirá algo de Jehová; él es un hombre indeciso, inconstante en todos sus caminos.” Tenemos que creer que Jehová provee. Él nos da lo que necesitamos, no necesariamente lo que deseamos. David oró por un corazón puro y por un espíritu nuevo y firme. Y su oración fué contestada. Nosotros podemos orar por la misma cosa, pero puede que eso no sea lo que necesitamos o deseamos. Algunos oran: “Dios mío, hazme puro—mas no todavía.” Otros dicen: “Dios mío, hazme rico y bondadoso y bueno,” pero durante toda la semana sus acciones muestran que su oración es una mera recitación de palabras.—Sant. 1:7, 8.

Puesto que el cristianismo no es el camino a la fama y fortuna mundanas, la oración verdadera no incluye tales cosas. Al contrario, el cristiano verdadero ora que no lo venza el materialismo. Su deseo no es el de satisfacer la carne o complacer los ojos, sino de dar de sí mismo y de lo que posee. Sin duda serían contestadas más oraciones si la gente, además de pedir todo el tiempo, hiciera sacrificios también. Los sacrificios voluntarios que haga le sirven de recomendación a usted.

LA ORACIÓN NO ES SUBSTITUTO POR EL ESFUERZO

El orar no es lo único que está implicado en la adoración de Dios. Las gentes pasan horas incontables orando que Dios les dé cosas y les lleve al cielo, pero tal vez nunca ordenen su vida. Estas personas tienen que aprender que el modo en que vivimos es tan importante como la repetición de oraciones cotidianas. Una sola acción de justicia hacia el hermano de uno vale más que mil oraciones que aclamen a Dios como la Fuente de la justicia. Si queremos orar correctamente nos es preciso también vivir correctamente.

Tenemos que educarnos en cuanto al hecho de que la oración verdadera no es un substituto por el esfuerzo inteligente. Algunas personas acuden a la oración principalmente como medio de conseguir cosas de Dios cuando han fracasado los otros medios. Otros oran solamente cuando hay una crisis. Tales oraciones son sumamente egoístas y son cosa detestable a vista de Jehová, quien contesta la oración correcta. ¿Esperamos de Dios que efectúe un milagro en provecho nuestro cada vez que oramos? Desafortunadamente algunas personas lo esperan. La guía de Jehová es un suplemento a nuestro propio pensar y trabajar, no un substituto por ellos. Tal como un padre terrenal espera de su hijo que despliegue un poco de iniciativa, usando su mente para indagar y hacer decisiones sabias para sí mismo y que acuda a él con sólo los problemas más difíciles en busca de guía, así, también, nuestro Padre celestial desea lo mismo de nosotros. Jehová nos ha dado su Palabra, la Biblia. Él espera de nosotros que la usemos sabiamente para su alabanza y que nos acerquemos a él en busca de guía para entenderla y usarla o cuando deseamos expresarle nuestras gracias. Si así lo hacemos, nuestras oraciones le ocasionarán placer.

Si somos sinceros en nuestras oraciones, aguantaremos mucho para ver que se cumplan. Primero oraremos, entonces trabajaremos con ahinco hacia el logro de nuestra oración en fe. Cuando Jehová ve que no dejamos que nos desvíen el trabajo arduo, el sudor, ni sangre y lágrimas, nuestra oración será contestada si está de acuerdo con su voluntad.

Ahora bien, cuando usted ora tenga presente que está pintando un cuadro vívido de usted mismo delante de Dios. Muestre respeto en su conducta, ore con sinceridad y convicción. Sea honrado. Tenga seguridad de que la oración verdadera nunca se deja sin contestar. Sobre todo, sea humilde y apreciativo del privilegio de orar. Sus oraciones no mentirán. Lo revelarán a usted tal como usted es.

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