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  • ¿Por qué celebrar la cena del Señor?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 1/4 págs. 212-215

¿Por qué celebrar la cena del Señor?

Jehová Dios, por medio de su Hijo, mandó que los cristianos celebrasen la cena del Señor. Al entender lo que es, el porqué se le hará sencillo, poderoso y convincente.

ERA temprano por la noche el lunes 23 de marzo de 1959. En la calle Columbia Heights, número 136, en Brooklyn, Nueva York, quinientas personas se apiñaban en el Salón del Reino, ocupando no sólo todo asiento sino también todo lugar donde se podía estar de pie. El auditorio se componía de cristianos dedicados y sus amigos que escuchaban con interés intenso el discurso bíblico. ¿Qué constituía la atracción—el orador? No, aunque de hecho era el vicepresidente de la Sociedad Watch Tower. Más bien, era la ocasión: la celebración de la cena del Señor. ¿Qué es la cena del Señor y por qué debería celebrarse?

La cena del Señor es un término que se usa para describir un arreglo que Jesús instituyó la noche en que fue traicionado. En breve, consta de una consideración bíblica, el dar gracias y el participar de pan y de vino. Algunos se refieren a ella como la eucaristía, debido a que Jesús “dio gracias” en esa ocasión. También se hace referencia a ella como la comunión y la misa. Sin duda, el más apropiado de todos los nombres para ella es “la cena del Señor.”—1 Cor. 11:20.

Algunos que dicen contarse entre los cristianos, tales como los cuáqueros, se oponen a esta celebración, diciendo que es dar demasiada importancia a “cosas exteriores inútiles.” En apoyo de su punto de vista ellos citan: “El reino de Dios no significa el comer y el beber,” y: “Que ningún hombre los juzgue en comida o en bebida.” Sin embargo, un examen del contexto de estos pasajes manifiesta que aquello a que se refería el apóstol Pablo, el escritor de éstos, no era de manera alguna la cena del Señor, sino más bien las restricciones de la ley mosaica. No podemos sacar estos pasajes de su medio circundante y usarlos para contradecir las palabras claras de Jesús: “Sigan haciendo esto en memoria de mí.”—Rom. 14:17; Col. 2:16; Luc. 22:19.

Luego también hay ciertos liberales que sostienen que Jesús no pensaba instituir ninguna celebración. Ellos señalan al hecho de que el mandato de celebrar la cena del Señor se halla solamente en los escritos de Lucas y de Pablo, y critican las pequeñas variaciones que hay en los registros distintos de Mateo, Marcos, Lucas y Pablo. Sin embargo, si creemos, como todo cristiano debería creer, que las Escrituras Cristianas Griegas son de veras la Palabra de Dios, entonces el registro de solamente un solo escritor es suficiente para nuestra fe y nos es fácil comprender que un registro podría ser más completo que otro. Además no cavilaremos en variaciones menores que sólo dan prueba de que los varios escritores escribieron independientemente; Mateo, a propósito, siendo el único testigo ocular de entre los cuatro.

NO UN SACRIFICIO, NO UN SACRAMENTO

En vista de lo susodicho está claro que la razón por la cual se celebra la cena del Señor es que Cristo mandó que se celebrara. Pero ¿por qué mandó que se celebrara? ¿Será porque en ese tiempo el pan y el vino vinieran a ser literalmente su carne y sangre, cambio al que se llama “transubstanciación”? Y por lo tanto, ¿en realidad se sacrifica a Jesús por nuestros pecados cada vez que se celebra la cena del Señor? Esa es la pretensión de algunos que sostienen que este cambio fue el mayor de todos los milagros que Jesús efectuó. Pero ¿cómo podría ser cierto eso cuando el caso es que Jesús todavía tenía su propia carne y sangre en el momento que dijo: “Tomen esto; esto es mi cuerpo. . . . Esta es mi sangre”? Y si esto es el mayor de todos los milagros de Jesús, ¿no es más que extraño el que ningún escritor de la Biblia llame atención a este milagro estupendo, si de hecho es milagro?—Mar. 14:22, 23, Knox.

En realidad, el traductor católico romano Knox, aunque usa la palabra “es” en conexión con la cena del Señor, haciendo que Jesús diga: ‘Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre,’ usa la palabra “representa” en un caso parecido en la ilustración del sembrador: “El grano que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra,” etc. Si Jesús usó la palabra “es” en el sentido de “representar” en la parábola del sembrador, ¡no es más razonable concluir que quiso decir lo mismo respecto al pan y al vino que lo que es insistir en que él efectuó su milagro más notable en esa ocasión? ¡Seguramente! Y es debido a eso que tales traducciones como las de Moffatt, de Williams y la Traducción del Nuevo Mundo dicen: “esto significa” o “esto representa mi cuerpo.”—Luc. 8:15.

En cuanto a ser la cena del Señor una repetición incruenta del sacrificio de Cristo, en primer lugar debe notarse que semejante sacrificio no podría quitar pecados, porque leemos que “a menos que se derrame sangre, ningún perdón se efectúa.” Por eso Dios prohibió que los israelitas comiesen sangre: “Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para que ustedes hagan expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación.” Es debido a esto que “la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.” Y además, particularmente en el capítulo 9 de Hebreos, Pablo hace hincapié en que Cristo murió sólo una vez y que no volvería a morir. De manera que, claramente, ningún arreglo cruento repetido podría ser un sacrificio que quitara pecados.—Heb. 9:22; Lev. 17:11; 1 Juan 1:7.

Muchas organizaciones protestantes, aunque se oponen a las enseñanzas de la transubstanciación y de que la cena del Señor es un sacrificio, enseñan sin embargo que es un sacramento. ¿Qué es un sacramento? Un sacramento es un acto religioso que según se dice imparte mérito a los que lo efectúan. ¿Constituye semejante sacramento la cena del Señor y es su remisión de pecados “su parte más necesaria,” según sostenía Lutero?

En primer lugar, debe notarse que en ninguna parte de las Escrituras se hace mención de algún sacramento. Viene al caso el testimonio de la Cyclopædia de McClintock y Strong, cuyos redactores, aunque sostienen que la cena del Señor es un sacramento, sin embargo declaran: “Una lección negativa que no es de poco significado se enseña en el hecho de que el vocablo sacramento no se halla en el N.T.; tampoco se aplica la palabra griega mysterion en ningún caso al bautismo ni a la cena del Señor, ni a ninguna observancia exterior.” No, la idea de que una observancia exterior imparte mérito es contraria a los principios de Dios y al entendimiento que él tiene del género humano; es del todo demasiado fácil llevar a cabo cosas como ésta sin sinceridad alguna. Para los cristianos tanto el bautismo como la cena del Señor son solamente símbolos que no significan nada a menos que la realidad esté efectuándose o se haya llevado a cabo.

El que las observancias exteriores no pueden conseguir el perdón de pecados es la lección que Dios estableció claramente con la nación de Israel. Por eso él les dijo, por medio del profeta Isaías, que él estaba harto de los sacrificios de ellos y que ‘no le complacían,’ y por eso Pablo escribió que “no es posible que la sangre de novillos y de machos cabríos quite los pecados.” Y por eso es inútil buscar declaración alguna de que debiéramos observar la cena del Señor para que se nos perdonen nuestros pecados, como si, según dice Lutero, eso fuera su parte más necesaria.—Isa. 1:11; Heb. 10:1-4.

Al contrario, se nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.” “La oración de fe sanará al indispuesto, y . . . si ha cometido pecados, se le perdonará. Por lo tanto confiesen abiertamente sus pecados los unos a los otros y oren los unos por los otros, para que sean curados,” espiritualmente. Sí, “si alguien comete un pecado, tenemos”—¿la cena del Señor? no, sino—“un ayudador con el Padre, Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados.”—1 Juan 1:9; Sant. 5:15, 16; 1 Juan 2:1, 2.

UN MEMORIAL DE LA MUERTE DE CRISTO

Si la celebración de la cena del Señor no es un sacrificio, no es un sacramento, no limpia de pecados, entonces, ¿por qué mandó Jesús: “Sigan haciendo esto en memoria de mí”? Por esa mismísima razón, como un memorial. Era para conmemorar lo que aconteció en el día de la Pascua del 14 de nisán de 33 d. de J.C., según el calendario lunar de los hebreos, así como la Pascua misma conmemoraba lo que había acontecido 1,545 años antes, el 14 de nisán de 1513 a. de J.C. Y ¿qué aconteció allá en ese tiempo? Jehová Dios hizo un gran nombre para sí mismo por medio de derrocar a los dioses de Egipto, por medio de destruir a los primogénitos de Egipto y por medio de libertar de su yugo de esclavitud a los israelitas oprimidos.—Éxo. 9:16; 1 Sam. 6:2-6; 2 Sam. 7:23.

Si ese acontecimiento allá en ese tiempo era digno de ser conmemorado, y ciertamente lo era, ¡cuánto más digno de conmemoración es lo que sucedió en 33 d. de J.C.! Allí Jehová Dios ganó una victoria aun más grande sobre Satanás y sus demonios, pues éstos no pudieron desviar a Jesús, el Hijo de Dios, de su proceder de fidelidad hasta la muerte; de esa manera Dios por medio de Jesús probó que el Diablo era mentiroso cuando éste se jactó de que Dios no podría poner a un hombre sobre la tierra que le fuera fiel a él. Y mediante esa muerte sacrificatoria Jesús no proveyó meramente una libertad religiosa, política y económica temporaria y eso de una sola nación pequeña, sino más bien por medio de ella él abrió el camino para que todo el género humano sea libertado de toda clase de esclavitud al debido tiempo de Dios.

Así vemos por qué Cristo mandó a sus seguidores que conmemoraran su muerte por medio de comer pan sin levadura y beber vino tinto, símbolos de su cuerpo y de su sangre. Fue para que se nos hiciera recordar enérgicamente la maravillosa demostración de la supremacía de Jehová que se efectuó en esa ocasión, así como la maravillosa expresión de su justicia y amor; teniendo él tanto respeto a sus principios justos y tanto amor al género humano que estuvo dispuesto a sacrificar a su Hijo unigénito. También era para que nosotros siempre tuviésemos aprecio vivo de lo que Cristo Jesús hizo a favor de nosotros, el sufrimiento y la muerte que él estuvo dispuesto a dejar que le sobrevinieran para que nosotros pudiéramos ser reconciliados con Dios y conseguir la vida eterna. Y la cena del Señor debería hacernos desear seguir el ejemplo puesto por Jesús de mantener nuestra integridad contra desventajas grandes y también debería ayudarnos a hacer eso.

Más que eso, la cena del Señor debe ser una ocasión en que el cristiano haga un examen de sí mismo para ver si al participar de los emblemas lo hace de una manera digna de la cena, como Pablo muestra en 1 Corintios 11:27-32. Y, finalmente, sirve para impresionar a todos los que son del cuerpo espiritual de Cristo con su unidad: “La copa de bendición que nosotros bendecimos, ¿no es participar en común de la sangre del Cristo? El pan que partimos, ¿no es participar en común del cuerpo del Cristo? Porque hay un solo pan, nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo, porque todos nosotros estamos participando de ese solo pan.”—1 Cor. 10:16, 17.

¿QUIÉNES Y CUÁNDO?

¿Quiénes pueden participar de la cena del Señor? ¿Todos los cristianos sinceros? No. ¿Por qué no? Porque el contexto del registro de la institución por Jesús del Memorial así como el testimonio de otros pasajes bíblicos muestran que se limita a los que tienen la esperanza de compartir la gloria celestial con Jesucristo, el número de los cuales, según las Escrituras muestran, está limitado a 144,000. Los hechos manifiestan que hoy en día sólo queda un pequeño resto de entre ese número, que comenzó a ser seleccionado en el Pentecostés de 33 d. de J.C. Todas las personas de buena voluntad, sin embargo, tienen la bienvenida y deberían asistir y presenciar la celebración, ya que para ellas también trae a la memoria lo que Jehová y Jesucristo hicieron, y cómo ellas pueden mostrar aprecio por ello.

¿Cuán a menudo y cuándo debería celebrarse la cena del Señor? No importa cuán a menudo otros profesen hacerlo, no hay justificación bíblica para hacerlo más de una vez al año, así como la Pascua, que conmemoraba la liberación de los israelitas de Egipto, se observaba una vez al año, y eso en la noche de su liberación, el 14 de nisán. Puesto que Jesús instituyó su cena la noche del 14 de nisán, no es sino apropiado que sigamos celebrándola en la misma fecha. Nisán es el primer mes del año lunar judaico y comienza con la nueva luna visible más cerca del equinoccio primaveral. Este año el 14 de nisán cae el 10 de abril. Los testigos de Jehová a través del mundo obedecerán el mandato de Jesús de ‘hacer esto en memoria de mí’ por medio de reunirse después de las 6 p.m. en sus Salones del Reino para celebrar la cena del Señor. ¡Asóciese usted con ellos y reciba las bendiciones que tal asistencia trae consigo!

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