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  • Todavía sin par la Biblia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 1/5 págs. 259-260

Todavía sin par la Biblia

SER sin par significa ser sin igual, no tener rival. Cuando se trata de libros, hay un volumen que es verdaderamente sin par, que no tiene ni igual ni rival. Ese libro es la Palabra de Dios, la Biblia. No es sin buen motivo que se le ha llamado la Biblioteca Divina, por cuanto no es solamente un libro sino una colección de sesenta y seis escritos, libros y folletos, que varían en tamaño desde una sola página hasta unas doscientas páginas.

De muchísimas maneras este Libro de los libros sigue mostrando que no tiene par: por el cumplimiento de sus muchas profecías, en particular las que se relacionan con la primera y la segunda presencia de Jesucristo; por el poder que ejerce en la vida de los hombres, como el hacer que nativos polígamos y belicosos adoradores de “yuyu” se conviertan en cristianos pacíficos y monógamos temerosos de Dios; por su registro objetivo y acertado de la historia antigua, que se verifica por descubrimientos arqueológicos tales como los que se hacen hoy en día en la tierra de Palestina; por la armonía de sus mensajes—aunque los escribieron unos treinta y cinco hombres y a través de unos 1,600 años, todos dan el lugar de primera importancia al nombre y reino de Dios—y por la franqueza, la candidez, de sus escritores.

En vista de los muchos ataques hechos contra la Biblia, mayores que los que se han hecho contra cualquier otro libro, su misma supervivencia prueba que su vitalidad no tiene igual. Regímenes totalitarios, tanto políticos como religiosos, se han opuesto y se oponen enconadamente a ella. Estos no sólo han hecho propaganda contra la Biblia sino que han hecho que sea difícil obtenerla.

Ateos, agnósticos, humanistas y unitarios siguen haciendo ataques vitriólicos contra la Biblia. Teorías científicas se exponen como hechos científicos a pesar de que esas teorías siguen cambiando y contradiciéndose. Durante 1959 la celebración centenaria de El origen de las especies de Darwin sirvió como ocasión para colmar de escarnio, desdén y ridículo “el mito bíblico de la creación.” Sin embargo todo lo susodicho no ha podido disminuir la distribución de la Biblia.

La Biblia ha continuado sin par a pesar del daño que le han hecho sus supuestos amigos. Muchos la han abandonado debido a los centenares de credos antagónicos, todos los cuales supuestamente se basan en la Biblia. Por una parte los fundamentalistas causan daño incalculable mediante sus irrazonables interpretaciones literales de la Biblia, y por otra parte los modernistas alzan una algazara porque los cristianos aceptan la Biblia como la Palabra de Dios. Desahogándose, exclaman: “¡Qué burla de la fe cristiana ha sido esta idolatría de un libro que se llama la Biblia! . . . ¿Cómo se puede entender lo que la Biblia dice si no se tiene conocimiento de lo que la Biblia es?” Desgraciadamente, para muchísimos clérigos hoy en día la Biblia no es lo que Jesús dijo que es: la Palabra de su Padre, Jehová Dios.—Juan 17:17.

Los supuestos amigos de la Biblia la perjudican no sólo por medio de sus enseñanzas antagónicas y no bíblicas sino también mediante sus prácticas antibíblicas. Guerras, corrupción política, materialismo y crimen distinguen las naciones de la cristiandad que alaban la Biblia de labios afuera. Con razón las gentes de Oriente consideran la Biblia con escepticismo.

Verdaderamente la supervivencia de la Biblia a pesar de toda esta oposición y tergiversación aporta prueba adicional de que ella es sin par y es lo que afirma: de origen divino. Subraya la solidez del testimonio que ella da acerca de sí misma: “La vegetación se marchita, y la flor se cae, pero la palabra hablada por Jehová dura para siempre.”—1 Ped. 1:24, 25.

Hace poco salió en la prensa evidencia del día actual respecto a la vitalidad de la Biblia. Un informe mostró que se ha traducido la Biblia, totalmente o en parte, a 1,136 diferentes idiomas. De estas traducciones, 215 son de la Biblia entera y 273 de las Escrituras Cristianas completas, las cuales por sí solas son más grandes que una novela de término medio. En 1958 una sociedad bíblica estadounidense distribuyó más de 16.6 millones de ejemplares de la Biblia y añadió tres nuevos idiomas al número de lenguas en que se publica ahora, elevando el total a 1,136.—Time del 25 de mayo de 1959.

De paso podría mencionarse que la misma actitud de los amigos de la Biblia tan dispuestos a dedicar su tiempo, recursos y hasta su vida a la traducción, publicación y distribución mundial de ella es todavía otra evidencia de que la Biblia es sin par. ¿Dónde hay otro libro del cual sus lectores deriven tanto beneficio que los impela a hacer tales sacrificios? En comparación, ¿dónde están las sociedades editoras y los misioneros del Corán o Veda? Actualmente la publicación y distribución de la Biblia se aproxima a los tres mil millones.

En vista de todo lo anterior extrañó mucho el que un noticiario de abril de 1959 en los Estados Unidos informara que, en cuanto al número de idiomas en que la Biblia había sido traducida, éste había sido eclipsado por varios otros libros. Este informe colocó en primer lugar los libros de Lenin. Luego vino Julio Verne, mejor conocido por su obra La vuelta al mundo en ochenta días, seguido por las obras de Shakespeare. Cerca del pie de la lista estaba la Biblia. Lo que no dijo el locutor, sin embargo, era que esta lista aplicaba solamente al año 1957, y no tenía relación alguna con el número total de traducciones en que aparecían los diferentes libros. El informe de UNESCO también mostró que un total de 27,978 diferentes libros, en sesenta y cinco países y en más de doscientos idiomas, se había publicado ese año, de los cuales más de la mitad era novelas. Por cuánto tiempo permanecerán autoritativos los muchos libros acerca de temas científicos no lo sabe nadie.

Todo esto nos hace recordar las palabras escritas por un rey sabio hace unos tres mil años: “De hacer muchos libros no hay fin, y mucha devoción a ellos es cansancio para la carne. La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque esto es el deber todo del hombre.” Para ese fin uno necesita, no los escritos de Lenin, Julio Verne y Shakespeare, sino el único Libro que es todavía el más ampliamente traducido y distribuído, el Libro que todavía es sin par, la Palabra de Dios, la Biblia.—Ecl. 12:12, 13.

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