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  • Manteniéndonos ‘limpios de la sangre de todo hombre’

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  • Manteniéndonos ‘limpios de la sangre de todo hombre’
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 1/5 págs. 267-279

Manteniéndonos ‘limpios de la sangre de todo hombre’

1. ¿Por medio de decir qué cosa indicó Pablo que hay otra manera en que los cristianos tienen que mantenerse limpios respecto a sangre?

APARTE de la sangre literal del hombre, de la bestia y del ave, los que no desean desagradar a Dios y merecer castigo de él tienen que estar alerta a otra manera en que tienen que mantenerse limpios de la sangre. El apóstol Pablo indicó esta manera cuando les dijo a los superintendentes cristianos de la ciudad de Éfeso en Asia Menor: “Ahora, ¡miren! sé que todos ustedes entre quienes anduve predicando el reino [de Dios, Mod; VA; Val; Lamsa] no me verán más la cara. Por eso los llamo para que sean testigos este mismo día de que yo estoy limpio de la sangre de todo hombre.” (Hech. 20:25, 26) De entre todas las personas, ¿cómo podía decir eso Pablo? Y ¿cómo son sus palabras un ejemplo y advertencia para nosotros hoy día?

2. ¿Cómo emprendió una carrera de persecución el que se conoce como Pablo?

2 A Pablo en un tiempo se le conocía como Saulo de la ciudad de Tarso en Asia Menor. Por algún tiempo cargó una pesada culpabilidad por derrame homicida de sangre. Al tiempo que la Corte Suprema judía de Jerusalén hizo que mataran a Esteban a pedradas, este Saulo de Tarso estuvo presente observando y cuidó las prendas de vestir exteriores de los apedreadores que llevaron a cabo la ejecución. De esa manera Saulo demostró abiertamente que él aprobaba aquel acto asesino. Su propia cabeza cargaba alguna responsabilidad por la sangre de Esteban. (Hech. 7:58; 8:1; 22:19, 20) Así emprendió él una carrera de persecución. “Saulo, empero, empezó a tratar atrozmente con la congregación. Allanando una casa tras otra y sacando a rastras tanto a hombres como a mujeres, los entregaba para que fueran encarcelados.” Con la excepción de los apóstoles, los cristianos fueron esparcidos de Jerusalén.—Hech. 8:3.

3. ¿Qué confesión de persecución hizo Pablo ante Festo y Agripa?

3 “Saulo, respirando todavía amenazas y asesinato contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote y le pidió cartas a las sinagogas de Damasco [Siria], para poder traer atados a Jerusalén a todos los que él encontrara que pertenecieran al Camino, tanto a hombres como a mujeres.” (Hech. 9:1, 2) Cuando testificó delante del gobernador Festo y el rey Herodes Agripa II, él dijo: “Yo, por lo menos, realmente pensé dentro de mí que debería cometer muchos actos de oposición contra el nombre de Jesús el nazareno; lo cual, en realidad, hice en Jerusalén, y a muchos de los santos encerré en cárceles, puesto que había recibido autoridad de los sacerdotes principales; y cuando iban a ser ejecutados, yo echaba mi voto contra ellos. Y castigándolos muchas veces en todas las sinagogas, trataba de obligarlos a hacer una retractación; y puesto que estaba enojado hasta el extremo contra ellos, hasta los perseguía en ciudades de afuera.”—Hech. 26:9-11.

4. ¿Bajo qué vino a estar Saulo por proceder así, y por qué vino a ser importante que él cambiara de oficio?

4 Por medio de este curso o derrotero enloquecido Saulo vino a estar bajo una pesada culpabilidad por derrame homicida de sangre, una culpabilidad por sangre inocente. ¿Cómo se libró de ella? Por medio de aceptar la misericordia divina. Cuando iba en camino a Damasco para extender sus persecuciones allá, Saulo fue detenido por el mismísimo a quien verdaderamente estaba persiguiendo. El resucitado y glorificado Jesús se apareció a Saulo milagrosamente y lo reprendió, diciendo: “Yo soy Jesús a quien estás persiguiendo.” Entonces el Señor Jesús puso delante de Saulo un cambio de oficio, el de ser “asistente y testigo tanto de cosas que has visto como de cosas que haré que veas respecto a mí; mientras te liberto de esta gente y de las naciones, a quienes te estoy enviando, para que les abras los ojos, para volverlos de las tinieblas a la luz y de la autoridad de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por su fe en mí.” (Hech. 26:12-18; 9:3-6) Ahora la pregunta era: ¿Cambiaría Saulo su oficio de perseguidor a asistente y testigo de Jesucristo? Su vida presente dependía de ello, porque la culpabilidad pesada por sangre derramada que entonces estaba sobre él merecía la muerte. También su vida eterna dependía de ello.

5. ¿Qué manera de proceder emprendió Saulo entonces, y qué evidencia pública dio él de esto inmediatamente?

5 Saulo ahora percibió que merecía morir, pero conforme a la misericordia de Dios por medio de Cristo, no era necesario que él muriera por su culpabilidad extremada por derrame homicida de sangre. Durante los tres días de su ceguedad milagrosa en Damasco, él confesó su terrible pecado y se arrepintió y suplicó misericordia por medio del sacrificio rescatador de Jesucristo. Se convirtió o dio vuelta, alejándose de su curso asesino de perseguidor como fariseo judío, y se dedicó a Jehová Dios como seguidor de Su Hijo Jesucristo. Habiendo decidido así hacer lo que fuera la voluntad de Dios para él, él aceptó la asignación de trabajo que Jesús le ofreció. Tan pronto como su vista le fue restaurada milagrosamente el tercer día, Saulo se bautizó en agua para dar evidencia pública de su dedicación a Dios como seguidor de Jesús; y recibió el lavamiento de sus pecados por medio de la sangre preciosa del Cordero de Dios, Jesucristo. (Hech. 9:17-19; 22:12-16) Inmediatamente después de eso él empezó a actuar como testigo parecido a Jesucristo.—Hech. 9:19-26.

6, 7. (a) ¿Por medio de ejercitar Dios qué cosa fue absuelto Saulo de la culpabilidad por el derrame homicida de sangre? (b) ¿Qué dice él para las personas que se sientan cargadas con el mismo peso hoy?

6 Saulo nos dice que él fue absuelto de su culpabilidad pesada por el derrame homicida de sangre debido al amor bondadoso de Dios por medio de Jesucristo, el cual se le apareció aun después de su ascensión al cielo: “Ultimo de todos también se apareció a mí como si fuera a uno nacido prematuramente. Porque yo soy el menor de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios. Pero por la bondad inmerecida de Dios soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó en vano, sino que trabajé más que todos ellos, pero no yo sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo.” (1 Cor. 15:8-11) Durante su ignorancia Saulo fanáticamente se amontonó sobre la cabeza culpabilidad por derrame homicida de sangre. A los que hoy sientan el peso insoportable de la misma clase de culpabilidad por sangre derramada Pablo dice:

7 “Me consideró confiable al asignarme a un ministerio, aunque antes era blasfemo y perseguidor y hombre insolente. No obstante, se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe. Pero la bondad inmerecida de nuestro Señor sobreabundó junto con la fe y el amor que hay en conexión con Cristo Jesús. Confiable y digno de plena aceptación es el dicho de que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a pecadores. De éstos yo soy el más notable. No obstante, la razón por la cual se me mostró misericordia fue para que por medio de mí como el caso más notable Cristo Jesús pudiese demostrar toda su gran paciencia para ejemplo de los que descansarán su fe en él para vida eterna.”—1 Tim. 1:12-16.

8. De modo que, igual que Saulo, ¿qué pasos podemos dar para que se nos limpie de la terrible culpabilidad por el derrame homicida de sangre y se nos asigne a servicio cristiano?

8 Confesando sus pecados penosos, arrepintiéndose de ellos, convirtiéndose o alejándose de este curso confesado de pecado, aceptando humilde y agradecidamente la bondad inmerecida de Dios mediante su Hijo Jesucristo, dedicándose a Dios para llevar a cabo la voluntad de Dios según fuera revelada, y simbolizando esta dedicación por bautismo en agua, Saulo de Tarso emprendió su servicio asignado como cristiano que estaba limpio de la sangre de los cristianos cuya ejecución él había causado. Hoy día, nosotros también podemos de esta misma manera ser limpiados de la terrible culpabilidad por derrame homicida de sangre. Entonces podemos guardar la ley de Dios concerniente a la santidad de la sangre por medio de mantenernos limpios de la sangre y de las cosas que se han matado sin dejar escurrir su sangre.

9. Según lo indicó Pablo, ¿cómo llega a estar la persona que se dedica bajo una nueva responsabilidad con relación a la sangre de otras personas?

9 No obstante, ¿a qué se refiere esto de mantenerse “limpio de la sangre de todo hombre” que Pablo menciona más tarde? Al hacerse cristiana, ¿llega a estar la persona que se dedica bajo una nueva responsabilidad con relación a la sangre de otros hombres? Sí; porque otros hombres están en peligro de morir a manos de Dios así como nosotros lo estábamos en un tiempo, y nosotros ahora sabemos cómo pueden escapar de dicha muerte. De modo que tenemos la responsabilidad de usar nuestro conocimiento a favor de ellos. Nosotros no somos los únicos pecadores a quienes Cristo vino a salvar por medio de derramar su sangre. Se proclamó que él es el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”—Juan 1:29.

10. Para que otros saquen provecho del medio de salvación, ¿qué obligación descansa sobre los que ya han recibido misericordia, según lo indica Proverbios 24:11, 12?

10 Pero, ¿cómo podrían otras personas del mundo ser salvadas mediante su sacrificio por los pecados si no oyeran del sacrificio y se les diera la oportunidad de aceptarlo y sacar provecho de él? De ese modo la salvación es posible para un sinnúmero de personas aparte de nosotros los salvados del tiempo presente. A los que ya han recibido misericordia se les hace responsables de mostrar misericordia a otras personas y familiarizarlas con el medio de salvación. Si no lo hacemos, ¿no debería el hecho de que otras personas no consigan la salvación cargarse en grado mayor o menor a nosotros que hemos descuidado o rehusado extenderles la información necesaria? Esto es verdad particularmente durante un tiempo de juicio divino, cuando una ejecución de juicio se ha señalado y está inminente. Manifestando nuestra responsabilidad en este asunto, Proverbios 24:11, 12 dice: “Libra a los que están siendo llevados a la muerte y a los que van tambaleando al degüello, si quieres ser librado. En caso de que digas: ‘¡Mire! a éste no lo conocíamos,’ el mismo que está estimando los corazones ¿no lo discernirá? y el mismo que está observando tu alma ¿no conocerá y ciertamente pagará de vuelta al hombre terrestre según su actividad?” Así es como Pablo consideró la situación. A él se le había mostrado misericordia ilimitada; por eso él tenía que mostrar misericordia a otros, ya que él mismo estaba viviendo debido a la misericordia de Dios por medio de Cristo.

MOSTRANDO LA VÍA DE ESCAPE

11. En el día de Pablo, ¿qué pregunta era oportuna respecto a Jerusalén, y por eso Pablo sentía la obligación de hacer qué para mantenerse libre de culpa?

11 El apóstol Pablo nos sirve de ejemplo hoy día. Él quería mantenerse libre de la responsabilidad por la ejecución de otros por el gran Juez Jehová, porque esa ejecución significaría la destrucción del cuerpo y del alma en Gehena. (Mat. 10:28) En el día de Pablo los judíos estaban viviendo durante un período de juicio divino. El Señor Jesús había dicho que a Jerusalén le aguardaba una destrucción horrible, porque ella no había discernido el tiempo de su inspección por el mismo Hijo de Dios. (Luc. 19:41-44) La pregunta era: ¿Quién perecerá con Jerusalén? ¿Quién permanecerá bajo la culpabilidad por el derrame homicida de sangre que aquellos que demandaron la muerte de Jesús pidieron que descansara sobre ellos y sobre sus hijos? Pablo por lo tanto sentía la obligación de dar una amonestación y de mostrar la vía de escape y de salvación para vida eterna. De acuerdo con esto, él predicó, dando atención primeramente a los judíos que se hallaban en peligro. Este deseo concienzudo de mantenerse libre de responsabilidad por la destrucción de otros se manifestó por lo que Pablo dijo en Corinto.

12. Debido a su actividad de predicar en Corinto, qué crisis se produjo, y qué dijo e hizo Pablo al enfrentarse a ella?

12 En esta ciudad griega Pablo trabajó como hacedor de tiendas con un creyente judío, Aquila, el esposo de Priscila. Cada día sabático judío, sin embargo, él pronunciaba un discurso en la sinagoga local y tuvo éxito en ganar para el cristianismo un número considerable de judíos y griegos. Cuando los compañeros viajantes de Pablo por fin se le unieron allí, él llegó a estar “intensamente ocupado con la palabra, testificando a los judíos para probar que Jesús es el Cristo.” Luego se produjo una crisis. Esto hizo que Pablo se expresara y mostrara por qué consideraba el asunto tan seriamente. Leemos: “Después que [los judíos] siguieron oponiéndose y hablando injuriosamente, sacudió su ropa y les dijo: ‘Esté la sangre de ustedes sobre sus propias cabezas. Yo estoy limpio. Desde ahora en adelante me iré a la gente de las naciones.’ Por consiguiente se transfirió de allí y entró en la casa de un hombre llamado Ticio Justo, adorador de Dios, cuya casa estaba contigua a la sinagoga. Pero Crispo, el presidente de la sinagoga, vino a ser creyente en el Señor, y también todos los de su casa. Y muchos de los corintios que oyeron empezaron a creer y ser bautizados.”—Hech. 18:1-8; 1 Cor. 1:14-16.

13. ¿De qué manera posiblemente participaron del juicio que se ejecutó sobre Jerusalén los judíos no creyentes de Corinto, y por qué no se podía culpar a Pablo?

13 Pablo sabía que la nación judía estaba en tiempo de juicio y que habría de sobrevenirle destrucción a Jerusalén dentro de la generación que entonces vivía. Judíos de todas partes de la tierra, “de toda nación de las que hay bajo el cielo,” subían a Jerusalén para las celebraciones o festivales anuales de los judíos. Sin duda algunos de la sinagoga judía de Corinto, que se opusieron a Pablo allí cerca de 50/51 d. de J.C., subieron a Jerusalén veinte años más tarde para celebrar la Pascua en 70 (d. de J.C.). Allí fueron atrapados cuando el general romano Tito guió a sus legiones contra la ciudad y embotelló a todos los celebradores de la Pascua. La mayor parte de ellos murió debido al sitio, el hambre, la pestilencia y los desórdenes civiles interiores. Sólo los pocos que sobrevivieron fueron llevados cautivos a todas partes del Imperio Romano. Si aquellos judíos se hubieran hecho cristianos y hubieran sido bautizados por Pablo como hicieron Crispo y los de su casa, se hubieran mantenido lejos de Jerusalén y Judea, especialmente después que el romano Cestio Galo había cercado con sus tropas a la ciudad condenada a destrucción y la había sitiado por corto tiempo, en 66 (d. de J.C.). Ellos así hubieran obedecido las palabras de Jesús en Lucas 21:20-22, y no hubieran perecido junto con las once centenas de miles de judíos como opositores obstinados y voluntariosos de Cristo y como rechazadores de la salvación que viene por medio de él. Sin embargo, perecieran en Jerusalén o no, aquellos judíos murieron como enemigos obstinados del Salvador de la humanidad. No obstante, a Pablo no se le podía culpar porque ellos murieran fuera de la provisión de Dios para la salvación mediante Jesucristo.

14. ¿Por qué al apartarse de los judíos de Corinto pudo Pablo negar toda culpabilidad por derrame homicida de sangre en cuanto a ellos, y a quiénes se dirigió entonces?

14 Pablo podía concienzudamente sacudir su ropa y negar cualquier culpabilidad por derrame homicida de sangre en cuanto a aquellos judíos de Corinto. Él estaba limpio, inocente, en el asunto. Él hasta había predicado en la sinagoga de ellos en su día de descanso. Cuando sus compañeros Silas y Timoteo se le unieron, él se ocupó más intensamente con la palabra, es decir, con la palabra hablada, por medio de predicar y enseñar. Esto sin duda lo obligó a dedicar menos tiempo a hacer tiendas de campaña. Pero se sentía obligado a hacer esto debido a la responsabilidad que él cargaba en lo que concernía a los judíos que estaban directamente en juicio delante de su Dios Jehová, y por esto en peligro de la destrucción eterna. Después que ellos siguieron oponiéndose al mensaje de salvación y hablando injuriosamente acerca de Jesucristo, hubiera sido una pérdida de tiempo y un esfuerzo mal dirigido el seguir hablándoles como comunidad. Él podía ahora con toda buena conciencia dejarlos para que recibieran las consecuencias de su proceder obstinado, anticristiano, sin llevarse siquiera una minúscula mancha de culpabilidad por sangre derramada. De modo que él ahora dio atención a su otra responsabilidad, a la de servir como “apóstol a las naciones [no judías].” (Rom. 11:13) Ellas también estaban dentro del alcance o la posibilidad de ser salvadas, con tal que oyeran el mensaje. Por eso Pablo notificó a los judíos abandonados de Corinto: “Desde ahora en adelante me iré a la gente de las naciones.”

15. ¿Qué cosa probó que era correcta la manera en que Pablo procedió en este asunto y que él estaba limpio de la sangre de los contrarios judíos?

15 ¿Era ésta la manera de proceder correcta, y estaba Pablo verdaderamente limpio y estaba la sangre de los judíos sobre sus propias cabezas? El Señor mostró que sí. ¿Cómo? Pues, después que Pablo se dirigió exclusivamente a los paganos allí en Corinto él recibió un mensaje del cielo. Leemos: “Además, de noche el Señor dijo a Pablo mediante una visión: ‘No temas, sino sigue hablando y no te calles, porque yo estoy contigo y nadie te asaltará de modo que te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.’ De modo que se quedó establecido allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la palabra de Dios.” (Hech. 18:9-11) La “mucha gente en esta ciudad” que el Señor tenía debe haber sido personas no judías, que se hicieron cristianas. Los contrarios judíos entonces trataron de hacer de la predicación de Pablo un pleito jurídico ante el procónsul Galión como juez. Esto fracasó. La causa fue rechazada por la corte. Después de quedarse algunos días más enseñando a los no judíos la Palabra de Dios, Pablo se retiró pacíficamente de Corinto y visitó a Jerusalén.—Hech. 18:12-22.

¿CÓMO MANTENERNOS LIMPIOS?

16. Según los relatos de sus viajes, ¿a quiénes testificó Pablo, y qué declaración retadora hizo él a los superintendentes efesios sin que ellos la disputaran?

16 No diferente a los testigos de Jehová de hoy día, Pablo fue testigo a gran parte de la tierra habitada, a toda la que él pudo alcanzar, con el propósito de dar un testimonio: a sirios, judíos, árabes, cilicios, chipriotas, panfilios, gálatas, licios, asiáticos, macedonios, griegos, malteses e italianos, por lo que podemos saber definitivamente de los viajes de Pablo. En todo lugar adonde este apóstol fue y tuvo la oportunidad de dar testimonio, él nos enseñó a nosotros los del día actual cómo mantenernos ‘limpios de la sangre de todo hombre.’ ¿Cómo lo hizo? El discurso de despedida que él pronunció a los superintendentes de la congregación de Éfeso, la ciudad principal de la provincia romana de Asia, explica en particular cómo lo hizo. Cuando Pablo se detuvo en la cercana ciudad de Mileto en su último viaje a Jerusalén él mandó a llamar a estos hombres de mayor edad de la congregación de Éfeso. A ellos les hizo esta declaración retadora: “Por eso los llamo para que sean testigos este mismo día de que yo estoy limpio de la sangre de todo hombre.” (Hech. 20:16, 17, 26) ¿Podían disputar o disputaron esto aquellos superintendentes de Éfeso? ¡No! ¿Por qué no? Porque Pablo les había presentado cabalmente el mensaje de salvación.

17. ¿Qué cosa sabían bien aquellos efesios desde el primer día en que Pablo puso pie entre ellos, y cuáles eran las ‘cosas de provecho’ a las que se refirió él?

17 Examinemos las palabras de Pablo en cuanto a esto. A aquellos representantes de la congregación cristiana de Éfeso él dijo: “Ustedes bien saben que desde el primer día que puse pie en el distrito de Asia estuve con ustedes todo el tiempo, actuando como esclavo del Señor con la mayor humildad de mente y lágrimas y pruebas que me sobrevinieron por las maquinaciones de los judíos; mientras yo no me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (Hech. 20:18-20) Declárese aquí que las ‘cosas que eran de provecho’ eran las cosas que vinieron de la Palabra de Dios y que tuvieron que ver con el salvarse ellos y permanecer en esa condición salvada. Pero, ¿cómo predicó y enseñó Pablo públicamente y de casa en casa en Éfeso? El registro lo manifiesta.

18. ¿Qué obra hizo “públicamente” en Éfeso Pablo en lo que concernía a los judíos?

18 Después que se alejó de Corinto y mientras caminaba a Jerusalén Pablo se detuvo en Éfeso. ¿Qué obra hizo él “públicamente”? “Él mismo entró en la sinagoga y razonó con los judíos. Aunque ellos siguieron pidiendo que se quedara por más tiempo, él no quiso consentir, sino que se despidió y les dijo: ‘Dirigiré mi rumbo de regreso a ustedes otra vez, si Jehová quiere.’” (Hech. 18:19-21) Después de cumplir su voto en Jerusalén Pablo volvió a Éfeso. Otra vez se presentó públicamente. “Entrando en la sinagoga, habló con denuedo por tres meses, dando discursos y usando persuasión concerniente al reino de Dios.” Cuando los judíos empezaron a oponerse en voz alta, ¿cesó Pablo su obra pública? No, dice el registro. “Pero cuando algunos continuaron endureciéndose y no creyendo, hablando perjudicialmente acerca del Camino delante de la multitud, él se apartó de ellos y separó de ellos a los discípulos, dando discursos diariamente en el auditorio escolar de Tirano. Esto se hizo por dos años, de modo que todos los que habitaban el distrito de Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos.”—Hech. 19:1, 8-10.

19. De modo que ¿qué hizo Pablo para seguir con sus discursos públicos, y qué efecto tuvo esto al hacerse por dos años?

19 De modo que Pablo solamente cambió el sitio de sus discursos públicos, de la sinagoga judía al auditorio escolar. Aquí presentó discursos bíblicos diariamente. Hizo algún trabajo seglar para proveer para sus propias necesidades y hasta para las de otros; pero arregló su programa de modo que incluyera tiempo para hablar de la Biblia diariamente. El que siguiera haciendo esto por dos años tuvo un efecto tan público que todos los habitantes del distrito romano de Asia oyeron el mensaje del Señor, tanto los judíos como los no judíos.

20. ¿Qué acontecimientos respecto al demonismo pusieron de manifiesto cuán público era el testimonio que Pablo había dado, y cómo afectó esto a la palabra de Jehová?

20 Algunos judíos viajantes trataron de imitar algunos de los milagros que Pablo efectuaba. Ellos dijeron a los demonios que se habían poseído de ciertas víctimas: “Les conjuro solemnemente por Jesús a quien Pablo predica.” No solamente aquellos judíos sabían lo que Pablo predicaba públicamente; también lo sabían los demonios. En una ocasión un demonio les contestó: “Conozco a Jesús y sé quién es Pablo; mas ¿quiénes son ustedes?” Lo que aconteció entonces llegó a conocerse a través de Éfeso. Leemos: “Temor cayó sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús siguió siendo magnificado. Y muchos de los que habían venido a ser creyentes llegaban y confesaban e informaban acerca de sus prácticas francamente. De hecho, muchos de los que practicaban artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos. Y calcularon juntos los precios de ellos y hallaron que valían cincuenta mil piezas de plata. Así, de manera poderosa la palabra de Jehová siguió creciendo y prevaleciendo.” (Hech. 19:11-20) Esta última manera de proceder es la correcta y la que deben emprender actualmente los que han practicado el espiritismo, el cual es demonismo. Que confiesen francamente sus prácticas pasadas y pidan el perdón de Dios y luego destruyan sus libros demonológicos y sus obras de consulta, sin importar cuál sea el costo de ellos en valor mundano. Sin embargo, la cosa principal que debe notarse aquí es que, debido a que Pablo enseñó públicamente, el hablar acerca de la Palabra de Dios siguió creciendo y prevaleciendo poderosamente sobre las enseñanzas paganas y las tradiciones judías.

21. Debido a la obra pública que Pablo hizo fuera de la sinagoga, ¿entre quiénes se promovió oposición, y cómo suscitó un alboroto Demetrio el platero?

21 Debido a la predicación que Pablo hizo en las sinagogas se había promovido poderosa oposición entre los judíos. Ahora su obra pública fuera de las sinagogas judías tuvo tanto éxito entre los no judíos que despertó oposición entre los paganos. Admitiendo de mala gana el éxito de la obra pública de Pablo, Demetrio el platero les dijo a sus coplateros que hacían de plata capillas de Artemis, o Diana, cuyo templo magnífico estaba allí en Éfeso: “Señores, ustedes bien saben que de este negocio tenemos nuestra prosperidad. También ustedes contemplan y oyen cómo no sólo en Éfeso sino en casi toda la provincia de Asia este Pablo ha atraído a una muchedumbre considerable y los ha convertido a otra opinión, diciendo que los que se hacen con las manos no son dioses. Además, existe el peligro no sólo de que este oficio nuestro caiga en descrédito sino también de que el templo de la gran diosa Artemis sea tenido en nada y aun su magnificencia que la entera provincia de Asia y la tierra habitada adoran esté por ser demolida.” Con esto ellos suscitaron un alboroto en Éfeso.

22. ¿Qué evidencia de la publicidad que Pablo se había ganado se puso de manifiesto en el caso de los funcionarios públicos al tiempo del alboroto?

22 Como evidencia de la publicidad que Pablo se había ganado como ministro cristiano, ciertos funcionarios públicos trataron de resguardarlo del daño. Los discípulos no querían dejar que Pablo entrara en el teatro de la ciudad para dirigir la palabra a la chusma confundida y vociferadora. Leemos: “Hasta algunos de los comisionados de festivales y juegos, que eran amigables con él, le enviaron recado y empezaron a suplicarle que no se arriesgara en el teatro.” Por fin el registrador municipal hizo que la chusma recobrara su juicio y despidió la tumultuosa reunión.—Hech. 19:23-41.

23. ¿Qué indicaciones hay de que Pablo enseñó de casa en casa, y, significativamente, quiénes no negaron que Pablo hizo ese trabajo?

23 ¿Cómo, sin embargo, había enseñado Pablo “de casa en casa” en Éfeso? No tenemos un registro sobresaliente de esto. No obstante, cuando Pablo primeramente hizo esta visita de regreso a Éfeso él halló a ciertas personas que afirmaban ser discípulos, unos doce hombres. El registro no dice que encontró a estos hombres en la sinagoga judía. Razonablemente, entonces, los halló al hacer la obra de casa en casa, de la cual testificó más tarde a los superintendentes efesios. Puesto que no se dice que Pablo les habló en la sinagoga a estas doce personas que afirmaban ser discípulos, debe haberles explicado los asuntos en una casa particular. No sabían nada acerca del espíritu santo, lo cual explica por qué no estaba operando en ellos. Habían sido bautizados en agua; sin embargo no fue en el bautismo cristiano. Fue “en el bautismo de Juan.” Pero aun Juan el Bautista dijo a sus discípulos que ellos tendrían que creer “en el que venía después de él, es decir, en Jesús.” De modo que los doce hombres se bautizaron de nuevo, esta vez “en el nombre del Señor Jesús,” y a manos de Pablo recibieron el espíritu santo y sus dones de hablar milagrosamente en otras lenguas y de profetizar. Después de eso Pablo fue a un lugar público, a la sinagoga. También, personas que necesitaban ayuda milagrosa mandaban a llamar a Pablo desde sus casas. (Hech. 19:1-7, 11) Además, los superintendentes efesios no negaron la declaración que Pablo hizo de que él había trabajado como maestro cristiano de casa en casa.—Hech. 20:20.

LAS ‘COSAS QUE ERAN DE PROVECHO’

24, 25. (a) ¿Qué cosas enseñó Pablo públicamente y de casa en casa? (b) ¿Cómo se pone de manifiesto información respecto a esto?

24 Los superintendentes efesios no podían acusar al apóstol Pablo de haber retenido cosa alguna que ellos necesitaran para escapar de la destrucción y conseguir la salvación eterna. ¿Qué, pues, había enseñado Pablo públicamente y de casa en casa? La verdad acerca del Dios verdadero, el arrepentimiento mostrado a Dios por pecadores, la fe en el Señor Jesús, la bondad inmerecida de Dios por medio de Jesús, el reino de Dios, la Palabra de Dios, la herencia de los santificados de Dios, y el imitar a Jesús al dar más bien que recibir. Esta información se pone de manifiesto al seguir hablando Pablo a los superintendentes efesios:

25 “Yo no me retraje de decirles. . . . Pues yo testifiqué cabalmente tanto a judíos como a griegos [por lo tanto a todo hombre] acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesús. Y ahora, ¡miren! atado en el espíritu, estoy viajando a Jerusalén, aunque no sé qué cosas me acontecerán en ella, salvo que de ciudad en ciudad el espíritu santo me testifica repetidamente al decirme que me esperan cadenas y tribulaciones. Sin embargo, no hago mi alma de valor alguno como preciada para mí, siempre que pueda terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio cabal de las buenas nuevas de la bondad inmerecida de Dios. Y ahora, ¡miren! sé que todos ustedes entre quienes anduve predicando el reino no me verán más la cara.”—Hech. 20:20-25.

26. Además de lo que Jesús mencionó en Lucas 24:46-48, ¿qué predicó Pablo públicamente y de casa en casa?

26 Pablo estaba llevando a cabo las instrucciones que Jesús dio a sus discípulos cuando les dijo: “De esta manera está escrito que el Cristo sufriría y que se levantaría de entre los muertos el tercer día, y sobre la base de su nombre se predicaría arrepentimiento para perdón de pecados en todas las naciones—comenzando desde Jerusalén, ustedes han de ser testigos de estas cosas.” (Luc. 24:46-48) Pablo enseñó más que sólo el sacrificio rescatador de Jesucristo, que es la base sobre la cual podemos recibir el perdón de Dios por nuestros pecados por medio de nuestro arrepentimiento para con él. Él también predicó el reino de Dios, en el cual Jesucristo será el Rey ungido de Dios y por el cual Jesús enseñó a sus discípulos a orar a Dios: “Venga tu reino. Cúmplase tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:10) En este reino celestial, además, los fieles discípulos de Jesús, “los santificados,” habrán de tener herencia. Por varios años Pablo testificó cabalmente a toda clase de hombres, judíos y griegos, concerniente a estas cosas provechosas, enseñándolas públicamente y de casa en casa.

27. ¿Qué les dijo Pablo a los superintendentes efesios que era su propósito dominante, y cómo procedió para cumplir dicho propósito?

27 El propósito dominante de Pablo era terminar su curso como debe hacerlo el cristiano, sí, y terminar la obra de testimonio, el ministerio que había recibido del Señor Jesús que lo encontró en el camino. Pablo hizo esto no solamente por medio de la predicación pública sino también por la predicación de casa en casa, que es más íntima, particular y directa.

EL ESTAR CONSCIENTES DE LIMPIEZA

28. ¿Cuál era la suma de todo esto en la cuenta de Pablo ante todos los interesados, y por qué podía sentirse Pablo de la manera que se sintió en cuanto a este asunto serio?

28 Ahora, ¿cuál era la suma de todo esto en la cuenta de Pablo ante Dios y ante la gente de Éfeso, y particularmente ante la congregación cristiana allí? Dejaba a Pablo libre de deuda, sin deberles nada a los efesios. Lo dejaba consciente de que estaba limpio, con “una conciencia perfectamente limpia.” (Hech. 23:1) Entonces, después de presentar su bien conocida hoja de servicio ante los superintendentes efesios, él continuó: “Por eso los llamo para que sean testigos este mismo día de que yo estoy limpio de la sangre de todo hombre.” Él no sentía culpabilidad por el derrame homicida de sangre en cuanto a los judíos ni los no judíos de Éfeso y sus cercanías. Él declaró por qué razón se sentía así, diciendo: “Porque no me he retraído de decirles a ustedes [como representantes de ‘todo hombre’ de Éfeso] todo el consejo de Dios.”—Hech. 20:26, 27.

29. Además de la instrucción por palabra hablada, ¿qué otra atención les dio a los efesios Pablo, y qué idea nos da esto acerca de lo que les predicó por palabra hablada?

29 Además de la instrucción que Pablo les dio a los efesios por palabra hablada concerniente al consejo cabal de Dios, él les dio atención por medio de escribirles una carta. Años más tarde, como por 60 d. de J.C., él les envió su llamada Carta a los Efesios, desde Roma, donde le alcanzó el tiempo para escribirles dado que estaba en prisión. De esta carta podemos formarnos alguna idea de lo que él les había predicado a los efesios, porque su carta todavía hablaba de “la liberación mediante rescate por la sangre de ése, sí, el perdón de nuestras transgresiones, conforme a las riquezas de su bondad inmerecida” y de acercarnos a Dios “por la sangre del Cristo” y de como “por medio de él nosotros, ambos pueblos, tenemos el acceso al Padre [Dios] por un solo espíritu.”—Efe. 1:7; 2:13, 18.

30. (a) Aunque se refirió a sangre, ¿qué cosa indica que Pablo no estaba refiriéndose al asunto militar? (b) De modo que ¿en qué responsabilidad debido a juicio estaba pensando Pablo al hablar de sangre?

30 Cuando Pablo habló a los efesios él tenía unos cuarenta años de edad. De modo que cuando él habló de mantenerse limpio de la sangre de todo hombre él no estaba refiriéndose al asunto militar. Por supuesto, él sabía de Números 31:19. Este versículo decía que hasta los judíos que fueron constituídos ejecutores de los enemigos de Dios tenían que someterse a una purificación por siete días por haber matado a alguien o por haber tocado el cuerpo de alguien a quien se le hubiera dado muerte, para poder librarse de la mancha de sangre o de la contaminación por la sangre. Pero Pablo estaba hablando de la responsabilidad que llega a descansar sobre el cristiano dedicado por la sangre de los hombres aparte de responsabilidad por derramar en asesinato la sangre de un hombre o por ayudar a otro a matar o derramar sangre de una manera relajada, descuidada, indiferente o desenfrenada. Pablo estaba pensando en el juicio venidero de Dios para con “todo hombre.” Estaba pensando, también, en la ejecución del juicio de Dios, la cual significaría muerte y destrucción para criaturas humanas que pudieran haber sacado provecho del sacrificio rescatador de Jesucristo y del reino de Dios. Tales criaturas pueden ser salvadas de dicha muerte y destrucción únicamente por medio del mensaje de salvación, el consejo cabal de Dios. Al cristiano dedicado se le confía este consejo como testigo y ministro.

31. ¿Por qué es doble la culpabilidad que el clero de la cristiandad lleva por el derrame homicida de sangre?

31 Desde este punto de vista podemos ver que el clero de la cristiandad lleva una doble culpabilidad por el derrame homicida de sangre, no sólo por la sangre que se ha derramado en las guerras internacionales, sino también por decirle a la gente mentiras religiosas y no decirle “todo el consejo de Dios” como se encuentra en su Palabra.—Jer. 2:34; Eze. 35:6.

CARGADOS CON SU PROPIA RESPONSABILIDAD

32, 33. (a) Además de advertir a los superintendentes de los peligros entonces presentes, ¿qué más hizo Pablo? (b) ¿Por qué les dijo Pablo que prestaran atención a ellos mismos y a la grey de Dios?

32 Durante el tiempo que Pablo vivió y mientras estaba presente con las “ovejas” espirituales, él tuvo que vigilar como pastor sobre la “grey de Dios” para protegerlas de la muerte causada por hambre espiritual o por los enemigos semejantes a lobos. También tenía que pensar acerca de cuando él partiera de ellas o después que él muriera y no pudiera darles su atención directa y viviente. Por esta razón él advirtió a las ovejas no sólo en cuanto a los peligros de entonces, sino también del peligro que se presentaría después que él partiera.

33 Como miembro de la junta directiva cristiana, Pablo entrenó y nombró superintendentes para la “grey de Dios” bajo la guía del espíritu de Dios. Él también advirtió a éstos acerca de problemas futuros y de peligros futuros que tenían que ver con la propia seguridad de ellos y la de todo el rebaño de Dios. Debido a su previsión profética y la ayuda de las profecías escritas Pablo estaba obligado a dar tales advertencias. Él tenía que servir de vigilante y mirar al futuro. Por eso les dijo a aquellos superintendentes efesios: “Presten atención a ustedes mismos y a todo el rebaño, entre quienes el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear a la congregación de Dios, que él compró con la sangre del Hijo suyo. Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí. Por lo tanto manténganse despiertos, y recuerden que por tres años, noche y día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas.”—Hech. 20:28-31.

34. ¿Qué quería decir el que Pablo cargara a aquellos superintendentes con su propia responsabilidad, y por qué se les consideraría a ellos más responsables?

34 Habiéndose absuelto de la responsabilidad por la sangre de ellos, Pablo tenía que cargar a los pastores espirituales con su propia responsabilidad. Ahora, si algunos de esos superintendentes amonestados de antemano y cabalmente instruidos llegaran a ser ejecutados por el juicio de Dios y perdieran la vida eterna, no sería culpa de Pablo. Él no sería culpable porque ellos perdieran la vida eterna. La culpabilidad por su sangre si se derramara o por su vida si se vertiera sería de ellos mismos, y no de Pablo. Como superintendentes entrenados e instruidos, ellos habían recibido más enseñanza y atención y dirección que las que había recibido el público judío y gentil y también más que las que habían recibido los miembros generales de la congregación. Por consiguiente ellos eran más responsables, porque tenían más conocimiento y habían tenido mayores ventajas.

35. ¿Qué les dijo Pablo por fin antes de orar con ellos?

35 Habiéndose portado tan fielmente como ministro y superintendente cristiano de Éfeso durante los tres años de su presencia y actividad allí y ahora habiéndoles dado esta amonestación final, Pablo estaba en posición adecuada para decirles a los superintendentes efesios: “Y ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de su bondad inmerecida, la cual palabra puede edificarlos y darles la herencia entre todos los santificados. Yo no he codiciado la plata ni el oro ni la ropa de ningún hombre. Ustedes mismos saben que estas manos han servido a las necesidades mías y a las de los que están conmigo. Les he exhibido en todo que por medio de trabajar así ustedes deben ayudar a los que son débiles y deben tener presentes las palabras del Señor Jesús, cuando él mismo dijo: ‘Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.’” Entonces Pablo oró con ellos.—Hech. 20:32-36.

36. ¿Por qué podía Pablo en realidad encomendar a Dios aquellos cristianos efesios?

36 Pablo en realidad podía encomendar los superintendentes efesios y la congregación a Dios. Él les había enseñado acerca de Jehová Dios como el Padre del Señor Jesucristo y los había introducido en la debida relación para con Dios. Por espacio de tres años por lo menos, de día y de noche, él no se había retraído de decirles todo el consejo de Dios. Sin duda, por medio de Pablo como apóstol la mayor parte de la congregación, si acaso no todo miembro, había recibido el espíritu santo y sus dones milagrosos. (Hech. 19:1-7) Entonces, teniendo que retirarse de ellos sin que tuvieran esperanzas de verlo otra vez, Pablo tuvo que encomendarlos a su Guardián siempre presente y siempre viviente, Jehová Dios, a quien Pablo los había guiado de modo que llegaron a ser Sus “santificados,” su rebaño de ovejas.

37. ¿Por qué podía Pablo en realidad encomendarlos a la ‘palabra de Dios de bondad inmerecida’?

37 Pablo podía al mismo tiempo encomendar esos superintendentes efesios a la ‘palabra de Dios de bondad inmerecida,’ porque él les había enseñado la Palabra de Dios. Él les explicó las Escrituras Hebreas desde Génesis hasta Malaquías. Él también les trajo las palabras y enseñanzas del Señor Jesucristo y también las revelaciones que él mismo había recibido milagrosamente por medio de Cristo. Él también escribió la Carta a los Efesios, la cual ha llegado a ser parte de la Palabra escrita de Dios. Por métodos eficientes de enseñar Pablo hizo que la Palabra de Dios les penetrara en la mente de modo que ésta permaneciera con ellos aunque él se apartara de ellos para siempre. De modo que pudo encomendarlos con seguridad a esa Palabra y a su poder esclarecedor, preservador, protector y santificador. Esta era doctrina bíblica sana y saludable, y él sabía que ésta podía edificarlos espiritualmente y ayudarlos a recibir por fin el reino celestial, la prometida “herencia entre todos los santificados.” Pablo así dejó a las ovejas de Dios en resguardo.

NO SILENCIADOS POR DINERO PARA AYUDAR A LA MUERTE DE OTROS

38. ¿Comparado con poder cumplir fielmente qué deber no consideró Pablo su vida como cosa preciada para él?

38 El apóstol Pablo no consideraba su vida física como cosa preciada para él siempre que pudiera cumplir fielmente su ministerio y ayudar a otros a escapar de la destrucción eterna y conseguir vida eterna. Por esto su mira no era ganar dinero por medio de las buenas nuevas de Dios. Su mira era mantenerse limpio de la responsabilidad por la sangre de otros hombres que estaba amenazada con ser derramada por la ejecución del juicio de Dios.

39. ¿Qué factores impulsaban a Pablo a rendir su ministerio dador de vida?

39 Por esto Pablo rindió su ministerio dador de vida sin costo, sin cobrar a los que estaban buscando la salvación. No estaba usando la Palabra de Dios como medio para sacar ganancia, de esta manera comercializándola. Cuando se le hacía necesario, él trabajaba en su oficio seglar como hacedor de tiendas, para que su servicio como vigilante no fuera un servicio pagado materialmente como el de un asalariado. No; sino que vigiló como un subpastor a semejanza de Cristo que amaba tanto al Pastor Principal como a las ovejas del Pastor Principal. Pablo era uno que verdaderamente deseaba ver a otros vivir y disfrutar de la bondad inmerecida de Dios juntamente con él. Él verdaderamente amaba a su prójimo y por eso no descuidaba los intereses de su prójimo para así llegar a ser responsable por la sangre de su prójimo si esta era derramada en la ejecución efectuada por Dios. Él era un verdadero salvavidas que lo hacía por el gozo, el privilegio y los buenos resultados de ello. Él apreciaba el peligro en que estaba su prójimo y se sentía obligado a hacer algo en cuanto a ello con los medios que Dios le había confiado. De modo que quería socorrer a su prójimo para que no pereciera, si el prójimo quería aceptar la ayuda de Pablo.

40. ¿Cómo nos estableció Pablo el modelo para que consigamos la felicidad de que Jesús disfrutó?

40 Esto establece el modelo para nosotros hoy día. Si en nuestros esfuerzos por ayudar a otros a conseguir la vida eterna procedemos de esta manera altruísta, abnegada, sufragando nosotros mismos el costo, aprenderemos cuán verídicas son las palabras de Jesús que Pablo citó: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” Cuando se ayuda a los débiles, se recibe felicidad refrescante porque uno está dando de sí mismo, está dando de su propia fuerza con la cual Dios lo hizo fuerte. No hay felicidad en recibir lo que pudiera describirse como dinero pagado por ayudar a la muerte de otro, dinero que callara nuestras bocas para que no advirtieran y no dieran “todo el consejo de Dios.” No hay felicidad en cargar culpabilidad por el derrame homicida de la sangre de otro, sino más bien una conciencia que lo condena a uno mismo. Pablo deseaba la felicidad. Nosotros, también, la deseamos.

NUESTRO DEBER Y PROCEDER HOY EN DÍA

41. ¿Por qué estamos ansiosos nosotros de ayudar a otros a salvarse de la muerte y la destrucción?

41 Nosotros que amamos la salvación estamos ansiosos de compartir la salvación con otros. Habiéndonos escapado de la muerte y de la destrucción a manos de Dios, estamos deseosos de ver que otros también sean salvados de esa calamidad. Igual que Jehová Dios, nosotros como sus ministros y vigilantes decimos: “¿Acaso yo me complazco de manera alguna en la muerte del malo? . . . ¿No me complazco antes en que se vuelva de sus caminos y viva?” (Eze. 18:23, Mod) Así que, igual que Dios, nosotros deseamos ayudar al malo para que se vuelva de su camino y viva. No nos es grata la perspectiva de estar manchados con la sangre de los que están pereciendo, porque sabemos que tendríamos que rendir cuenta por ello como vigilantes perezosos. Trabajamos para conseguir la felicidad parecida a la de Cristo, porque esta felicidad significa vida eterna.

42. ¿Por qué vivimos en un día en que somos responsables de la sangre, y por eso, qué no podemos dejar que suceda?

42 Tal como fue el caso en el día de Pablo, que fue poco antes de la destrucción de Jerusalén y Judea y la dispersión de la nación judía, nosotros hoy día vivimos en un tiempo en que está implicada la sangre de nuestros paisanos y de nuestros semejantes. La “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” está inminente, y en el campo de batalla del Armagedón se ejecutará el juicio de Dios contra todos los que rechazan el mensaje del reino de Dios y que se oponen a él. Como una comunidad mundial ellos pagarán con su propia sangre la cuenta que tienen con Dios por la sangre que se ha derramado, Así como la pagó Jerusalén y también Babilonia. (Mat. 23:33-38; Jer. 51:3, 4, 48, 49) Si nosotros deseamos sobrevivir a la guerra de juicio y entrar vivos en el nuevo mundo de Dios tenemos que mantenernos ‘limpios de la sangre de todo hombre.’ No es la voluntad de Dios que se deje en ignorancia a este mundo condenado a la destrucción, por cual falta de conocimiento éste perecerá. Dado que tenemos conocimiento bíblico, no podemos dejar a la gente en ignorancia, a menos que ella escoja permanecer así. Tenemos que advertirle acerca del Armagedón y de Gog de Magog que guía a la humanidad para pelear allí contra Dios y Cristo. No podemos dejar que la gente alegue ignorancia ante Dios por motivo de que nosotros no nos hayamos esforzado para darle el mensaje de salvación.

43. ¿Cuán serios debemos ser en el desempeño de este deber, y cómo tenemos que declarar, sin retraernos, “todo el consejo de Dios”?

43 Igual que Pablo, nosotros tenemos que ser tan serios al advertir e instruir a la gente como si éste fuera nuestro último consejo a los que están en peligro. ¡Eso también viene! Igual que Pablo, nosotros también estamos bajo órdenes de Dios por medio de Cristo de predicar las buenas nuevas del reino de Dios, pero ahora del reino de Dios ya establecido y funcionando con poder. (Mat. 24:14) Tenemos que hacer esto para dar testimonio y advertencia, antes que venga el fin del viejo mundo. No podemos retraernos de decir “todo el consejo de Dios.” Igual que Pablo, que nos dice: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo,” nosotros tenemos que hacer esto predicando públicamente y enseñando de casa en casa.—1 Cor. 11:1.

44. Si hacemos esto, ¿qué podremos decir al tiempo de rendir cuentas, y con qué consecuencias resultándonos?

44 Si hacemos esto, entonces ¿qué? Podremos, al borde del Armagedón, repetir las palabras de Pablo y sin sentirnos avergonzados decirle a todo el mundo: “Los llamo para que sean testigos este mismo día de que yo estoy limpio de la sangre de todo hombre, porque no me he retraído de decirles a ustedes todo el consejo de Dios.” Al hacer esto no moriremos como culpables por derrame homicida de sangre. Con manos y cabezas y hojas de servicio limpios seremos admitidos al nuevo mundo inocente de Dios donde se disfrutará de vida y felicidad para siempre jamás.

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