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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 1/9 págs. 515-516

¿Cuándo terminará la opresión?

¿POR qué será que los hombres a pesar de todas las guerras y revoluciones que han peleado para derribar la opresión no han logrado hacerlo? ¿Por qué no han fundado una sociedad no opresiva? ¿Por qué será que la opresión no es eliminada por las más altas formas de economía sino que las acompaña? Para saber esto hay que entender el mismísimo origen de la opresión.

Durante siglos hombres han orado, guerreado y muerto para librar a los oprimidos. Sus esfuerzos, en su mayor parte, sólo han resultado en reemplazar un sistema opresivo por otro. Karl Marx pensó que él podía demostrar científicamente que las cosas eran diferentes en nuestro día. Él se puso a desarrollar un sistema de gobierno que él pensaba conduciría a la verdadera emancipación, no a una nueva opresión. Esto fue el comienzo del comunismo, el más opresivo de todos los sistemas hasta la fecha. Las comunas del pueblo en China constituyen suficiente prueba de eso, ya que alrededor del 98 por ciento del paisanaje de la China ha sido reunido en un sistema de colectividad forzada. Todos sus derechos, libertades y pertenencias personales han sido cedidos al Estado. Este es el fruto del sistema que Marx creía acabaría con la opresión.

Hay, por supuesto, diferentes clases de opresión. En muchas partes del mundo existe lo que pudiera llamarse opresión industrial. Sistemas industriales gigantescos restringen a miles de hombres a trabajos más o menos serviles, gobiernan sus horas e, indirectamente, su nivel de vida. El que los trabajadores insistan en mejores condiciones en el trabajo y sueldos más altos para hacer frente al alto costo de la vida a menudo trae más opresión. Cuando se obliga a los empresarios a pagar sueldos más altos, frecuentemente alzan el precio de sus productos para compensar con el aumento de los gastos generales, los precios se elevan para absorber los costos más altos, y el trabajador, quien tiene que comprar el producto, termina pagando su propia alza. La reciente huelga siderúrgica de 116 días en los Estados Unidos costó a unos 500,000 trabajadores siderúrgicos un total aproximada de 1,160,000,000 de dólares en sueldos. ¿Cuándo jamás recuperarán esta pérdida por medio del aumento de su sueldo estos trabajadores? Posiblemente nunca. De modo que las huelgas y los contratos colectivos no son la manera de finiquitar la opresión económica.

La opresión del agricultor es suficientemente grande como para hacerse un punto en disputa nacional durante los años de elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América del Norte. Los latifundistas ya casi han suprimido al agricultor en pequeño. Las cuantas fanegas de trigo que él produce no pueden competir con las millones de fanegas del rico, y por eso a menudo tiene que vender por menos de lo que le costó producir, resultando en bancarrota.

Las grandes tiendas en serie o tiendas sucursales manejadas actualmente por corporaciones gigantescas tienen mucho que ver con la fijación de precios. Las corporaciones enormes a menudo venden a menor precio que los comerciantes pequeños hasta que los obligan a abandonar el negocio y entrar en bancarrota. Entonces se alzan los precios. El hombre que come y el hombre que produce tienen que sufrir; uno porque tiene que pagar precios altos, el otro porque tiene que vender con pérdida, y los que controlan el mercado cosechan la utilidad. ¿El resultado? Deja de haber comerciantes en pequeño y la gente sufre.

La investigación reciente en los Estados Unidos en cuanto a la fijación de precios por la industria farmacéutica descubrió otra clase de opresión. ¡Algunos medicamentos se vendían a razón de entre 7,000 y 10,000 por ciento sobre el costo de los materiales! Se le dijo a la subcomisión que empresas grandes estaban “cobrando al público 750,000,000 de dólares en exceso al año por sólo medicamentos de prescripción.” El precio de los medicamentos puede ser tan alto que impida que la gente reciba el debido tratamiento médico, o que la haga vacilar en cuanto a hacer preparar las recetas necesarias. Poco les importa a los opresores la salud del público siempre que reciban ellos sus ganancias.

La viciosa práctica de secuestrar niños de raza negra y venderlos para ser siervos, según informó Life del 11 de enero de 1960, es un negocio lucrativo en Nigeria. El artículo declara: “A veces el niño . . . es vendido a un creyente local del yuyu que cree que si él sacrifica a un ser humano al dios llegará a ser rico, o que por medio de comer algunas partes de la anatomía degollada él puede rejuvenecerse o prolongar su vida. El precio hoy es de [846 dólares] por cada niño.”

La imposición de impuestos gravosos es otra forma de opresión. En la última década los contribuyentes estadounidenses han pagado 365,000,000,000 de dólares a la defensa y sin embargo hoy día se sienten más inseguros que nunca. Eso representa más de 6,000 dólares por cada estadounidense que trabaja.

¿Cuándo terminará la opresión? Ningún poder podrá abolir la opresión mientras permanezca la causa que la hace inevitable. Para abolir la opresión hay que llegar hasta la mismísima raíz de la dificultad, a saber, directamente al dios de este sistema, Satanás el Diablo. (2 Cor. 4:4) Eliminar a Satanás y a los que manifiestan su espíritu egoísta es barrer la opresión de sobre la tierra. Por eso es que las naciones han fracasado, porque solamente Dios puede destruir a Satanás y desarraigar la codicia. Jehová ha prometido hacer esto. “El Dios que da paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes en breve,” escribió el apóstol Pablo. (Rom. 16:20) Lo aplastará en el Armagedón, la guerra de Dios. Entonces después del Armagedón habrá un nuevo mundo hecho por Dios, completamente libre de la opresión. El Gobernante del nuevo mundo es Jesucristo, el Príncipe de Paz, quien, cuando estuvo en la tierra, “caminó por el país haciendo bien y sanando a todos aquellos oprimidos por el Diablo.” (Hech. 10:38) Ahora desde su trono celestial como Rey del nuevo mundo él pondrá fin completo a todo opresor y toda opresión. Habrán desaparecido todas las opresivas comunas, todos los codiciosos gigantes industriales y mercantilistas, todos los opresores religiosos y militares. La promesa inspirada es: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a quienquiera que no tiene ayudador. De la opresión y de la violencia redimirá su alma, y la sangre de ellos será preciosa a su vista.” “Pues los malhechores mismos serán arrasados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra.”—Sal. 72:12, 14; 37:9.

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