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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1961
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1961
w61 15/1 págs. 36-39

¿Reforma social o las buenas nuevas?

¿Qué trabajo quiere Dios que el cristiano haga? ¿El del llamado “evangelio social” o el de las buenas nuevas del Reino?

A MUCHAS personas les causa alarma. ¿Qué? El que una persona pudiera pasar su vida entera efectuando obras altamente estimadas y sin embargo no recibir la aprobación de Dios. Declaró el Señor Jesús concerniente a nuestro día: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en ese día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y echamos fuera demonios en tu nombre, y ejecutamos muchas obras poderosas en tu nombre?’ Y sin embargo entonces les confesaré: Nunca los conocí. Apártense de mí, obradores de lo que es contrario a ley.”—Mat. 7:21-23.

Queremos evitar ser “obradores de lo que es contrario a ley.” La única manera de evitar eso es hacer la voluntad de Jehová Dios. De modo que la manera en que gastamos los esfuerzos de la vida es asunto serio. Quizás a nuestros propios ojos lo que hagamos parezca ser obra buena. ¿Pero basta eso? Dice la Palabra inspirada: “Existe un camino que es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después.” (Pro. 14:12) Nosotros, por lo tanto, no somos quienes determinamos qué es la obra correcta para el cristiano. Debe prevalecer la voluntad de Dios, y debemos armonizar nuestra vida con la voluntad de Dios. ¿Qué hemos de pensar, entonces, de lo que se conoce popularmente como el “evangelio social”? ¿Es el deber de los cristianos reformar al mundo? No hay duda de que mucho tiempo se podría dedicar a esfuerzos por reforma social. Algunas personas, por ejemplo, podrían dedicar su vida entera a combatir algún vicio tal como el juego, la prostitución o el alcoholismo. El tratar de purgar los entretenimientos del mundo, el cine, los libros y las revistas, podría consumir nuestra energía vital. ¡Qué grande cantidad de energía se podría expender en la lucha contra la pobreza y la delincuencia! Al contemplar el mundo confuso y sucio, el cristiano se pregunta: ¿Cómo podré yo efectuar el mayor bien?

La respuesta es que podemos hacer el mayor bien haciendo la voluntad de Dios. La voluntad de Dios para los cristianos es que sigan estrechamente el ejemplo que puso el Señor Jesucristo. Uno de los apóstoles de Cristo, Pablo de la ciudad de Tarso, dijo: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.” (1 Cor. 11:1) ¿Cómo, entonces, podemos imitar a Jesús como lo hacía Pablo?

PREDICANDO EL REINO DE DIOS

Había muchos movimientos de reforma en el día de Jesús. Había reformas a tenor de abstinencia y otras a tenor de asceticismo. También había varios reformistas políticos. Jesús no se unió a ninguno de estos movimientos; él concentró sus esfuerzos en hacer el trabajo que su Padre le había dado—el de dar a conocer el nombre y el reino de su Padre. De modo que Jesús se apegó a la obra de predicar el reino de los cielos. Leemos: “Jesús entró en Galilea, predicando las buenas nuevas de Dios y diciendo: ‘El tiempo designado se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas.’” (Mar. 1:14, 15) Lo que Jesús predicó fue buenas nuevas, y el efecto de su predicación del Reino fue hacer que personas de corazón honrado se arrepintieran de obras malas, abandonando lo malo para emprender lo bueno.

De igual manera los apóstoles predicaron buenas nuevas. No se dejaron desviar de su trabajo de predicar acerca del Reino venidero. Muchas veces a los reformistas sociales de hoy día les extraña el hecho de que el apóstol Pablo no atacara la práctica de la esclavitud. En el día de Pablo era extensa la esclavitud, tanto de los negros como de los blancos. Sin embargo Pablo no comenzó un movimiento para abolir la esclavitud, dando su vida en la causa de un movimiento de reforma social. No, Pablo dio su vida en pro de la predicación del Reino, porque ésa era la voluntad de Dios. “Realmente, ¡ay de mí,” declaró Pablo, “si no declarara las buenas nuevas!”—1 Cor. 9:16.

Los reformistas sociales del día de Pablo muy probablemente atacaron al apóstol por no luchar contra la esclavitud. Fácilmente podemos imaginarnos cómo pudiera haberle atacado un reformista social: ‘Pablo, yo creo que esta religión tuya es cruel. ¿Por qué no te preocupas del apuro de los esclavos? ¿Por qué no hablar claro contra la esclavitud y trabajar por abolirla? Dices que Dios ha condenado al mundo—pues, ¡qué actitud tan negativa! Me he fijado en que has escrito a los tesalonicenses que el “alivio” ha de esperar hasta “la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él castigo merecido sobre los que no conocen a Dios y los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos pagarán la pena de destrucción eterna.” Eso es lo que dices en 2 Tesalonicenses 1:7-9. Bueno, pues, ¿quién quiere esperar hasta que venga este “alivio” de que hablas tú? Quizás no venga por siglos, ¿y vas a dejar sufrir a estos pobres? Pongamos manos a la obra y unámonos a un movimiento para abolir la esclavitud y reformar a las rameras, a los recaudadores de impuestos y a los borrachos.’

El expresarse de tal modo respecto al trabajo de Pablo revelaría un entendimiento muy escaso del verdadero cristianismo. Pero Pablo sabía cuál era la voluntad de Dios, y rehusó desviarse de la predicación de las buenas nuevas. Cuando Pablo se topó con un esclavo fugitivo llamado Onésimo y lo convirtió al cristianismo, Pablo no lo declaro hombre libre. Más bien, el apóstol hizo que Onésimo volviera a su amo Filemón, a la esclavitud, pero bajo un amo cristiano. (Filem.10-16) ¿Por qué rehusó Pablo malgastar tiempo precioso predicando el “evangelio social”? Porque sabía que en la guerra del Armagedón, en “la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante,” Jehová Dios mediante su reino en manos de Jesucristo acabaría con la esclavitud económica, industrial y social. Pablo sabía que lo que verdaderamente importa es la voluntad de Dios, de modo que Pablo hacía una sola cosa: Predicaba el reino de Dios. A los hombres de mayor edad en Éfeso pudo decir el apóstol: “¡Miren! sé que todos ustedes entre quienes anduve predicando el reino no me verán más la cara. Por eso los llamo para que sean testigos este mismo día de que yo estoy limpio de la sangre de todo hombre, porque no me he retraído de decirles a ustedes todo el consejo de Dios.”—Hech. 20:25-27.

UNA OBRA SALVAVIDAS

Por predicar el “evangelio social” Pablo no podría haber estado “limpio de la sangre de todo hombre.” Por predicar el Reino, Pablo se mantuvo libre de la culpabilidad por el derrame homicida de sangre. Debido a que el Reino es lo que destruirá a este mundo inicuo, el permanecer callado acerca del Reino acarrearía culpabilidad por el derrame homicida de sangre sobre la cabeza del cristiano dedicado. El predicar las buenas nuevas del Reino, entonces, salva vidas. El predicar el Reino sirve para advertir e informar a la gente, haciendo posible que dé pasos para sobrevivir a la ejecución de este mundo por Dios en la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.”—Apo. 16:14.

Describiendo la obra para los cristianos verdaderos en el “tiempo del fin” o en los “últimos días,” el Señor Jesús manifestó que sería la predicación, no del “evangelio social,” sino del evangelio o buenas nuevas del Reino: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la Tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin cabal.” (Mat. 24:14) Hemos llegado al tiempo en que es vital predicar las buenas nuevas del Reino—antes del “fin cabal” de este mundo en el Armagedón. De modo que la predicación del Reino hace posible que los obedientes de la humanidad sobrevivan al fin de este mundo para entrar en el justo nuevo mundo. Dios no se propone reformar a este viejo mundo: “Los cielos y la tierra actuales están guardados para fuego y se están reservando para el día de juicio y de la destrucción de hombres impíos.” Para reemplazar a este viejo mundo, Dios está creando “nuevos cielos y una nueva tierra.” El reino de Dios hace posible un justo nuevo mundo.—2 Ped. 3:7.

EL ÉXITO EN DONDE FRACASAN LAS REFORMAS SOCIALES

Pero aun en la actualidad las buenas nuevas del Reino resultan en el bien de la humanidad de una manera sumamente práctica. Limpia la conducta de la gente. La predicación del Reino realmente efectúa lo que no pueden efectuar los reformistas sociales. En los primeros días del cristianismo, por ejemplo, los reformistas no pudieron hacer mucho para remediar la situación. Contrastando los resultados logrados por los reformistas con los resultados logrados por los cristianos al predicar el Reino, el tomo Readings in Ethics, redactado por Gordon Clark y T. V. Smith, dice:

“Lo que causa sorpresa es que mientras las escuelas griegas en general atraían a solamente una clase selecta de personas especialmente educadas y aun en el caso de éstas nunca lograron una reforma verdadera, como se describe en la novela Hypatia por Kingsley, y mientras que la atracción comparativamente extensa de los estoicos ni afectó a las masas ni detuvo la corrupción en la corte del Emperador, el cristianismo, dentro de veinticinco años después de su comienzo, dio a muchos miles de personas una vida completamente nueva. Esta nueva vida se expresaba muy notablemente en una virtud . . . que por cierto no existía en la conducta del público.”

¡Sí, la predicación del Reino efectuó los resultados que no habían logrado los reformistas! ¿Por qué? Porque nadie obtendrá la vida eterna en el reino de Dios o bajo ese reino a menos que limpie su conducta por medio de obedecer todos los mandamientos de Dios. Escribió el apóstol Pablo: “¡Qué! ¿No saben que las personas injustas no heredaran el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que son mantenidos para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas codiciosas, ni borrachos, ni vilipendiadores, ni opresores heredarán el reino de Dios. Y sin embargo, eso es lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados.”—1 Cor. 6:9-11.

Así que la predicación del Reino resulta en que la gente se recobre de los vicios de la fornicación y la borrachera de una manera que nunca se podría efectuar por un programa de reforma social, ¿Cómo se efectúa este limpiamiento? Dijo Jesús: “Toda rama en mí que no produce fruto él la quita, y toda la que produce fruto él la limpia, para que produzca más fruto. Ustedes ya están limpios a causa de la palabra que yo les he hablado.” (Juan 15:2, 3) De modo que el cristiano llega a estar limpio “a causa de la palabra” que Jesús predicó, es decir, la Palabra de Dios. La santa Palabra de Dios tiene poder purificador, hace que personas inclinadas a la justicia se esfuercen de todo corazón por producir los frutos de las debidas cualidades cristianas tales como “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.”—Gál. 5:22, 23.

HACIENDO EL ÚNICO TRABAJO VERDADERAMENTE CONSTRUCTIVO

De modo que la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios sirve de una manera muy práctica hoy día, dirigiendo a la gente a una vida de justicia y virtud. Verdaderos cristianos llegan a ser “hijos de Dios sin tacha en medio de una generación pervertida y torcida.” (Fili. 2:15) El tratar de efectuar este resultado por cualquier otro medio no solo fracasará sino que estará en desacuerdo con la voluntad de Dios. Dios no va a reformar este mundo; lo va a destruir. Este mundo malo no es amigo de Dios; “cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.” (Sant. 4:4) El unirse a los programas de reforma de este mundo, predicando el “evangelio social” en vez de las buenas nuevas del Reino, hace que uno esté en enemistad con Dios. El hacer del “evangelio social” la religión de uno en vez de la adoración pura que la Biblia enseña resulta en inutilidad y ruina. Pronto, en el Armagedón, Dios va a “traer a la ruina a los que están arruinando la Tierra.” El “evangelio social” no podrá anular el decreto de Dios ni salvar vidas en el Armagedón.—Apo. 11:18.

La sociedad del nuevo mundo de los testigos de Jehová así se ocupa en el trabajo más constructivo que hay en el mundo—el declarar las buenas nuevas del Reino establecido “en toda la Tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones.” (Mat. 24:14) Este trabajo está de acuerdo con la voluntad de Dios y salva vidas. El libro “Nuevos cielos y una nueva tierra,” publicado por la Sociedad Watch Tower, dice en la página 330:

“Sobre la tierra hoy día la sociedad del nuevo mundo es el único grupo que está haciendo una verdadera obra constructiva. Todos los demás, siendo parte de este mundo y uniéndose a él en sus proyectos, programas y obras, están participando con ‘los que están arruinando la tierra.’ Ellos se dedican a actividades que están fuera de armonía con el Reino establecido de Dios y que les acarrearán ruina y destrucción a ellos en el día de la ira de Dios en el Armagedón.”

Un nuevo mundo está cerca. No viene por manos de los reformistas sociales, sino por manos de Dios. Felices son los que trabajan en armonía con el propósito declarado de Dios tocante a los “nuevos cielos y una nueva tierra,” en donde “la justicia habrá de morar.” (2 Ped. 3:13) El reino de Dios es el instrumento para hacer posible este nuevo mundo eterno. Por eso siga el ejemplo de Jesús y sus apóstoles: Participe en adelantar los intereses del reino de Dios. Disfrute de la felicidad de ver personas abandonar malas costumbres para emprender buenas costumbres por amor a Dios y su reino. Sea obediente a la voluntad de Dios. No permita que lo desvíen de las buenas nuevas del Reino. Entonces no se contará usted entre los “obradores de lo que es contrario a ley”—rechazados a pesar de sus muchas obras. Entonces usted podrá pasar vivo a través del Armagedón para entrar en el justo nuevo mundo con la vida eterna en mira. ¡Toda la gloria pertenece a Jehová, el Creador del nuevo mundo!

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