Liberación de inquisición totalitaria mediante fe en Dios
Según lo relató Erich Frost
UNA de las principales revistas alemanas yace abierta delante de mí. La vida en un campo de concentración es el tema de una novela que está publicándose en forma de serie. Es el cuadro más genuino que he leído acerca de la vida en esos campamentos. Sin embargo, lo peor no se ha dicho. La pluma se niega a expresar tales cosas en papel.
No hace mucho el mundo fue horrorizado por hordas nazis que avanzaron en cruzada en dirección oriente hasta las orillas del Volga y adelantaron en guerra relámpago hacia el oeste hasta las costas del canal de la Mancha. Desde la Escandinavia frígida hasta las arenas calientes de África marcharon en triunfo los totalitarios. Durante muchos años el nazismo no sufrió derrota alguna—a excepción de una en el frente nacional.
En la Alemania misma los nazis trataron en vano de aniquilar a los testigos de Jehová. Hasta se hizo retroceder el reloj unos cinco siglos para resucitar la terrible inquisición, la cual prorrumpió en plena flor en el campo de concentración nazi. Por medio de fe en nuestro Dios miles como yo mismo estamos vivos para contar la historia.
Regresaré a acontecimientos que comenzaron en 1919—acontecimientos que conducían a uno a conflicto ineludible con el estado totalitario. Ese fue el año en que mi madre se hizo testigo de Jehová; los Testigos eran conocidos en ese tiempo como “estudiantes de la Biblia.” Yo estaba interesado en la música. El testimonio celoso de parte de ella felizmente hizo que mi padre y yo nos bautizáramos como Testigos en mi pueblo natal, Leipzig, Alemania, el 4 de marzo de 1923. Suspendí mis estudios de música y me puse a ganarme la vida tocando en cafés y lugares de entretenimiento, lo cual me dejaba mucho tiempo libre para la obra del Señor. En 1924 comencé a servir a Jehová de tiempo cabal trabajando en el depósito de literatura de la Sociedad en Leipzig. Cuatro años más tarde se me invitó a participar en la exhibición del Fotodrama de la creación que pertenecía a la Sociedad. Miles de personas todavía se acuerdan de las hermosas diapositivas que representaban la creación de la Tierra y el propósito de Dios para con el hombre. Fue un privilegio maravilloso el que tuve de exhibir el Drama y de visitar a muchas congregaciones como “peregrino” o conferenciante bíblico.
SE APROXIMA LA TORMENTA
Se esparció rápidamente en Alemania la obra de dar el testimonio. Entre 1919 y 1933 los celosos Testigos alemanes distribuyeron 48,000,000 de libros y folletos, además de 77,000,000 de ejemplares en alemán de Luz y Verdad, que ahora se llama ¡Despertad! En 1932 comenzó a dominar el espíritu del nazismo. A menudo alzaba su cabeza repugnante la acción de turbas en conexión con las exhibiciones del Drama. Se puso tan mala la situación que solo podía exhibirse teniendo la protección de la policía. Durante este tiempo llegue a ser conocido personalmente a varios nazis.
Mientras visitaba en el hogar de un Testigo en Nuremberg en enero de 1933, oímos la ampulosa radiodifusión desde Berlín que anunciaba que Hitler había subido al poder. Sospechábamos lo que esto significaría para nosotros. Estalló la tormenta ese abril cuando la policía se apoderó de la nueva fábrica grande y casa Betel de la Sociedad en Magdeburgo y selló nuestras prensas. Puesto que no existía evidencia alguna de actividad subversiva, se nos devolvió la propiedad el 28 de abril.
En junio se reunieron siete mil Testigos en Berlín y adoptaron una resolución que protestaba vehementemente contra la acción despótica del gobierno de Hitler. Se distribuyeron millones de copias. En tres días la propiedad en Magdeburgo fue confiscada y los 180 miembros del personal fueron obligados a irse. Nuestros enemigos religiosos se regocijaron cuando Hitler declaró: “Disuelvo a los ‘Estudiantes Sinceros de la Biblia’ en Alemania; dedico su propiedad al bienestar del pueblo; confiscaré toda su literatura.”
Puesto que la Sociedad en los Estados Unidos poseía el título a la propiedad, siguieron negociaciones entre el Departamento de Estado de los Estados Unidos y Alemania. La propiedad se desembargó de nuevo, pero no se levantó la proscripción contra nuestra actividad de predicar. Las reuniones fueron prohibidas. Se quemaron Biblias y literatura bíblica de valor de más de 25,000 dólares. Ya en 1934 muchos Testigos comenzaron a perder su empleo porque se negaron a votar o decir “Hiel Hitler.”
En la primavera de 1934 se me internó en una prisión durante diez días, entonces me soltaron. Poco después de eso logré volver a Checoeslovaquia, donde había exhibido previamente el Fotodrama. ¡Cuán agradecido estoy ahora de que en un tiempo en que la obra estaba proscrita en Alemania y nuestra oficina clausurada, pude exhibir el Drama 122 veces fuera del país! Y no obstante, la situación no era tan fácil como antes en Checoeslovaquia. ¡A menudo me despertaban de noche los policías que temían que yo era nazi!
Mientras tanto, los hermanos de Alemania dieron un paso denodado y decisivo. Aunque estaba prohibido, el 7 de octubre de 1934 todas las congregaciones se reunieron y adoptaron una resolución de protesta dirigida al gobierno de Hitler en que se le aviso que la adoración de Jehová continuaría a cualquier costo. Después de oración solemne, las protestas fueron telegrafiadas a Berlín. Simultáneamente, los testigos de Jehová en cincuenta otros países se reunieron y cablegrafiaron fuertes advertencias a la Alemania nazi. Un plenipotenciario del general Ludendorff reveló más tarde que al ver los telegramas denodados Hitler se puso de pie precipitadamente y grito: “¡Esta cría será exterminada en Alemania!”
LA RESISTENCIA CRISTIANA
Al volver a Alemania en mayo de 1935 participé en la obra clandestina. La noche del 13 de junio fui arrestado en mi hotel y llevado a la “Casa Columbia” de Berlín, donde pasé los peores cinco meses de mi vida. Aporreado y pisoteado, siempre en detención aislada, vejado y humillado diariamente, aprendí entonces que los humanos podían convertirse en bestias. Las interrogaciones insensatas de un agente de la Gestapo no lograron probar que yo fuera culpable de ser revolucionario. Inesperadamente fui soltado y pronto volví a desaparecer en la organización clandestina para seguir sirviendo a Jehová.
Se pusieron en marcha los preparativos para una asamblea en Lucerna, Suiza. Mientras tanto, los nazis comenzaron una nueva campaña contra nosotros. Casi todos los hermanos que ocupaban puestos responsables ya habían sido arrestados. Yo me esforcé por restablecer orden y poner las cosas en marcha otra vez. Innumerables puertas y ventanas traseras proveyeron escapadas por un pelo de manos de la Gestapo, pero mi madre y hermano fueron arrestados.
A la asamblea de Lucerna en septiembre de 1936 asistió el presidente de la Sociedad, el hermano Rutherford, y 2,500 de nosotros procedentes de Alemania. Fui asignado para reorganizar la severamente interrumpida obra clandestina, y comencé inmediatamente. También hicimos planes para una distribución relámpago en Alemania de una resolución adoptada en la asamblea. El sábado 12 de diciembre de 1936, entre las cinco y las siete de la mañana, se dejaron silenciosamente 300,000 copias en los hogares de todas las ciudades grandes de Alemania. ¡Enjambres de policías y de patrullas SS no lograron capturar ni siquiera a un Testigo!
Por supuesto, la obra clandestina se efectuaba a pesar de persecución y el peligro de perder la libertad y la vida misma. Pero los hermanos precisaban alimento espiritual para retener las fuerzas y también para que tuvieran algo que usar en su obra de testificar. El registro de trenes constituía un peligro constante. Hasta el comprar cantidades grandes de papel se consideraba sospechoso. Muchos transportadores cayeron en manos de la Gestapo. Varios hermanos acusados de preparar La Atalaya para distribución fueron ejecutados. Sin embargo, con amor a Dios y al prójimo sus testigos siguieron contando las buenas nuevas del reino de Dios bajo Cristo. Sobre nuestra ingeniosidad se comentó en el informe publicado en la primera plana de El espejo jurídico nacional socialista, órgano oficial de la justicia nazi:
“Los adherentes de la asociación prohibida también trataban de mantener la asociación entre sí mismos y de fortalecerse los unos a los otros en la fe. Además de eso, trataban en toda ocasión posible de convertir a conciudadanos a su modo de pensar. Muy a menudo los Estudiantes Sinceros de la Biblia, mientras hacen compras, salen para un paseo, se sientan en los parques o están de pie en la calle, se dirigen a personas que son desconocidas a ellos, al principio entablando con ellas una discusión de acontecimientos de actualidad, luego gradualmente a su fe y doctrina prohibidas. Estiman que es su deber como ‘testigos de Jehová’ el hacerlo.” No importa el riesgo en que los envuelva, los testigos de Jehová se interesan en impartir fe a otros para que éstos también puedan ser salvados en este tiempo del fin del mundo.
BAJO TECHOS NAZIS
La celebración anual del Memorial de la muerte de Cristo había de efectuarse el 27 de marzo de 1937. Yo había hecho arreglos para reunirme con diez hermanos en esa fecha para discutir la actividad clandestina. ¡A las dos de la madrugada vinieron fuertes golpes y puntapiés contra la puerta del apartamiento! En segundos oculte en el colchón de mi cama un rollito de papel que contenía información vital. Entraron diez miembros de la policía secreta: “Levántese y vístase, Frost. ¡Esto se acabó!” Oré a Jehová y procedí a vestirme mientras ellos destrozaban cuanto había en la habitación. Nunca hallaron el rollito.
Las cosas sucedieron rápidamente. La Gestapo sabía de nuestros planes para reunirnos ese viernes para el Memorial, pero no sabía dónde. Más de una vez me pegaron hasta dejarme inconsciente, luego me echaron agua sobre la cabeza para reavivarme. Pronto quedé incapaz de acostarme o sentarme. Entre el viernes y el lunes apenas comí y bebí. Seguí rogando a Jehová que me ayudara a guardar silencio a causa de los hermanos. Cuando me llevaron de nuevo ante la pandilla gestapo pensé en Daniel en el foso de los leones. Su airada inundación de palabras reveló lo que yo tenía ansias de oír: ¡La red barredera de la policía no había logrado capturar a los hermanos! Fue indescriptible mi gozo.
En julio vino el anuncio de la detención de mi esposa. Nuestro hijo sería criado por nazis. Muchos otros hijos de Testigos fueron arrebatados de sus padres y colocados en hogares nazis. La mayoría de estos jóvenes fue fortalecida por esta ordalía. Una niña de trece años escribió a sus padres: “Siempre me acuerdo de los hombres fieles como Job, Daniel y otros, tomándolos como ejemplo, y mejor quiero morir que ser infiel a Dios.” A pesar de presión severa, estos niños se negaron a unirse al movimiento juvenil de Hitler. Debido a sus modales cristianos resultó que algunos padres nazis los prefirieron a ellos más bien que a sus propios hijos.
DESDE EL CAMPO DE PRISIÓN HASTA SACHSENHAUSEN
En el área de los Pantanos de Emsland los requisitos inhumanos de trabajo y el tratamiento cruel impelían a uno casi hasta la desesperación. Tal vez usted haya oído nombrar el “infierno de Waldesrand.” Fe y el compañerismo de Testigos leales hicieron posible que aguantara las cosas más difíciles. Los domingos celebrábamos estudios bíblicos juntos por medio de recordar las cosas que habíamos aprendido de la Palabra de Dios en años anteriores. Invitábamos a los otros presos a beber de las “aguas de vida” con nosotros. A menudo escuchaban atentamente nuestras discusiones.
Mi condena terminó después de haber estallado la II Guerra Mundial y se me llevó de vuelta a Berlín. Noventa y nueve días más tarde las puertas del campo de concentración de Sachsenhausen se cerraron detrás de mí. Inimaginable fue la recepción cruel de parte de los guardias SS; inimaginable también fue mi gozo al ser saludado por 280 Testigos, todos probados y fortalecidos por medio de pruebas difíciles semejantes. Estos eran los cristianos fieles mencionados en un libro que encabezó la lista de ventas, The Theory and Practice of Hell (La teoría y práctica del infierno): “Cuando la guerra estalló se invitó a los Testigos que había en el campo de concentración de Sachsenhausen a ofrecerse como voluntarios para el servicio militar. Cada denegación fue seguida por el fusilamiento de diez hombres de entre las filas de ellos. Después de haber muerto a cuarenta víctimas, los SS desistieron.... No puede uno menos que formarse la impresión de que, hablando psicológicamente, los SS nunca fueron quienes pudieran hacer frente con éxito al desafío que les presentaron los testigos de Jehová.” ¡Qué gozo y consolación el hallarme entre ellos! Comprendí mejor que nunca lo que quería decir la Biblia: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el semblante de otro.”—Pro. 27:17.
Repetidamente se nos echó en cara que las puertas del campo se abrirían si firmábamos una declaración rechazando nuestra fe. La señorita Genoveva de Gaulle, sobrina de Carlos de Gaulle de Francia, verificó esto cuando recordó a nuestras hermanas que habían estado en el campo de Ravensbruck: “Hubieran podido ser puestas en libertad inmediatamente si hubieran renunciado a su fe. Pero, al contrario, no cejaron en su resistencia, y hasta lograron introducir libros y folletos en el campo, escritos que motivaron que varias de ellas fueran colgadas.” Tal testificación intrépida hizo que 300 mujeres jóvenes rusas de ese campo se hicieran testigos de Jehová. Aunque estaba prohibido el hablar a otros prisioneros (los cuales podían ganar veinticinco azotes y encierro solitario por escuchar), el pueblo de Jehová se resolvió a permanecer firme hasta el mismísimo fin, para demostrar el poder de Jehová a favor de los suyos. Un sobreviviente del campo de Buchenwald relató que los Testigos daban testimonio de su fe “a pesar de prohibiciones y castigo.” No se preocupaban solamente en cuanto a ellos mismos, sino también en cuanto a otros. En el campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo, nuestros hermanos hasta producían un periódico regular, Noticias acerca del reino de Dios.
En el campo de exterminio de Auschwitz (Oswiecim) se envió a un hermano a reparar el sistema de calefacción donde trabajaban treinta hermanas. Durante la hora de almuerzo durante seis días consecutivos él les habló acerca de la Palabra de Dios, renovándoles las fuerzas, por lo cual dieron gracias a Jehová. Un centinela simpatizante, con carabina a sus pies, se quedaba sentado escuchando con interés. No era excepcional el que los guardias midieran su ingenio en conversación con los hermanos. Nuestros apresadores siempre recibían un testimonio franco y denodado, porque sabíamos que la vida eterna de ellos, así como la nuestra, estaba envuelta. Una hermana estaba asignada a trabajar en la oficina de un SS-Obersturmführer (aproximadamente el rango de un comandante), y a menudo él le advertía: “¡Haré que le corten la cabeza!” Sin que él lo supiera ella usó su equipo para producir sorpresas de literatura para una asamblea en el campamento. Muchas veces ella le habló acerca de los propósitos de Jehová, y poco a poco él se hizo más amistoso. Por medio de tal predicación intrépida y amor al prójimo a menudo nació fe en el foso de los leones. Acá y allá, en distintos campos, guardias SS renunciaron a su juramento nazi y declararon su creencia en Jehová. Estos “Saulos,” nuestros perseguidores, llegaron a ser “Pablos,” ¡coprisioneros nuestros! También de entre los prisioneros políticos muchos hombres y mujeres se hicieron testigos de Jehová. Hasta un tonel de agua sirvió de piscina de bautismo.
Nuestra fe en Jehová nunca fue desairada. Lo que Björn Hallström, bien conocido periodista sueco, informó más tarde fue verdad respecto a nuestros hermanos durante toda la inquisición nazi: “Se les trató peor que a cualquier otro grupo, pero, por su creencia en Dios, lograron sobrevivir mejor que cualesquier otros.”
Fuera de los campos, redes barrederas de la Gestapo apresaron solamente a la mitad de los Testigos en cualquier tiempo dado. Mientras que aproximadamente 10,000 de nosotros estábamos encarcelados, iguales miles siguieron relatando las buenas nuevas acerca del reino de Jehová. Celebraron reuniones secretas de noche o en los bosques. Hasta los funerales sirvieron como ocasión de preciosos períodos de compañerismo cristiano.
LA ESCRITURA EN LA PARED
Como castigo por ser “cabecillas” dieciséis de nosotros recibimos cada uno veinticinco azotes con una varilla de acero, seguido por encierro. Finalmente, nos desembarcaron en la isla pedregosa de Aurigny entre Francia y la costa de Inglaterra como una llamada compañía de construcción SS. Aunque tuvimos que soportar muchas penalidades infligidas por nuestros apresadores, también hubo oportunidades de apartar de nuestros coprisioneros peligros y sufrimientos. Resultó que la estrella de Hitler comenzó su descenso después que sus ejércitos fueron detenidos en Stalingrado. El nazismo comenzaba a entender la escritura en la pared.
Bajo cielos iluminados por las estrellas una noche de junio de 1944 quedamos de pie en el puerto y observamos la invasión por los Aliados. Luego vino nuestra retirada en barcos viejos hasta San Malo, luego por tren—sesenta personas por cada furgón de carga—a través de Francia, Bélgica, Holanda y de regreso a Alemania. El proyecto de hundir varios barcos en la bahía de Kiel con nosotros a bordo se malogró cuando fue necesario demorar nuestra transportación a Austria. El 5 de mayo de 1945, tropas blindadas norteamericanas finalmente nos pusieron en libertad.
Alrededor del mismo tiempo el apremio del avance de los ejércitos aliados hizo que se abrieran las puertas de varios campos de concentración, derramando a miles de cautivos enflaquecidos sobre el distrito rural desgarrado por las bombas. Tuvieron que marchar bajo guardia, los SS disparando contra los que estuvieran demasiado débiles para seguir adelante o contra los que sorprendieran saqueando comida a lo largo del camino. Muchos fueron los muertos. Los testigos de Jehová se ayudaron los unos a los otros a seguir adelante. A menudo predicaban a los aldeanos, quienes expresaban su aprecio por medio de compartir con ellos su alimento—otra provisión de Jehová. Pronto fueron típicas las palabras felices de cierto Testigo: “Ahora estoy libre. Estoy agradecido al Padre y a nuestro Caudillo Jesucristo de que pueda continuar alabando Su nombre.”
La inquisición había fracasado.
RECONSTRUCCIÓN
El espíritu de Jehová nos estimuló a acción. Muchos de nosotros no planeábamos regresar a casa, aun en el caso de que todavía tuviéramos una. Nuestra primera preocupación era la propiedad de la Sociedad en Magdeburgo. La encontramos a punto de ser convertida en un hotel por los rusos. El lograr que los oficiales soviéticos comprendieran quiénes son los testigos de Jehová resultó ser una tarea destrozadora de nervios. Nuestra obra en la zona oriental probablemente nunca habría sido iniciada de nuevo si no hubiéramos recalcado día tras día que los despachos centrales de nuestra organización en Alemania antes estaban en Magdeburgo y que planeábamos dirigir la obra en las cuatro zonas de ocupación desde esa oficina. Finalmente consintieron, y la obra procedió en la zona comunista como en otras partes.
Las congregaciones de Alemania pronto fueron organizadas de nuevo. Al principio predicábamos casi exclusivamente con la Biblia y un solo tratado, pero por lo menos podíamos reunirnos en libertad y ayudarnos unos a otros. Durante esas reuniones en seguida de la guerra nuestros hermanos y hermanas a veces se caían de sus asientos debido al hambre y la debilidad. Procedentes de los testigos de Jehová en América llegaron paquetes CARE así como también grandes envíos de ropa de nuestros hermanos americanos y suizos. Esto se apreció mucho y fue una gran ayuda.
Ansiosamente asistimos 9,000 de nosotros a una asamblea en Nuremberg en 1946. Magdeburgo tuvo una asamblea con 6,000 concurrentes. Sería difícil imitar las expresiones y gesticulaciones de los rusos cuando oyeron nuestros cánticos y vieron a centenares caminando hacia el lugar de bautismo. Por supuesto, cualquier reunión en las calles estaba estrictamente prohibida, pero después que explicamos el bautismo ya no nos estorbaron. Esta libertad bajo el nuevo dominio totalitario de Alemania Oriental no había de durar mucho tiempo más.
El presidente de la Sociedad, el hermano Knorr, vino a Alemania en 1947. Se firmó una escritura de arrendamiento por el edificio y terreno en Wiesbaden donde se halla actualmente nuestra casa Betel ensanchada. Aquí en Alemania Occidental nos hemos regocijado al ver a los pocos miles de Testigos que hubo al final de la guerra aumentar hasta que hoy hay 68,000 que proclaman celosamente las alegres nuevas acerca del nuevo mundo de Jehová. Mi corazón rebosa de gozo y de gratitud a Jehová por efectuar esto. Aprecio también las semanas felices pasadas en 1950, 1953 y 1958, en las grandes asambleas internacionales en Nueva York. Jehová también nos ha provisto otras asambleas aquí en Alemania, tales como la de 1955, cuando 125,000 personas vinieron a Nuremberg y Berlín ¡Cuánto pueden hacer y ver en unos cuantos años los siervos de Dios!
LIBERACIÓN SEGURA
Cuando los comunistas eran coprisioneros en los campos de concentración nazis ellos a menudo amenazaron: “Si nosotros alguna vez logramos el poder, ¡los colgaremos a ustedes, manada de cómicos!” En 1950 la inquisición totalitaria fue resucitada en la Alemania Oriental comunista al imponerse una proscripción contra los testigos de Jehová. De nuevo se confiscó la oficina de Magdeburgo. Y una vez más, con fe en la habilidad de Jehová para liberar, nuestros hermanos han aceptado el desafío.
¿Puede usted apreciar por qué mis pensamientos a menudo penetran la “cortina” que divide a Alemania y llegan hasta esos Testigos que sufrieron durante años en campos nazis y quienes ahora aguantan prisiones comunistas? Actualmente hay 407 Testigos fieles encarcelados en la Alemania Oriental. Pienso en hermanos septuagenarios como el hermano X y el hermano Y, y en otros que son escasamente más jóvenes, tales como el hermano Z, el hermano A, y el hermano B, cada uno de los cuales ha pasado casi veinte años en las manos de crueles enemigos de Dios por ser fieles a Jehová.
Informes que logran llegarnos son valerosos y llenos de confianza. Nuestros hermanos allá permanecen inmutables, manteniendo siempre delante de sus ojos y delante de los ojos de sus prójimos la esperanza del Reino. De ese modo demuestran diariamente que Jehová por medio de su Rey Cristo está reinando en la presencia de sus enemigos. Las inquisiciones totalitarias pueden apresar y acosar al pueblo de Jehová si él lo permite para un testimonio; pero ¡nada puede aprisionar al espíritu de Jehová!
Nunca olviden esto los cristianos que están bajo inquisición totalitaria y sus opresores: Jehová estuvo constantemente con sus Testigos durante la inquisición nazi. Los alimento y los consoló cuando clamaban de agotamiento. Los revivificó y los refrescó cuando desmayaban. Dio seguridad de liberación mediante resurrección a los que fueron fieles hasta la muerte. ¡Y a su debido tiempo abrió de par en par las puertas y puso en libertad a su pueblo!
La liberación por medio de fe en Dios es segura. ¡Su nuevo mundo de justicia está a las puertas! Los testigos de Jehová ya están cantando: “¡Gracias a Dios, porque él nos da la victoria mediante nuestro Señor Jesucristo!”—1 Cor. 15:57.