La espiritualidad y la sinagoga moderna
“JUDÍOS escuchan llamamientos a espiritualidad.” Así decía el encabezamiento de un artículo que informaba sobre una asamblea de rabinos conservadores que se celebraba en Kiamisha Lake, Nueva York. Proseguía diciendo que el Dr. S. Greenberg, vicecanciller del Seminario Teológico Judío de los Estados Unidos, pidió un renacimiento del devocionario y la sinagoga para vencer el “atolladero espiritualmente estéril” de los grupos seglares judíos, tales como el sionismo, en los Estados Unidos.—El Times de Nueva York del 26 de abril de 1961.
A principios de 1961 dos voceros del judaísmo moderno, en conferencias en el Instituto Teodoro Herzl, en la ciudad de Nueva York, se expresaron de manera semejante. Uno habló contra la propensión hacia la secularización de la sinagoga y el otro consideró la falta de espiritualidad de parte de muchos rabinos.
¿Cuál es la causa básica de estas condiciones y propensiones? Naturalmente, para entender el problema primero se necesita tener algún conocimiento de la institución de la sinagoga, su organización, lugar y forma de adoración. Aparte de los judíos mismos, comparativamente pocos saben algo acerca de la sinagoga. Como un número reciente de la United Synagogue Review lo expresó aptamente: “El judaísmo frecuentemente ha sido llamado la religión menos conocida.”
Básicamente, la sinagoga es una institución democrática. Se desarrolló como una escuela común de religión. Así, una placa en el vestíbulo de la primera Sinagoga de Reforma de la ciudad de Nueva York dice: “La finalidad de la Sinagoga Libre es reafirmar el ideal democrático de Israel, democratizar otra vez el espíritu y forma semejantes de la sinagoga del día presente.—E. S. Wise.” Un grupo de la sinagoga elige a sus propios oficiales, su presidente y junta de directores, su propio rabino y su propio hazzan o chantre. El chantre puede ser laico o profesional, de tiempo parcial o de tiempo cabal, siempre que esté familiarizado con la liturgia hebrea que usa la congregación en particular y tenga una voz aceptable.
Casi todas las sinagogas tienen una escuela diurna en conexión con ellas para enseñar a los niños el idioma hebreo y las costumbres hebreas los domingos y después de las horas de escuela. Y cada vez más sinagogas están estableciendo escuelas parroquiales para sus jóvenes. Muchas sinagogas también tienen centros recreativos, para deportes, baile, masaje y actividades semejantes.
Las sinagogas grandes por lo general tienen una “sinagoga pequeña,” que se usa cuando se reúnen grupos más pequeños, como en los matrimonios y para servicios de verano. La sinagoga más pequeña es enteramente tan completa como la más grande.
Casi todas las sinagogas pertenecen a una federación del ramo particular del judaísmo al cual se suscriben: ortodoxo, conservador (un poco menos ortodoxo) y de reforma (no ortodoxo); la federación ejerce una medida de superintendencia y un grado de disciplina. Sin embargo, hay más preocupación con respecto a las prácticas que con respecto a las creencias.
LA SINAGOGA MISMA
Las sinagogas ortodoxas están construidas de tal manera que miran hacia el oriente, hacia Jerusalén. En la parte del frente se halla el compartimiento sobre la pared, o dentro de ella, que aloja los rollos de la Tora, así como en el templo de Salomón el arca del pacto contenía los libros de la ley. Delante del compartimiento brilla la “Luz Eterna,” en imitación de la Shekinah, la luz sobrenatural que brillaba encima del asiento de misericordia del arca del pacto en el Santísimo o parte más recóndita del templo y que representaba la presencia de Jehová Dios. Invariablemente desplegadas se hallan las dos tablas en las que están inscritos los Diez Mandamientos. En frente también está una plataforma y atril del orador, habiendo a cada lado asientos honorarios que miran a la sinagoga.—Deu. 31:26.
Además hay un atril para el que dirige las oraciones y los que leen de la Tora o Ley. En las sinagogas que usan el rito y la liturgia alemanes o ashkenazic que se basan en el Talmud babilónico este atril está hacia el frente. En la forma de adoración hispanoportuguesa o sefardí que se basa en el Talmud de Jerusalén este atril se halla más o menos en el centro de la sinagoga. El propósito de esto es hacer más fácil para los asistentes el participar en la lectura así como oír mejor lo que se dice.
Otro adorno de la sinagoga que recuerda la adoración del templo es el candelero con sus siete brazos y luces.
Así como en el templo de Herodes había un atrio para las mujeres, así en las sinagogas ortodoxas hay una sección separada para ellas; en las sinagogas grandes esta sección está en el balcón más alto. Como resultado de esta segregación comparativamente pocas mujeres están presentes para la adoración del sábado por la mañana; en una sinagoga grande solo se vio a un puñado de mujeres, en comparación con varios centenares de hombres y muchachos. En la sinagoga de reforma, que más a menudo se llama templo, no hay tal segregación. En casi todas las sinagogas conservadoras se descuida esto, aunque en principio se adhieren a ello. Lo mismo, más o menos, es cierto de costumbres como ponerse un sombrero y ponerse un chal para orar en la adoración de las sinagogas.
FORMA DE ADORACIÓN
En tiempos pasados, el que una persona perteneciera a la sinagoga no era voluntario. Debido a premura social el judío no podía escoger; o pertenecía a la sinagoga o era un hombre sin patria. Por lo tanto, en Alemania en años pasados a los estudiantes judíos de secundaria les enseñaba un rabino empleado por el gobierno y ellos no tenían alternativa en el asunto. Siendo judíos, tenían que estudiar bajo él y lograr calificaciones de aprobación en su religión judía.
En tiempos modernos, y especialmente en países occidentales, el pertenecer a una sinagoga es voluntario, y algunos judíos aun pertenecen a más de una sinagoga, una ortodoxa y otra de reforma, por razones mejor conocidas a ellos que a otros. En armonía con el ser llamada una “shul” o escuela, su superintendente es llamado rabino, que significa maestro. Aun dos que comenzaron a seguir a Jesús le dijeron: “Rabí, (que significa, cuando se traduce, Maestro,) ¿dónde te alojas?” Sí, los discípulos de Jesús lo reconocieron como su Rabí o Maestro, mas él limitó este título a sí mismo.—Juan 1:38; Mat. 23:7, 8.
Lo primero en la adoración de las sinagogas es el servicio regular del sábado, el cual en una sinagoga ortodoxa sefardí puede durar de las ocho a las doce por la mañana, o cuatro horas. Consta de largas oraciones, lecturas de los Salmos, canto del credo, la Shema; lecturas de la Tora, la Ley; y los Profetas, la Haftorah; y un sermón. Salvo por el sermón, que se da en la lengua vernácula, todo es en hebreo y se canta. Casi todo el canto lo hace el chantre, con respuestas regulares de duración variada por los adoradores. A intervalos un coro entrenado, cuyos servicios se pagan, canta, ayudado por voces de niños. La música de órgano es parte de la adoración en las sinagogas conservadoras y de reforma pero no en las ortodoxas. Así, hay canto por el chantre o hazzan, por los adoradores y por el coro. Es interesante el hecho de que parece que la música no desempeñaba un papel pequeño en la adoración del templo, como puede verse de las frecuentes referencias a cantores en conexión con ella, desde Primero de Reyes hasta el libro de Nehemías.
También es costumbre tener un servicio diario en las sinagogas en la mañana y en la noche, de aproximadamente media hora de duración, que consta de oraciones y a recitación del credo o Shema. Los lunes y los jueves también se lee la Tora. Se dice que esta costumbre se instituyó porque en tiempos antiguos éstos eran los días de plaza y por eso los judíos venían a la ciudad y podían asistir a la sinagoga. Sin embargo, de acuerdo con otros la razón por la cual se leía la Ley en estos días era para que ningún judío jamás dejara pasar tres días sin oír la Ley.
Además de esos rasgos regulares de la adoración en las sinagogas hay ciertos días de fiesta, algunos muy solemnes, otros muy gozosos. Los dos días solemnes o santísimos, “Días de temor reverente,” son el Año Nuevo o Rosh Hashana y el Día de Expiación, o Yom Kippur. Estos señalan el comienzo y el fin de un período conocido como “Los diez días de penitencia.” Cada uno de estos dos días tiene sus propios rasgos agregados, como el tocar el cuerno de Shophar el día de Año Nuevo. En una sinagoga verdaderamente ortodoxa los servicios son continuos desde la mañana hasta la noche en el Día de Expiación, y se espera que el judío devoto permanezca en la sinagoga todo el día, escuchando y ayunando, a la manera de los judíos antiguos. Los especialmente piadosos también observan varios otros ayunos.
Entre las ocasiones gozosas celebradas en la sinagoga se hallan las tres fiestas anuales: La Pesach o Pascua, Shabuoth o Pentecostés, y Sukkoth o la Fiesta de los Tabernáculos, todas las cuales originalmente las mandó Moisés. Dos fiestas agregadas desde su día son Purim y Hanukkah, la primera en conmemoración de la victoria de los judíos en los días de Mardoqueo y la reina Ester, la segunda en celebración de la rededicación del templo en el tiempo de los macabeos.—Juan 10:22.
La sinagoga también es el lugar para ponerle nombre a una nenita, aunque no como parte de un servicio regular de sábado. Sin embargo, la ceremonia por la cual un muchacho judío a la edad de trece es reconocido como un “hijo del deber o de la ley,” conocida como la Bar Mitzvah, es parte de éste. En ese sábado se le pide que efectúe parte de la lectura de la Escritura para ese día, que haga comentarios y exprese su aprecio. La ceremonia Bar Mitzvah ha dado lugar a la ceremonia de confirmación en las sinagogas de reforma, ya que ellas no dan al varón una posición de preferencia, y por eso confirman tanto a muchachas como a muchachos.
Los funerales no se celebran en una sinagoga, pero los matrimonios sí. No se toman colectas, aunque se pueden hacer ofrendas especiales. La adoración es financiada por cuotas de los miembros y ofrendas voluntarias. En las sinagogas ortodoxas los hombres se quedan con el sombrero puesto como acción de respeto y al entrar en la sinagoga para la adoración matutina también se ponen un chal, recibiendo uno de parte del acomodador si no tienen uno propio. En todos estos asuntos la adoración de la sinagoga de reforma se asemeja más al servicio de las iglesias protestantes que al judío ortodoxo, estando en medio el conservador.
¿CONDUCENTE A LA ESPIRITUALIDAD?
¿Propende toda esta forma de adoración hacia la espiritualidad? Una cosa que definitivamente propende hacia una falta de espiritualidad es la división de rabino y laico que está llegando a ser más y más pronunciada en la adoración de las sinagogas, pues el adorador toma menos y menos parte activa, y llega a estar siempre menos informado. Esto es especialmente cierto de la generación más joven.
Una segunda debilidad es la adulación dada a los rollos de la Tora. Se nos dice que “no hay objeto más sagrado que el rollo de la Tora.” Se acompaña de rito el quitarla del arca y regresarla, y se considera un gran honor el que se le permita a una persona llevarla. Está envuelta en tela de terciopelo sumamente decorada y tiene extremos adornados. Pero, ¿cuán esclarecedor es todo esto? ¿Le ayuda a uno a entender y apreciar su contenido?
En vez de dar al rollo mismo tanta atención, ¿no sería mejor recalcar sus leyes? Por ejemplo, los que asisten, ¿son culpables de acudir a otros dioses, a las Naciones Unidas u otras organizaciones políticas en vez de acudir al Dios de la Biblia para obtener guía y ayuda? ¿Son los hijos obedientes y sumisos? La Ley condena el asesinato, pero ¿no viola ese mandamiento el participar en guerra gentil? ¿Qué hay del resto de los mandamientos: No debes robar, cometer adulterio, dar falso testimonio ni codiciar? Seguramente al aprender a obedecer tales mandamientos la Tora sería tenida en más honor que solo mediante un rito.
Lo más grave de todo es la falta de fe en la Tora como la Palabra inspirada de Dios, entregada a Moisés por el Creador. Cada vez más, el judaísmo en todos sus ramos está adoptando un punto de vista liberal con respecto a la Tora como la obra de hombres y teniendo solo tradición para apoyarla. La tradición humana es semejante a una cisterna rota que no puede retener el agua.—Jer. 2:13.
Cada judío debería estar familiarizado con sus Escrituras Hebreas. No debería cifrar su fe solo en su rabí. En tiempos pasados los profetas denunciaron a los caudillos religiosos por haber desviado a la gente e instaron a la gente a prestar atención a la Palabra de Dios. Las Escrituras Hebreas señalan a la liberación por medio del Mesías. Todo judío que toma en serio su adoración debería estar bien familiarizado con las profecías que hablan con respecto al Mesías. Debería saber dónde se hallan y qué dicen. Debería dar consideración personal a los que la historia lee que han sido aclamados como su Mesías y saber con certeza si alguno de ellos llenó los requisitos bíblicos. Los propósitos de Dios no fracasarán, pero muchos, por falta de espiritualidad, dejarán de recibir las bendiciones de Dios.