¿Por qué temer la verdad?
¿Cómo se manifiesta temor a la verdad? ¿Qué beneficios provienen del conocer la verdad?
NO FUE amor a César lo que impulsó a líderes religiosos del primer siglo a clamar por la muerte de Jesús. Fue el temor a la verdad. La verdad que Jesús predicaba les despojaba de su cubierta de respetabilidad religiosa y les exponía ante la gente por lo que eran—hipócritas. En la cara de ellos él les dijo francamente: “Ustedes también, por fuera realmente, parecen ser justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de todo lo que es contrario a ley.” (Mat. 23:28) Las acciones subsecuentes de ellos confirmaron la certeza del juicio que expresó de ellos.
La verdad que Jesús predicaba liberaba a sus oyentes de la esclavitud a tradiciones humanas y de creencias antibíblicas. En una ocasión él dijo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:32) Los caudillos religiosos no se alegraban de que la gente común fuese puesta en libertad. No querían perder su posición de autoridad y el dominio que tenían sobre la gente. Ya que se preocupaban más de dar adelanto a sus propios intereses que de dar adelanto a los intereses de Dios, se opusieron a Jesús y trataron de cerrar los oídos de la gente a la verdad. Debido a esto Jesús les dijo: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque cierran el reino de los cielos delante de la humanidad; porque ustedes mismos no entran, ni permiten ustedes que entren aquellos que van entrando.” (Mat. 23:13) El violento esfuerzo de ellos por silenciar a Jesús no silenció la verdad.
En los años que vinieron inmediatamente después de la muerte de Jesús sus seguidores se esparcieron para llevar la palabra de verdad más allá de las fronteras de Palestina. En muchos lugares hombres religiosos manifestaron temor a las verdades que ellos hablaban y fanáticamente trataron de silenciarlos. Esas verdades bíblicas vaporizaban acariciadas ilusiones religiosas, pero ellos preferían adherirse a esas ilusiones. Semejantes a la gente de los días del profeta Isaías, querían oír cosas suaves que agradaran sus oídos y que no pugnaran con sus puntos de vista religiosos. Los discípulos de Jesús no transigían abandonando la verdad para complacer los oídos de tales hombres. Como Jesús, ellos hablaban la verdad denodadamente, a pesar de que rabiaran contra ellos hombres que temían la verdad. Con hombres de esa clase se encontró Pablo en Antioquía de Pisidia.—Isa. 30:10.
En Antioquía muchas personas manifestaron interés en la verdad que Pablo predicaba, pero los que la temían incitaron una turba que echó fuera de la ciudad a Pablo y a Bernabé. En el vecino pueblo de Iconio se encontraron con resistencia parecida y se vieron obligados a irse. Fueron a Listra, donde su obra docente fue interrumpida por agitadores procedentes de Antioquía e Iconio que vinieron allí para incitar a la gente contra ellos. Aunque estos opositores de la verdad lucharon contra ella, no la pudieron extirpar. Con el tiempo, congregaciones cristianas florecientes brotaron en estos pueblos.—Hechos, capítulos 13, 14.
POR MOTIVOS DE NEGOCIO
A veces se temía la verdad a causa del efecto que ella tenía en actividades comerciales lucrativas. En la ciudad de Éfeso, por ejemplo, estaba ubicado un templo magnífico de Artemis o Diana. Debido a su presencia, existía un negocio floreciente de templetes portátiles de esta diosa pagana. Eran de tamaño suficientemente pequeño como para que los viajeros pudieran llevarlos. La verdad cristiana predicada por Pablo a los Efesios ponía en peligro este negocio lucrativo, porque los que le escuchaban y llegaban a ser cristianos cesaban de la adoración idólatra de Artemis. Esto era muy aflictivo para los comerciantes que sacaban ganancia de la venta de artículos religiosos. Para su ganancia personal ellos querían que la gente continuara como esclava a la insensatez de la idolatría en vez de ser libertada por la verdad. El razonamiento de ellos se halla registrado en el capítulo diecinueve de Hechos:
“En ese tiempo en particular surgió no poco disturbio concerniente al Camino. Pues cierto hombre llamado Demetrio, un platero, haciendo santuarios de plata de Artemis suministraba a los artífices no poca ganancia; y él reunió a ellos y a los que trabajaban en tales cosas y dijo: ‘Señores, ustedes bien saben que de este negocio tenemos nuestra prosperidad. También, ustedes contemplan y oyen cómo no solo en Éfeso sino en casi todo el distrito de Asia este Pablo ha persuadido a una muchedumbre considerable y los ha vuelto a otra opinión, diciendo que los que son hechos por manos no son dioses.’” (Hech. 19:23-26) Estos hombres temían la verdad porque comercialmente sacaban ganancia de la falsedad. Agitaron a la ciudad entera, poniéndola en tal alboroto que Pablo se vio obligado a trasladarse a Macedonia, dejando en manos de otros cristianos el llevar a cabo la obra de predicación en Éfeso.
Fue en Macedonia, en una ocasión anterior, que Pablo fue encarcelado a causa de la verdad que él predicaba. Arrastrado ante los magistrados civiles de Filipos, fue acusado de estar “perturbando muchísimo a nuestra ciudad” y de publicar “costumbres que no nos es lícito adoptar o practicar.” Esta persecución de Pablo no impidió que la verdad se arraigara allí. Con el tiempo Filipos llegó a tener una congregación floreciente de cristianos.—Hech. 16:20, 21.
ACTITUD HACIA LA VERDAD HOY
Por sorprendente que parezca, las experiencias de Pablo no son infrecuentes hoy día. En naciones que afirman ser cristianas, personas que proclaman las mismísimas verdades que Pablo proclamaba han sido encarceladas así como atacadas y a menudo obligadas a la fuerza a abandonar ciertos Pueblos. En este mismo momento en España estos cristianos están siendo acosados por la policía y se les encarcela por hacer lo que hacía Pablo-contar a otros acerca de las verdades de la Palabra de Dios.
Los principales que procuran silenciar a los testigos de Jehová en España y en otras partes son los caudillos religiosos, la misma clase que perseguía a Jesús. Como fue entonces, así es hoy; muchos líderes religiosos manifiestan su temor a la verdad por medio de instigar persecución contra los testigos de Jehová. Ejerciendo presión en autoridades civiles para que les molesten e instigando a sus parroquianos a plena violencia en contra de ellos, han tratado de impedir que los Testigos hablen a la gente común. Pero, tal como en el primer siglo, la verdad sigue llegando a corazones receptivos a pesar de los esfuerzos de los que la temen.
Cuando los testigos de Jehová visitan las casas de la gente mientras efectúan su obra docente cristiana algunas personas se niegan a hablar con ellos, hasta cerrando la puerta rudamente en su cara, y otras rehúyen leer publicación alguna de ellos porque, como declaran, sus ministros prohíben que las lean. ¿No están estas personas manifestando el mismo temor a la verdad que manifestaron los que rehusaban escuchar a Pablo?
Debido a que algunos sostienen puntos de vista religiosos para los cuales no tienen ningún apoyo bíblico, temen que los testigos de Jehová les disuadan de creer en estas cosas que ellos quieren creer. Igual que los devotos de Artemis en Éfeso que siguieron adorando los templetes de plata de ella, quieren creer en una ilusión más bien que saber la verdad. Con esa actitud mental, ¿Cómo pueden jamás esperar saber lo que es la libertad que Jesús dijo que la verdad trae?
La verdad religiosa no es asunto de la opinión personal, sino que es lo que Dios mismo ha establecido en su Palabra escrita. Jesús indicó esto cuando dijo en oración: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17) La Palabra de Dios es la norma por medio de la cual medir la verdad religiosa. Personas que determinadamente se adhieren a creencias religiosas que no se elevan a la altura de esa norma, comprensiblemente, han de temer la verdad. No quieren arrostrar el hecho de que sus creencias estimadas no son sino producciones de la imaginación humana que han sido pasadas de generación en generación. Tal fue el caso con los adoradores vehementes de Artemis que creían que la imagen esculpida de ella que veneraban en su hermoso templo había caído del cielo. Mirando hacia atrás desde nuestro día, podemos ver fácilmente que ellos creían en una vana imaginación pero que el apóstol Pablo les decía la verdad. Otras imaginaciones vanas prevalecen en estos días.
BENEFICIOS DE LA VERDAD
¿Por qué debería la gente temer la verdad? Ella no les aherroja a supersticiones temibles y pesados ritos religiosos. No pone sobre ellos un yugo pesado. No hace que desperdicien su devoción y dinero en imágenes mudas. La verdad liberta. La gente que escuchó a Pablo y abrazó las verdades que él predicaba experimentó una libertad que es comparable a la liberación del cautiverio a un prisionero. El profeta Isaías hizo esta comparación cuando dijo: “El espíritu del Señor Jehová está sobre mí, por motivo de que Jehová me ha ungido para decir buenas nuevas a los mansos. Me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los llevados cautivos y la apertura ancha de los ojos aun a los presos.” (Isa. 61:1) Jesús citó esta declaración y la aplicó a sí mismo y a la obra misional cristiana que él comenzó.
La verdad eleva el punto de vista de uno en cuanto a la vida, dándole algo más que los objetivos egoístas del mundo por lo cual vivir. Le da algo sólido a lo cual aferrarse en este tiempo turbulento. Le da altas normas de moralidad así como un compañerismo afectuoso, pacífico y confiado con personas de igual fe a través de la Tierra. Esto es lo que experimentan los testigos de Jehová en la sociedad del nuevo mundo. Delante de los que siguen la dirección de la verdad cristiana se abre un modo de vivir que se extiende dentro del futuro indefinido. “Esto significa vida eterna, el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo.”—Juan 17:3.
La diligente obra de predicación de los testigos de Jehová es con el propósito de hacer lo que hacía Pablo, y eso es llevar a otras personas las verdades libertadoras de la Palabra de Dios. Cuando ellos llamen a la puerta suya, piense usted en el apóstol Pablo en su esfuerzo por hablar la verdad a la gente de Éfeso, Antioquía, Listra y otras ciudades. No se niegue temerosamente a escuchar. Sea como la gente buena de Berea. Cuando Pablo les habló, estas personas “recibieron la palabra con la más grande ansia, examinando las Escrituras cuidadosamente cada día para ver si estas cosas eran así.”—Hech. 17:11.