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  • Por qué es menester que los cristianos sean diferentes

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  • Por qué es menester que los cristianos sean diferentes
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
w63 1/5 págs. 261-263

Por qué es menester que los cristianos sean diferentes

¿Cuál es su relación con el mundo?

¿Por qué no pueden ser como otras personas?

LOS cristianos viven en el mundo pero no son parte de él. En el primer siglo esto le fue difícil de entender al mundo romano. Los cristianos no querían adorar como él, ni guardar sus días de fiesta, ni participar en su política, ni quemar incienso a su César, ni pelear en sus ejércitos, ni participar en sus actos de conducta relajada. Por esta separación del mundo la gente los odiaba y los perseguía. No le importaba al mundo de aquel entonces el que los cristianos fueran pacíficos, observantes de la ley y de la moral más elevada.

Tertuliano, un escritor del segundo siglo, contrastó a los cristianos con la gente del mundo, diciendo: “No lastimamos a nadie; no afligimos a nadie. . . . Los desafiamos a ustedes a mostrar sus registros, a ustedes que día tras día presiden el juicio de presos, que pronuncian sentencia y atienden su horario. . . . ¿Qué asesino en la lista, qué carterista, qué ladrón de templos, o agente que se deja sobornar, o ladrón de baños, es también descrito como cristiano? O cuando los cristianos, acusados de cristianos, son traídos al tribunal, ¿quién entre ellos es de la misma clase que todos esos criminales? Es con la clase de ustedes que la cárcel siempre está atestada; con los gemidos de la clase de ustedes las minas siempre están resonando; con los de la clase de ustedes se alimenta a las bestias salvajes; de los . . . de ustedes, los que presentan espectáculos públicos siempre mantienen surtidos sus hatos de los condenados. Ni un cristiano en esa lista, a menos que simplemente sea como cristiano.”

RAZONES DE LA DIFERENCIA

¿Cómo pudieran haber sido obedientes a Dios los cristianos si se hubieran permitido llegar a ser parte del mundo romano, participando en sus celebraciones idólatras, sus fiestas desenfrenadas, sus juegos sangrientos y sus búsquedas egoístas? La gente que llegó a ser cristiana tuvo que cambiar su manera de pensar y de vivir. Tuvo que ponerse una nueva personalidad. Pablo indicó esto cuando dijo a los cristianos en Éfeso: “Deben despojarse de la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior.” (Efe. 4:22) Esa manera de proceder anterior era aceptable al mundo pero no era aceptable a Dios.

Cuando escribió a los cristianos de Galacia, el apóstol Pablo mencionó algunas de las obras de la carne que componían su manera de proceder anterior mientras eran parte del mundo. Él dijo: “Las obras de la carne son manifiestas, y ellas son: fornicación, impureza, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo, odios, contiendas, celos, arrebatos de ira, contenciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas.” Dado que estas cosas son contrarias a los principios justos de la Palabra de Dios, la persona que llegaba a ser cristiana tenía que dejarlas atrás cuando se ponía una nueva personalidad que le era aceptable a Dios. Pablo continúa y dice: “En cuanto a estas cosas les estoy previniendo, del mismo modo que les previne, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gál. 5:19-21) Pedro dio consejo algo parecido.

A las personas que daban la espalda al mundo para seguir el modo de vivir cristiano, Pedro dijo: “El tiempo que ha pasado basta para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones cuando procedían en obras de conducta inmoral, concupiscencias, excesos con vino, orgías, partidas de borrachera, e idolatrías ilegales.” Este cambio las hizo tan diferentes que las personas del mundo romano que las conocían antes de llegar a ser cristianos estaban perplejas. Pedro prosigue para mencionar esto. “Porque ustedes no siguen corriendo con ellos en este derrotero al mismo bajo sumidero de libertinaje, ellos están perplejos y siguen hablando abusivamente de ustedes.” (1 Ped. 4:3, 4) Su conducta los apartó del mundo de aquel tiempo. Siguieron el ejemplo que les puso el Señor Jesucristo.

El Caudillo del cristianismo no perdió el gobierno de sí mismo a causa de deseos carnales como la gente del mundo. No se ocupó en los odios, prejuicios y actos de violencia de aquel tiempo. No participó en la política, haciéndose responsable indirectamente de los actos inicuos del gobierno romano. Fue refrescantemente diferente del mundo corrompido. Esta separación era lo que él esperaba de sus seguidores. En una ocasión él dijo: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo.”—Juan 17:16.

LOS CRISTIANOS Y EL MUNDO HOY DÍA

El que hayan transcurrido más de 1,900 años no ha modificado al mundo en lo que toca a sus pensamientos malos, su conducta injusta y sus actos violentos. El apóstol Pablo predijo esto cuando dijo: “Conoce esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos y difíciles de manejar. Porque los hombres serán amantes de sí mismos, amantes del dinero, presuntuosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a sus padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, porfiados, hinchados de orgullo, amantes de placeres más bien que amantes de Dios.” (2 Tim. 3:1-4) ¿Cómo pueden hoy los cristianos ser de ese modo y todavía esperar la aprobación de Dios? Él no ha cambiado sus normas de lo que fueron en el primer siglo. Todavía requiere que los cristianos sean como Cristo y no como el mundo.

Aunque hoy existen muchas naciones que afirman ser cristianas, los pensamientos y la conducta de la gente de esas naciones por lo general son poco diferentes de los de la gente del mundo romano. Un semejante nivel bajo de moralidad se hace evidente de los informes diarios de los periódicos. Los actos criminales son cosa general y sin coto. En los EE. UU., por ejemplo, la policía informó que in 1960 hubo 1,861,300 asesinatos, violaciones por la fuerza, robos, asaltos agravados, robos con escalo, robos de automóviles y hurtos. Esto equivale a un homicidio voluntario cada cincuenta y ocho minutos y a un robo con escalamiento cada treinta y nueve segundos. A través del mundo el crimen, la improbidad y la corrupción política son comunes. Como Tertuliano dijo a la gente del mundo romano, así los cristianos verdaderos pueden decirle hoy a la gente mundana: “Es con la clase de ustedes que la cárcel siempre está atestada.”

Cualquier persona que hoy se esfuerza por ser cristiana tiene que ser diferente del mundo. ¿Cómo puede vivir como el mundo y todavía afirmar estar siguiendo el ejemplo de Cristo? ¿Cómo puede amoldarse a las obras de la carne injustas del mundo y todavía vivir en conformidad con los buenos principios cristianos?

Lo que dijo el apóstol Pablo con respecto al mundo de su día aplica igualmente hoy día. Dirigiéndose a los cristianos, él dijo: “Esto, por lo tanto, digo y de ello doy testimonio en el Señor, que ya no sigan andando como las naciones también andan en la inutilidad de su mente. Habiendo llegado a estar más allá de todo sentido moral, se entregaron a la conducta relajada para obrar toda suerte de inmundicia con avaricia. Pero ustedes no aprendieron que el Cristo fuera así.” (Efe. 4:17, 19, 20) Eso significa que los cristianos tienen que ser diferentes, no en su indumentaria, sino en su modo de vivir.

El fruto malo del mundo refleja la influencia del que es su gobernante invisible. Ese gobernante no es el justo Príncipe de Paz quien puso un ejemplo para los cristianos por medio de estar separado del mundo. Tampoco es el Padre celestial cuyas leyes justas guían la conducta cristiana. Pablo declara que este gobernante ciega a la gente a las verdades cristianas. “El dios de este sistema de cosas ha cegado la mente de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios, no penetre a través.” (2 Cor. 4:4) El apóstol Juan lo identificó diciendo: “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo.” (1 Juan 5:19) Los frutos inicuos del mundo reflejan los rasgos de su gobernante inicuo, invisible, el principal enemigo de Jehová Dios. ¿Cómo puede un cristiano tratar de ser aceptable al mundo y a su gobernante y todavía esperar ser aceptable a Dios?

SIGUIENDO CAMINOS SEPARADOS

El camino del cristianismo y el camino del mundo son caminos separados que van en direcciones diferentes. El cristiano no puede andar por ambos caminos al mismo tiempo. No puede tener amor a Dios y también amor a un sistema que viola las leyes de Dios, pasa por alto su consejo, se opone a sus propósitos y persigue a sus siervos. Si ama al mundo, es imposible que tenga amor a Dios. Juan indicó esto cuando dijo: “No estén amando al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Juan 2:15) El tener amor al Padre automáticamente hace al cristiano diferente del mundo porque él se esfuerza por obedecer las leyes de Dios. Permaneciendo en este camino puede evitar el destino del mundo.

Juan indica el destino del mundo, al decir: “El mundo está desapareciendo y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:17) Dado que el mundo y sus deseos incorrectos están desapareciendo, tenemos que concluir que los que andan por ese camino desaparecerán con él. Jesús indicó esto cuando dijo: “Ancha y espaciosa es la vía que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por ella.” (Mat. 7:13) El propósito de Dios es destruir el sistema de cosas mundano y su inicuo gobernante invisible.

El camino a la vida es la vía de devoción leal y obediencia a Jehová Dios. Es el camino de amor a Dios y amor al prójimo. Es la senda de los principios bíblicos y buena conducta cristiana. El individuo que ama la justicia y lo que es correcto seguirá esta vía aunque lo haga diferente del mundo. Comprenderá que la aprobación del justo Gobernante del universo es de mucho mayor beneficio para él y que ha de desearse más que la aprobación de un mundo injusto y odioso. Su deseo será amoldarse al cristianismo verdadero más bien que al mundo.

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