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  • Valor como el de David para los tiempos modernos

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  • Valor como el de David para los tiempos modernos
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
w63 1/5 págs. 259-260

Valor como el de David para los tiempos modernos

ESTOS son días llenos de peligro. Bien fueron predichos como “tiempos críticos y difíciles de manejar.” El manejarlos adecuadamente requiere valor. ¿Y que es valor? Valor ha sido definido como “fuerza mental o moral que lo capacita a uno a atreverse, perseverar, y resistir peligro, temor, o dificultad firme y resueltamente.”—2 Tim. 3:1.

Se necesita valor para ser honrado en los negocios cuando los competidores de uno son ímprobos. Se necesita valor para admitir el haber cometido un error. Y en particular se necesita valor estos días para nadar contra la corriente de la opinión pública con su enloquecida búsqueda de placer y riqueza y con sus bajas normas morales. El seguir haciendo lo que usted sabe que es correcto, el tener la determinación de vivir en conformidad con las convicciones de uno a pesar de lo que otros hagan—bueno, eso requiere valor.

Hay muy poco valor de esta suerte en el mundo hoy día. Sin embargo, hay mucho de lo que a menudo pasa por valor, a saber, temeridad física. Pero hay una gran diferencia entre las dos cosas. El valor se basa en principios; la bravura física se basa en la fuerza física, en la emoción o aun en motivos de conveniencia. Un boxeador profesional tiene bravura física; pelea por fama o dinero. Muchos soldados en combate, encendidos con la pasión de matar, o confiados a causa de equipo militar superior, quizás desplieguen bravura. Pero el valor no se basa en la fuerza física superior. Es fuerza mental o moral que proviene de la devoción a principios.

La Biblia nos da muchos ejemplos de la clase de valor que necesitamos en estos tiempos modernos. Entre los más notables de éstos se halla el ejemplo de valor suministrado por David el que mató al gigante. Siendo un simple muchacho encargado de las manadas de su padre, manifestó valor notable al protegerlas de las bestias salvajes. Como él mismo le dijo al rey Saúl en cuanto a ello: “Tu siervo llegó a ser pastor de su padre entre el rebaño, y vino un león, y también un oso, y cada uno se llevó una oveja del hato. Y fui tras él y lo herí y desde su boca hice el rescate. Cuando comenzó a levantarse contra mí, lo agarré de la barba y lo herí y le di muerte. Tanto al león como al oso tu siervo los mató.” ¡Ciertamente eso requirió valor!—1 Sam. 17:34-36.

Mientras todavía era joven, de más o menos unos diecisiete años de edad, David se encaró a Goliat, el gigante de tres metros de altura, quien por días había inmovilizado al entero ejército de Israel por el temor y quien seguía vituperándolos día tras día. David con valor extraordinario se acercó a este gigante calmada e intrépidamente, lanzándole un desafío y poniendo el punto en cuestión directamente delante de él: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien has vituperado. Este día Jehová te entregará en mi mano, y ciertamente te heriré y te quitaré la cabeza; . . . y la gente de toda la tierra sabrá que existe un Dios que pertenece a Israel.” Luego, con una honda de pastor y una de las piedras más lisas que pudo hallar, corrió hacia el gigante, tiró con su honda, y con la piedra que salió de ella derrumbó al gigante. ¡Qué despliegue de valor fue ése!—1 Sam. 17:45-50.

David continuó como varón valeroso. Al salir a la batalla inspiraba de tal manera a los varones que iban con él que las mujeres de Israel pudieron cantar: “Saúl ha derribado sus millares, y David sus decenas de millares.” Como resultado de esto el rey Saúl llegó a estar furiosamente celoso y envidioso de David y repetidamente se esforzó por matarlo, haciendo que David huyera con el tiempo a la cueva de Adullam, donde sus hermanos y la entera casa de su padre así como centenares de hombres que tenían motivos de queja se unieron a él. Allí, aunque fue perseguido como una bestia salvaje por el rey Saúl y sus soldados, David conservó su valor. De esto dio pruebas repetidas, como cuando en dos ocasiones tuvo a Saúl dentro de su poder y no obstante rehusó quitarle la vida al hombre que estaba determinado a quitarle la propia vida a David.—1 Sam. 18:7; 22:1,2.

Al llegar a ser rey, David extendió por medio de conquistas militares los límites de su nación a sus límites ordenados por Dios. Y que esta lucha fue asunto de valor puede verse por el hecho de que repetidamente David preguntó a Jehová Dios en cuanto a si entraba en la batalla o no, mostrando que estaba siendo guiado por la voluntad divina y no solo por el amor a la conquista.

¿De qué dependía el secreto del valor de David? Ante todo, dependía de su gran fe en Jehová: “Jehová, quien me libró de la garra del león y de la garra del oso, es quien me librará de la mano de este filisteo.” Su amor a la justicia contribuyó también a su valor: “Los inicuos ciertamente huyen cuando no hay perseguidor, pero los justos son como un cachorro de león que tiene confianza.” Y además, el amor a Jehová Dios y a su propio pueblo le dio valor a David: “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor ejerce una restricción.” Sí, se puede decir que fe en Jehová Dios, amor a la justicia y amor a Dios y al prójimo dan razón del valor notable de David.—1 Sam. 17:37; Pro. 28:1; 1 Juan 4:18.

El tener valor como el de David para estos tiempos modernos requiere las mismas tres cualidades básicas. La fe en Jehová Dios le dará a usted el valor que le suministran sus convicciones: que usted no necesita imitar las prácticas ímprobas de sus competidores a fin de proveer para usted mismo apropiadamente. El amor a la justicia le dará a usted la fortaleza para admitir un error. Y el amor a Dios y a su prójimo le darán a usted el valor de nadar contra la marea y tratar de hacer lo que le agrade a Dios y lo que es para el más elevado bienestar de aquellos con quienes usted se asocia, aunque no siempre aprecien ese hecho.

Para adquirir este valor semejante al de David para los tiempos modernos, usted necesitará estudiar la Palabra de Dios. Esta sola puede darle a usted la fe necesaria, el aprecio esencial de lo que es justo y el amor a Dios y al prójimo.

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