¿Cómo junta dinero su religión?
SE NECESITA dinero para dirigir una casa, un negocio o un gobierno. Se necesita dinero también para sostener la operación de una organización religiosa. Muchos y variados son los métodos que usan las iglesias y templos para juntar el dinero que necesitan. ¿Qué método usa su religión? Aun más importante: ¿Qué método indica la Palabra de Dios, la Biblia, como el que se ha de preferir?
Los métodos más populares de juntar fondos que usan muchas religiones incluyen cenas en las iglesias, ventas de pan y pasteles y cosas usadas, tómbolas y aun asados de res. Por supuesto, no hay nada malo en estas actividades en sí mismas, pero cuando se emplean para juntar fondos con propósitos religiosos, el cristiano naturalmente se siente impulsado a buscar alguna base o precedente bíblico que apoye su uso. Pero la búsqueda es en vano, porque no fue Jesús ni fueron sus apóstoles quienes dieron origen a estos métodos de juntar fondos. De hecho, las meriendas provistas por Jesús fueron gratis.—Mar. 6:35-44; 8:1-9.
Otros, por otra parte, juntan dinero para sus iglesias por medio de operar juegos de azar, como bingo, rifas y loterías. Debe sacudir la serenidad de algunos miembros de las iglesias leer informes de la prensa como éstos: “Fiesta eclesiástica de rifas parada por la policía,” y “‘Ruleta’ de caridad decomisada.” Algunos tal vez estén renuentes a pensar en esto como juego de azar. De una manera u otra tal vez les parezca que, puesto que los juegos están conectados con obra eclesiástica, son levantados fuera de la región de cualquier cosa que sugiera inmoralidad. ‘Y,’ tal vez piensen, ‘realmente no se hace daño, puesto que los fondos no se apropian para el enriquecimiento personal de individuos.’ Pero un poco de pensar en el asunto nos dirá que alguien está siendo perjudicado, por lo menos de manera financiera. Puesto que estos proyectos tienen el propósito de juntar fondos para la iglesia, entonces tiene que haber un ganador—la iglesia. Y puesto que tiene que haber un ganador, también tiene que haber un perdedor—el participante. Por eso, ¿va a ayudar esto al participante a cumplir con sus obligaciones financieras en casa y en otros respectos? Quizás alguien crea que esto solo es una manera de ayudarle a vivir en conformidad con sus obligaciones para con su iglesia. Pero siempre podría contribuir el dinero a la iglesia según sus recursos. Mucho depende de si quiere hallar “emoción” al dar, o felicidad al dar, que es lo que recomienda la Biblia. (Hech. 20:35) Por supuesto, hay más que solo obligaciones financieras que considerar. La gente ingresa en las iglesias como un medio de acercarse más a Dios. Pero, ¿puede decirse honradamente que el juntar dinero mediante juegos de azar acerca a la gente más a Dios? Él habla claro contra los que “arreglan una mesa para el dios de la Buena Suerte.”—Isa. 65:11.
Varias iglesias usan los servicios de expertos, profesionales en juntar fondos, que usan toda la técnica moderna del arte de vender para ejercer fuerte presión en los miembros de las iglesias para que hagan contribuciones más grandes. Además, hay “estratagemas psicológicas,” anunciadas por organizaciones como el Instituto Norteamericano de Investigación de Motivación y que se ofrecen a los clérigos por un precio. Pero, ¿cuál es el efecto en los miembros de las iglesias cuando comienzan a comprender que están siendo tratados con “técnica” y “estratagemas” todos los domingos? Tal vez den, pero, ¿son dadores felices?
OPERANDO EMPRESAS COMERCIALES
Luego, por otra parte, otras iglesias han entrado en los negocios para juntar dinero. Por eso el Journal de Milwaukee, Wisconsin, del 25 de febrero de 1962 informó que “Las iglesias ‘acumulan tesoro’ en los negocios,” y que “Muchas organizaciones religiosas obtienen ganancias en una extensa variedad de empresas no religiosas, desde lugares de estacionamientos hasta fábricas vinícolas.” Bajo estos encabezamientos el Journal siguió diciendo:
“Exactamente adentro de la entrada de un parque grande de diversiones de Nueva Jersey una monja con túnica negra se sienta en una silla plegadiza, aceptando con una expresión calurosa de ‘Dios le bendiga’ cada moneda que cae en la caja de puros que tiene en su regazo. El pedir limosna no le causa vergüenza. Pero si es por dinero que se esfuerza, verdadero dinero, su método humilde está tan desentonado con la escena de las iglesias de 1962 como lo están los avemarías que susurra con el estridente um-pa-pá de los calliopes. . . . Ella podría, por ejemplo, sacar una ganancia neta para su iglesia poseyendo un lugar de estacionamiento para automóviles, o un restaurante, o una casa de apartamientos, o una mina de hulla. . . . O, ella podría hacer dulces exquisitos, u hornear pan excelente, o [hacer] aguardiente fresco. . . . Estas solo son un puñado de empresas lucrativas tras las que se esfuerzan hoy las iglesias a través del país.”
Pero, ¿es el negocio por ganancia necesario para sostener la actividad religiosa? Ciertamente no hay nada malo en que el cristiano entre en los negocios. El apóstol Pablo y otros cristianos primitivos trabajaron por ganancia financiera cuando esto se hizo necesario. Pero, ¿necesario para qué? Pues, necesario para sus propias necesidades personales, para que pudieran sostenerse como ministros activos de la Palabra de Dios. No hay registro de que la iglesia cristiana del primer siglo en sí entrara alguna vez en negocios seglares para su propio sostén. Jesús no vio ninguna necesidad de acumular fondos por causa de llevar a cabo su ministerio. Cuando cierto gobernante joven rico vino para consultarlo sobre los requisitos de Dios, Jesús no le dijo que invirtiera y ensanchara sus riquezas para contribuir al ministerio. Más bien, le dijo que haría bien en librarse de sus estorbos materiales para dedicarse a la obra ministerial como seguidor de Jesús.—Mat. 6:19, 20; 19:16-25.
PIDIENDO O MENDIGANDO
El artículo que citamos del Journal de Milwaukee habló de una monja que mendigaba para su iglesia. Rogerio Lloyd, editor religioso del Guardian de Mánchester, una vez declaró que dio dos vivas cuando, después de veinte años, cesó de ser cura párroco. Una de estas vivas fue para celebrar el hecho de que ya no tendría que pedir dinero. Sin duda, una de las maneras en que pedía para su iglesia era por medio de hacer pasar el platillo de colecta. Esta práctica común generalmente no se considera como mendigar, pero la insinuación envuelta es equivalente a mendigar.
Mucha de esta forma de juntar dinero se hace por correspondencia, como cuando Billy Graham envía tarjetas postales solicitando ayuda para pagar por completo los déficits en que incurre por sus campañas de publicidad. Una carta enviada por las Misiones de Padres de la Pasión, ubicadas en la parte meridional de los Estados Unidos, comienza de esta manera: “Estimado amigo: ¿Tuvo usted que mendigar alguna vez? Conceda Dios que jamás tenga que hacerlo. Es una tarea sumamente desagradable—una que a menudo encuentra negativas severas y palabras ásperas, faltas de bondad, o simplemente es pasada por alto. No obstante, tenemos que mendigar. El sacerdote en la misión está obligado a ser un mendigante por Cristo.”
Pero, ¿podemos imaginarnos que la causa de Dios se halle en tan lamentable estrechez que sus siervos tengan que mendigar para mantenerla viva? ¿Tiene sentido el mendigar por Dios? ¿Es adecuado a las cosas el mendigar por Aquel a quien pertenecen el universo y “las bestias de mil montañas”? Los sacerdotes y levitas bajo la ley mosaica jamás tuvieron que mendigar. Cuando, en los días de Nehemías, los israelitas no proveyeron apropiadamente para la adoración del templo, los levitas se pusieron a trabajar en los campos para proveer para ellos mismos.—Sal. 50:10-12; Deu. 12:19; Heb. 13:10.
El mismo principio aplicó en los días de los apóstoles de Jesús. Cuando compañeros cristianos no sostuvieron al apóstol Pablo en su ministerio, él trabajó haciendo tiendas de campaña. Obró sobre el principio dictado por Jesús: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” Pablo puso el ejemplo para los cristianos.—Hech. 18:3; 20:34, 35; 1 Cor. 11:1.
DIEZMAR
Quizás su iglesia sea una de las que juntan dinero por medio del diezmo. Algunas organizaciones religiosas más pequeñas, como los adventistas del séptimo día y los mormones, han practicado el diezmar por mucho tiempo, pero hoy existe una tendencia definida hacia su uso tanto en la Iglesia Católica Romana como en las iglesias protestantes. Especialmente celoso en este respecto es el semanario católico romano estadounidense Our Sunday Visitor. Dice el “padre” José Payne: “Este es el plan de Dios, no del hombre, que cada devengador de salario dé el 10 por ciento a Sus obras. . . . Si ponemos en tela de juicio la equidad del diezmar estamos poniendo en tela de juicio la sabiduría de Dios.” Se dice que toda familia debe diezmar los ingresos brutos, y esto sin importar cuán grande sea la familia y cuán pequeños sean los ingresos.
Pero, ¿es el diezmar el “plan de Dios”? No, dice el teólogo católico romano Gregorio Baum, profesor de teología en el Colegio de San Miguel, Toronto, Canadá. El afirmar que lo es, dice él, es peligroso, “porque no solo proclama enseñanza incorrecta sino que también falsifica la ciencia de los hombres y causa angustia y sublevación. La enseñanza divina confiada a Israel ha sido abolida. . . . Como cristianos estamos libres de la ley de Moisés. La circuncisión, el diezmar y otros mandamientos ya no son para nosotros. ¿Es el diezmar la ley de la iglesia? La respuesta es muy sencilla. No lo es.” Sin embargo, el Concilio de Trento del siglo dieciséis, un concilio católico, fue hasta el grado de ordenar el diezmo bajo castigo de excomunión.
Quizás Gregorio Baum esté equivocado en cuanto a la enseñanza católica romana sobre el tema del diezmar, pero no está equivocado en cuanto a lo que la Biblia enseña en cuanto a ello. Cuando Jesucristo abolió mediante su muerte “la Ley de mandamientos que consistía en decretos,” también abolió el diezmar.—Efe. 2:14, 15; Rom. 6:14.
Si el diezmar fuera para los cristianos habría alguna indicación en ese sentido en las Escrituras Griegas Cristianas, pero buscamos en vano tal indicación. Aunque el diezmar se menciona unas cuarenta veces en la Biblia, solo hay tres referencias separadas y distintas a ello en el llamado Nuevo Testamento.
La primera de éstas es cuando Jesús dice: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque dan el décimo [o diezmo] . . . pero han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber, la justicia y la misericordia y la fidelidad.” Otra referencia se halla en las palabras del fariseo pagado de su propia rectitud de la parábola de Jesús: “Ayuno dos veces a la semana, doy el décimo [o diezmo] de todas las cosas que adquiero.” No obstante, una tercera referencia se halla en una consideración del tema en el libro de Hebreos, donde se menciona el diezmar para mostrar la superioridad del sacerdocio de Jesús, pero no para mostrar que el diezmar es para los cristianos.—Mat. 23:23; Luc. 11:42; 18:12; Heb. 7:4-9.
El solo razonar sobre el tema excluye el diezmar como medio de sostener las actividades cristianas. El servicio cristiano es asunto de amor, y el amor no se rinde sobre una base de porcentaje. El hombre que verdaderamente ama a su esposa no necesita ningún reglamento tal a fin de suministrarle lo que necesita, ni se limitaría a cierto porcentaje si pudiera dar más cuando se necesitara. Y una esposa que verdaderamente ama a su esposo no esperaría cierto porcentaje del salario de él para ella misma sin importar si él pudiera proveerlo o no. Dios es más razonable que la mejor ama de casa.
Además, el diezmar no siempre es un arreglo enteramente equitativo. Debido a las condiciones económicas desiguales de la actualidad, el diezmo para un hombre quizás ascienda a una simple friolera, una bagatela, por decirlo así, mientras que para otro quizás represente una carga que causa vértigos. Por eso, por una parte, el diezmo no necesariamente indicaría altruismo y, por otra parte, obraría una verdadera penalidad, una carga opresiva.
No sorprende, por lo tanto, que el diezmar no fuera parte de la enseñanza cristiana primitiva. En tiempos más primitivos se requería en la ley de Dios para los israelitas, pero era un arreglo enteramente justo. En primer lugar, cada israelita había recibido una porción justa de tierra y, si ésta se perdía, se hacía provisión para restauración en el año de jubileo. Además, el diezmo se daba principalmente al levita, que no había recibido herencia en la tierra. Pero aquellas condiciones no reinaban en la congregación cristiana. Por esta razón tampoco hallamos algún arreglo de diezmar en los días post-apostólicos de la iglesia cristiana. Dice la Encyclopedia of Religion and Ethics: “No se recurrió al sistema de diezmos por varios siglos . . . Hasta el cuarto siglo poco se sabe de ello . . . Epifanio dice que el diezmo no es más obligatorio que la circuncisión.” (Tomo 12, pág. 348) Sin embargo, con la apostasía de la fe verdadera, como se predijo por el apóstol Pablo, la iglesia cristiana también se extravió en cuanto a los medios que habían de usarse para juntar dinero para cuidar del gasto en que se incurría al predicar las buenas nuevas. No obstante, no fue sino hasta el siglo sexto que ciertos concilios eclesiásticos hicieron obligatorio el diezmo, y solo hacia el fin del siglo octavo Carlomagno hizo del diezmo un asunto de ley para el Santo Imperio Romano.
Sin embargo, aun en tiempos antiguos el dispositivo sencillo de tener una caja o cofre de contribuciones resultó muy eficaz. Esto se hizo en los días del rey Joás y el sumo sacerdote Joiada. Estos cofres también fueron prácticos en el día de Jesús, y un método semejante existe en los Salones del Reino de los testigos de Jehová hoy día. Una caja o dos de contribuciones se colocan en la parte de atrás del salón donde cada uno puede ir y contribuir lo que desee sin sentir ninguna obligación ni compulsión.—2 Rey. 12:9, 10; Luc. 21:1.
Donde está el espíritu cristiano verdadero, no hay necesidad de nada más; las actividades para juntar fondos consideradas aquí no se emplean. Lo que se requiere es enseñar más a la gente en cuanto a los propios atributos de Dios, su sabiduría, amor, justicia y poder, la verdad acerca de sus propósitos en cuanto a la vindicación de su nombre y el establecimiento de una Tierra paradisíaca. No han de pasarse por alto los ejemplos bíblicos del dar altruista desplegados por el Hijo de Dios y también por hombres, que aunque imperfectos, temían a Dios. Esta enseñanza efectuará una reacción espontánea de los que sean enseñados así. Entonces, como lo expresó el apóstol Pablo, “si primero está allí la prontitud, es especialmente acepto según lo que tiene la persona, no según lo que no tiene.”—2 Cor. 8:12.