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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
w64 15/2 págs. 124-125

Damasco—una joya del desierto

JUNTO a los montes Antilíbano de Siria y con el inmenso desierto sirio extendiéndose ante ella, Damasco es un oasis verde, resplandeciente, en una tierra desierta. Descendiendo a ella una abundancia de aguas desde las elevadas montañas tras ella, desde tiempos antiguos ha sido una parada refrescante para las caravanas que han viajado entre Babilonia, Palestina y Egipto. Mientras hubiera algunas personas que vivieran en esta región, la ubicación de Damasco ciertamente habría de ser el lugar para una población.

La historia de esta ciudad se remonta desde nuestro día presente hasta el tiempo de Abrahán, que vivió más de 1,900 años antes de la venida de Jesucristo. Fue de esta ciudad que vino el mayordomo de Abrahán, Eliezer, como se revela en la Biblia en Génesis 15:2. También se menciona a Damasco en Génesis 14:15 para indicar cuán al norte persiguió Abrahán a los cuatro reyes que se llevaron a Lot, su sobrino. En los días del rey David, fue capturada y guarnecida por David, pero bajo el reino del hijo de David, Salomón, se libró y se hizo independiente.

A causa de su ubicación remota, estaba, más o menos, a merced de ejércitos invasores, especialmente de los que venían de oriente en camino a Palestina. Fue tomada por los asirios, los babilonios, los persas, los griegos y los romanos. A través de su larga historia fue saqueada por soldados invasores repetidas veces, y por lo menos dos veces sus ciudadanos prominentes fueron llevados cautivos.

La ciudad está asentada sobre una meseta que está a unos 670 metros sobre el nivel del mar. Estando bien arriba del suelo del desierto caluroso, goza de una temperatura agradable que fluctúa entre 27° a 31°C. en el verano. Rara vez baja de 7°C. en el invierno. Dos ríos alimentados por las montañas riegan la región alrededor de Damasco, decorándola con vegetación exuberante. Para el viajero que salía del desierto caluroso, seco, era casi la más hermosa ciudad del mundo. Sus poetas la llamaron “La Perla de Oriente,” “El Ojo del Desierto.”

En tiempos bíblicos los dos ríos que había allí se llamaban el Abana y el Farpar. Estos fueron los ríos mencionados por Naamán el leproso que desde Damasco vino a donde Eliseo para ser sanado. Cuando se le dijo que se bañara siete veces en el turbio Jordán, se sintió enfurecido. “¿No son el Abana y el Farpar, los ríos de Damasco, mejores que todas las aguas de Israel?” (2 Rey. 5:12) Aquellos ríos hacían más para la tierra alrededor de Damasco que lo que el Jordán podía hacer en Palestina, por correr éste en cauces profundos, rocosos. Por eso, era natural que Naamán tuviera cierta cantidad de orgullo a causa de los ríos que hermoseaban a Damasco.

IMPORTANTE RUTA COMERCIAL

La ruta comercial internacional que venía desde Babilonia seguía al río Éufrates hacia el norte hasta un punto al nordeste de Damasco. Luego se dirigía a través del desierto a Damasco, a unos cuatrocientos ochenta kilómetros de distancia. Cuando los comerciantes llegaban a esta joya verde en una tierra seca, podían descansar y reabastecer su provisión de agua. Como pudiera esperarse, las caravanas traían mucho negocio a esta ciudad al detenerse en su camino a lugares más distantes. Este comercio de paso probablemente ha sido más importante para ella que su otro comercio.

Dirigiéndose al oeste desde Damasco había una ruta comercial que unía a la ciudad con la ciudad de Tiro, un puerto del Mediterráneo. El comercio entre Tiro y Asiria pasaba por Damasco. Por los artículos manufacturados que venían de Tiro, Damasco podía negociar con tales cosas como lana y vino. El profeta Ezequiel habla de esto, dirigiendo sus palabras a Tiro: “Damasco era tu mercader en la abundancia de tus obras, a causa de la abundancia de todas tus cosas valiosas, con el vino de Helbón y la lana de color gris rojizo.”—Eze. 27:18.

Tres rutas comerciales comenzaban en Damasco y se dirigían al sur, uniendo a Palestina y Egipto con la ruta bien recorrida entre Damasco y las ciudades cerca del río Éufrates al oriente. La ruta dominante pasaba por el extremo del noroeste del mar de Galilea y se abría paso hasta la población de puerto marítimo de Jope, donde se unía al gran camino costero. De allí se dirigía al sur a lo largo de la costa, pasando por la población filistea de Gaza, y seguía hasta Egipto por Gosén.

La segunda ruta comercial que se separaba del camino de Damasco meridional pasaba por la orilla del sudeste del mar de Galilea. Luego iba al sur por el centro de Palestina, pasando por Jerusalén, Hebrón, Beer-seba y finalmente terminando en Memfis en Egipto.

La tercera ruta desde Damasco se conocía como la “Carretera del Rey.” Se mantenía al lado oriental del Jordán y a unos veintinueve kilómetros tierra adentro desde el río. Era la principal carretera a través de Moab y Edom, la que los edomitas no quisieron que los israelitas usaran para pasar por su territorio en los días de Moisés, cuando dijeron: “Por el camino del rey marcharemos.” (Núm. 20:17) Se cree que fue la carretera usada por los reyes elamitas-babilónicos del día de Abrahán que atacaron a los reyes de Sodoma, Gomorra, Zoar, Adma y Zeboím, que estaban situadas en la vecindad del mar Muerto. Es muy probable que ellos siguieran la ruta acostumbrada a través del desierto hasta Damasco y luego se dirigieran al sur sobre la Carretera del Rey.

La Carretera del Rey unía a Damasco con Ezión-geber, importante puerto del mar Rojo. De allí la ruta se volvía hacia el poniente, cruzando la península de Sinaí, y entrando en Egipto al sur de las otras rutas que entraban en aquel país. Así Damasco tenía tres carreteras principales que la conectaban con Egipto así como con la mayor parte de Palestina. Era la ciudad clave por la cual el comercio de las ciudades de esta gran región pasaba para llegar a los grandes imperios que abrazaban el río Éufrates. Esta sin duda fue la razón por la cual fue incluida con las diez ciudades de la Decápolis griega, aunque se hallaba a una distancia grande al norte de las otras. Como lugar de valor estratégico económicamente para la gente del Próximo Oriente y como un oasis refrescantemente verde en el desierto, se ganó su reputación como joya del desierto.

Fue mientras Saulo de Tarso se acercaba a esta ciudad de Damasco en una misión de persecución contra los cristianos allí que una luz brillante del cielo lo dejó ciego y el glorificado Jesucristo lo censuró por su proceder. Solo unos cuantos días después Ananías, uno de los cristianos a quienes Saulo había venido a poner en cadenas, fue enviado por Jesús para restaurar la vista de Saulo e instruirlo en cuanto al Camino. Lo encontró en una casa de la calle llamada Recta, que era una magnífica vía pública en aquellos días. Pero después de un período de bastantes días, cuando Saulo había demostrado públicamente su celo por su fe recién hallada, mediante predicación celosa, los judíos de la ciudad discurrieron para librarse de él, y él tuvo que escaparse por la noche dentro de un cesto que fue descolgado por una abertura en el muro de la ciudad.—Hech. 9:1-25.

Aunque Damasco ha venido a menos como centro comercial, aun hasta este día no ha perdido su reputación de oasis fructífero, ni ha cesado de ser un lugar donde los cristianos fieles predican las mismas verdades que fueron dadas a conocer por Ananías, Saulo y otros cristianos fieles allí.

[Mapa de la página 124]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Damasco

Mar de Galilea

Mar Medit.

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