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  • Uso sabio del libre albedrío
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
w65 1/2 págs. 67-68

Uso sabio del libre albedrío

“NO COMPRENDO cómo ella puede ponerse un vestido de ese color. ¡Yo nunca me lo pondría!” “¿Música clásica? ¡No aguanto el escucharla!” “¿Comer carne? ¡Es lo peor que se puede comer!”

Sin duda usted podría agregar mucho a esta lista de gustos y aversiones entre los humanos. Bien se describiría con el dicho: “Lo que es carne para un hombre es veneno para otro,” la extensa variedad de gustos de los diferentes individuos.

Estos gustos diferentes reflejan el libre albedrío que tienen los humanos, libertad que es abrigada por cada persona. Debe ser así, porque Dios lo hizo así. El hombre fue creado con libre albedrío y recibió considerable libre albedrío en las cosas de la vida.

Sin embargo, esto no significa que la libertad del hombre no debería tener límites. En asuntos tales como los de adoración, doctrina y conducta, la Santa Biblia, la Palabra de Dios, da mucha información detallada en cuanto al derrotero apropiado a seguir. A menudo hay declaraciones específicas en cuanto a lo que es correcto y lo que es incorrecto. Dios no deja que el individuo establezca estas cosas. No obstante, el hombre puede optar por obedecer o desobedecer estas instrucciones; pero tiene que enfrentarse a las consecuencias.

No obstante, la Biblia no dicta leyes para regular directamente todo lo que uno haga. Deja un extenso campo en cuanto a selección, iniciativa y gusto individuales. La variedad de gusto personal que resulta de esto hace más interesante la vida. ¡Cuán monótono sería si cada persona tuviera exactamente el mismo gusto en todo lo que la Biblia deja al libre albedrío! De modo que aunque los principios de la Biblia siempre deben guiarnos, la selección del alimento, ropa, diversión, muebles y muchas otras cosas de uno en gran manera se le deja al individuo. Sin embargo, al ejercer este libre albedrío uno debe tener cuidado de no violar el libre albedrío de otros.

Por ejemplo, quizás a usted le agrade muchísimo el escuchar música, y usted está libre para hacerlo. Pero en vez de eso quizás su vecino prefiera leer en silencio. La selección de usted no debe estorbar la de él. Si usted insiste en tocar su música tan fuertemente que perturbe a su vecino, entonces usted viola el libre albedrío de él. Él no está optando por escuchar la música de usted voluntariamente, sino que se le está imponiendo a él. Usted ha abusado de su libertad. El principio bíblico que tiene que recordarse es éste: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mat. 7:12) Usted no quiere que la selección de otro le sea impuesta a usted. No imponga la de usted a él.

También la conciencia cristiana debe tomarse en consideración. El cristiano aprecia su libertad para escoger la clase de música que quiera escuchar, pero también comprende que algunas canciones son sugestivas y desmoralizadoras. De modo que evita éstas. Él llena su mente de lo que es justo y casto. Él no abusa de su libre albedrío, porque no quiere causarse daño espiritualmente.—Fili. 4:8.

En el asunto de vestirse al cristiano también se le concede un amplio campo de selección. Pero dado que lo que se considera indumentaria aceptable, bien arreglada, en una parte del mundo quizás se considere como ofensivo e inmodesto por personas moralmente rectas en otra parte del mundo, los cristianos tienen que usar discernimiento sabio en su selección. El consejo bíblico para las mujeres es que “se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio.” (1 Tim. 2:9) Por eso la mujer cristiana tendrá cuidado de nunca aparentar que es inmodesta. Evitará el ser arrollada por las chifladuras de este mundo moralmente decadente. Pero, sabiamente, evitará el constituirse como juez de otros.

La Biblia también deja que el cristiano decida qué clase de alimento comer. (1 Cor. 10:25) Quizás una persona guste de comer carne, otra quizás sea vegetariana. Ambas tienen libertad para comer lo que escojan. Si una persona opta por no comer carne, o algún otro alimento, no se le debe criticar: “El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios ha recibido con gusto a ése. ¿Quién eres tú para juzgar al sirviente de casa ajeno?”—Rom. 14:3, 4.

Pero aun en su comer, el cristiano maduro usará discernimiento al ejercer su libre albedrío. Si sabe que ciertos alimentos o bebidas ofenden a otros, entonces no insistirá en sus derechos. Ejercerá su libre albedrío con consideración a otros.—1 Cor. 10:23, 24, 32, 33; 8:7-13.

Puesto que la Palabra de Dios permite a los cristianos un campo tan extenso de selección en tantas cosas, le conviene a cada uno el considerar seriamente el consejo de Jesús: “Dejen de juzgar para que ustedes no sean juzgados.” (Mat. 7:1) Sin duda otros tienen gustos personales y maneras de hacer las cosas muy diferentes a los de usted, y no es cristiano el violar su libertad criticándolos o yendo de una persona a otra preguntando si otros creen que lo que hace Fulano de Tal está bien hecho, y así poner en tela de juicio a aquél. ¡Cuánto mejor es poner nosotros mismos un buen ejemplo, y, cuando se trata de otros, elogiarlos por el progreso que están logrando hacia la madurez cristiana!

Esto no significa que en el arreglo de la familia los padres no deben regular el libre albedrío de sus hijos por medio de corregirlos y disciplinarlos. Esta es su obligación. Los superintendentes cristianos también están obligados a mostrar interés amoroso en el bienestar espiritual de todos los de la congregación. A veces pueden observar que se están desarrollando circunstancias que fácilmente podrían resultar en un problema serio, y pueden ofrecer consejo sano para ayudar a impedirlo. En vez de violar el libre albedrío de usted, el deseo fervoroso de ellos es ayudarle a usted a ver cómo aplican los principios bíblicos para que usted use sabiamente su libre albedrío.

Sí, el libre albedrío se desea y es necesario para los humanos, pero hay que usarlo sabiamente. Tenemos que comprender que no podemos tener libertad total en todo campo y todavía ser aprobados por Dios o tener armonía con nuestro semejante. El cristiano maduro siempre se guía por el principio bíblico que declara: “Sean como personas libres, y sin embargo teniendo su libertad, no como disfraz para la maldad moral, sino como esclavos de Dios.”—1 Ped. 2:16.

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