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  • ¿Defiende usted lo que es correcto?

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  • ¿Defiende usted lo que es correcto?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
w65 1/11 págs. 643-644

¿Defiende usted lo que es correcto?

POR todas partes hay apremios sobre las personas temerosas de Dios para que hagan lo que saben que es incorrecto. Por ejemplo, quizás sea la práctica comercial común el que una persona defraude a los clientes presentando en falsos colores los productos que vende, o prometa ciertos servicios y luego no dé lo que se promete. Si usted es comerciante, ¿tiene el valor y la integridad para hacer sus tratos con honradez, aunque esto quizás no sea tan lucrativo financieramente?

Los jóvenes, saben que es incorrecto hacer trampa en la escuela, pero a pesar de saber esto muchos de ellos hacen trampa. De hecho, en una encuesta reciente en la que fueron interrogados 5,000 estudiantes de noventa y nueve universidades, casi la mitad confesó que había participado en alguna forma de hacer trampa. Como estudiante, ¿tiene usted la fortaleza para defenderse contra los apremios para que cometa tal maldad?

El cristiano comprende que debe adoración y lealtad a Dios, prescindiendo de lo que otros requieran. “Es a Jehová tu Dios que tienes que adorar, y es a él solo que tienes que rendir servicio sagrado,” dijo Jesucristo. (Mat. 4:10) Los apóstoles de Jesús comprendieron la importancia de obedecer este mandato de adorar a Dios, y por eso en una ocasión dijeron a un tribunal judío: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” (Hech. 5:29) ¿Tiene usted, también, el valor de poner la adoración de Dios en primer lugar aun ante persecución enconada?

¿Qué haría usted si las autoridades le mandaran, como hicieron a los cristianos primitivos, que no “hiciesen expresión alguna ni enseñasen sobre la base del nombre de Jesús”? ¿Defendería usted lo que sabía usted que es correcto? Los apóstoles Pedro y Juan lo hicieron. Respondieron impávidamente: “Si es justo a la vista de Dios escucharles a ustedes más bien que a Dios, júzguenlo ustedes mismos. Mas en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído.” (Hech. 4:18-20) ¿Habría usted tenido el valor para decir lo mismo?

A través de la historia hombres y mujeres se han enfrentado al desafío de defender lo que es correcto, o sucumbir a los apremios que se han proyectado para quebrantar su integridad. En los días del anciano profeta Daniel, por ejemplo, se aprobó una ley que hacía un crimen del ‘suplicar a algún dios u hombre salvo a Darío el rey persa.’ (Dan. 6:7) El castigo por la desobediencia era muerte por las bocas de leones. ¿Qué haría Daniel cuando se enterara de esta ley? ¿Qué habría hecho usted?

El registro bíblico dice: “Mas Daniel, tan pronto supo que el escrito había sido firmado, entró en su casa, y . . . tres veces al día se arrodillaba y oraba y ofrecía alabanza delante de su Dios, como lo había estado haciendo regularmente antes de esto.” Daniel sabía que era correcto y apropiado orar a su Creador, ¡y tuvo el valor de defender lo que creía!—Dan. 6:10-28.

Tales ejemplos de fidelidad no se limitan a tiempos pasados. Muchos siervos de Dios también han defendido lo que es correcto en nuestro día. Por ejemplo, en la Alemania nazi, donde se requería que los ciudadanos aclamaran a Hitler y dieran lealtad indiscutible al Estado. Un proyecto de propaganda bien planeado embaucó a la mayoría de la nación, haciéndoles creer que era correcto ser obediente a tales requisitos. Pero, ¿cómo podrían dar los cristianos verdaderos honores de adoración a un hombre? ¿Cómo podrían dar su vida en apoyo de la búsqueda de dominación del Estado? No podían hacerlo y al mismo tiempo adorar apropiadamente a Dios. Esto resultó en una prueba severa para ellos.

Considere el caso del joven Heriberto Walter, que vivía con su familia en una granja grande en Schlesien, entonces parte de la Alemania oriental. Había llegado a ser un diligente estudiante de las Escrituras, y esperaba las bendiciones que el reino de Dios traería a la Tierra. Su padre, por otra parte, era un alemán orgulloso, patriótico, que, junto con sus otros hijos, era un sostenedor ardiente de Hitler. Con el tiempo el padre de Heriberto lo repudió, diciendo: “No tengo ningún hijo que no muestre interés en su madre patria.” De modo que Heriberto y su esposa se vieron obligados a salir de la granja.

Luego, en 1939, el blitzkrieg, o guerra relámpago, se desbordó sobre Polonia, y a principios de 1941 se le ordenó a Heriberto que se presentara al centro de entrenamiento de Luebeck, Alemania. Allí, en medio de ceremonias patrióticas, los reclutas marchaban hacia adelante, ponían la mano sobre la bandera, y juraban dar su vida por la madre patria y el führer. El momento había llegado. Heriberto sabía que vendría. ¿Qué haría? Su familia y amigos repetidas veces le habían instado a renunciar a su “religión loca.” ¿Influirían ahora en su ánimo sus peticiones? Cuando se le exigió la razón por negarse a jurar lealtad, él contestó: “Mi vida pertenece a Jehová Dios, y no es mía para dársela a otro. Ya he prometido mi lealtad al rey de Dios, Cristo Jesús, que es mi Señor.”

Se actuó inmediatamente. Se celebró un juicio rápido, se dio una sentencia de muerte. Aguardando en su celda el 8 de mayo de 1941, Heriberto pasó sus últimos momentos escribiendo a los que dejaba. Brevemente, les dijo que sería decapitado antes de salir el Sol, y se esforzó por explicarles por qué tuvo que defender lo que creía. Después, se hizo un anuncio público de la ejecución en su comunidad natal.

“¿Cómo se sintió usted en cuanto a que su hermano fue decapitado?” se le preguntó recientemente a la hermana de Heriberto. “Yo y mi familia nos sentimos profundamente avergonzados. Era una vergüenza que se le hubiera hallado culpable como traidor a su país,” contestó ella. “Pero, ¿cómo se siente usted ahora?” “Estoy muy orgullosa de él. Estoy muy feliz porque él hizo la cosa correcta y no transigió.” Estas fueron las palabras de la hermana de Heriberto a un auditorio cristiano en el oeste medio de los Estados Unidos, adonde ella se había mudado con su familia. Después de todos estos años ella había aceptado un estudio bíblico, y, siguiendo el ejemplo de su ahora amado hermano, en esta asamblea estaba siendo bautizada en símbolo de su dedicación para servir a Jehová Dios, El que remunera a los que le buscan encarecidamente, aun levantándolos de entre los muertos.

No siempre es fácil defender lo que es correcto. Quizás hasta suceda que usted se vea amenazado con tormento y muerte. Tenga presente la promesa de Dios de una resurrección. ¡Cobre valor! Usted puede defender lo que es correcto.

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