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  • El reverso de la moneda
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 15/2 págs. 99-100

El reverso de la moneda

CADA moneda tiene dos lados, un anverso y un reverso, que se completan. Es como cuando la Biblia habla de la “cabeza” y la “cola,” y dice: “El anciano y el sumamente respetado es la cabeza, y el profeta que da instrucción falsa es la cola.” (Isa. 9:15) Así también, una “parte superior” entraña la existencia de una “parte inferior”; un “interior,” un “exterior”; un “oriente,” un “poniente,” etc.

Pudiera decirse que un principio semejante aplica a las finanzas. Todos los haberes entrañan obligaciones a pagar, dependiendo de cómo se les considere. Por ejemplo, en su estado de cuentas anual el banco debe ver que sus haberes balanceen con sus obligaciones a pagar. Entre sus haberes pudieran estar alistados depósitos que ascienden a muchos millares de dólares; pero éstos representan al mismo tiempo obligaciones a pagar, puesto que los patrocinadores del banco pueden pedir que se les devuelvan sus depósitos, y el dinero realmente les pertenece, pues el banco paga interés por el privilegio de usarlo.

Este principio de que hay el reverso de la moneda pudiera decirse que aplica también a muchísimos de los mandatos que encontramos en la Palabra de Dios—y en otros lugares también, tratándose de eso—y esto especialmente en lo que toca a los que colocan en algunas personas ciertas obligaciones en su relación con otras. Todo mandato que se da a un grupo de personas para beneficio de otro grupo pudiera decirse que representa un haber para los beneficiados. Pero inherente en tales beneficios yace casi invariablemente una entrañada obligación a pagar de parte de los que así se benefician. Esto se debe principalmente a la regla de que hemos de hacer a otros como queremos que ellos nos hagan a nosotros.—Luc. 6:31.

Por ejemplo, de acuerdo con la Palabra de Dios el esposo es cabeza de la familia, y a su esposa se le asemeja a su cuerpo. De consiguiente, a las esposas se les dice que estén en sujeción a sus esposos en todo. (Efe. 5:23, 24) Pero que ningún esposo se manifieste satisfacción maligna por esto. ¿Por qué no? Porque implícita en ello está una obligación a pagar, por decirlo así. Lo obliga a tratar a su esposa como a su propio cuerpo, a amarla como a sí mismo se ama, a cuidarla, quererla, alimentarla y vestirla, a proveer un techo sobre su cabeza y a protegerla de daño. De modo que el haber que le resulta al esposo en virtud de su jefatura y la sujeción de su esposa a él entraña una obligación grande a pagar, el reverso de la moneda. ¡Esto debe servir para hacerlo, como cabeza, modesto y humilde!

Lo mismo, por supuesto, es verdad en cuanto al mandato a los esposos de amar a sus esposas como a sus propios cuerpos, como Jesucristo “también amó a la congregación y se entregó a sí mismo por ella.” (Efe. 5:25) ¿Se queja una esposa de que su esposo no la ama como él ama a su propio cuerpo? Entonces ella pudiera preguntarse: ¿Estoy dando a mi esposo la cooperación que debería darle? ¿Estoy en sujeción a él como lo está su propio cuerpo? Ciertamente su propio cuerpo no se queja continuamente ni lo sermonea en cuanto a cosas. La Biblia dice: “Mejor es morar en un rincón de un techo que con una esposa contenciosa, aunque en una casa en común.” (Pro. 21:9) Así sucede con el haber o ventaja que le resulta a la esposa en virtud del mandato bíblico de que su esposo la ame como a su propio cuerpo; está implícita la obligación de la esposa de cooperar tan plenamente como sea posible con su cabeza. ¡Esto, por supuesto, hará más fácil el que su esposo ame a su esposa como él mismo se ama!

Sin embargo, que nadie piense que la desatención de parte de uno justifica la desatención de parte del otro. ¡No! Las obligaciones subsisten prescindiendo de lo que el otro haga o no haga, pero la justicia y el amor al prójimo indican que cada uno debe hacer su parte.

El principio de que la moneda tiene un reverso también aplica a los mandatos que da la Biblia en cuanto a la conducta apropiada entre los sexos. La Palabra de Dios da consejo sumamente sabio y sano sobre tales asuntos, porque fue inspirada por Aquel que entiende la naturaleza humana mejor que cualquier otra persona en el universo. Por ejemplo, ésta dice a los hombres de la congregación cristiana que traten a las mujeres “de menos edad como a hermanas con toda castidad.” También advierte que si un hombre sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella equivale a cometer adulterio en su corazón.—1 Tim. 5:2; Mat. 5:28.

Pudiera decirse que mandatos como éstos representan un haber o una ventaja para las mujeres de menos edad, en realidad para todas las mujeres, ya que les proporciona un sentido de seguridad y libertad, especialmente dentro de la congregación cristiana. Pero con esta ventaja también viene una obligación a pagar de parte de ellas. ¿Cuál es? Que se comporten y se vistan como hermanas de los hombres, no como sirenas. Como el apóstol Pablo aconsejó a las mujeres cristianas: “Deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio.”—1 Tim. 2:9.

Pudiera decirse que el principio de que la moneda tiene un reverso aplica en particular a todas las relaciones que implican autoridad y sujeción. Así, con la obligación directa de que los estudiantes pongan atención se incluye la obligación implícita de parte del maestro de enseñar con habilidad y entusiasmo para retener la atención de los estudiantes. Pero prescindiendo de lo que cualquiera haga, como ya se ha señalado, cada uno tiene su obligación: el maestro, de dar lo mejor prescindiendo de que los estudiantes pongan atención cuidadosa o no; los estudiantes, de poner atención cuidadosa aunque el maestro carezca de habilidad y entusiasmo.

Así sucede también en la congregación cristiana. A sus miembros se les manda: “Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes y sean sumisos.” Pero con este mandato se incluye la obligación implícita de tomar la delantera de tal manera que no se haga la obediencia indebidamente gravosa, porque los que toman la delantera tienen que rendir cuenta en cuanto a los que están bajo su cuidado.—Heb. 13:17.

El comprender que hay el reverso de la moneda, que hay una obligación implícita para nosotros en muchísimos mandamientos que parecen estar a nuestro favor individual, nos ayudará a mostrar empatía. Contribuirá a mejor entendimiento, mejor cooperación, más armonía y eficacia. Es una manera en que podemos ayudar a la otra persona a cumplir con sus obligaciones; así estaremos obedeciendo la regla de hacer a otros como queremos que ellos nos hagan a nosotros.

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