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  • Jehová ha tratado conmigo de manera remuneradora
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 15/6 págs. 380-382

Jehová ha tratado conmigo de manera remuneradora

Según lo relató Mabelle Ilett

AHORA tengo ochenta y siete años de edad y a menudo me apoyo en los brazos de otros, de modo que no me es fácil andar de un lado a otro. Pero estuve presente en la reciente Asamblea “Palabra de Verdad” de los testigos de Jehová en el Estadio Yanqui de la ciudad de Nueva York. Allí una de las enfermeras de las oficinas principales de la Sociedad Watch Tower me llevó en una silla de ruedas en torno de toda la circunferencia del campo de pelota para que yo pudiera echar un buen vistazo a la muchedumbre. ¡Cómo se regocijó mi corazón al mirar las tribunas y ver a decenas de millares de testigos de Jehová! Sí, por muchas razones mi debilidad física es más que contrapesada por el gozo de mi corazón, que clama como el salmista David de la antigüedad: “Cantaré, a Jehová, porque él ha tratado conmigo de manera remuneradora.”—Sal. 13:6.

Fue una invitación impresa a una conferencia bíblica pública la que me ayudó a dar el primer paso hacia una vida de galardones espirituales. En la primavera de 1922 dejaron en mi casa una hoja suelta en la que se invitaba a la gente a escuchar una conferencia intitulada “¿Dónde están los muertos?” Deseaba muchísimo oír este discurso y deseaba saber si mi esposo Ambrosio accedería a llevarme a oírlo.

Cuando Ambrosio vino a casa a almorzar un día, le mostré el tratado. Me dijo que había estado leyendo un libro intitulado “El Plan Divino de las Edades,” publicado por la organización que patrocinaba la conferencia pública. ¡Qué maravilloso! pensé. ¿Podría contener este libro la verdad que había yo estado buscando por tanto tiempo? ¿Me ayudaría esta conferencia en mi búsqueda de conocimiento exacto?

Ambos asistimos a la conferencia. ¡Cuán refrescante fue esa primera reunión! Me deleité al oír la evidencia bíblica que refuta tales doctrinas como fuego del infierno y el purgatorio. Cuando llegamos a casa, exclamé: “¿Habías oído antes algo tan maravilloso, querido? ¡Estoy tan feliz al saber que no hay infierno ni purgatorio ardientes!” Convino. Ahora mis pensamientos eran: ¿Dónde podría yo hallar más de esta información maravillosa? ¿Exactamente cuál es el propósito de Dios? ¿Qué tengo que hacer para agradar plenamente a Dios? ¿Me mostraría el camino Dios? Lo hizo.

Sucedió que una paciente de mi esposo (quien era doctor en medicina) nos vio en esa conferencia pública. Me llamó por teléfono al día siguiente para decirme que había un estudio bíblico en el vecindario. Estaban estudiando la Biblia con la ayuda del libro El Arpa de Dios. Le hablé a mi esposo en cuanto a esto, y empezamos a asistir al estudio bíblico del vecindario.

¡Me deleité con este libro, El Arpa de Dios! El prefacio del libro decía: “El lector debería considerar cada punto presentado aquí, compararlo con las Escrituras y probar cada proposición, y así, lograr alcanzar la convicción en su propia mente.” Hice eso, buscando más de setecientas citas bíblicas. Clara y rápidamente aprendí acerca de la creación de la Tierra y el hombre, la promesa que se hizo a Abrahán, el nacimiento de Jesucristo, el rescate, la vuelta de Cristo y la glorificación de “la iglesia.”

COMENZANDO EN EL MINISTERIO DEL CAMPO

Debido a, estudiar y reunirme con regularidad con el pueblo de Jehová, no pasó mucho tiempo para que yo comprendiera que yo, también, debía ser una proclamadora de estas noticias gozosas. Me sentí como Jeremías de la antigüedad. Si retenía el mensaje dentro de mí, éste sería como un fuego en mis huesos. De modo que simplemente tuve que decir a otros lo que aprendía en cuanto a los propósitos de Dios, y Jehová me bendijo por hacer tal cosa.

Aunque todavía era una principiante en conocimiento bíblico, abordaba a los amos de casa y les decía la verdad con la Biblia, como yo la sabía. Siempre recordaré con aprecio cómo un hermano me observaba al trabajar yo de casa en casa en territorios rurales. Si se daba cuenta de que me faltaban palabras, rápidamente salía de su auto, venía a pararse junto a mí y suplía el conocimiento que me faltaba. Esta fue una provisión amorosa y un apoyo excelente para mí hasta que supe más respecto a la Palabra de verdad de Jehová y pude defender su verdad de manera más madura.

Nuestro ministerio en el campo en el norte del estado de Nueva York me hacía recordar la manera en que Jesucristo predicaba. Como Jesús lo hizo, así nosotros íbamos de aldea en aldea, de población en población y de ciudad en ciudad. Esos días de 1923 a 1929 estuvieron llenos de galardones para mí, y jamás los olvidaré. Jehová de veras trató conmigo de manera remuneradora, y ahora más galardones me esperaban.

En 1929 mi esposo y yo hicimos una decisión trascendental en cuanto a nuestro futuro en el servicio de Jehová. La selección era si habríamos de continuar en nuestro trabajo seglar o ensanchar nuestro ministerio del Reino a otros campos. ¿Qué haríamos? Nuestra decisión fue vender nuestra casa en Watertown, Nueva York, con sus muchas comodidades, y extender nuestros privilegios de predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Aunque sentimos algo de tristeza al dejar atrás a amigos queridos y a los pacientes de mi esposo, el servir a Jehová era más importante para nosotros. Después de todo, ¿no habíamos dedicado nuestra vida a él? Deseando edificar nuestra vida en torno de ese voto de dedicación, quisimos ir a otros lugares para servir a nuestro maravilloso Dios, Jehová.

De modo que entramos en el trabajo de predicación de tiempo cabal en 1929. Nuestro ministerio nos llevó a Maine, Vermont y New Hampshire en el verano, y a Florida en el invierno. Testificábamos a la gente, ofreciéndole tales ayudas para el estudio de la Biblia como los libros Liberación, Creación y El Arpa de Dios. ¡Qué maravillosos instrumentos eran tanto para alimentar nuestra mente con las preciosas verdades de nuestro Dios, Jehová, como para ayudar a otros a buscarlo! Cuando hallábamos a personas muy interesadas, siempre las volvíamos a visitar y veíamos cómo les iba. Nuestro ministerio en este campo continuó hasta fines del año 1931. Entonces Jehová nos recompensó con más privilegios de servicio.

TRABAJO MISIONAL EN CUBA

Habíamos oído que había necesidad de proclamadores del Reino en Cuba; de modo que nos ofrecimos a ir. Con un espíritu misional como el del apóstol Pablo, cuatro de nosotros fuimos a servir como misioneros en Cuba. Sentimos la misma emoción que los graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower sienten hoy en día, ante la perspectiva de ir como misioneros a tierras extranjeras. ¡Qué bien recuerdo el empacar el auto con pertenencias para el viaje! Viajamos por auto hasta Florida y tomamos un barco desde allí hasta Cuba.

Un punto sobresaliente de nuestro trabajo en Cuba lo recuerdo cariñosamente; éste fue una asamblea que celebramos el 9 de noviembre de 1932. ¡El hermano Rutherford dio la conferencia pública a una asistencia máxima de diez personas! La asamblea se celebró en una casa particular en La Habana, y tuvimos una reunión magnífica, regocijándonos en Jehová y en su bondad. Recuerdo la forma tan vigorosa en que habló el hermano Rutherford sobre las verdades bíblicas. En esa ocasión nos dijo que esparciéramos las buenas nuevas en todas partes de Cuba, para abarcar toda la isla. También nos dijo que al dar un testimonio del Reino no deberíamos pasar por alto a la gente influyente en Cuba.

Obedecimos estas instrucciones y testificamos a políticos, médicos, abogados, negociantes, sacerdotes y monjas, así como a los predicadores del protestantismo. Algunos eran bondadosos, otros no; pero no obstante predicamos las buenas nuevas sea que oyeran con placer o disgusto. Recuerdo que un predicador me dijo que yo era muy presuntuosa al venir a las puertas con este mensaje. Le contesté: “El mensaje del Reino es para todos, y yo no me siento presuntuosa al venir a su puerta.” Tales rechazamientos no me desanimaban.

Jehová continuó bendiciendo nuestro trabajo en Cuba, y, con nuestro auto, abarcamos casi toda la isla, ofreciendo ayudas para el estudio de la Biblia como la edición hispana de El Arpa de Dios. ¡Le doy gracias al Señor por tan maravillosa experiencia en el extranjero! Pero ahora Jehová tenía más trabajo para que lo hiciéramos en Su servicio. Trató con nosotros de manera remuneradora capacitándonos para entrar en un nuevo campo de servicio.

SERVICIO DE BETEL

El 23 de octubre de 1933 mi esposo y yo estábamos visitando a los Van Amburgh en Betel de Brooklyn, las oficinas principales de la Sociedad Watch Tower. Después de desayunar, el presidente de la Sociedad invitó a los hermanos Van Amburgh e Ilett a su oficina. Pasaron dos horas. ¿De qué podrían estar hablando? me preguntaba. Finalmente, el hermano Rutherford vino a la habitación de los Van Amburgh, donde yo estaba, y me miró a los ojos (como siempre lo hacía cuando le hablaba a una persona) y me preguntó directamente: “¿Cómo le gustaría a usted venir a Betel y servir aquí con el hermano Ilett? De vez en cuando miembros de nuestra querida familia se enferman y necesitamos un médico aquí.” Me sorprendí. ¡Nunca esperaba nada semejante a eso! Contesté: “Si ésa es la voluntad de Jehová, sí, vendré a Betel.” Así los dos entramos en los galardones del servicio de Betel.

Mis años en Betel han resultado ser deleitables, trayéndome una variedad de privilegios. Serví en el escritorio de recepción de Betel, de cuando en cuando, por muchos años. ¡Qué placer era recibir al pueblo querido de Jehová cuando visitaba las oficinas principales de la Sociedad! ¡Qué gozo y satisfacción tenía al contestar sus preguntas y dirigirlos a varios lugares en el hogar Betel!

Mi esposo Ambrosio sirvió en Betel fielmente hasta su muerte en 1957. Aunque lo echo de menos, no estoy sola. Jehová ha tratado conmigo de manera remuneradora, y el servicio de tiempo cabal ayuda para compensar cualesquier pérdidas personales que encontremos en la vida. Vivo con casi 800 testigos de Jehová, y me regocijo al ver entre ellos a los estudiantes de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, muy activos, estudiando la Palabra de Dios para hacerse misioneros eficaces de las buenas nuevas.

Aunque me he debilitado, no pensaría en renunciar a la obra de testificar del reino de Dios. Escribo cartas, envío literatura bíblica por correo, trato de cultivar interés en los que tienen disposición favorable.

Tengo recuerdos queridos de ayer cuando la organización visible del día moderno de Jehová era más joven, pero vivo gozosamente en el presente, agradecida por toda la bondad del día presente de Jehová, esperando confiadamente y con fe el futuro.

¡Cuán gozosa estoy de que mis decisiones en la vida han sido edificadas en torno de mi voto de dedicación a Jehová! Esas decisiones correctas me han conducido a un galardón tras otro en el servicio de Jehová. Jehová ha tratado conmigo de manera tan remuneradora que puedo preguntar y declarar, como David: “¿Qué le pagaré de vuelta a Jehová por todos sus beneficios para mí? La copa de magnífica salvación tomaré, y el nombre de Jehová invocaré. Mis votos los pagaré a Jehová, sí, enfrente de todo su pueblo.”—Sal. 116:12-14.

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