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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 15/7 págs. 419-420

¿Impone usted sus condiciones al cooperar?

ES NATURAL que el hombre ame la libertad. Pero no es prudente que obre demasiado independientemente. Debe haber un ‘dar y tomar,’ porque nos necesitamos unos a otros. Las mismísimas circunstancias de la vida requieren que cooperemos todos nosotros.

El artículo que se publicó en el Times de Nueva York del 12 de octubre de 1965, intitulado: “Los suizos deportan a un ciudadano de los EE. UU. por disputas sobre su casa,” ilustra la importancia de cooperar. Fue deportado debido a implicarse en muchas disputas con las autoridades locales por cosas insignificantes, tal como el insistir en edificar su casa veintitrés centímetros más alta de lo que permite la ley. El gobierno sostuvo que era un perturbador, que no podía ni estaba anuente a adaptarse a las costumbres locales. Al ser deportado, dejó a su esposa y cuatro hijitos.

¡Qué necedad es pelear por naderías, causándose molestia para uno mismo y para otros! ¿Qué le hizo obrar así? Una actitud demasiado independiente. Obviamente carecía de empatía; no se pudo poner en el lugar de sus anfitriones suizos. Quería salirse con la suya en todo, y fue deportado porque no pudo ajustarse, al rehusar cooperar con las autoridades locales. Fue un caso extremado, que pone de relieve una falta humana común.

No podemos evitarlo: El cooperar es el derrotero sabio. Como observó hace mucho tiempo un rey sabio: “Mejores son dos que uno, porque tienen un buen galardón por su trabajo duro. Pues si uno de ellos cayese, el otro puede levantar a su compañero. . . . Y una cuerda de tres hilos no se puede partir en dos de prisa.”—Ecl. 4:9-12.

De hecho, pudiera decirse que los animales nos enseñan la sabiduría de este derrotero—aunque no se les atribuye el crédito, ya que obran por instinto y no por albedrío. Por eso, el famoso biólogo, Guillermo A. Wheeler, en su libro Philosophical Biology indica que hay algo fundamentalmente social en todas las cosas vivas, y que “esto debe ser una característica de toda vida, puesto que todo organismo está asociado por lo menos temporalmente con otros organismos.” Escribe que esto es verdad aun “de las criaturas que supuestamente son antisociales tales como los leones, las águilas, los tiburones, las cicindelas y las arañas. De hecho, no hay organismos verdaderamente solitarios.” Según uno de los principales antropólogos de Norteamérica, Ashley-Montague, entre los animales inferiores la cooperación es mucho más señalada e importante que la competencia para sobrevivir; y, aunque él mismo es un evolucionista recalcitrante, se refiere a la teoría de Darwin de la supervivencia del más apto como “La falacia de Darwin.”a

Aunque los animales inferiores cooperan por instinto, es gloria del hombre el que pueda cooperar de manera volitiva, por albedrío. Se ha definido la cooperación como ‘el acto de trabajar con otro u otros con un fin común.’ Implícita en el cooperar, entonces, está una meta digna de tratar de alcanzarla, y se requiere que estemos anuentes a ceder o “dar” por causa de realizar esa meta. En otras palabras, significa el sacrificar cosas pequeñas por causa de cosas más grandes.

Por ejemplo, un hombre y una mujer se casan con el propósito de tener vida de familia feliz. Pero para realizar esa meta, cada uno tiene que estar anuente a sacrificarse por causa del otro. El que cualquiera de los dos insista en salirse con la suya, o en imponer sus propias condiciones al cooperar, sería frustrar el propósito y cerrarle la puerta a la felicidad de familia. No obstante, ¡cuán frecuentemente hallamos que las personas casadas están haciendo esa mismísima cosa, robándose ellas mismas y robándole a sus cónyuges la felicidad al rehusar cooperar si no imponen sus propias condiciones!

Por ejemplo, una esposa quizás persuada a su esposo para ir a visitar a los parientes de ella, pero si él no está particularmente encariñado con ellos quizás haga poco, si acaso algo, para hacer la visita verdaderamente agradable. Por otra parte, un esposo quizás quiera traer algunos amigos a casa a cenar, o quizás quiera cierto alimento. Pero si a su esposa no le gustan particularmente esos amigos o ese alimento, quizás se ponga a preparar la comida de manera indiferente, rutinaria, rehusando cooperar de todo corazón, para dar énfasis a lo que opina en cuanto a ello. ¡Cuánto le falta a cada uno para llegar a hacerle al otro como quisiera que el otro le hiciera! ¡Sí, y también qué necedad! Porque así como no podemos hacer felices a otros sin hacernos nosotros mismos felices, tampoco podemos hacer desdichados a otros al rehusar cooperar sin hacernos desdichados nosotros mismos.—Luc. 6:31.

O quizás sea en su lugar de empleo donde surja la cuestión de cooperar. Quizás la manera en que se esté haciendo cierta cosa no tenga sentido para uno, pero eso no es razón para no hacer su parte, sino esmerarse en hacerla. Si el derrotero que se sigue no es prudente, probablemente con el tiempo se sabrá, pero en el ínterin déle la oportunidad de que tenga éxito haciendo cuanto pueda para hacer que tenga éxito. Como aconsejó el apóstol Pablo a los cristianos primitivos: “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres.”—Col. 3:23.

Especialmente es importante este asunto de cooperar donde está implicado el trabajo voluntario. Donde hay un esfuerzo mutuo para el bien común y cada uno contribuye sin reserva sus servicios o bienes, frecuentemente hay la tendencia de darse uno mismo demasiada importancia y de sentirse libre para restringir su cooperación cuando las cosas no se están haciendo como a uno le gustaría ver que se hicieran, o cuando uno no recibe lo que cree que es un papel suficientemente prominente. Pudiera decirse que aquí se halla una prueba de lealtad a la causa, grupo u organización.

Sí, el imponer uno sus condiciones para cooperar puede causar la pérdida de muchas bendiciones. De hecho, en caso de que no se viole ningún principio de la justicia, siempre hay una bendición en ceder uno a sus preferencias por causa de otros o del bien común. Es para gloria del hombre el que podamos cooperar por volición, debido a sabiduría, debido a conciencia y debido a amor. Verdaderamente es una forma de dar, concerniente a lo cual dijo Jesucristo, el Hijo de Dios, que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” Por eso, no imponga sus condiciones al cooperar. Esté anuente a sacrificar la obstinación por causa del bienestar y la felicidad mutuos.—Hech. 20:35.

[Nota]

a Darwin: Competition and Cooperation (1950).

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