El hombre que es verdaderamente cabeza de familia
“EL ESPOSO es cabeza de su esposa,” explica la Biblia. (Efe. 5:23) Sin embargo, según informes de científicos sociales y de esposas mismas, muchos esposos del día moderno han abdicado su posición legítima como cabeza de familia. “Muchos de mis clientes se quejan de la debilidad e irresolución de sus esposos,” informó un prominente consejero sobre el matrimonio de la ciudad de Nueva York.
Una gran cantidad de los problemas maritales de hoy se deben al hecho de que muchos hombres no ejercen su jefatura apropiadamente. Por lo tanto, ¿qué implica el ser cabeza de familia de manera apropiada? ¿Qué papel debe asumir el esposo en la familia? ¿Cómo debe tratar a su esposa?
Algunos hombres creen que la jefatura quiere decir que deben ser dictadores para con sus esposas. De hecho, por mucho tiempo en algunos lugares la práctica ha sido que los esposos traten a sus esposas como esclavas o peor. Pero esto no está de acuerdo con el principio bíblico susodicho, porque note lo que dice: “El esposo es cabeza de su esposa como el Cristo también es cabeza de la congregación.” ¡Y Cristo definitivamente no trató a su congregación de seguidores de manera desamorosa!
De modo que el hombre que verdaderamente es cabeza de familia no es un jefe dictatorial. No obstante, por otra parte, tampoco es débil e irresoluto, dejando que su esposa asuma el papel que legítimamente le corresponde a él. El que actúa como cabeza apropiadamente es, como lo describe el Webster’s New Third International Dictionary, “uno que está en relación para con otros de manera semejante a como está la cabeza para con otros miembros del cuerpo . . . el encargado de una división o departamento.” Por lo tanto, tal como la cabeza física dirige los movimientos y operaciones del cuerpo, o la cabeza de un departamento supervisa la organización y trabajo de su personal, así el cabeza de familia debe asumir el cargo de la casa, teniendo jurisdicción sobre sus actividades.
¿Qué sucedería si el cabeza de un grupo de trabajadores supiera poco o no supiera nada acerca del trabajo de su departamento? Si se interesara poco en lo que estuviera haciendo su personal, si no le diera direcciones o instrucciones, si difiera el hacer decisiones, si no asumiera la responsabilidad, y obligara a sus subordinados a asumir el cargo a fin de que se efectuara algo, ¿qué pensarían de él? Pues, se le consideraría una simple figura decorativa, no como uno que preside apropiadamente. Bajo tales circunstancias las relaciones se pueden deteriorar aprisa.
La situación es semejante en un hogar. Si el hombre le deja la jefatura y la responsabilidad de hacer todas las decisiones a su esposa, ella rápidamente le pierde el respeto como su cabeza. El hombre que dice: “Vayan y pregúntenle a su mamá,” siempre que los niños piden permiso para hacer algo; o: “Decide tú,” siempre que tiene que hacerse una decisión de familia, revela que él verdaderamente no es el cabeza de la familia. Y por lo general no hay felicidad en tal hogar.
¿Qué, entonces, implica la jefatura apropiada? ¿Significa hacer todas las decisiones? ¿Incluye el dirigir toda actividad y movimiento de la esposa y los hijos de uno? ¡De ninguna manera! Dios creó a los humanos, incluso a las esposas y a los hijos, para disfrutar de libertad relativa. La gente está descontenta y se rebela cuando todo movimiento e instante de tiempo suyos es dirigido y programado para ella.
De modo que la jefatura apropiada no significa hacer toda decisión, sino de ejercer superintendencia en todas las actividades y asuntos de la familia de uno. El hombre tiene la responsabilidad de establecer la pauta de acuerdo con la cual funciona la casa. No obstante, al mismo tiempo, puede haber mucha libertad dentro de los límites establecidos.
Por ejemplo, el esposo puede concederle a su esposa casi libertad total para decidir cómo han de arreglarse los muebles, qué comprar en lo que toca a alimentos para la familia, o hacer decisiones en otros asuntos semejantes. No obstante, el esposo ejerce jurisdicción y, según lo crea conveniente, puede dar instrucciones para mejorar la manera en que se están atendiendo las cosas. Sin embargo, por lo general palabras bondadosas de estímulo y cumplidos apropiados contribuyen en sumo grado a inspirar cooperación y apoyo. Un buen cabeza de familia no se abstendrá de dar encomio.
El interés genuino en el bienestar de su grupo de trabajadores es lo que distingue a un jefe administrativo que realmente es de marca. A veces se oye que personas dicen acerca de tal individuo: “Haría cualquier cosa por él,” dando a entender que cooperarían al grado más completo. Expresiones semejantes se oyen en cuanto a hombres que prestan atención a las exhortaciones bíblicas: “Esposos, continúen amando a sus esposas.” (Efe. 5:25) Y: “Padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y consejo autoritativo de Jehová.” (Efe. 6:4) Es un gozo estar sujeto a tal cabeza considerado, servicial y bondadoso.
Tal cabeza de familia es humilde. No se comporta como un “sabelotodo.” Reconoce que su esposa y, a veces, aun sus hijos quizás sepan más acerca de ciertos asuntos que él. Por eso, a menudo considera las cosas con ellos antes de hacer decisiones. De esta manera a su esposa e hijos se les hace sentir allegados al arreglo de la familia. No obstante, al mismo tiempo, se sienten seguros al saber que el cabeza de familia está asumiendo su responsabilidad.
El hombre que verdaderamente es cabeza de familia tiene iniciativa; no es una persona perezosa. Es fácil comprender que después de un día de trabajo duro aprecia un poco de paz y quietud cuando llega a casa, quizás leyendo con cuidado el periódico vespertino. No obstante, muestra iniciativa al planear y organizar las actividades de la familia, así como planearía su horario de negocios. Se encarga de planear paseos de fin de semana de vez en cuando con los niños y noches que incluyan alguna forma de esparcimiento para la familia. También considera las necesidades de su esposa, quizás a veces planeando el salir una noche solo con ella. Tal padre y esposo es verdaderamente apreciado y amado.
Todavía hay otro aspecto en el cual el hombre que es verdaderamente cabeza de familia tiene que tomar la delantera, y ése es el de enseñar a su familia a amar y respetar al Dios Todopoderoso. Ora con su familia; asisten juntos con regularidad a las reuniones cristianas, y, como familia, participan activamente en compartir con otros lo que saben acerca de Dios y sus propósitos. El hombre que hace esto no solo es amado por su familia sino que también le agrada a Jehová Dios.