Sirviendo mientras pueda servir de algo
Según lo relató William T. Hannan
FUE allá en 1922 que discerní mi privilegio y oportunidad de servir más plenamente a mi Dios Jehová. Había salido una llamada por más trabajadores desde la central de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn, Nueva York, ya que estaba comenzando a imprimir su propia literatura bíblica. Escribí pidiendo una solicitud, y entre las preguntas que se hacían estaba ésta: “¿Cuánto tiempo puede usted quedarse?” Después de considerar seriamente esa pregunta escribí: “Mientras pueda servir de algo.” Verdaderamente estoy agradecido a Jehová de que, por su bondad inmerecida, he podido “servir de algo,” estando en el servicio de tiempo cabal durante los pasados cuarenta y seis años y de que todavía pueda contemplar con deleite más años de estar en su servicio.
Tuve el privilegio de oír acerca de los propósitos de Dios hace setenta y dos años, en 1898, cuando solo tenía seis años de edad. Mi madre primero recogió un poco de entendimiento de los propósitos gloriosos de Dios de un tratado que se había usado para envolver un paquete de regalo que su hermana, una tía mía, le envió a ella. Sin embargo, como al tratado le faltaba la parte superior, no había nada que identificara al autor o publicador de él.
Dos años después mi madre dio con un ejemplar de El Plan Divino de las Edades, tomo I de “Aurora del Milenio,” escrito por Carlos Taze Russell. Inmediatamente reconoció que contenía la misma enseñanza que el tratado que había sido utilizado como papel para envolver. Mi madre devoró el libro con gran anhelo y nos lo leyó. Presentaba fuertes razones para creer que Dios existe, que la Biblia de veras es su revelación inspirada, y que pronto vendría el reino de Dios y su voluntad se efectuaría en la Tierra como en el cielo.
Continuamos asistiendo a la iglesia presbiteriana aunque mi madre con frecuencia criticaba lo que decía el predicador. Entonces en 1905 nos mudamos a una granja que mi padre había comprado a unos diez kilómetros de Bridgeton, en el sur de Nueva Jersey. Ahora por primera vez tuvimos comunicación con los Estudiantes de la Biblia, como entonces se conocía a los testigos de Jehová. Empezamos a reunirnos con ellos todos los domingos para estudio bíblico y de ellos obtuvimos el resto de las ayudas bíblicas que se publicaban para los Estudiantes de la Biblia. Desde ese tiempo, a los trece años de edad, yo tuve mi propio juego de estos libros y comencé a aplicar mi corazón a adquirir sabiduría.
DISCIERNO LA OPORTUNIDAD DE LA LLAMADA DE ARRIBA
Al pasar los años, aumentaban mi conocimiento y entendimiento de la verdad bíblica, pero me sentía incapaz en cuanto a tratar de llenar los requisitos para la llamada celestial, que era la meta de todos los Estudiantes de la Biblia en aquellos días. Entonces en 1914 vino a Bridgeton el Foto-Drama de la Creación, una producción que consistía en transparencias y películas y que relataba la historia de la Biblia en cuatro presentaciones nocturnas de dos horas cada una. Esto causó una profunda impresión en mí y me ayudó muchísimo en la verdad bíblica. Un día, no mucho después, llegué a esta conclusión: Quizás haya una oportunidad para que yo también trate de cumplir los requisitos de la llamada celestial. De modo que, a principios de 1915, a la edad de veintitrés años, me dediqué para hacer la voluntad de Dios y fui bautizado aquel verano en una asamblea en Bridgeton. Desde entonces verdaderamente comencé a experimentar el gozo de servir a Jehová, de ser usado por él. Entre aquellos gozos se hallaba el de llevar a mi madre y a mis hermanas a las reuniones cada semana en un nuevo Ford de modelo T que había comprado.
En 1915 tuve el placer de oír al pastor Russell por primera y única vez cuando habló en Wilmington, Delaware. Jamás he olvidado sus electrizantes comentarios de introducción. Después de dar una larga mirada a su auditorio dijo: “Bueno, ¿se han librado ustedes de las antiguas doctrinas y supersticiones de la edad del oscurantismo? Si no lo han hecho, ¡entonces tomen un vomitivo y desháganse de ellas!” ¡Entonces procedió a administrar el vomitivo! Hacia el fin del año siguiente él terminó su derrotero terrestre, y yo tuve el privilegio de asistir a su funeral en la ciudad de Nueva York. Acababa de haber una exposición floral en el Madison Square Garden y un Estudiante de la Biblia que era florista trajo toda su exhibición al funeral. Verdaderamente era una vista hermosa que contemplar, y los comentarios que se hicieron en esa ocasión dejaron en mí una impresión duradera.
LOS TURBULENTOS AÑOS DE LA GUERRA
En 1917 los Estados Unidos entraron en la I Guerra Mundial, y fui reclutado y llamado para examen físico. Estando opuesto a matar a mi prójimo, llené el formulario para objetantes por conciencia, provisto por el gobierno, pero la junta de reclutamiento rehusó considerarlo. Cuando el oficial examinador leyó mi papel, preguntó: “¿Sabe usted lo que está escrito aquí?”
Contesté: “Debo saberlo, pues yo lo escribí.” Se encolerizó mucho, y yo me di cuenta de que la junta no aceptaría mi solicitud de ser postergado como objetante por conciencia. Sin embargo, con ayuda legal pude ser postergado sobre la base de trabajo agrícola esencial y fui incluido en la Clase 4. Más tarde se me notificó nuevamente que me presentara para el servicio militar, pero el Armisticio llegó primero, de modo que nunca tuve que presentarme.
En 1918 los oficiales de la Sociedad Watch Tower fueron arrestados, acusados de estorbar el esfuerzo bélico, y fueron condenados incorrectamente y enviados a la prisión federal de Atlanta, Georgia. Tuve el privilegio de asistir a la reunión anual de negocios de la Sociedad Watch Tower que se celebró el 4 de enero de 1919. ¡Qué emoción sentí al ver que Jehová estaba cuidando su trabajo! Unos tres meses después nos dio gusto enterarnos de que la penitenciaria de Atlanta había puesto en libertad a J. F. Rutherford y sus siete compañeros y aun más tarde de que habían sido cabalmente absueltos de todos los cargos que les habían levantado.
En julio de 1917 la Sociedad publicó The Finished Mystery, el tomo VII de los “Estudios de las Escrituras,” como llegaron a llamarse aquellos libros. Aunque algunos lo criticaron, a mí me pareció que era justamente lo que habíamos estado esperando. Más tarde durante la guerra fue suprimido. Después de la guerra fue puesto en circulación, y éste, en su forma de revista, ‘a la rústica,’ fue la primera publicación que explicaba la Biblia que yo presenté en la predicación de casa en casa. Todavía recuerdo claramente la primera puerta a la que me acerqué. Yo creía que tenía bien preparada mi presentación, pero cuando apareció el ama de casa, simplemente me quedé mudo. Al fin ella dijo: “Bueno, ¿qué quiere usted?” Eso me dio la ayuda que necesitaba, y ese día coloqué veinte de estas publicaciones que comentaban sobre los libros bíblicos de Ezequiel y Revelación.
La primera asamblea grande a la que tuve el privilegio de asistir se celebró en Cedar Point, Ohio, en 1922. Allí aprendimos que, lejos de que estuviera acercándose a su fin la predicación, como algunos habían pensado, de hecho solo estaba comenzando. Durante un discurso por el presidente de la Sociedad, J. F. Rutherford, se desplegó un letrero y vimos y oímos el mandato: ‘¡Anunciad! ¡Anunciad! ¡Anunciad! al Rey y al Reino.’ Sentí un hormigueo en la espina dorsal. Ese discurso me llenó del deseo de apresurarme a casa y ponerme activo en el servicio de Jehová.
CONTESTANDO LA LLAMADA
Fue en esa asamblea que me enteré de que se necesitaban trabajadores de tiempo cabal en la central de la Sociedad Watch Tower. Contesté la llamada. El viernes antes de salir yo para Brooklyn, mi padre, mi hermano y yo estábamos extrayendo papas ya entrada la noche, y solo quedaban unas cuantas hileras cortas. Mi padre miró el cielo y dijo: “No creo que llueva esta noche, de modo que podemos terminar mañana.”
Al oír esto, contesté: “Pero nosotros no vamos a estar aquí mañana.”
Cuando mi padre preguntó: “¿Qué van a estar haciendo?” le dijimos que íbamos a Bridgeton a ayudar a distribuir la Resolución que se había adoptado en la asamblea de Cedar Point. Mi padre tuvo uno de sus arranques de ira y nos lanzó una andanada de improperios, diciendo al terminar: “¡Será mejor que se busquen un nuevo trabajo!”
Todavía no le había dicho que yo me iba a trabajar en la fábrica e imprenta de la Sociedad Watch Tower de Brooklyn, de modo que esto me dio una buena oportunidad. Contesté: “Papá, ya encontré un nuevo trabajo. Me voy a la oficina central de la Watch Tower en Brooklyn el lunes por la mañana.” Se alejó sin decir otra palabra. No tenía nada contra nuestra religión. De hecho, cuando hablaba de religión con otros defendía nuestras creencias. Pero tenía mal genio y no quería que nada estorbara su negocio agrícola.
¡Qué feliz me sentí al estar en el servicio de tiempo cabal de Jehová Dios, donde yo sabía que mi trabajo no sería en vano! Más tarde cuando vine a visitar a la familia, mi padre me llevó a un lado y me dijo: “Si regresas a casa y te encargas de este lugar, puedes quedarte con él y con todo lo que ganes de él.” Recientemente él había perdido 30.000 dólares arriesgándose en la bolsa y se estaba cansando.
Pero yo contesté: “No, papá, creo que ya he desperdiciado demasiados años de mi vida, de modo que de ahora en adelante voy a acumular tesoros en el cielo, donde los ladrones no entran por fuerza ni hurtan.”
GOZOS DEL SERVICIO DE TIEMPO CABAL
En la imprenta de la Sociedad Watch Tower pude servir en la máquina desbastadora, o guillotina, para las revistas hasta 1925. Después serví de chofer de camión durante quince años. Fue con el camioncito de carga Ford, modelo T, que se representa en la página 100 del libro Los testigos de Jehová en el propósito divino que empecé.
Aproximadamente un año después que vine a la oficina central de la Sociedad mi compañero de cuarto me invitó a pasar un fin de semana con su familia. Resultó ser sumamente gozoso, y entre otras personas, me presentaron a su hermana, una excelente joven cristiana. Disfrutamos mutuamente de nuestra compañía y comenzamos a escribirnos cartas, lo cual ha continuado hasta este día. En un punto surgió la cuestión del matrimonio, pero decidimos que ambos podíamos aceptar el consejo del apóstol Pablo y optar por el camino mejor así como para hacer lugar para las palabras de Jesús respecto a permanecer solteros por causa del reino de los cielos. De modo que nuestra amistad ha continuado así a través de los años. Hemos probado veraces las palabras de Pablo en nuestro caso, y los dos estamos felices y contentos de haber podido hacerlo.—Mat. 19:10-12; 1 Cor. 7:25-38.
Comenzando en 1923, durante los fines de semana tuve el privilegio de ayudar a construir la estación de radio WBBR en Staten Island. Estaba acostumbrado a trabajo duro y éste de veras era trabajo duro, como el excavar a mano tocones verdes; pero puesto que era el trabajo de Jehová, yo servía con gusto. Más tarde cuando oímos las buenas nuevas del reino de Dios transmitidas por la WBBR nos sentimos bien remunerados. Pronto se organizó una orquesta para suministrar música para los programas de radio, y, como yo tocaba el violín, me ofrecí voluntariamente. Sin embargo, necesitaban un violonchelista y por eso tomé lecciones de violonchelo, y, según mi maestro, fui un alumno apto. Ensayábamos dos noches durante la semana y presentábamos un programa todos los domingos. Dado que me gustaba mucho la música, aprecié muchísimo este privilegio, el cual duró cuatro años.
Entre otras felices experiencias y puntos significativos de mi vida estuvo el asistir a la asamblea de Columbus, Ohio, en 1931, donde nosotros, los Estudiantes de la Biblia, abrazamos el nombre “testigos de Jehová.” ¡Qué honor es llevar ese nombre! Unos cuantos años después de eso la Sociedad compró una granja cerca de Ithaca, Nueva York, para alimentar mejor a la familia de la central. Como yo había sido agricultor se me pidió que ayudara en esta granja, de modo que fui allá en diciembre de 1940, y serví allí durante dieciocho años más.
Después de unos cuantos años comencé a padecer de intensos dolores en el abdomen, y en julio de 1947 necesité intervención quirúrgica para cáncer del intestino inferior, y desde entonces he sido paciente de colostomía. Me recuperé rápidamente y por once años más pude efectuar trabajo agrícola pesado. Luego me comenzaron a fallar las fuerzas y fui trasladado a Brooklyn, donde podía obtener mejor tratamiento médico así como efectuar trabajo más ligero. Aunque el promedio de extensión de la vida de los que han tenido esta operación es de solo diez años, por la bondad inmerecida de Jehová he podido seguir activo, he podido servir de algo, durante veintitrés años desde entonces. Aunque el reumatismo ciático me causa algún impedimento, todavía puedo trabajar de tiempo cabal en el departamento de paquetes postales del departamento de envíos de la Sociedad.
Puesto que no puedo andar mucho, predico por las noches y en los fines de semana escribiendo cartas, escribiendo por ejemplo a individuos que han sido privados de personas amadas, explicándoles la esperanza de la resurrección que nos da la Biblia. Entre las respuestas que he recibido estuvo la de una viuda que sinceramente me dio gracias por el consuelo que le había llevado mi carta y pidió que le ayudara contestándole preguntas bíblicas. Le envié un ejemplar de “Asegúrense de todas las cosas.” Otro individuo que ha demostrado aprecio y que está progresando bien es un soldado norteamericano estacionado en Europa.
Al mirar atrás, mis setenta y ocho años ahora parecen muy cortos, aunque, como dice el poeta, “no siempre parecieron cortos.” Verdaderamente estoy agradecido por el privilegio de todavía servir para predicar estas buenas nuevas del reino de Dios y agradecido también de que el pueblo de Jehová pueda esperar con deleite rendirle servicio gozoso sin fin a su gran Creador en el venidero sistema de cosas.—Mar. 10:29, 30; 13:10.