¿Está excusándose usted?
SON muchas las maneras en que la gente sigue excusándose de aceptar responsabilidad. Por ejemplo, el Times de Nueva York del 3 de febrero de 1969 informó que más de 15.000 esposos y padres fueron declarados delincuentes por el Departamento de Beneficencia de la ciudad de Nueva York. En los últimos años estos hombres no han pagado el sostén de sus esposas e hijos según lo ordenó el Juzgado de Relaciones Familiares. En conjunto se habían atrasado por la suma de 26 millones de dólares. Se excusaban de cumplir con sus obligaciones.
Y hay muchos otros ejemplos. El que madres solteras abandonen a sus infantes a las puertas de hospitales o edificios eclesiásticos es un caso común de excusarse de aceptar la responsabilidad de haber traído un niño al mundo. Un sinnúmero de padres adolescentes solteros, en general, se ha excusado de aceptar responsabilidad alguna por haber engendrado una criatura humana.
Hoy día hasta se ha iniciado la acción para hacer legal el excusarse de cumplir las obligaciones. Algunas asociaciones de seguros desean abandonar lo que se conoce como el “concepto de culpa” en el caso de accidentes automovilísticos. Sin embargo, según informó la revista Trial de febrero-marzo de 1969, la Asociación Americana de Abogados de los Estados Unidos, hizo constar en una asamblea reciente que condena esta tendencia. Sostuvo el concepto de culpa: que al grado que un automovilista tenga la culpa en un accidente se le puede considerar responsable del daño causado por el accidente.
Todos tenemos que cuidarnos de la tendencia de excusarnos. ¿Por qué? Porque le es natural a la humanidad caída proceder de la manera que requiere el menor esfuerzo, como el excusarse de cumplir con sus obligaciones o de aceptar responsabilidad. A veces el que nos excusemos así quizás sea algo que solo nosotros sepamos... además de Dios. Es posible que solo el profeta hebreo Jonás supiera que estaba excusándose de la comisión de advertir a la gran ciudad de Nínive en cuanto a la destrucción que la amenazaba según le había mandado su Dios Jehová. ¡Pero Dios no le permitió que se saliera con la suya!—Jon. 1:1–3:10.
El Creador se propuso que nosotros los humanos asumiéramos responsabilidad. Es por eso que nos dotó de una mente, capaz de razonar, y con una conciencia, capaz de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Se pudiera decir que somos responsables de todo lo bueno que podamos hacer.
El matrimonio está lleno de desafíos en cuanto a deber. Es posible que un matrimonio se encuentre con más tribulación de la que cualquiera de los dos cónyuges esperaba. ¿Qué se hará? ¿Proseguir de la manera que requiere menos esfuerzo, la de excusarse, entablando juicio para una separación o un divorcio? Lo que con más probabilidad sería lo correcto y amoroso sería prestar atención a este consejo del apóstol Pablo: “¿Estás atado a una esposa? Deja de procurar liberación.” (1 Cor. 7:27) Los que cumplen su palabra en esta o cualquier otra relación reciben encomio del salmista David: “Oh Jehová, ¿quién será un huésped en tu tienda? . . . [El que] ha jurado a lo que es malo para sí, y no obstante no lo altera.” Sí, Dios aprueba a los que cumplen su palabra sin importar lo que cueste, a los que no andan excusándose prontamente.—Sal. 15:1, 4.
¿Es usted padre, o madre? Entonces tiene una obligación doble en cuanto a esto. Por una parte, tiene la obligación de inculcar en sus hijos principios y hábitos correctos, como honradez y orden. No deje que se excusen; no deje que se salgan con la suya cuando dicen en tono de súplica: “¿Tengo que hacer eso?” Y por otra parte, usted tiene la obligación de poner un buen ejemplo. Quizás más que cualquier otra cosa, el que los padres no completen su instrucción por medio de ejemplo correcto es el factor principal de la brecha que existe entre las generaciones.
En particular el ministro cristiano debe cuidarse para no estar excusándose, ya sea por no cumplir con sus obligaciones o por rehusar aceptar responsabilidad. Tiene la obligación de estudiar la Palabra de Dios, de asociarse con compañeros cristianos en las asambleas de congregación y de participar en el ministerio del campo. No puede excusarse de estas obligaciones básicas debido al amor al placer, el amor a la comodidad o el temor al hombre. Él es mayordomo de sus habilidades, facultades y oportunidades y tiene que ser fiel a su mayordomía.—1 Cor. 4:1, 2.
Por otra parte, se hacen llamadas para la predicación de tiempo cabal en el país de uno y en el extranjero. Hay oportunidades para servir donde hay mayor necesidad de ministros cristianos. También hay la llamada para servir a nuestros hermanos cristianos en alguna capacidad. Muchos están respondiendo, pero hay otros que, evidentemente, se excusan sin ninguna buena razón. ¿Pudiera usted responder a la llamada que se está dando para servir a grado más cabal? ¿Se ha excusado usted de aceptar responsabilidad por poca o ninguna buena razón? Estas son preguntas escrutadoras del alma que muchos ministros cristianos harían bien en hacerse. De hoy, aun más que del día de Jesús, se puede decir: “La mies es mucha, mas los obreros son pocos.” (Mat. 9:37) No sea como aquellos que se excusaron de asistir a una “gran cena” que Jesús mencionó en una parábola.—Luc. 14:16-24.
El ceder a la tendencia de excusarse puede tener consecuencias serias, como pérdida de felicidad, si acaso no también pérdida de vida. Es por eso que el apóstol Pablo amonestó de este modo: “Vean que ustedes no se excusen de oír al que está hablando. Porque si no escaparon los que se excusaron de oír al que estaba dando advertencia divina sobre la tierra, con mucha más razón no escaparemos nosotros si nos apartamos del que habla desde los cielos. Por eso . . . continuemos teniendo bondad inmerecida, por la cual rindamos a Dios de manera acepta servicio sagrado, con temor piadoso y reverencia.”—Heb. 12:25, 28.
¿Qué le ayudará a uno a no excusarse de las obligaciones? El amar a Dios, con todo el corazón, mente, alma y fuerzas de uno, y el amar a su prójimo como a uno mismo resultarán ser de la mayor ayuda. El reconocer la urgencia de los tiempos en que vivimos también ayudará. Y también ayudará el comprender y apreciar los galardones inmediatos y futuros que resultan del no excusarse. ¿Y cuáles son? Tranquilidad de ánimo, satisfacción, contentamiento y la aprobación de Dios que da por resultado vida eterna.—Mar. 12:29-31.