¿Se levantó realmente Jesucristo de entre los muertos?
Muchos lo dudan. Pero, ¿tienen buenas razones para dudar?
LA BIBLIA es un libro repleto de promesas en cuanto al futuro. Para que usted pueda tener fe en estas promesas es preciso que tenga fe en que sus rasgos históricos son verdaderos... que las cosas acerca de las cuales habla realmente sucedieron.
Pero tomando en cuenta la naturaleza extraordinaria de algunas cosas que registra, muchos han dudado de que realmente hayan sucedido. Entre estas cosas está la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. ¿Puede usted tener fe en que este milagro realmente aconteció? Si puede, entonces esto fortalecerá su fe en otros milagros registrados en la Biblia así como en sus promesas en cuanto al futuro, como la promesa de que llegará el día en que el dolor y la muerte no serán más.—Rev. 21:4.
Típico entre los que niegan que Jesucristo realmente se levantó de entre los muertos es Marcello Craveri, un doctor de filosofía italiano. En su libro The Life of Jesus (1967) dice: “Es obvio que todo el relato de la Resurrección y las apariciones pertenecen a la categoría de invenciones de milagros.” Según él, “estudiantes antiguos y modernos del cristianismo concuerdan en” que la resurrección de Jesucristo de entre los muertos realmente no aconteció.
¿Significa esta declaración dogmática que realmente hay prueba de que Jesucristo no se levantó de entre los muertos? ¿Están realmente de acuerdo los estudiantes antiguos y modernos del cristianismo en que la resurrección de Jesús pertenece a la categoría de las invenciones de milagros? ¡De ninguna manera! Considere la evidencia.
Una objeción que comúnmente se presenta contra la resurrección de Cristo es que puesto que el hombre moderno no ve a las personas levantarse de entre los muertos, nadie jamás se ha levantado de entre los muertos. Pero, ¿es ésa una objeción sólida? ¿Es imposible que una persona que reconozca la existencia de un Ser Supremo crea que la resurrección de Cristo aconteció? ¿Es tal suceso milagroso realmente no científico?
Observe lo que declaró en cierta ocasión el famoso científico Víctor Hess, descubridor del rayo cósmico: “Debo confesar que en todos mis años de investigación en la física y la geofísica jamás he hallado un caso en el cual un descubrimiento científico estuviese en pugna con la fe religiosa. A veces se dice que la ‘necesidad’ de las ‘leyes’ de la naturaleza es incompatible con . . . los milagros. No es así . . . Muchas de nuestras leyes físicas son, de hecho, simples declaraciones estadísticas. Aplican al término medio de un número grande de casos. No tienen significado alguno para un caso individual. Los científicos modernos están plenamente conscientes de estas limitaciones en su descripción de los procesos físicos. ¿Debe dudar un científico de la realidad de los milagros? Como científico contesto enfáticamente: No. No veo razón alguna por la cual el Dios Todopoderoso, Quien nos creó a nosotros y todas las cosas que nos rodean, no deba suspender o cambiar —si le parece prudente hacerlo— la marcha natural, de término medio, de los acontecimientos.”—The Faith of Great Scientists, editado por W. Howey, página 10.
De modo que el simple hecho de que hoy en la Tierra los hombres no hayan visto que Dios levante a las personas de entre los muertos de ninguna manera demuestra que en tiempos pasados no haya considerado apropiado levantar a su Hijo, Jesucristo, de entre los muertos. Y, ¿por qué consideró apropiado hacerlo Dios? Entre otras cosas, para remunerar a Jesús por su fidelidad hasta la muerte. Y, también, porque solo un Jesús resucitado podría efectuar los propósitos de Dios para los cuales Jesús había venido a la Tierra y había muerto una muerte de sacrificio.—Fili. 2:5-11.
Esto no es decir que Jesús haya sido el primero y el único que ha sido levantado de entre los muertos por el poder de Dios. La Biblia nos dice que Elías y Eliseo, profetas de Jehová, cada uno levantó a una persona de entre los muertos. (1 Rey. 17:17-24; 2 Rey. 4:32-37; 8:5; 13:20, 21) Y las Escrituras Griegas Cristianas (“Nuevo Testamento”) también hablan de otras resurrecciones, llevadas a cabo por Jesús y también por sus apóstoles.—Mat. 11:5; Luc. 7:11-16; 8:41-56; Juan 11:1-46; Hech. 9:40; 20:9-12.
Hemos visto que la resurrección de Jesucristo se encuentra dentro del campo de la posibilidad. No podemos negarle a Dios el privilegio de hacer excepciones ni de cambiar la marcha natural de los acontecimientos, y él lo ha hecho vez tras vez. Entonces, consideremos la evidencia a favor de que Jesucristo haya sido levantado de entre los muertos.
Para principiar, Jesús mismo repetidas veces predijo que sería levantado de entre los muertos. Temprano en su ministerio se refirió a ello, diciendo: “Demuelan este templo, y en tres días lo levantaré.” “Él hablaba acerca del templo de su cuerpo.” (Juan 2:19-21) También dijo que tal como Jonás estuvo en el vientre de un pez enorme por tres días, él estaría en el corazón de la Tierra por tres días. Y subsecuentemente en por lo menos cinco diferentes ocasiones él les dijo a sus discípulos que se levantaría de entre los muertos. (Mat. 12:39, 40; 16:21; 17:1-9, 22, 23; 20:18, 19; 26:31, 32) ¿Cómo podemos entender todas estas declaraciones llanas si Jesús realmente no se levantó de entre los muertos? ¿Fue él o fueron sus discípulos víctimas de algún engaño o estuvieron perpetrando un fraude?
Agrega aun más peso a la autenticidad de la resurrección de Cristo el hecho de que, aunque tan claramente había advertido a sus discípulos su muerte de mártir, ellos se angustiaron mucho cuando sucedió. (Luc. 24:21) Y aunque repetidas veces predijo que sería levantado de entre los muertos, no lo esperaban. Si lo hubieran esperado, ¿habrían ido sus discípulas a su tumba al tercer día para embalsamar más su cuerpo con especias?—Luc. 24:1.
Los cuatro relatos del Evangelio hablan del cumplimiento de las palabras de Jesús de que sería levantado al tercer día. El apóstol Mateo informa que primero se apareció un ángel y anunció la resurrección de Cristo a ciertas mujeres, dos de las cuales Mateo mencionó, que más tarde Jesús se les apareció a éstas y que aun más tarde Jesús se les apareció a sus discípulos en Galilea.—Mat. 28:1-20; Mar. 16:1-8.
El médico Lucas dice además que Jesús resucitado consoló a dos de sus discípulos en camino a Emaus, que se les apareció otra vez a sus discípulos en Jerusalén y que sus discípulos lo vieron ser llevado al cielo hasta que desapareció de su vista.—Luc. 24:1-53.
El apóstol Juan nos da todavía más detalles acerca de las apariciones de Jesús después de su resurrección. Habla del encuentro de Jesús con María Magdalena, de que se les apareció dos veces a sus apóstoles y de que la segunda vez Tomás estuvo presente y quedó convencido. Se pudiera decir que esto subraya lo genuino de la resurrección de Jesús, así como la convicción firme de los escritores de la Biblia de que Jesús realmente se levantó de entre los muertos. Fue como si a Tomás le hubiese tocado hablar por todos los que sinceramente dudaran de la resurrección de Cristo en los años futuros. (Juan 20:1-29) Juan también habla de la aparición de Jesús en el mar de Galilea, ocasión en la cual le preguntó tres veces a Pedro si lo amaba o no.—Juan 21:1-24.
Además, el libro de Hechos nos dice que Jesús “fue tomado arriba, después de haber dado mandamientos por espíritu santo a los apóstoles que él escogió. A éstos también por muchas pruebas positivas se mostró vivo después de haber sufrido, siendo visto por ellos por espacio de cuarenta días.” ¿Cuánto más enfático, cuánto más convincente podría ser el registro... “por muchas pruebas positivas se mostró vivo después de haber sufrido”? Todo este énfasis tiene importancia adicional cuando notamos que lo da un médico educado que sería el primero en poner en tela de juicio el que una persona fuera levantada de entre los muertos.—Hech. 1:1-9.a
Se pudiera decir que el cambio que se efectuó en el grupito de seguidores de Jesús es en cierto sentido el testimonio más poderoso de todos de la resurrección de Jesús. ¡Transformó a hombres atemorizados y perplejos en evangelizadores denodados e impávidos, dispuestos a entregar su vida por sus creencias!
Tal convicción y tal poder no nacen de alucinaciones ni son engendrados por trampería. Ese cambio se debió al hecho de que Jesús realmente se levantó de entre los muertos, así como también se debió al derramamiento del espíritu de Dios, que vino por medio de Jesús, lo cual hizo que el apóstol Pedro predicara: “A Jesús el nazareno . . . ustedes lo fijaron en un madero por mano de desaforados y le quitaron la vida. Pero Dios lo resucitó desatando los dolores de la muerte, porque no era posible que él continuara retenido por ella.” Y nuevamente Pedro dijo en aquella ocasión: “A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos.”—Hech. 2:22-33.
Pudiera decirse que Pedro estableció allí el modelo para su predicación futura. Por eso, cuando una muchedumbre de personas se reunió asombrada porque él había sanado a un hombre que había estado cojo desde su nacimiento, Pedro les dijo que este milagro había sido efectuado por el poder de Jesús, a quien ellos habían matado. “Pero Dios lo levantó de entre los muertos, del cual hecho nosotros somos testigos.” No había ninguna duda en su mente. La resurrección de Jesús era un hecho probado; él y otros eran testigos de ello. (Hech. 3:12-15) Y cuando estuvieron delante del tribunal supremo judío, para testificar en cuanto a por medio de qué poder habían efectuado este milagro, Pedro testificó de nuevo que Jesús realmente había sido levantado de entre los muertos, diciendo: “Séales conocido a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien ustedes fijaron en un madero pero a quien Dios levantó de entre los muertos, por éste se halla este hombre de pie aquí sano delante de ustedes.” Sí, este mismísimo milagro testificaba del hecho de que Jesús había sido levantado de entre los muertos.—Hech. 4:10.
Poco después, cuando los apóstoles fueron aprehendidos de nuevo y llevados delante del Sanedrín, Pedro recalcó de nuevo la resurrección de Jesús: “El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte violenta . . . A éste, Dios lo ensalzó a su diestra como Agente Principal y Salvador . . . Y nosotros somos testigos de estos asuntos.”—Hech. 5:30-32.
Cuando el apóstol Pedro les predicó acerca de Jesús a Cornelio y su casa, Pedro dio énfasis a la misma verdad: “Dios levantó a Éste al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos nombrados de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que se levantó de entre los muertos.” Otra vez se pudiera preguntar: ¿Comieron y bebieron Pedro y sus compañeros apóstoles con una alucinación? ¿Fue Pedro un impostor craso?—Hech. 10:38-42.
El apóstol Pablo siguió el ejemplo de Pedro al recalcar la resurrección de Jesús en su ministerio público, como se puede discernir de Hechos 13:30-37; 17:31. Se ve lo firme que era su convicción de que Jesús de veras había sido levantado de entre los muertos por sus palabras de 1 Corintios 15:3-8: “Porque les entregué a ustedes, entre las primeras cosas, lo que yo también recibí, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras; y que se le apareció a Cefas, entonces a los doce. Después de eso se les apareció a más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales la mayoría permanece hasta ahora, pero algunos se han dormido en la muerte. Después de eso se le apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles; mas último de todos también se apareció a mí como si fuera a uno nacido prematuramente.”
El hecho de que toda esta evidencia es irrefutable no es reconocido solo por ministros cristianos que tienen fe en la Palabra de Dios, sino también por otros. Considere, por ejemplo, al Dr. J. N. D. Anderson, decano de la facultad de derecho de la Universidad de Londres y director de su Instituto de Estudios Jurídicos Avanzados. Esta autoridad jurídica reconocida mundialmente hizo notar en una ocasión lo siguiente, según se informó en el Observer de Londres:
“El considerar los relatos de los seis escritores del ‘Nuevo Testamento’ como invención realmente sería una posición imposible. Piense en el número de testigos, más de 500. Piense en la clase de gente que eran los testigos, hombres y mujeres que le dieron al mundo la más elevada enseñanza ética que jamás ha conocido, y que aun según el testimonio de sus enemigos la aplicaron en su vida. ¡Piense en el contrasentido psicológico de representarse en la mente a un grupito de cobardes derrotados agachados en un cuarto superior un día y unos cuantos días después transformados en una compañía que ninguna persecución podía acallar! . . . Me parece a mí casi insensatez hablar acerca de leyendas cuando se trata con testigos presenciales mismos.”
Sí, si por la boca de dos o tres testigos confiables se establece un asunto como realidad, ¡qué bien establecida está la realidad de que Jesucristo realmente se levantó de entre los muertos! Los hombres que inventan falsedades carecen del sonido de verdad de que dieron manifestación los apóstoles Pedro y Pablo al predicar la resurrección de Cristo.
Tomando en cuenta todo lo que se ha considerado, ¿tiene usted buena razón para ejercer fe en que Jesucristo realmente se levantó de entre los muertos? Certísimamente. La conclusión es inevitable. Verdaderamente debe ser fortalecedor para su fe descubrir que uno de los acontecimientos más extraordinarios y más fuertemente disputados que se mencionan en la Biblia se basa en hechos. Debido a que Jesús fue levantado de entre los muertos usted puede ir a Dios en oración, pidiendo perdón por sus pecados, y usted puede orar con fe que venga el reino de Dios. Y, ¿qué puede significar eso para usted? Vida eterna en una Tierra paradisíaca donde ya no habrá más lamento, dolor ni muerte.—Mat. 6:10; 1 Juan 2:1; Rev. 21:4.
[Nota]
a Note también que cuando se estaba escogiendo al sucesor de Judas, Pedro estipuló que tenía que ser una persona que hubiera sido “testigo con nosotros de su resurrección.”—Hech. 1:20-22.