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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
w70 15/6 págs. 381-382

La esclavitud cristiana provee amigos verdaderos

SI ALGUIEN sugiriera que usted se hiciera esclavo, ¿cómo respondería usted? ¿Qué diría si alguien le informara que era un esclavo y le dijera que realmente disfrutaba de ello? ¿Se sorprendería usted al saber que en la Palabra de Dios, la Biblia, se recomienda cierta forma de esclavitud, y que resulta en amistad verdadera y genuina?

Quizás usted razone que la idea de una amistad duradera es buena. Pero esa sugerencia de ser esclavo es una píldora amarga que pasar, quizás concluya usted. Es verdad que cuando uno piensa en esclavitud por lo general la asocia con opresión. Sin embargo, la esclavitud que se recomienda en la Palabra de Dios es algo totalmente diferente. Aunque sí envuelve servidumbre y trabajo, se realiza bajo un amo amoroso con beneficios definidos.

Considere la actitud del Hijo de Dios, Jesucristo, según se expresa proféticamente en el salmo bíblico: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas.” (Sal. 40:8; Heb. 10:5-7) Jesús hacía de buena gana la voluntad de Dios. “Se despojó a sí mismo,” dice la Biblia, “y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres.”—Fili. 2:7.

¡Qué ejemplo de humildad! Aunque disfrutaba de gloria y honra en el cielo, voluntariamente asumió “la forma de esclavo” porque era la voluntad de su Padre. “Por esta misma razón también,” dice la Biblia, “Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre.” (Fili. 2:9) ¡Qué bendiciones por ser fiel a Dios!

ESCLAVOS CRISTIANOS

Todos los que quieren seguir los pasos de Jesucristo con sumo cuidado y atención tienen que hacerse esclavos. “Ustedes fueron comprados por precio [el sacrificio de rescate de Jesús],” les recuerda la Biblia a los cristianos. (1 Cor. 7:23) Los primeros discípulos anunciaban de buena gana su posición como esclavos. Santiago principió su carta así: “Santiago, esclavo de Dios y del Señor Jesucristo.” (Sant. 1:1) Pablo principió unas cartas de manera semejante: “Pablo, esclavo de Dios y apóstol de Jesucristo.” (Tito 1:1; Rom. 1:1; Fili. 1:1) Estos hombres eran de buena gana esclavos del Padre celestial y de Jesucristo.

Hoy el punto en cuestión no es si usted quiere ser esclavo o no. No, porque uno es esclavo prescindiendo de lo que haga, como explica la Biblia: “¿No saben que si siguen presentándose a alguien como esclavos para obedecerle, son esclavos de él porque le obedecen, ya sea del pecado con la muerte en mira o de la obediencia con la justicia en mira?” (Rom. 6:16) De modo que la pregunta verdadera es: ¿A qué amo escoge usted servir?

Considere los beneficios de ser esclavo de Dios en contraste con ser esclavo de aquello a lo que él se opone. Una carta bíblica dirigida a los cristianos dice: “Sin embargo, ahora, porque fueron libertados del pecado pero vinieron a ser esclavos de Dios, tienen su fruto en la forma de santidad, y el resultado final vida eterna. Porque el salario que el pecado paga es muerte, mas el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor.” (Rom. 6:22, 23) Al llegar a ser “esclavos de Dios,” sí, esclavos fieles, se tiene la promesa segura de vida eterna.

No se puede evitar este hecho: Ningún hombre en realidad es totalmente libre. Los hombres que creen que tienen libertad para vivir según su conciencia realmente están en esclavitud a sus propios deseos carnales. Son esclavos del pecado. Pero no quieren reconocerlo.

En una ocasión un señor levantó esta acusación contra un ministro cristiano cuando éste iba haciendo visitas de casa en casa: “Esa Biblia que usted usa es su muleta. Los pensamientos de usted no son suyos propios; ¡provienen de ese libro!” El ministro llamó a la atención del señor la biblioteca que éste tenía, que cubría algunas de las paredes de su casa. El ministro prudentemente indicó que las ideas de este señor eran el modo de pensar de los filósofos que él citaba constantemente.

Es un hecho. Todos tenemos pensamientos que se originan de una fuente exterior. Estos dan forma a nuestro modo de pensar y de obrar. ¡Cuán felices pueden sentirse los esclavos cristianos de ser impelidos por los pensamientos y acciones de Dios y de Cristo!

SE CONSIGUEN AMIGOS VERDADEROS

Jesucristo mostró la magnífica amistad que resulta de la esclavitud cristiana. Dijo a sus discípulos: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando.” (Juan 15:14) Note cuidadosamente de qué condición depende esta amistad. Depende de hacer lo que Cristo y su Padre dicen. Jamás queremos perder de vista ese hecho. Puede ilustrarse bien el asunto.

Es como el caso de un padre que se pasea por la playa con su hijo. Están jugando y riéndose juntos. El padre corre y trepa por las dunas con su hijo y realmente se llevan bien juntos. El hijo levanta la vista a su padre y pregunta: “Papi, ¿yo soy tu amigo?” El padre contesta: “Sí, hijo, por supuesto que eres mi amigo.”

Más tarde el padre llama al hijo y le dice que es hora de regresar a casa. El hijo vacila: “Pero yo no quiero regresar. Quiero quedarme aquí y jugar.” El padre le advierte: “Bueno, será mejor que me obedezcas si sabes lo que te conviene.”

“Pero, papi, ¿no dijiste que somos amigos?”

“Sí,” concuerda el padre. “Somos amigos mientras hagas lo que yo digo.”

Así sucede con nuestra amistad como cristianos con Dios y Cristo. La maravillosa relación que tenemos se debe a que obedecemos sus mandamientos. Jamás queremos perder esta amistad. Pero recuerde que es la esclavitud cristiana la que provee estos amigos verdaderos.

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