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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
w70 1/11 págs. 670-672

Preguntas de los lectores

● ¿Está seleccionando Dios todavía a individuos para estar asociados con su Hijo en el reino celestial, o es la esperanza de vida terrestre la que tienen todos los que se dedican a Jehová en este día?—EE. UU.

La selección de los herederos del Reino para ser socios con Jesucristo comenzó el día del Pentecostés, 33 E.C., con el derramamiento del espíritu de Dios sobre aproximadamente 120 de los discípulos de Jesús. (Hech. 2:1-21) Unos sesenta años después Jesucristo le reveló al apóstol Juan que el número total de herederos del Reino sería de 144.000.—Rev. 7:1-8; 14:1-3.

Desde el Pentecostés de 33 E.C., Jehová Dios ha estado seleccionando a los que habrán de ser coherederos con su Hijo. Es imposible decir cuántos a través de los siglos se añadieron a los miles iniciales que se mencionan en el libro de Hechos. (Hech. 2:41; 4:4) Aun en tiempos modernos, hasta aproximadamente 1935, continuó saliendo la llamada para traer a los que faltaban de los 144.000, ó el “resto.” Sin embargo, desde entonces el énfasis se ha dado principalmente a recoger la “grande muchedumbre” de “otras ovejas,” que tienen esperanzas terrestres. La “novia” ha extendido la invitación a estas personas para que beban del agua de vida. (Rev. 22:17) Su número ha estado aumentando mucho, mientras que el número de los que afirman ser de la llamada celestial (Heb. 3:1) ha estado disminuyendo. Estos muchos que han estado entrando, en general, han estado esperando las bendiciones de vida eterna en una Tierra paradisíaca. Éstos ahora ascienden a varias veces más que los 144.000.—Luc. 23:43; Juan 10:16; Rev. 7:9-15.

¿Significa esto que, desde aproximadamente 1935, los que ya han sido resucitados al cielo y el resto engendrado por espíritu que todavía está en la Tierra juntos forman el número completo de 144.000? Sí, ésa es la conclusión a la que señala la evidencia. La llamada general para ellos ha cesado de salir. Pero de este lado de la “tribulación grande” es posible que algunos de estos que quedan en la Tierra resulten infieles. (Mat. 24:21, 22) Dios se propone tener, cuando esté completa su obra con ellos, el número completo de 144.000 como fieles, con lugares permanentes en el Reino. En armonía con esto, si uno de estos que todavía están en la Tierra resultara infiel, su puesto tendría que ser llenado con un reemplazo. (1 Cor. 9:27; Rev. 3:11) ¿Por quién? Podría ser por una persona recién bautizada, o podría ser por uno de la “grande muchedumbre” que hasta ese instante ha estado demostrando que es persona que mantiene integridad bajo prueba. No podemos limitar a Jehová Dios o a Cristo Jesús en esa selección. Pero los ejemplos y principios bíblicos ciertamente favorecerían la selección de la persona probada a través del tiempo por encima del novicio, especialmente tomando en cuenta la brevedad del tiempo que queda. (Compare con Lucas 22:28, 29; 1 Timoteo 3:6.) Dios ciertamente tiene un gran abastecimiento de reservas entre tales “otras ovejas” fieles de donde sacar si opta por hacerlo.

Estrechamente relacionado con este asunto de escoger reemplazos está el ‘sellar’ de que se habla en Revelación 7:1-3. El apóstol Pablo nos dice lo que es el sellar, en Efesios 1:13, 14: “Por medio de [Cristo] también, después que ustedes creyeron, fueron sellados con el espíritu santo prometido, que es una prenda anticipada de nuestra herencia.” Esta “prenda” da la seguridad de que son escogidos. Es una promesa de la vida celestial a la que son llamados y los designa como engendrados por espíritu de Dios, con la esperanza de alcanzar el galardón final de vida celestial si resultan fieles.—2 Cor. 5:5.

Desde el Pentecostés de 33 E.C., entonces, los que han sido llamados, incluso los cristianos de tiempos modernos llamados a la vocación celestial, han recibido el sello del espíritu santo. Una persona seleccionada como reemplazo igualmente recibiría este sello. ¿Qué, entonces, es la obra de sellar a los 144.000 que se completa durante el tiempo en que los “cuatro vientos” del cielo están siendo retenidos? La visión de Revelación revela que, finalmente, todos los 144.000 retienen este sello como permanente. Ellos guardan el sello que recibieron al tiempo de ser llamados por Dios, no lo pierden por infidelidad. El sello permanece en sus “frentes” a través de prueba, denotando que Dios los aprueba como sus esclavos probados y fieles a la vista de todos. Tendrán sus lugares asegurados a ellos como “llamados y escogidos y fieles.” (Rev. 17:14) Como se indica en el libro “Then Is Finished the Mystery of God,” página 83, este sellar se refiere a la “obra final, irremovible, de sellar el número completo de los cristianos dedicados y bautizados ungidos, ‘los esclavos de nuestro Dios,’ . . . los que mantuvieran el ‘sello del Dios vivo’ sobre sus frentes hasta su prueba final y decisiva, hasta la muerte de mártir, si fuera necesario.”

El apóstol Pablo, cerca del fin de su ministerio terrestre, expresó la convicción de que él había mantenido el sello mediante fidelidad, pues escribió: “El debido tiempo de mi liberación es inminente. He peleado la excelente pelea, he corrido la carrera hasta terminarla, he observado la fe. De este tiempo en adelante me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, el justo juez, me dará como galardón en aquel día.”—2 Tim. 4:6-8.

Recientemente en diversas partes de la Tierra han aparecido algunos que ahora afirman ser de los restantes que tienen esperanza de ser herederos del Reino, aunque se han dedicado a Jehová Dios solo recientemente. El que sean en verdad y de hecho de estos socios en perspectiva del Reino o “resto” no le toca a otros juzgar. Es asunto entre el individuo y Jehová Dios, y el tiempo lo dirá. Sin embargo, todos los que afirman ser de este grupo harían bien en preguntarse si su convicción es un vestigio de la enseñanza babilónica de que todas las personas buenas van al cielo; o si puede deberse a un concepto falso, emocionalismo o hasta un deseo equivocado de lograr prominencia. (Vea La verdad que lleva a vida eterna, páginas 77-80.) Los que verdaderamente han sido engendrados por el espíritu de Dios y llamados a la esperanza celestial están seguros de ello, tal como declara el apóstol Pablo: “El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, mas coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.”—Rom. 8:16, 17.

En el pasado, quizás alguien haya participado sinceramente de los emblemas en la celebración de la Cena del Señor pero más tarde haya comprendido que nunca había sido del “resto,” sino que era de la “grande muchedumbre.” ¿Lo hace esto culpable de haber participado de los emblemas “indignamente,” dentro del significado de las palabras de Pablo en 1 Corintios 11:27-34? No, no si no estaba mostrando intencionalmente falta de respeto al significado de estos emblemas.

El contexto muestra que, al hablar del juicio en el cual uno incurriría al participar indignamente de los emblemas, Pablo había considerado a personas que trataban aquella cena como simplemente parte de su cena regular, de modo que algunos hasta se embriagaban en aquella ocasión. Mostraban falta de respeto y por consiguiente le restaban importancia al valor del cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo. (1 Cor. 11:20-22, 33, 34) Ciertamente los que participaran equivocadamente bajo una impresión incorrecta, pero con todo el respeto debido, no estaban tratando de hacer eso. Recuerde que Pablo les escribía a los “santificados,” “llamados a ser santos,” por lo tanto a cristianos que estaban bajo obligación de guardar la cena del Señor en memoria de él, participando de sus emblemas. (1 Cor. 1:2) Se desprende lógicamente también, que cualquier individuo que a sabiendas dice ser del “resto” y participa sin sinceridad, hipócritamente, incurriría en el disfavor de Dios. De modo que uno ciertamente debe escudriñar primero su corazón, junto con consideración seria de las Escrituras, antes de participar. Debe tener mucho cuidado, y estar plenamente convencido antes de participar.

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