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  • w72 15/6 págs. 377-380
  • Las asociaciones edificantes allanan el camino

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  • Las asociaciones edificantes allanan el camino
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 15/6 págs. 377-380

Las asociaciones edificantes allanan el camino

Según lo relató Jennie Klukowski

FUE el 10 de agosto de 1941, anunciado previamente como el “Día de los hijos” en una asamblea cristiana en Saint Louis, Misuri. El presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford, dirigió sus observaciones a los 15.000 niños sentados ante él: ‘Todos ustedes niños que han concordado en hacer la voluntad de Dios y que se han puesto de parte del Gobierno Teocrático por Cristo Jesús, y que han concordado en obedecer a Dios y Su Rey, ¡por favor PÓNGANSE DE PIE!’

Yo me puse de pie. Tenía trece años de edad, y qué gusto me dio estar asociada con esa muchedumbre feliz. Fue mi primera asamblea grande. Esta clase de asociación edificante fue lo que me allanó el camino para llegar a ser una proclamadora de tiempo cabal del reino de Dios.

APRENDIENDO LA VERDAD DE DIOS

Nací y me crié en el estado de Michigan. Fue en una escuela rural de solo una sala que la maestra empezó a hablar a las clases de los tiempos insólitos en los que vivíamos y lo que sería el futuro para la humanidad, a la luz de la profecía bíblica. Todo me parecía muy interesante. Un día después de las clases me preguntó si teníamos una Biblia en casa. “Sí,” dije, “mi madre la lee a menudo.” Ofreció visitarnos una noche para mostrarnos cómo estudiar la Biblia, lo cual hizo, pues era una testigo cristiana de Jehová.

En ese tiempo mi hermana mayor se mudó a la ciudad. Al ver un letrero acerca de estudios bíblicos en la ventana de una casa privada, tocó la puerta y dio a saber que estaba interesada, y se hicieron arreglos para un estudio bíblico. Al venir a casa los fines de semana hablábamos de lo que estábamos aprendiendo acerca de la Biblia y ¡descubrimos que hablábamos de la misma organización!

SE ABRE EL CAMINO PARA EL SERVICIO DE TIEMPO CABAL

Pronto mi hermana comenzó a trabajar de tiempo cabal proclamando las buenas nuevas del reino de Dios. Con su estímulo también hice de eso mi meta. En enero de 1942 me bauticé. El tiempo me parecía interminable hasta que salí de la escuela primaria y pude empezar a dedicar todo mi tiempo a proclamar las buenas nuevas. Recibí el permiso de mis padres porque estaría trabajando con mi hermana mayor. Mi primera asignación como predicadora de tiempo cabal de la Palabra de Dios llevó la fecha del 1 de enero de 1943. En ese entonces yo tenía catorce años de edad.

Después de trabajar por diez meses con mi hermana en Alma, Michigan, ella recibió una nueva asignación a East Rochester, Nueva York. Fui con ella. Fue nuestra primera asignación algo aislada de una congregación cristiana. ¡Con cuánto deleite esperábamos ir a Rochester para asistir a las reuniones y asociarnos con la amigable y hospitalaria congregación de esa ciudad!

Fue mientras estaba en esta asignación que por primera vez hallé a una persona que estaba profundamente interesada en el mensaje de la Biblia. Hizo tantas preguntas que me sentí abrumada y preocupada de que no estuviera satisfecha con mis respuestas. “Traeré a mi hermana mayor la siguiente vez que venga,” le prometí.

“¿Es mucho mayor que tú?” preguntó la señora.

“Oh, sí,” dije, “ella es vieja... ¡tiene veintitrés años!”

La siguiente vez que la visité con mi hermana, la señora le contó lo que yo había dicho... para gran mortificación mía. Continuó estudiando y llegó a ser una testigo de Jehová junto con otros miembros de su familia.

Nuestra estancia allí resultó ser demasiado breve, pues el primer día en nuestro nuevo territorio mi hermana recibió una invitación para asistir a la tercera clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, en preparación para servicio misional en el extranjero. Después de tres meses, mi hermana fue a Galaad y yo regresé a casa a esperar hasta que mis padres convinieran en dejarme partir de la casa para emprender por mi propia cuenta la predicación de tiempo cabal.

DE REGRESO AL SERVICIO DE TIEMPO CABAL

Llegó ese día el año siguiente, en septiembre de 1945, cuando cumplí diecisiete años de edad. Comencé a predicar en Flint, Michigan, viviendo con una hermana cristiana y su esposo que eran como mi propia familia. Fue en esta asignación que pasé un año y medio en asociación edificante con una congregación que incluía a unos veinte adolescentes celosos. Nuestra asociación fue mutuamente edificante y allanó el camino para continuo servicio de tiempo cabal en el interés del reino de Dios.

¡Qué feliz me sentí en julio de 1969 cuando algunos de estos ex-adolescentes arreglaron una reunión de sorpresa para todos los que habían crecido y trabajado juntos en la congregación de Flint más de veinte años antes! Ahora esos ‘adolescentes’ son superintendentes, siervos ministeriales, ministros precursores de tiempo cabal, ministros viajeros, misioneros y publicadores celosos de las buenas nuevas. ¡Qué afectuoso sentimiento y agradables recuerdos tengo de aquellos años que pasamos juntos y también de estas pocas horas de recordar, ponernos al día y mirar hacia el futuro!

Disfruté de algunas experiencias excelentes hace más de veinte años mientras estuve asociada con la congregación de Flint. Encontré a una señora en territorio aislado que sencillamente estaba esperando aprender la verdad de Dios. Pronto se puso a predicar conmigo en el pueblito, dando testimonio acerca del reino de Dios con entusiasmo, tanto a vecinos como a parientes, denodada a pesar de la indiferencia que encontraba. Hoy, en sus cartas me habla del progreso de la congregación local.

Entonces recibí una invitación para efectuar trabajo especial durante ocho semanas en preparación para la gran asamblea internacional que se celebraría en Cleveland, Ohio, del 4 al 11 de agosto de 1946. ¡Qué grato fue llegar a conocer a tantos proclamadores de tiempo cabal del reino de Dios y trabajar con ellos, a medida que recorríamos la ciudad seis veces buscando de casa en casa alojamientos para los delegados de la asamblea!

En enero de 1947 se me preguntó si aceptaría una asignación en Jackson, Michigan. Tres meses más tarde estaba allí. De algún modo, por la carta que les había enviado al ministro presidente y su esposa, dieron por sentado que yo era una anciana, de modo que hicieron arreglos para que me quedara en un lugar con dos ancianas, una de las cuales era proclamadora de tiempo cabal del Reino también. Les causó mucha gracia hallar a una muchacha de dieciocho años esperándolas cuando llegaron a casa un domingo por la tarde.

Después otras dos proclamadoras de tiempo cabal más o menos de mi edad vinieron a trabajar conmigo. El ministro presidente y su esposa resultaron ser unos segundos padres para las tres de nosotras, y hasta este día sus cartas vienen firmadas: “Papá y Mamá.” Toda la congregación, jóvenes y ancianos, nos recibió cariñosamente... ¿cómo podríamos sentirnos muy alejados de casa?

Con el tiempo más vinieron a trabajar con nosotros en Jackson, Michigan, como predicadores de tiempo cabal de la Palabra de Dios. Y cuando una hermana cristiana anciana de la congregación perdió a su esposo en la muerte nos mudamos con ella, viviendo en la parte de arriba de su casa por una cuota nominal. Su amor a la verdad bíblica, su espíritu juvenil y su buena actitud para con la diversión la ayudaron a tener paciencia con nosotros, y seis de los que vivimos con ella durante ese período llegamos a ser misioneros.

A LA ESCUELA DE GALAAD Y AL BRASIL

Mi invitación en 1948 a la clase decimotercera de la escuela misional de Galaad fue una sorpresa inesperada. Hasta entonces no había pensado en ir a Galaad. Pasé muchos días meditando. ¿Realmente hallaría en otro país la excelente asociación de la que había disfrutado hasta ahora, asociación que había allanado el camino para continuo servicio de tiempo cabal? Poco antes de llegar la invitación, mi hermana más joven que acababa de graduarse de la escuela secundaria había venido a trabajar con nosotros en la predicación de tiempo cabal. También significaría dejarla.

Sin embargo, en febrero de 1949 me encontraba en la Escuela de Galaad. No había tiempo para sentirme sola con tantas clases, tantos condiscípulos y tanta tarea. En cinco meses y medio pensé: “¡Qué triste despedirme de tantos amigos que van tan lejos!”

Yo había sido asignada a ir al Brasil con otros seis. Y después de tres meses en la Unidad East Manhattan de Nueva York, partimos en barco. En la mañana del día decimotercero a bordo del barco, despertamos a tiempo para mirar por la portilla los resplandecientes edificios blancos y otros de matices suaves del puerto que se ha llamado el más hermoso del mundo, Rio de Janeiro. Al desembarcar, encontramos al siervo de sucursal, a misioneros y Testigos locales esperando para darnos la bienvenida. ¡No tuvimos tiempo para pensar en que estábamos “muy lejos” de casa!

Durante los días de entre semana uno de nosotros se quedaba en casa para cocinar mientras que seis salían a trabajar. Trabajábamos desde la mañana hasta la tarde, luego regresábamos a casa para descansar, comer y estudiar portugués. Teníamos un intercambio de experiencias, contando lo que decía la gente y lo que nosotros decíamos.

Gradualmente desaparecieron el temor y la aprensión del nuevo idioma y de las costumbres, y el calor de amistad y la paciencia de los Testigos brasileños nos convencieron de que el amor cristiano no tiene fronteras.

Después de un año en Rio de Janeiro fuimos a una ciudad interior, Belo Horizonte. En total ahora, he estado en seis asignaciones durante mis veintidós años en el Brasil. Tres han sido para establecer congregaciones y tres para trabajar en las que ya estaban establecidas. Mi hermana más joven vino a trabajar conmigo aquí en la obra misional después de graduarse en la decimoctava clase de Galaad.

En una población pequeña, São João del Rei, por primera vez encontramos un territorio difícil. El alcalde era sacerdote, y de noche por medio de un programa de radio se expresaba opuesto a que la gente escuchara el mensaje que traíamos de la Biblia. En una puerta el señor de la casa le arrebató la Biblia de las manos a un misionero y la despedazó, aunque era una versión católica. A veces trabajábamos por tres horas o más sin poder dejar una sola pieza de literatura bíblica con nadie, puesto que la gente temía lo que dijeran o pensaran sus vecinos. No obstante, hallamos a algunos que querían tener un estudio bíblico, y pudimos ver el principio de una nueva congregación antes de ser transferidos a otra ciudad.

Mi presente asignación es Belem, Pará, en la desembocadura del río Amazonas, una ciudad de unos 600.000 habitantes. Tenemos cinco congregaciones en la ciudad, con más de 400 Testigos.

Un sábado por la mañana mientras ofrecía La Atalaya y ¡Despertad! en el territorio comercial de esta ciudad, encontré a un señor que me pidió que le llevara una Biblia “protestante,” pues dijo que había leído la traducción “católica” y deseaba compararlas. Pudo aprender que la verdad de Dios es la misma sin importar qué traducción se utilice. Con el tiempo llegó a ser el ministro presidente de mi congregación.

En otra experiencia, una señora con quien yo había estudiado la Biblia se mudó al interior debido al trabajo seglar de su esposo. ‘¿Cómo le irá?’ me preguntaba yo, pues era recién bautizada, y no había Testigos en ese pueblito. Cuando se mudó de vuelta a Belem cinco años después, dejó una congregación floreciente con su propio Salón del Reino.

Recientemente nos mudamos a un nuevo hogar misional amplio y ventilado construido arriba del primer Salón del Reino que es propiedad de una congregación de Belem. Aquí disfrutamos de asociación edificante con nuestros hermanos y hermanas cristianos, asociación como la de aquellos con quienes he vivido y trabajado durante los pasados veintiocho años. ¡Qué agradecida estoy de que esta asociación haya allanado el camino para tantas bendiciones, tal como el haber pasado más de la mitad de mi vida aquí en una asignación misional, y el ayudar a otros a disfrutar del servicio del Reino!

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