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  • ¿Suministran las iglesias refugio de la cólera divina?

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  • ¿Suministran las iglesias refugio de la cólera divina?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
w73 1/3 págs. 156-159

¿Suministran las iglesias refugio de la cólera divina?

HAY poca duda en la mente de la gente de que este mundo se enfrenta a una crisis. ¿Hay algún lugar donde una persona puede hallar refugio si la amenaza de una tercera guerra mundial llegara a ser una realidad? Sobre todo, ¿hay un lugar de seguridad durante un tiempo de juicio divino de este mundo? ¿Hay algo que se puede hacer que será reconocido divinamente como protección cuando Dios haga valer su gobernación plena sobre los asuntos de la Tierra?

¿Asegurará protección el ser miembro de una iglesia? ¿Considera Dios a las iglesias de las llamadas naciones “cristianas” como lugares sagrados de refugio, como ha sido la práctica en la cristiandad?

O si una persona ha dejado las iglesias de la cristiandad y asiste a las reuniones con los testigos de Jehová, ¿puede confiar en que esto le suministre refugio seguro? Aun cuando uno tenga mejor conocimiento de la Biblia que la mayoría de los que afirman ser cristianos, ¿provee esto protección segura?

Cuando consideramos lo que Dios hizo en tiempos pasados en relación con su pueblo Israel, podemos decir que la respuesta a estas preguntas es: “No, hay mucho más envuelto en cuanto a los requisitos que hay que satisfacer para recibir protección divina.” Podemos obtener el punto de vista del Gobernante Divino sabiendo lo que hizo tocante a la ciudad de Jerusalén y su templo sobre los cuales había colocado su nombre.

En el año 612 a. de la E.C., la tierra de Judá con su ciudad capital Jerusalén se encontró en una situación muy parecida a la de la cristiandad hoy día. Había contaminación, tanto literal como moral. El desafuero y la violencia llenaban la tierra. La idolatría y otras formas de adoración paganas, degradadas, eran predominantes entre los que decían servir a Dios. Aun en el mismo templo se llevaban a cabo algunas de las prácticas más horrorosas. También, había mucho temor e inquietud debido a la amenaza constante de una guerra destructiva con la potencia mundial pagana Babilonia. Hoy problemas similares acosan a la cristiandad.

UNA OBRA DE ‘MARCAR’ Y DE DESTROZAR

Por consiguiente, como Gobernante Divino invisible de Israel, Jehová se vio obligado a obrar. ¿Consideraría a Jerusalén y su templo inviolables, un santuario para los que estaban en ellos? Como es práctica de Jehová, reveló con anticipación lo que se proponía hacer. Mientras el profeta de Dios, Jeremías, estaba advirtiendo a la gente en Jerusalén de Su desagrado, a Ezequiel, en cautiverio allá en Babilonia, se le dio, por el poder de Dios, una vista visionaria de Jerusalén. Informa, en su libro profético:

“Y [Jehová] procedió a clamar en mis oídos con una voz fuerte, diciendo: ‘¡Que se acerquen los que dan su atención a la ciudad, cada uno con su arma en su mano para arruinar!’”—Eze. 9:1.

Estos “que dan su atención a la ciudad” como ‘arruinadores’ no serían Sedequías, el rey de Judá en aquel tiempo, y sus príncipes, porque estos gobernantes habían recurrido a Faraón de Egipto para que les ayudara a desviar la amenaza de Babilonia. ¿A quiénes llamó Jehová? Ezequiel los vio y los describió:

“Y, ¡mire! había seis hombres que venían de la dirección de la puerta superior que mira al norte, cada uno con su arma para destrozar en su mano; y había entre ellos un hombre vestido de lino, con un tintero de secretario a sus caderas, y procedieron a entrar y plantarse al lado del altar de cobre.”—Eze. 9:2, New World Translation.

Estos hombres, que ascendían a siete en total, eran un equipo completo para acción. Vinieron de la dirección que Babilonia habría de venir contra Jerusalén, pero no se dijo que los “seis hombres” que tenían armas de destrozo eran soldados babilonios. Sin embargo, sí representaban un ejército celestial, que podía, en realidad, usar a soldados babilonios como agentes terrestres.

¿Fue el séptimo “hombre” un soldado? No, era un secretario, en una misión de paz. Enseguida Ezequiel nos dice:

“Y respecto a la gloria del Dios de Israel, fue elevada de sobre los querubines sobre los cuales estaba hacia el umbral de la casa, y él empezó a clamar al hombre que estaba vestido con el lino, a cuyas caderas estaba el tintero de secretario. Y Jehová pasó a decirle: ‘Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y tienes que poner una marca en las frentes de los hombres que están suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se están haciendo en medio de ella.’”—Eze. 9:3, 4, NW.

De modo que el ‘hombre vestido de lino’ evidentemente fue enviado a una misión pacífica, salvavidas. Antes de dar al secretario su comisión la Presencia Divina se mudó del carro de guerra celestial, descrito antes en la visión, al “umbral de la casa,” evidentemente significando el umbral del Santísimo dentro del templo mismo. Desde aquí Jehová expidió su mandato al ‘hombre vestido de lino,’ equipado con pluma y tinta para efectuar la obra de marcar.

¿Quiénes habrían de recibir la marca que los distinguiría de los demás habitantes de Jerusalén? Los que no estaban en armonía con la idolatría, inmoralidad y otras cosas repugnantes que ofendían a Dios, provocándolo a cólera. Estaban “suspirando y gimiendo” debido al desacato e insulto para con la justicia y el nombre de Dios.

El simbólico ‘hombre vestido de lino’ tendría que ir de casa en casa, a todo hogar en la ciudad de Jerusalén, para hallar a todos éstos que merecían la marca. Tenían que ser marcados, porque eso era indicio de que eran adoradores verdaderos de Jehová.

LOS PRIMEROS QUE HABRÍAN DE SER DESTROZADOS

¿Qué valor tenía la marca? Jehová da la respuesta en su siguiente mandato a los “seis hombres” que estaban armados con armas para destrozar:

“Pasen por la ciudad detrás de él y hieran. No se sienta apenado su ojo, y no sientan ninguna compasión. A anciano, joven y virgen y niñito y mujeres deben matar... hasta arruinamiento. Pero no se acerquen a ningún hombre sobre el cual esté la marca, y desde mi santuario deben comenzar.”—Eze. 9:5, 6.

Note dónde habría de comenzar el destrozo de cabezas: ¡desde el santuario de Jehová! Es posible que los israelitas idólatras se hayan sentido seguros dentro del templo, porque pensaban que los cuerpos de los que fueran muertos violentamente contaminarían el santuario pero que su adoración falsa con ídolos no contaminaba ese lugar santo. Sin embargo, Jehová se había mudado muy lejos de su santuario nominal, y en evidencia de eso quería que fuera contaminado por los cuerpos violentamente muertos de los que estaban contaminando el santuario con sus idolatrías. Por consiguiente, “comenzaron con los ancianos que estaban delante de la casa. Y además [Jehová] les dijo: ‘Contaminen la casa y llenen los patios con los que son muertos violentamente. ¡Salgan!’ Y salieron e hirieron en la ciudad.”—Eze. 9:6, 7.

En consecuencia, el que una persona esté dentro del terreno de una iglesia o templo, o en un Salón del Reino de los testigos de Jehová, no protegerá a esa persona de la cólera de Jehová, si no está viviendo en armonía con las leyes justas de Dios. Aun los hijos cuyos padres no los crían en “la disciplina y regulación mental de Jehová,” en adoración pura, no serán protegidos. La edad o el sexo no era razón para que se le perdonara la vida al que fuera ofensor allá en Jerusalén cuando la cólera del Gobernante Divino se encendiera contra esa ciudad. Los padres ‘no marcados’ serán responsables de la muerte de sus hijitos.—Efe. 6:4, NW; Éxo. 20:5.

El ver que se les daba muerte a esos idólatras allí mismo en el santuario de Dios quizás haya hecho surgir una pregunta en la mente de Ezequiel: Si en un lugar tan sagrado como el templo a nadie se le perdona la vida, ¿cómo habrá oportunidad de que se le perdone la vida a quien esté afuera en la ciudad de Jerusalén? Tan conmovido quedó Ezequiel por lo que vio que preguntó: “Y aconteció que, mientras herían y se me dejó permanecer, procedí a caer sobre mi rostro y gritar y decir: ‘¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! ¿Estás arruinando a todos los que quedan de Israel mientras derramas tu furia sobre Jerusalén?’”—Eze. 9:8, NW.

Jehová contestó la pregunta de Ezequiel: “El error de la casa de Israel y Judá es muy, muy grande, y el país está lleno de derramamiento de sangre y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: ‘Jehová ha dejado la tierra, y Jehová no está viendo.’ Y en cuanto a mí también, mi ojo no se sentirá apenado, ni mostraré compasión. Ciertamente traeré sobre su propia cabeza su camino.”—Eze. 9:9, 10.

Lo que Jehová dijo aquí realmente se cumplió cuando los babilonios destruyeron a Jerusalén cinco años después.

LO QUE RESULTA EN PROTECCIÓN

Debemos considerar estas cosas a la luz del derecho y la justicia, y sin dejar que el sentimentalismo enturbie nuestro juicio. Podemos estar seguros de que Jehová destruyó a los que estaban contaminando la tierra y haciendo las condiciones violentas e inaguantables para los que querían hacer lo que era correcto. (Sal. 89:14; 2 Ped. 2:9) También, sus ejecutores mataron a aquellos a quienes no les importaba, y que convenían tácitamente en las cosas detestables que se llevaban a cabo. Solo a los que realmente estaban afligidos se les perdonó la vida, los que no solo estaban afligidos porque sus propios “derechos” o intereses estaban siendo violados, sino principalmente debido a la injusticia que se practicaba y el vituperio que ésta acarreaba al nombre de Dios.

Por eso, que ningún individuo crea que será preservado debido a la justicia de un padre o una madre, si es de edad responsable. Tampoco lo salvará el pertenecer a una iglesia, o el reunirse con otros que adoran a Dios, o el tener algún conocimiento de la Biblia. Dios no puede ser engañado. (Gál. 6:7) Sus ángeles dejarán vivos únicamente a los que están ‘marcados’ como adoradores de Dios “con espíritu y con verdad,” tanto en hecho como en palabra.—Juan 4:24.

Allá en Jerusalén ningún hombre literal fue a todas las casas poniendo una marca literal en las frentes. Fue una obra de marcar simbólica. Pero según la promesa y protección divinas ciertos individuos sí escaparon de ser ejecutados, como Baruc el secretario de Jeremías y Ebed-melec, los recabitas y sin duda algunos otros. Simbólicamente Dios los tenía ‘marcados’ tan claramente como si tuvieran una marca literal en la frente, de modo que los “seis hombres,” sus fuerzas angelicales, discernieran la “marca” y no se acercaran a ellos.

En este siglo veinte, en la cristiandad, que corresponde con Jerusalén y que dice ser el dominio del cristianismo, la violencia llena la tierra. Vituperios contra Dios y su ley aumentan de día en día. ¿Dónde puede hallarse protección? ¿Se está efectuando una obra hoy día que corresponde a la obra de ‘marcar’ de aquel tiempo? Si es así, ¿quién está efectuando la obra? ¿Cuál es la “marca,” y quién satisface los requisitos para recibirla hoy día? Estas preguntas proveen la base para una consideración en el próximo número de esta revista.

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