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  • Determinada a predicar la verdad de Dios

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  • Determinada a predicar la verdad de Dios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
w73 1/12 págs. 731-735

Determinada a predicar la verdad de Dios

Según lo relató Beulah Prior

EN 1919, poco después de bautizarme, me dio la influenza española. Junto con la influenza, me dio pulmonía. Casi me venció esto, pero no cejé por la bondad inmerecida de Jehová. Me parecía que éste no era tiempo de morir, porque había demasiado trabajo que hacer. Era un privilegio tan grande el hablarle a la gente acerca de la verdad de la Palabra de Dios... ¡tan pocos la conocían! Mi deseo y determinación de vivir y predicar acerca de Jehová y su reino eran tan fuertes que esto debe haberme ayudado a vencer una enfermedad tan seria.

Desde la niñez había estado interesada en la Biblia. Nací en 1888 en Lowndes County, Alabama. Gracias a los esfuerzos de mi padre, la lectura de la Biblia era una práctica de rutina en nuestro hogar. Cuando tenía nueve años de edad y vivía yo en la ciudad de Montgomery, mi padre empezó a predicar en la iglesia metodista. Me hice miembro de la iglesia a esa edad juvenil. Cuando tuve dieciséis años de edad, me hicieron maestra en la escuela dominical; dos años después, me hicieron superintendente de la escuela dominical.

A medida que aprendía todo en cuanto a las enseñanzas de la Iglesia Metodista, empecé a cuestionar muchas de las cosas que la iglesia enseñaba y practicaba. Se me hizo muy importante probar que lo que yo estaba apoyando era correcto según la Biblia. De modo que pasaba mucho tiempo escudriñando las Escrituras. ¿El resultado? No podía hallar apoyo en la Biblia para tantas cosas que enseñaba nuestra iglesia.

APRENDO LA VERDAD DE DIOS

Un día, mientras estaba enseñando en una escuela de segunda enseñanza metodista, un ministro viajero de los Estudiantes Internacionales de la Biblia, como entonces se conocía a los testigos de Jehová, visitó a mis padres. Mi madre inmediatamente tomó la literatura para mí. La madre de mi novio, que vivía a unas cuantas manzanas, también obtuvo un juego de los libros, los primeros tres tomos de Estudios de las Escrituras. Mi novio, que estaba en casa de vacaciones del colegio ese verano, leyó algunos de los libros. ¡Ni siquiera nos imaginábamos el tremendo impacto que esas publicaciones tendrían en nuestra vida!

Durante el verano de 1911, mi novio venía a visitarme. Nuestra conversación a menudo se dirigía a cosas que él estaba leyendo en los libros. Como resultado, empecé a leer mis propios ejemplares con gran expectación. Rápidamente descubrimos que teníamos celo por Dios pero no mucho conocimiento exacto.—Rom. 10:2, 3.

Después que nos enteramos del propósito de Dios de restaurar la Tierra a condiciones paradisíacas, no pudimos retener las buenas nuevas. Los dos empezamos a hablar acerca de ellas a otros. Cuando el presidente de la Sociedad Watch Tower, C. T. Russell, visitó a Montgomery en 1914 para presentar el Foto-Drama de la Creación, la historia de la Biblia con transparencias y fotografía cinematográfica, ¡estuvimos más convencidos que nunca de que ésta ciertamente era la verdad!

Después empecé a leer las publicaciones de la Sociedad Watch Tower con más interés que antes y con más frecuencia hablaba acerca de ellas a otros. Para junio de 1915 nos casamos y renunciamos a la Iglesia Metodista.

Al año siguiente nos mudamos a Fort Wayne, Indiana. Por un anuncio de lo Estudiantes de la Biblia, que hallamos en la entrada de nuestra casa, encontramos el lugar de reuniones y empezamos a asociarnos con ellos. Esta fue la primera vez que estudiamos con un grupo del pueblo de Jehová. No teníamos idea de que existiera tal arreglo en alguna parte del mundo. ¡Qué gusto nos dio estar asociados con otros de semejante fe preciosa! Los Estudiantes de la Biblia en Fort Wayne se sorprendieron algo al vernos por primera vez, porque ninguna persona de color en esa zona había mostrado interés en la verdad de Dios. Se nos trató muy bondadosamente durante nuestra estancia allí en Fort Wayne.

Cuando las cosas mejoraron económicamente en el Sur, regresamos a Montgomery. La comunidad nos tachaba a mi esposo y a mí de “tontos educados” porque ambos nos habíamos graduado en la universidad (mi esposo de veterinario y yo de maestra) y sin embargo seguíamos lo que algunos llamaban esta “nueva religión.” Pero tal burla no nos disuadió de persistir en la verdad de Dios.

DEFENDIENDO LA BIBLIA COMO MAESTRA

En 1918 los tiempos eran muy difíciles. Para ayudar a sostener la familia (ahora teníamos dos hijas), conseguí trabajo enseñando en una escuela luterana que estaba ocupando maestros de cualquier religión. Sin embargo, muchos de los maestros prometieron hacerse luteranos con el tiempo a fin de conseguir el trabajo. Pero yo di a conocer mi posición desde el principio. Dije: “Yo no voy a ingresar en su iglesia.”

Al principio enseñaba la clase primaria, que incluía la rutina diaria de enseñar a los niños el catecismo luterano. Al tratar esta materia, les daba a saber que eso no era lo que yo creía ni lo que la Biblia enseña. Algunos de los niños querían hacer preguntas, y los animaba a que vinieran durante el recreo o después de terminar la clase y contestaría sus preguntas. Así pasé muchas horas deleitables del almuerzo.

Ese mismo año un representante viajero de la Sociedad Watch Tower, W. E. Walton, visitó nuestro grupo. Presentó un discurso sobre “Consagración,” o dedicación, como se llama ahora. Ese domingo vino una excelente muchedumbre a oír su maravilloso discurso. El siguiente lunes me bauticé, ya consciente de que había dedicado mi vida a Jehová Dios. Sabía que adoraba al Dios Altísimo, por eso al enterarme de que el bautismo era el siguiente paso que dar, no titubeé en darlo.—Mat. 28:19, 20.

Pronto mi interés en la Biblia fue dado a saber al superintendente de la escuela donde yo trabajaba. Otros del personal docente temían que fuera yo ascendida, de modo que dieron a saber el hecho de que me había bautizado como Estudiante Internacional de la Biblia. Pronto el superintendente me abordó y trajo a colación el asunto. Le expliqué que no iba a ingresar en su iglesia y que yo estaba dedicada a Jehová Dios. “Con todo,” dijo él, “me gusta cómo trabaja y su franqueza.” Me pidió que me encargara del octavo año, y fui ascendida.

Los estudiantes de mayor edad también tenían muchas preguntas acerca de mi fe, y durante las discusiones del recreo y después de terminar la clase, contestaba sus preguntas y les ayudaba a aprender algo acerca de la Biblia. Estas discusiones hicieron que algunos de los padres se interesaran, e hice muchas visitas en los hogares de los niños para dar un testimonio adicional de la verdad de la Biblia.

Fue durante este tiempo que falté al trabajo un mes debido a la influenza española. Mientras me recuperaba, el pastor de la misión luterana visitó nuestro hogar y me dijo que si dejaba de “hablar de la Biblia,” tendría todas las cosas a mi modo en su organización. Le dije: “Mientras tenga aliento, no dejaré de hablar acerca de la verdad de la Palabra de Dios, la Biblia.”

Como resultado de esa conversación, sabía que sería mejor que buscara otro empleo. En poco tiempo me enteré de que necesitaban una maestra en Opelika, Alabama. Solicité el trabajo y lo obtuve.

SIRVIENDO EN YPSILANTI, MICHIGAN

En 1924 nos mudamos a Ypsilanti, Michigan, donde vivían los padres de mi esposo. Mientras mi esposo fue a Ypsilanti a arreglar las cosas para nosotros, yo me quedé con mis padres en Youngstown Ohio. Durante todos estos años mi padre se había opuesto enconadamente a la verdad de Dios. Después de veinte años de oposición, finalmente empezó a ver la luz de la verdad bíblica. Parece que el libro Enemigos de la Sociedad Watch Tower le abrió los ojos a la gran cuestión a la que se enfrenta toda la humanidad. El ver a mi padre aceptar la verdad fue una de las cosas más conmovedoras que me han sucedido. Mi madre, que no sabía leer, nunca se dedicó a Jehová, pero siempre se deleitaba en oír acerca de la verdad. En 1948, mi padre murió, fiel a Jehová.

Por fin, las cosas estuvieron listas en Ypsilanti, y fuimos a encontrar a mi esposo allí. La necesidad de proclamadores de la verdad bíblica de veras era grande en este pequeño pueblo universitario. Desde 1924 hasta ahora Jehová me ha permitido bondadosamente ser usada en su servicio en esta zona. Aquí el hermano Pettibone llevaba la delantera en las reuniones y era una columna de fuerza espiritual. Al morir él, empezó la apostasía. Por un tiempo pudimos reunir a unos cuantos en nuestro hogar y mantener ardiendo la llama vacilante de la verdad en esta localidad.

La apostasía afectó a la mayoría de los que asistían a las reuniones. Mi esposo también fue afectado, y me dejó a mí y a las cuatro niñas. Alrededor de 1932 las reuniones en Ypsilanti, aun la que se celebraba en nuestro hogar, parecieron enfriarse. La actividad parecía estar muerta.

Alrededor de ese tiempo me azotó un severo padecimiento de los nervios. A pesar de esto, ¡resolví continuar testificando aun en mi cama del hospital! ¿Los resultados? Disfruté de maravillosas experiencias junto a mi cabecera, enseñándole a la gente acerca de Jehová y su reino.

Cuatro meses después me enviaron a la casa de mis padres en Youngstown a recuperarme. Después de una corta estancia, fui a quedarme con parientes Testigos en Homestead, Pensilvania. Pronto comencé a recobrar las fuerzas, tanto físicas como espirituales, al asistir a las reuniones en Pittsburgo. Nos mudamos a Aliquippa, Pensilvania, donde la gozosa obra de recogimiento se hallaba marchando a toda velocidad. En torno de nosotros había aumentos en la cantidad de alabadores de Jehová.

Al fin, con las fuerzas físicas y espirituales renovadas, estuve lista para volver a Ypsilanti. ¡Qué desilusión! ¡Nada había cambiado! La obra del Reino estaba paralizada por completo. Escribí a la Sociedad Watch Tower acerca de la condición de las cosas en Ypsilanti. La respuesta vino en la forma de un representante especial, el siervo de zona Clayton Ball. Trajo el automóvil con equipo sonoro, fonógrafos y literatura que yo había solicitado. Desde entonces, Jehová ha continuado suministrando ayuda espiritual para que prosiga la predicación del Reino en esta población.

Con el tiempo pude hacer los arreglos para que un grupo de Testigos de color viniera a ayudarnos a predicar en esta zona. Se alquiló una escuela y se anunció bien el discurso público y hubo una buena asistencia. Después que el Testigo de color pronunció el discurso, se supo bien que todas las razas están representadas en la adoración verdadera de Jehová y que todas son bienvenidas. Como resultado del discurso, hubo evidencia de muchas personas interesadas entre la gente de color en esa zona. Pronto, se empezaron muchos estudios bíblicos con anteriores opositores de la verdad.

DETERMINADA A EFECTUAR PREDICACIÓN DE TIEMPO CABAL

Quería con desesperación emprender la obra de predicar de tiempo cabal. Pero todavía tenía a una niña en la escuela y no podía ver cómo iba a hacerlo. Presenté a Jehová el problema en oración. Pronto me vino la idea de alquilar cuartos en mi casa. Pero no tenía suficientes cuartos que alquilar para ganarme el sostén para mí y para mi hija. Entonces me vino otra idea: ¡Agrandar la casa! Pero, ¿cómo? No tenía dinero, pero fui a ver a un maderero y le expuse mis planes. Inmediatamente aceptó la idea y prometió su ayuda. Además de eso, me fio la madera. Ensanché la casa, y en 1944 emprendí la obra de predicar de tiempo cabal. La casa ha sido una bendición de otras maneras además de ser un medio de sostenimiento. A través de los años, Jehová ha permitido que muchas personas lleguen a un conocimiento de la verdad mientras se alojan en esa casa. Estoy convencida de que éste es otro maravilloso ejemplo de que Jehová mueve a su pueblo con su espíritu santo.

Durante todos esos años, tomando en consideración nuestros recursos limitados, mis hermanos y hermanas cristianos amorosamente me daban a mí y a las niñas ayuda para asistir a las asambleas. Gradualmente, el alquiler de los cuartos suministró suficientes ingresos para que yo y mi hija fuésemos a todas las asambleas. ¡Nunca hemos perdido una desde entonces! Sin embargo, ha habido ocasiones recientemente cuando he tenido que obtener permiso para salir de un hospital para asistir a una asamblea en una silla de ruedas, ¡pero estaba determinada a estar allí y estuve!

Cuando empecé la obra de predicar de tiempo cabal en 1944, tuve la bendición de tener mi primer automóvil, un Dodge 1934. Había sido de un granjero anciano, y dos Testigos me lo repararon. Para ayudar a pagarlo y ponerle gasolina, vendía hierro viejo, trapos y papeles al comerciante local de material de desecho. ¡Jehová, en su bondad, creó la oportunidad para que yo alabara su gran Nombre aun más!—Sal. 96:1-3.

Por la bondad de Jehová, no solo he podido asistir a las asambleas en los Estados Unidos, sino que también recibí la bendición de hacer un viaje a Europa en 1951, asistiendo a las asambleas de Londres y París. En 1955 pude volver a Europa para visitar todas las ciudades en las cuales se celebraban asambleas. Fueron maravillosas bendiciones.

La obra de predicar de tiempo cabal de veras ha sido un privilegio en el cual participar todos estos años. En esta población, donde muchas personas van y vienen, Jehová me ha permitido ayudar a muchas personas a obtener un conocimiento de la verdad de Dios antes de mudarse a otra parte. Hoy estos hermanos y hermanas cristianos están esparcidos por todo este país de costa a costa. Durante los años, he tenido tantas experiencias maravillosas que no puedo principiar a contarlas. A pesar del dolor de la artritis, me las arreglo para continuar en la obra de predicación de tiempo cabal. Con una muleta y un bastón he tenido el privilegio de ayudar a dispensar estas maravillosas verdades a otros.

En 1965 se quemó mi casa mientras andaba en la obra de predicación. Ni siquiera eso me detuvo de permanecer en la obra de predicar de tiempo cabal. Lo único que siempre había querido era un lugar donde descansar de noche, suficiente alimento para mantenerme viva para servir a Jehová y el modo de llegar a la gente con el mensaje de verdad de Dios.—Mat. 4:4.

Recientemente tuve que quedarme en cama de nuevo debido a un accidente. Pero pude conducir varios estudios bíblicos por teléfono. ¿Qué había sucedido? El automóvil de algún modo se puso en “punto muerto” y empezó a deslizarse hacia atrás sobre mis piernas. A pesar de este accidente celebré mi estudio y luego fui al hospital para que me hicieran un examen. ¡Ni un solo hueso se había roto! Pero tuve que quedarme en el hospital durante seis semanas. El doctor que me atendió se asombró y lo llamó un “milagro.”

Ahora, en los años de mis fuerzas menguantes, ¡continúo predicando y alabando el gran nombre de Jehová! A los ochenta y cuatro años de edad sigo determinada a ser fiel al más maravilloso y amoroso Patrono del universo, Jehová. ¡Sí, la obra de predicación de tiempo cabal de veras ha sido una carrera sumamente maravillosa y recompensadora! Pido en oración que continúe fiel hasta el fin.

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