El aprecio recibe énfasis en la graduación de Galaad
“¿QUÉ quiere decir usted cuando dice: ‘Lo aprecio mucho’? ¿Son solo palabras, o es una expresión llena de significado?” Con esas preguntas N. H. Knorr, presidente de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, empezó el discurso que pronunció a los graduandos de la clase cincuenta y cinco de esta escuela misional. Fue el 10 de septiembre de 1973; el lugar, el Salón de Asambleas de los Testigos de Jehová en la ciudad de Nueva York, donde se había reunido una muchedumbre de 1.975 concurrentes. Los cincuenta estudiantes que se graduaban oyeron buen consejo acerca del significado del verdadero aprecio.
El discurso les ayudó a apreciar el valor del conocimiento y lo que Jehová Dios está haciendo para nosotros. “Dios nos aprecia,” dijo e hermano Knorr, y citó estas palabras de Jesús: “Los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados.” (Mat. 10:29-31) El orador subrayó la importancia de que los estudiantes aprecien el valor de su fe.—Gál. 5:6.
Comentando sobre 1 Pedro 1:7-12 (The New English Bible), el hermano Knorr dijo que ‘las pruebas vienen para que su fe pueda demostrarse digna de toda alabanza, gloria y honra cuando sea revelado Jesucristo. Entonces segarán la cosecha de su fe, es decir, salvación para su alma.’ Predicadores les llevaron las buenas nuevas de la salvación a estos estudiantes, y ahora ellos iban a salir como misioneros para llevar estas buenas nuevas a otros. El hermano Knorr terminó su discurso con la exhortación de que ‘apreciaran su fe,’ y agregó: “Tienen que mantener firme su fe para que nunca vacile y nunca se debilite. Jehová Dios aprecia la fe de ustedes porque ésta produce honra y gloria y alabanza para él.”
Terminando este discurso, los graduandos procedentes de nueve diferentes países pasaron en fila ante el presidente de la Sociedad para recibir sus diplomas y oír sus asignaciones a veinticuatro países, entre ellos Honduras, Indonesia, Hong Kong, Taiwan, Islandia, Liberia, Perú, Tailandia, India, Corea, Japón, Chile, Brasil, Paquistán y Vietnam del Sur.
Justamente antes de la conferencia principal, hubo una serie de discursos breves. Por ejemplo, el instructor de la escuela U. V. Glass les dijo a los estudiantes que habían sido sometidos a pruebas de diversas maneras. Como caso preciso mencionó que el 40 por ciento de ellos se habían bautizado mientras sus padres no eran creyentes en la verdad de Dios; además, de éstos la mitad habían sufrido oposición de parte de su familia. “Esta determinación por la verdad de Dios,” aconsejó Glass, “debe permanecer con ustedes”... porque había otras zonas en las cuales no habían sido probados. Nuevas cosas surgirían para probar su fe. Les advirtió del peligro de hacerse quejumbrosos y de rendirse cuando estamos tan cerca del fin del sistema de cosas actual.
M. G. Henschel explicó por qué los misioneros futuros necesitan un curso de entrenamiento especial de cinco meses... para que sean espiritualmente fuertes y puedan háberselas con una variedad de cosas, entre ellas un nuevo idioma, un clima diferente, y cosas por el estilo. ‘Pero otros lo han hecho, y ustedes también lo pueden hacer,’ dijo él. ‘Y una cosa que les ayudará a hacerles frente a molestias,’ agregó Henschel, ‘es mantener el sentido del buen humor.’
F. W. Franz, vicepresidente de la Sociedad Watchtower, animó a los estudiantes a que les sirviera de ejemplo provechoso un hombre que rara vez, si es que nunca, se menciona como ejemplo que debemos imitar. Éste fue un hombre de la tribu de Judá. Lo que hizo se menciona en solamente dos versículos de la Biblia. (1 Cró. 4:9, 10) Se llamó Jabes y “llegó a ser más honorable que sus hermanos.” ¿Por qué? Porque invocó al Dios de Israel: “Si me bendices sin falta y verdaderamente agrandas mi territorio y tu mano realmente resulta estar conmigo, y realmente me conservas de calamidad, para que no me lastime,...”
Jabes no estaba haciendo un voto, sino ofreciendo una oración muy sincera. ¿Buscaba más territorio a costa de otros? No, explicó Franz, pedía el agrandamiento pacífico de su territorio. Según la antigua tradición judía, dijo él, Jabes quería establecer una escuela e instruir en la adoración de Jehová Dios. Quería conseguir discípulos para Dios. Puesto que su motivo era bueno, la Biblia dice: “Por consiguiente, Dios hizo que viniera a suceder lo que había pedido.” De modo que Jabes trató de cooperar con Dios, y Franz animó a los graduandos a que fueran como éste, y, de hecho, dijeran: ‘Oh, si me bendices sin falta y verdaderamente agrandas mi territorio,’ ¡lo cual hará posible que hagan más discípulos del Señor Jesucristo!
Esa noche los estudiantes ofrecieron un programa musical deleitable, y éste fue seguido por un conmovedor drama bíblico que presentó escenas sobresalientes en la carrera del apóstol Pablo.
El entero programa edificó la fe y ayudó al pueblo de Jehová a apreciar que ‘la cualidad probada de nuestra fe es de mucho más valor que el oro y es causa de alabanza y gloria y honra.’—1 Ped. 1:7.