Preguntas de los lectores
● ¿Constituyen las prácticas lascivas de parte de una persona casada para con su propio cónyuge base bíblica para que el cónyuge ofendido obtenga un divorcio?
Hay veces cuando las prácticas lascivas dentro del arreglo matrimonial suministrarían base para un divorcio bíblico. Por supuesto, las Santas Escrituras no fomentan el divorcio ni mandan a la parte inocente que se divorcie de su cónyuge que se entrega al adulterio o crasa perversión sexual.
Concerniente al divorcio, Jesucristo declaró: “Cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra comete adulterio.” (Mat. 19:9) “Todo el que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, la expone al adulterio, y cualquiera que se case con una divorciada comete adulterio.”—Mat. 5:32.
Así se pone de manifiesto que la “fornicación” es la única base para divorcio. En el griego común en el cual están registradas las palabras de Jesús, el término “fornicación” es porneia, que designa todas las formas de relaciones sexuales inmorales, perversiones y prácticas lascivas como las que se pudieran llevar a cabo en una casa de prostitución, incluyendo copulación oral y anal.
En cuanto a las declaraciones de Jesús acerca de divorcio, no especifican con quién se practica la “fornicación” o porneia. Dejan el asunto abierto. El que se puede considerar correctamente que porneia incluye perversiones dentro del arreglo del matrimonio se ve en el hecho de que el hombre que obliga a su esposa a tener relaciones sexuales contranaturales con él realmente la “prostituye” o “corrompe.” Esto lo hace culpable de porneia, pues el verbo griego relacionado porneuo significa “prostituir, corromper.”
De consiguiente, podrían surgir circunstancias que harían de las prácticas lascivas de una persona casada para con su cónyuge una base bíblica para divorcio. Por ejemplo, una esposa puede hacer lo que razonablemente pueda para impedir que su esposo le imponga perversiones como las que se llevan a cabo en un burdel. Sin embargo, debido a su mayor fuerza, él pudiera sobreponerse a ella y usarla para sexo pervertido. A fin de no ser prostituida de esta manera en otra ocasión, una esposa cristiana quizás decida obtener un divorcio. Ella podría establecer con la congregación que la verdadera razón para esto es porneia y luego proceder a conseguir un divorcio legal sobre cualquier base verídica aceptable a los tribunales del país.
Si, por otra parte, se participara de las prácticas lascivas por consentimiento mutuo, ningún cónyuge tendría razón para señalar porneia como base bíblica para el divorcio. Esto se debe a que ninguno de los dos es inocente y está buscando libertad de un cónyuge culpable de porneia. Ambos cónyuges son culpables. Tal caso, si es traído a la atención de los ancianos de la congregación, se manejaría como cualquier otro mal serio.
● ¿Cuál es el punto de vista de los testigos de Jehová en cuanto a asistir a las bodas de un conocido o pariente mundano?
En el caso de los menores de edad que se proponen asistir, la decisión final es de los padres. De otra manera es asunto de decisión personal, y cada cristiano tendrá que estar dispuesto a asumir su propia responsabilidad. Sin embargo, hay principios bíblicos y una extensa variedad de circunstancias que se deben considerar.
Quizás la ceremonia matrimonial se conduzca en un edificio religioso y por un clérigo. Esto la haría bastante diferente de una ceremonia meramente civil. El cristiano verdadero no podría unirse ni participar por conciencia en ninguna oración ni servicio religioso que él supiera que es contrario a la enseñanza de la Biblia. Tampoco se interesa en ver cuán cerca puede llegar a actos de apostasía sin cruzar la línea. Está bajo obligación de prestar atención al mandato bíblico: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero?. . . ¿O qué porción tiene una persona creyente con un incrédulo?. . . ‘Por lo tanto sálganse de entre ellos, y sepárense,’ dice Jehová, ‘y dejen de tocar la cosa inmunda.’”—2 Cor. 6:14-17.
Se comprende que una persona invitada a asistir a unas bodas de parientes y conocidos mundanos a veces se puede enfrentar a un problema bastante grande. Por ejemplo, quizás la invitación se haya extendido a una esposa cristiana y a su esposo incrédulo. A él quizás le parezca que ambos deben estar presentes para las bodas. Sin embargo es posible que ella se inquiete en cuanto a ello. Es posible que razone que, si fuese a asistir a unas bodas celebradas en una iglesia, la presión emocional de las circunstancias podría hacer que ella cometiera algo incorrecto. Por otra parte, ella pudiera concluir que, por consideración a los deseos de su esposo, podría ir con él solo como observadora respetuosa, pero estando determinada a no participar en ningún acto religioso.
Prescindiendo de la manera en que una esposa considere el asunto, sería para provecho suyo explicarle su posición a su esposo. Si, sobre la base de su explicación, él llega a la conclusión de que la presencia de su esposa posiblemente pueda hacer surgir una situación desagradable para él, quizás él prefiera ir solo. O, quizás todavía quiera que ella lo acompañe, pero como observadora callada, en el cual caso ella tendrá que decidir si va a ir o no.
Algo que merece consideración es el efecto que el asistir a unas bodas en un edificio religioso pudiera tener en los compañeros creyentes. ¿Podría lastimar la conciencia de algunos? ¿Podría la resistencia de ellos en cuanto a participar en actos idólatras verdaderos ser debilitada por esta acción de usted? Un principio bíblico que entra en el cuadro es: “Que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no estén haciendo tropezar a otros hasta el día de Cristo.”—Fili. 1:10; vea también 1 Corintios 8:9-13.
A veces una invitación a unas bodas puede incluir participación activa como miembro del séquito nupcial. ¿Qué hay si esto requiriera el participar en ciertos actos religiosos? Manifiestamente el que desea agradar a Dios no podría participar en actos de religión falsa; la persona tiene que obrar en armonía con su Palabra. Pero el cristiano podría explicar exactamente cómo se siente e indicar que de ninguna manera quiere aguar el gozo del día de la boda siendo responsable de lo que pudiera resultar ser una situación embarazosa.
En asuntos de esta índole, los cristianos tienen que considerar cuidadosamente todos los factores envueltos. Bajo ciertas circunstancias quizás concluyan que no surgirían dificultades si asistieran como observadores callados. Por otra parte, quizás las circunstancias sean de tal índole que el cristiano razone que el daño probable a su conciencia o a la de otros al asistir a tales bodas mundanas pesa más que los beneficios posibles de asistir. Sea cual sea la situación, el cristiano debe asegurarse de que su decisión no le impida conservar una buena conciencia delante de Dios y los hombres.