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  • Cuando el predicar presenta un verdadero desafío

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  • Cuando el predicar presenta un verdadero desafío
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/5 págs. 293-296

Cuando el predicar presenta un verdadero desafío

¿QUÉ hay si se le diese a usted como asignación en la cual predicar un territorio de aproximadamente la mitad del tamaño de Europa, o la mitad del tamaño de los Estados Unidos? ¿Qué hay si este territorio fuese principalmente desierto, un lugar donde el calor de un Sol implacable se elevara por lo común a unos 50 grados centígrados? ¿Aceptaría usted el desafío de predicar donde las carreteras no pavimentadas, el polvo, las moscas, los enjambres de otros insectos y a veces lluvias torrenciales presentan pruebas aparentemente interminables?

A mi esposa y a mí se nos ofreció una asignación de esa índole en la región rural aislada y desértica de Australia, y la aceptamos. Quizás le sorprenda que Australia sea tan grande... ¡tiene cincuenta y ocho veces el tamaño de Inglaterra! Tiene más región con nieve que Suiza, más lagos que Escocia, Holanda, Francia y Bélgica combinadas, y más sol y oleaje que Hawai, Tahití, Bali, Fidji y Pago-Pago juntas. Y sus desiertos están entre los más grandes del mundo.

Por dos años viajamos por estas zonas desérticas, abarcando unos 16.000 kilómetros cada seis meses en nuestra visita a catorce congregaciones y siete grupitos de testigos de Jehová. ¿Sabe usted lo que está envuelto en simplemente ir de congregación en congregación en esta región aislada y desértica?

PREPARATIVOS PARA EL VIAJE

Primero, tuvimos que modificar nuestro auto para que resistiera las corrugaciones que nos sacudirían los huesos, así como el viaje por senderos, el vadear ríos y el polvo. Especialmente tuvieron su efecto en el auto los 4.800 kilómetros de carreteras no pavimentadas que viajamos cada vez que abarcamos nuestro circuito de predicación.

Para proteger nuestro parabrisas, lo preparamos con una cubierta que sirviera de pantalla protectora. Luego instalamos una barra contra canguros para impedir el daño que pueden causar los canguros cuando saltan contra las luces de un auto. Ajustamos muelles más grandes en el frente del auto para hacer que el motor y el mecanismo de transmisión estuvieran a mayor altura del camino. Atrás, soldamos alrededor de todo el tanque de la gasolina una lámina protectora de metal para impedir que fuera agujereado por piedras. Finalmente, le instalamos un refuerzo al diferencial para impedir que el diferencial se desprendiera debido a las vibraciones y cayera al camino.

Nuestro auto tiene un portaequipajes superior que se extiende por casi toda la capota. Utilizamos casi todo centímetro de su espacio para llantas de repuesto, neumáticos, gasolina adicional, aceite, filtros, bomba de aire, sogas para remolcar, gatos, alambres de cierre de acumulador, agua para lavar y beber, y herramientas y piezas de repuesto para el auto para casi todo caso de avería mecánica. Tiene usted razón al llegar a la conclusión de que antes de que alguien califique para una asignación de predicar aquí tiene que ser buen mecánico. Un hecho que enfatiza lo necesario que es estar preparado es que cada año mueren varias personas debido al calor extremado cuando sus autos les han fallado. A menudo hay más de 480 kilómetros entre una gasolinera y otra y rara vez encuentra uno otro automóvil en el camino.

Además, una parte importante de la preparación es envolver toda la ropa en plástico antes de meterla en la maleta. Entonces hay que envolver la maleta en lona. ¿Por qué? Porque de otra manera el polvo semejante a talco de estas regiones saturaría la ropa.

EXPERIENCIAS EN EL VIAJE

Por lo general, pasábamos la primera parte de la semana viajando y la última parte participando en la predicación con una congregación de Testigos. Viajábamos como promedio unos 800 kilómetros entre visitas a las congregaciones o grupos aislados. Esto significaba que dormíamos en nuestro automóvil en el camino una o dos noches por semana, en temperaturas nocturnas de 38 grados centígrados o más.

Al viajar los 1.200 kilómetros de Wyndham, Australia Occidental, a Broome encontramos tiempo de lluvias. A veces teníamos que abandonar el camino trillado y meternos por la espesura para evitar sitios dificultosos. O salíamos del auto y con pala echábamos hormigueros en los hoyos que había en el camino para rellenarlos. Pero conmigo empujando el auto y con mi esposa conduciendo, lográbamos pasar.

La primera vez que recorrimos todo nuestro circuito no vimos yerba en todos aquellos 16.000 kilómetros, salvo en una población. ¡La sequía era devastadora! Pero, como indican las Escrituras, los desiertos pueden florecer como el azafrán después de la lluvia. (Isa. 35:1) Después de las lluvias de temporada, hemos visto miles de kilómetros de bellas flores cubriendo literalmente la tierra hasta donde el ojo podía ver. También, las zonas desérticas están llenas de animales silvestres, incluso canguros, goannas, borricos salvajes, caballos, emus, perros salvajes y hasta unos cuantos camellos.

Una sección de 730 kilómetros de carretera sin pavimentar era especialmente aislada y calurosa. Para llevar menos peso, decidimos dejar nuestro abastecimiento de agua adicional. Pero en el camino se nos desinfló un neumático, y después se nos reventó otro. Ahora estábamos usando nuestros dos neumáticos de repuesto; ni pensar que hubiera otros autos viajando por la carretera, y todavía nos faltaban 190 kilómetros para llegar a la siguiente población.

Sin decir mucho y con el corazón saliéndosenos, seguimos avanzando a treinta kilómetros por hora durante lo que pareció una eternidad, temiendo que a cualquier instante se reventara otro neumático. La temperatura estaba en cerca de 46 grados centígrados y todo lo que teníamos era media cantimplora de agua tibia. Súbitamente, se desinfló otro neumático, pero estábamos a las afueras de la población. Nos alegramos de estar de regreso en la “civilización” aquella noche.

En otra ocasión experimentamos lluvia fuera de temporada, y vimos enormes camiones atascados por el camino. “Es imposible pasar, hombre,” nos dijo un conductor de camión. Pero dijimos que subiríamos por la carretera para por lo menos echar un vistazo. Parecía casi intransitable, de modo que nos estacionamos en medio de la carretera aquella noche y dormimos unas cuantas horas.

A la mañana siguiente le dije a mi esposa: “No vayas a gritar.” Entonces, después de calentar el motor cuidadosamente y pensando en el personaje bíblico Jehú, que conducía desenfrenadamente, conduje nuestro “carro” cuesta arriba con gran estruendo, mientras lodo y cieno volaban en toda dirección. (2 Rey. 9:20) A veces en realidad se necesita “tener empuje,” como dicen los australianos. Lo que teníamos en primer lugar en la mente era llegar a la siguiente congregación y participar con nuestros hermanos cristianos de allí en la predicación.

Sin embargo, no siempre pudimos observar nuestro horario. ¡Debido a inundaciones, en una ocasión tuvimos que desviarnos 4.183 kilómetros a fin de visitar una congregación! De modo que, en vez de llegar temprano en la semana, llegamos el jueves por la noche, cansados y especialmente polvorientos y despeinados. Esto se debía en parte a que 724 kilómetros atrás en el camino se nos rompió el parabrisas. Pero pudimos salir a predicar con la congregación desde el viernes hasta el domingo.

Las distancias que viajábamos para asistir a asambleas cristianas eran mucho más largas todavía. Por ejemplo, viajamos 9.600 kilómetros ida y vuelta para asistir a una asamblea internacional en Sydney, saliendo de Port Hedland y regresando a Mount Newman. Para en caso de problemas, en tales viajes llevábamos una caja de alimentos, por lo general suficientes para durar dos semanas. Panecillos y habichuelas o frijoles asados eran mis favoritos, mientras que mi esposa prefería las sardinas enlatadas.

A veces tuve que dedicar unos cuantos días a trabajo seglar a fin de tener suficientes fondos para mantener en marcha nuestro auto. Nunca olvidaré la ocasión en que tuve la oportunidad de trabajar con los aborígenes en Wyndham, que según informes es uno de los lugares más calurosos de la Tierra. Uno de los nativos allí se interesó particularmente en la Biblia, y tuve la oportunidad de darle un buen testimonio acerca del nuevo sistema que Dios ha prometido.—2 Ped. 3:13.

ENFRENTÁNDONOS AL CALOR

Muchas fueron las veces en que no habríamos tenido ningún inconveniente en pasar a otros algo del calor que sentíamos a cambio de un clima más fresco. Cuando vino la gran sequía de 1972, la temperatura, consistentemente, fue de más de 48 grados centígrados. Mi esposa sobrevivió frotándose suavemente la cara y el cuello con un trapo húmedo. Almorzábamos agachados debajo de un arbusto, ya que no hay árboles por unos 1.280 kilómetros a través de la llanura de Nullarbor. Esta llanura tiene nombre apropiado, puesto que Nullarbor significa “Sin árboles.”

Todo reflejaba el calor; el tocar el auto quemaba la carne. El calor prolongado ampolló el hule de alrededor de las ventanillas de nuestro auto. Cometí el error de comprar un par de zapatos baratos, y las suelas se derritieron y se deslizaron a un lado después de solo unas cuantas semanas. En cierta ocasión, después que llegamos a nuestro destino, la temperatura bajó a 47 grados centígrados, lo cual casi parecía fresco.

A menudo experimentamos temperaturas de más de 43 grados centígrados durante nuestra predicación, pero todavía pudimos mantener nuestro horario normal de visitas de casa en casa. Recuerdo que en Exmouth la temperatura era de 43 grados centígrados antes de las nueve de la mañana cuando toqué a mi primera puerta. Pero la gente es muy fuerte, y aprende a enfrentarse a esta clase de clima.

Vimos a un niño Testigo de veintidós meses de edad ir de casa en casa toda la mañana sin un solo lloriqueo en calor de más de 40 grados centígrados. Cuando nos encontramos para almorzar tenía lodo rojo en toda la cara, gotas de sudor en la cabeza y riachuelos de sudor corriéndole por las mejillas, mientras caminaba de la mano de su padre. Pero tenía una gran sonrisa de oreja a oreja, y trató de hablarnos acerca de algunas personas que habían encontrado aquella mañana.

Un día en que la temperatura era de 47 grados centígrados, pronuncié un discurso público en una casa de Meekatharra. Después, cuando me quité los pantalones noté un cuadro blanco de sal adherido a la rodilla izquierda en el lugar donde había tenido colocada la Biblia, y tenía dos manchas blancas donde me había sentado. Pero los hermanos locales, estando acostumbrados al calor, ni siquiera se habían molestado en poner a funcionar los ventiladores aquella tarde. Mi esposa y yo pudimos enfrentarnos a estas condiciones consumiendo sal adicional y confiando en que Jehová Dios nos supliera fuerzas.

MANTENIÉNDONOS FUERTES ESPIRITUALMENTE

Una familia de testigos de Jehová que visitábamos vive a centenares de kilómetros de la congregación más cercana, pero se aseguran de recibir el mismo alimento espiritual que reciben otros Testigos. Cada noche de reunión se ponen buena ropa, y los diversos miembros de la familia se encargan de las mismas porciones de las reuniones que se consideran en las congregaciones de los testigos de Jehová por todo el mundo.

Surgió un problema en cierta ocasión en que la madre estaba en el hospital, pues había dado a luz durante el día. ¿Cómo iban a conducir su reunión aquella noche, cuando ella tenía un discurso en la Escuela del Ministerio Teocrático? Bueno, ¡todos se fueron al hospital, y celebraron su reunión allí! Nada impide que esa familia tenga su programa regular de instrucción espiritual.

Otro Testigo aislado seguía el mismo modelo. Pero puesto que estaba solo, él mismo se encargaba de todas las porciones de las reuniones, hasta de cantar él mismo las canciones del Reino. Los vecinos notaron que no se hallaba en las funciones sociales, de modo que pensaron que le harían un favor y pusieron su nombre en las matrículas de miembros de dos clubes de la población. Él explicó prudentemente por qué optaba por no envolverse en funciones de club.

Esta persona era un Testigo nuevo, y se requirió tiempo para que cobrara valor y visitara a sus vecinos para predicarles. Entonces, a menudo la gente le decía: “Hoy no, amigo. Usted es buena gente, hombre, pero no traiga esa religión por aquí.” Sin embargo, inició un estudio bíblico con una persona, y en poco tiempo esta persona estuvo participando con él en su programa de reuniones. La visita que les hicimos nos pareció demasiado breve.

En varios lugares que visitamos sólo vivía un Testigo. Una hermana cristiana aislada mantenía un vigoroso horario de predicación, pues tenía a más de 10.000 personas a las cuales dar el testimonio en su territorio. Cargaba un nene en la espalda y llevaba a otro niño de la mano. Pudo cultivar mucho interés en la Palabra de Dios entre la gente. De vez en cuando, a publicadores o grupos aislados se les envían grabaciones magnetofónicas de conferencias bíblicas que se pronuncian en las congregaciones, para que puedan recibir estos beneficios espirituales.

El dar el testimonio es un deleite en la mayoría de las remotas poblaciones mineras. Para llegar a éstas, frecuentemente los Testigos viajan centenares de kilómetros y acampan por más o menos una semana a la vez. Aquí encontramos muchas familias jóvenes, y hallamos que la gente es muy amigable. Tienen menos distracciones, y por eso tienen más tiempo para leer. Un día una persona de Karratha tomó toda la literatura bíblica que yo llevaba.

Aunque a veces nos fatigábamos un poco, las bendiciones ciertamente eran muy grandes. A veces no teníamos muchos víveres. En una ocasión estábamos a centenares de kilómetros de quién sabe qué lugar y yo estaba debajo del auto tratando de hallar un cojincillo de freno que no estaba allí. Para sorpresa nuestra, un auto se detuvo. El conductor resultó ser un Testigo que estaba predicando en territorio no asignado. ¡Cuánto nos alegramos de verlo! Cuando regresó a casa, inmediatamente nos envió 50 dólares por giro telegráfico a nuestra siguiente parada. Nunca carecimos de las cosas que necesitábamos.

No es nada para los Testigos de la región rural aislada el viajar 130 kilómetros para ir a una reunión bíblica semanal. Un comité de tres ancianos cristianos puede pasar todo su fin de semana ayudando a una congregación cercana a resolver un asunto judicial, y viajar para ello hasta 1.920 kilómetros. Algunos Testigos viajan 4.800 kilómetros, ida y vuelta, para asistir a su asamblea de circuito semestral. Si los caminos están muy malos o inundados, van en avión si sus recursos se lo permiten. Una familia gastó más de 1.000 dólares en transporte aéreo y alojamiento para asistir a su asamblea de circuito. ¡Qué placer fue estar con estas personas que ponen en primer lugar en su vida los asuntos espirituales!

Ahora tenemos otra asignación en la cual predicar. El territorio que abarcamos en nuestro nuevo circuito cabría en la zona que una sola congregación tendría en el anterior. Les tenemos gran afecto a nuestros hermanos de la gran región rural aislada de Australia... siempre les tendremos un amor especial.—Contribuido.

[Ilustración de la página 293]

Un croquis de Australia sobre un mapa de Europa, con la ruta de viaje indicada

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