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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 1/6 págs. 323-324

El ser razonable hace la vida más deleitable

JEHOVÁ DIOS quiere que la gente disfrute de la vida. Lo que ha manifestado para nuestra guía en su Palabra, la Biblia, tiene el propósito de fomentar nuestro bienestar duradero. Por eso, estaremos contribuyendo definitivamente a una vida más agradable para nosotros mismos y para otros si prestamos atención a esa Palabra. Esto ciertamente es verdadero cuando aplicamos este consejo bíblico: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes.”—Fili. 4:5.

Según las Escrituras, el ser uno razonable es manifestar una cualidad divina. En Santiago 3:17 leemos que “la sabiduría de arriba es,” entre otras cosas, “razonable.” ¿Qué significa, exactamente, ser razonable?

Básicamente, significa ser dócil, imparcial, moderado, considerado y paciente. Las personas razonables están bien equilibradas, no son dadas a exagerar. Reconocen la sabiduría de estas palabras inspiradas: “No te hagas justo en demasía . . . ¿Por qué debes causarte desolación?” (Ecl. 7:16) Los que son ‘justos en demasía’ se hacen muy estrechos e inflexibles en sus puntos de vista personales sobre lo correcto y lo incorrecto. Como resultado, hasta cosas que en sí no son impropias pudieran hacerles muy malas. Su conciencia se les perturba constantemente por lo que otros hacen o no hacen. No utilizan sus facultades de raciocinio, y el prejuicio influye en su juicio.

La exageración a la cual el ser “justo en demasía” puede llevar se hace patente por la manera en que los fariseos consideraron a Jesucristo. En la opinión de ellos, él era culpable de un grave crimen cuando milagrosamente libraba a la gente de sus dolencias y aflicciones en el día de descanso. Perdían de vista todo el propósito de la ley del sábado. Esta no se dio para que fuera una carga sobre la gente, sino una bendición para ella. El sábado servía para suministrar un día en el cual descansar y refrescarse, algo que se necesitaba mucho. Como Jesucristo señaló: “El sábado vino a existir por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.” (Mar. 2:27) En armonía con ello, el que Jesucristo ejecutara curaciones en el día de descanso estaba en plena armonía con el espíritu misericordioso de la ley. Pero la irrazonable insistencia de los fariseos en la letra de la ley según su interpretación tradicional llevaba a una actitud inhumana para con los que estaban necesitados.—Mat. 23:23.

La irrazonable aplicación de la ley de Dios en que insistían los fariseos colocaba una gran carga sobre la gente. (Mat. 23:4) En cuanto a los que no vivían en armonía con los preceptos tradicionales, se les despreciaba. Por ejemplo, cuando unos oficiales que fueron enviados a arrestar a Jesús regresaron con las manos vacías debido a que quedaron impresionados por su enseñanza, ciertos fariseos dijeron, desdeñosamente: “Ustedes no se han dejado extraviar también, ¿verdad? Ni uno de los gobernantes o de los fariseos ha puesto fe en él, ¿verdad? Mas esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos.”—Juan 7:47, 48.

La actitud de las personas razonables resalta en completo contraste con la que demostraron en el primer siglo E.C. los fariseos y otros prominentes líderes religiosos del judaísmo. Las personas razonables no tienen una opinión exagerada de sí ni desprecian a las demás. No son “difíciles de agradar.” (1 Ped. 2:18) Ejercen cuidado para no hacer que nadie se sienta incompetente o ignorante en su presencia.

La persona razonable toma en consideración las limitaciones y circunstancias de la gente cuando la anima a usar bien sus habilidades. No es exigente ni espera de otros mucho más de lo que pueden hacer. Por eso no queda frustrada de modo que se irrite con ellos. Verdaderamente la persona que despliega la excelente cualidad de ser razonable no solo hace su propia vida más deleitable, sino que también hace más deleitable la vida de sus congéneres.

Cuando comparamos a las personas razonables con las irrazonables, se hace patente que el ser razonable depende en gran parte de la manera en que el individuo se considera a sí mismo y considera a otros. Por eso, si queremos que se nos conozca como personas razonables, es necesario que nos aseguremos de que la evaluación de nosotros mismos y la que hacemos de nuestros congéneres esté en armonía con la Palabra de Dios. El inspirado apóstol Pablo amonestó: “Si alguien piensa que es algo, no siendo nada, está engañando su propia mente.” (Gál. 6:3) “Digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano.”—Rom. 12:3.

En la congregación cristiana no hay nadie que sea indispensable. Los individuos pueden ser una excelente fuente de estímulo a sus compañeros de creencia. Pero no son las aptitudes naturales ni las personalidades dinámicas la fuerza impelente que hay detrás de la obra que efectúa la congregación cristiana. La obra no es la de ningún hombre ni grupo de hombres. Es la obra de Dios. Con referencia a él mismo y sus asociados, el apóstol Pablo reconoció lo siguiente: “Somos colaboradores de Dios.” (1 Cor. 3:9; Hech. 5:38, 39) Jehová Dios, por medio de su espíritu, está moviendo a su pueblo a hacer la obra que él quiere que se efectúe, para Su alabanza. Ese espíritu está funcionando en la entera asociación de hermanos a través del mundo, no solo en unos cuantos. Puesto que el espíritu de Dios funciona en todos, no podemos pasarla sin los que están relacionados con nosotros en la fe.—1 Cor. 12:14-26.

Cuando los cristianos dedicados se consideran unos a otros como colaboradores y esclavos de Dios y Cristo, evitan tener una opinión hinchada de sí mismos y de sus logros. Prestan atención a la admonición de la Biblia de manifestar “humildad de mente” “considerando . . . que los demás son superiores a” ellos.—Fili. 2:3.

La persona que toma en serio este consejo reconoce que, en ciertas aptitudes y cualidades, otros son superiores a ella. Ciertos compañeros cristianos pudieran tener mejor entendimiento, comprensión y discernimiento que otros en cuanto a asuntos espirituales y el dar ayuda a otros. También pudiera haber quienes tuvieran notable celo, entusiasmo y empuje. Y otros pudieran ser sobresalientes tanto en su interés en la gente como en su compasión por ella.

Cuando uno reconoce que puede aprender de otros y que puede haber más de una manera de considerar los asuntos, propende mucho menos a insistir en que su propia manera de ver las cosas es la correcta. Es dócil, no terco. No descarta a la ligera las sugerencias y recomendaciones de personas experimentadas. Tampoco cree que está por encima del consejo de otros. Aprecia que el tomar decisiones que se basan en el conocimiento compuesto de personas capacitadas es una señal de sabiduría verdadera. Por lo tanto obra en armonía con el proverbio bíblico que dice: “En la multitud de consejeros hay logro.”—Pro. 15:22.

Ciertamente debería ser deseable para nosotros ser personas razonables. Esa cualidad de ser razonable es lo que Jehová Dios desea ver en sus siervos, porque sabe que esto contribuye a relaciones agradables entre ellos. En vista de eso, que el esforzarnos por ser razonables en todas las cosas continúe haciendo la vida más deleitable para nosotros mismos y para nuestros congéneres.

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