El contentamiento, una meta que vale la pena
HAY complacencia verdadera en estar uno satisfecho con lo que tiene. La condición de contentamiento contribuye en gran parte a la felicidad de uno y a su tranquilidad de mente y corazón.
Sin embargo, en este mundo hay muchas cosas que pueden hacer que uno se perturbe y quede descontento. Abundan la falta de honradez, las injusticias y otros males. Puede suceder que algunos individuos traten de hacer lo que es correcto. Pero todavía son ciertas estas palabras de Salomón en cuanto a los esfuerzos humanos por corregir los males del mundo: “Lo que se hace torcido no se puede hacer derecho.”—Ecl. 1:15.
Aunque no debemos obrar como si no viéramos lo que es incorrecto, es preciso que reconozcamos que hay cosas que simplemente no podemos cambiar. En vez de permitir que estos asuntos sean una perturbación constante para nosotros, hacemos bien en pasar nuestra atención a cosas más positivas, edificantes. Si no, quizás nos hallemos tan perturbados que no podamos siquiera disfrutar de lo que es sano. Un proverbio bíblico lo expresa de esta manera: “Todos los días son malos para el afligido, [pero] para el corazón dichoso, alegría sin fin.”—Pro. 15:15, Biblia de Jerusalén.
Sí, aunque una persona tenga cosas materiales en abundancia, puede dejar que alguna aflicción entristezca sus días. Privada del contentamiento, no ve las bendiciones que la rodean. Por otra parte, la persona que quizás tenga poco, pero que no permita que lo desagradable venza sus sentimientos, recibe un gozo interior de día en día. Su punto de vista positivo la mantiene alegre, como si disfrutara de una fiesta continua. Esta era la situación en el caso del apóstol Pablo, que se refirió a sí mismo y sus colaboradores “como apesadumbrados mas siempre regocijados.”—2 Cor. 6:10.
Pero ¿cómo puede conseguir una persona la clase de contentamiento que haga que su vida sea como una alegría continua?
Un factor fundamental es reconocer uno que la felicidad no depende principalmente de la prosperidad material. Un ambiente amoroso y pacífico en un hogar contribuye a una felicidad mucho mayor que la felicidad a que pudiera contribuir el mejor alimento o el mejor aparato material. Varios proverbios bíblicos enfatizan esto. Leemos: “Mejor es un plato de legumbres donde hay amor que un toro cebado en pesebre y odio junto con él.” (Pro. 15:17) “Mejor es un poco con justicia que una abundancia de productos sin rectitud.” (Pro. 16:8) “Mejor es un pedazo de pan seco con el cual hay tranquilidad que una casa llena de . . . riña.”—Pro. 17:1.
El tomar a pechos la verdad de esos proverbios bíblicos tiene un efecto saludable en la familia. Porque mantienen en su lugar las actividades relacionadas con lo material, los padres tienen más tiempo para sus hijos. Esto puede edificar estrechos vínculos de afecto y hacer del hogar un lugar donde se disfrute de paz y armonía.
Sin embargo, el elemento contribuyente más importante en el contento de una persona está en su comprensión de que una excelente relación con el Creador es su posesión más valiosa. “Mejor es un poco en el temor de [es decir, consideración respetuosa y sana a] Jehová,” dice la Biblia, “que una abundante provisión y la confusión junto con ella.”—Pro. 15:16.
“Confusión,” es decir, inquietud y esfuerzo y lucha impacientes, es lo que resulta cuando se pasa por alto al Creador y el buscar posesiones materiales se convierte en la meta principal de la vida. Entonces, una vez que las energías de la persona se consumen en esa “confusión” y su vida se le va yendo, queda claro que su derrotero es vacío, que no tiene significado. La persona no tiene idea alguna de lo que sucederá con relación a las cosas que ha amontonado en su afán impaciente. El salmista inspirado escribió: “Por un soplo solo se afana; amontona sin saber para quién.” (Sal. 39:7, Nácar-Colunga) De modo similar, el sabio rey Salomón hizo notar lo siguiente: “Yo, yo mismo, odié todo mi trabajo duro en que estaba trabajando duro bajo el sol, que dejaría atrás para el hombre que llegaría a ser después de mí. ¿Y quién hay que sepa si resultará ser sabio o tonto? Sin embargo él asumirá el control de todo mi trabajo duro en que trabajé duro.”—Ecl. 2:18, 19.
Aunque la vida de la gente materialista a menudo produce frustración y vacuidad, eso no aplica a la vida de los que consideran debidamente al Creador. Es por eso que el rey Salomón pudo concluir su examen del afán y la lucha humanos con estas palabras: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque esto es el deber todo del hombre.”—Ecl. 12:13.
La persona que le tiene temor sano al Creador no comete el error de edificar toda su vida en torno de actividades conectadas con lo material. Su actitud es como la del apóstol cristiano Pablo, que escribió: “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas.” (1 Tim. 6:7, 8) Esta manera factual de ver las cosas materiales protege a una persona de amarga desilusión si las circunstancias cambian y se pierden las posesiones.
Además, los que temen a Jehová Dios no quedan consternados cuando sufren adversidad. Saben que su Padre celestial no los va a abandonar y dejar en una condición totalmente sin remedio. Los pensamientos de ellos son como los del salmista inspirado: “En Dios he cifrado mi confianza. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre terrestre?”—Sal. 56:11.
Prescindiendo de cuáles sean las circunstancias, la persona que disfruta de una relación estrecha con Jehová Dios puede estar contenta. Sabe que las dificultades que esté experimentando sólo son ‘momentáneas y livianas’ en comparación con el maravilloso galardón de vida eterna que Dios puede concederle. (2 Cor. 4:17) Esto le permite conservar su gozo interior y esperar confiadamente el futuro. Una persona que hizo exactamente eso fue el apóstol cristiano Pablo. En su carta a los filipenses, dijo: “He aprendido, en cualesquier circunstancias que esté, a bastarme con lo que tengo. Realmente sé vivir con escasez, realmente sé tener abundancia. En toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto, tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad. Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder.”—Fili. 4:11-13.
El estar contento, como lo estuvo el apóstol Pablo, ciertamente es una meta que debemos tratar de alcanzar. Ayuda a uno a evitar los dolores, frustraciones y vacuidad de una vida que solo se basa en actividades relacionadas con lo material. Y le permite a uno enfrentarse con buen éxito a las circunstancias desagradables, hallar gozo en la vida ahora, y contribuir a la felicidad de otros.