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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/8 págs. 511-512

Preguntas de los lectores

● ¿Cómo podía Ezequiel como ‘atalaya a la casa de Israel’ ser responsable de las vidas del pueblo de Dios en Jerusalén cuando él estaba exiliado en Babilonia?—Eze. 33:7.

Ezequiel fue uno de los 18.000 israelitas que Nabucodonosor, rey de Babilonia, llevó como exiliados de Jerusalén a Babilonia en 617 a. de la E.C. (2 Rey. 24:14-16) Esto fue diez años antes de la destrucción completa de Jerusalén en 607 a. de la E.C., cuando muchos otros israelitas fueron llevados cautivos a Babilonia.

La comunicación mediante mensajeros y cartas entre las ciudades capitales de Babilonia y Jerusalén era bastante buena para aquel tiempo y aquellas distancias. (Eze. 21:7; 33:21; 2 Rey. 25:8-10) Había caravanas regulares en las rutas comerciales del Creciente Fértil, que podían llevar noticias y mensajes entre Jerusalén y Babilonia. (Compare con Génesis 11:31; 12:1-5; Ezequiel 27:3, 17-24.) Lo que Ezequiel veía en visión y representaba en Babilonia (Eze. 24:24), y hasta lo que decían falsos profetas en aquella ciudad, llegaba a conocerse en Jerusalén. (Jer. 29:20-23) A la inversa, lo que Jeremías, el profeta que Jehová tenía en el escenario, pronunciaba en Jerusalén, lo llegaban a saber con rapidez los exiliados de Israel en Babilonia.—Jer. 29:1.

Por lo tanto, cuando Ezequiel ejecutaba fielmente los portentos de advertencia a los exiliados en Babilonia, aquellas noticias llegaban a Jerusalén en forma detallada. Hubo la visión gráfica de las cosas detestables que se veían en el templo (Eze. 8:1-18), la descripción del hombre de lino que marcaba la frente de la gente que suspiraba en Jerusalén (Eze. 9:1-11), y las declaraciones formales contra Jerusalén que se registraron en Ezequiel 12:10-16.

Así, Jehová dio advertencia oficial a los israelitas tanto en Babilonia como en Judá. Ezequiel, entonces, no solo sirvió de fiel ‘atalaya a la casa de Israel,’ sino que también se libró de llevar responsabilidad por culpa de derramamiento homicida de sangre por los miles que perdieron la vida en 607 a. de la E.C. (Eze. 3:17-19; 33:9) Hoy, de modo similar, los testigos de Jehová, tanto los de la clase de Ezequiel de los ungidos como los de la “grande muchedumbre,” se están manteniendo libres de culpa por derramamiento de sangre al servir en el escenario mundial como proclamadores del “día de la venganza” de Jehová, porque predican el mensaje de advertencia de Jehová a los habitantes de la Tierra.—Isa. 61:1-3; Mat. 24:14.

Se ve la sabiduría de Jehová en todo esto. Por el desempeño por Ezequiel de su servicio espiritualmente rico en Babilonia, no solo se tendría avisados a algunos de los exiliados allí en cuanto a los juicios de ejecución de justicia de Jehová que le vendrían a la Jerusalén apóstata, sino que también se les mantendría espiritualmente vivos para actividad futura. ¿Cómo podía ser eso? El propósito de Jehová era hacer que setenta años después este resto espiritualmente enriquecido volviera al suelo de la tierra de Israel como ‘plantíos’ revitalizados. (Isa. 61:3) Es verdad que la mayoría de los exiliados no prestó mucha atención a Ezequiel. Estos quedaron aturdidos cuando vino la confirmación de que Jerusalén ciertamente había sido destruida. En su incredulidad estaban totalmente desprevenidos cuando les vino esta terrible sacudida. Sin embargo, se vieron obligados a reconocer que en realidad Ezequiel había sido un profeta verdadero en medio de ellos. Esta experiencia aturdidora debe haber revivificado espiritualmente a muchos que, junto con su prole, se fortalecerían espiritualmente como los “higos buenos” que Jeremías predijo que volverían a Israel para formar una “nueva tierra” destinada a ser establecida después de 537 a. de la E.C.—Jer. 24:1-7; 28:4; Isa. 65:17.

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