Ciro, hombre de papel profético
DE POCOS hombres en el transcurso de la historia humana se predijo que cumplirían un papel específico en el propósito de Dios. Sin embargo, Ciro el hijo de Cambises y fundador del Imperio Persa fue uno de esos pocos hombres. Su conquista de Babilonia en 539 a. de la E.C. y la subsecuente liberación del exilio para los judíos se predijeron mucho antes de su nacimiento.
Fue en el siglo octavo a. de la E.C. que Jehová declaró por medio de su profeta Isaías:
“‘Yo, Jehová, estoy haciendo todo . . . Quien hace que se realice la palabra de su siervo, y Quien lleva a cabo por completo el consejo de sus propios mensajeros; Aquel que dice de Jerusalén: “Será habitada,” y de las ciudades de Judá: “Serán reedificadas, y levantaré sus lugares desolados”; Aquel que dice a la profundidad acuosa: “Evapórate; y secaré todos tus ríos”; Aquel que dice de Ciro: “Es mi pastor, y todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo”; aun en mi decir de Jerusalén: “Será reedificada,” y del templo: “Te será colocado tu fundamento.”’
“Esto es lo que ha dicho Jehová a su ungido, a Ciro, a quien he asido de la diestra, para sojuzgar delante de él naciones, para que desciña yo hasta las caderas de reyes; para abrir delante de él las puertas de dos hojas, de modo que las puertas mismas no estén cerradas.”—Isa. 44:24-45:1.
Los relatos de los historiadores de la antigüedad confirman el cumplimiento de esta asombrosa profecía. Aunque difieren algo en su presentación, los historiadores griegos Herodoto y Jenofonte dan esencialmente el mismo informe. Ciro desvió el río Éufrates, que fluía por Babilonia y funcionaba como parte de su sistema de defensa. Los ejércitos conquistadores marcharon entonces por el lecho del río, logrando acceso a la ciudad por las puertas que daban hacia el muelle. Los babilonios, que se habían entregado a banquetes y orgías, fueron sorprendidos por completo, y la ciudad cayó aquella misma noche.
También, como se había predicho, Ciro expidió un decreto que les permitía a los judíos exiliados regresar a su país para reedificar el templo. Ese decreto decía: “Esto es lo que ha dicho Ciro el rey de Persia: ‘Todos los reinos de la tierra me los ha dado Jehová el Dios de los cielos, y él mismo me ha comisionado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. Cualquiera que haya entre ustedes de todo su pueblo, esté Jehová su Dios con él. Así, pues, que suba.’”—2 Cró. 36:23.
El hecho de que tal decreto habría estado en armonía con las normas de este gobernante lo confirma la inscripción que se halló en el Cilindro de Ciro. Allí él dice, según se le cita: “Devolví a las ciudades sagradas [ciertas ciudades ya mencionadas por él] al otro lado del Tigris, los santuarios de las cuales han sido ruinas por mucho tiempo, las imágenes (que solían) vivir allí y establecí para ellas santuarios permanentes. Reuní (también) a todos sus (antiguos) habitantes y (les) devolví sus lugares de habitación.”—Ancient Near Eastern Texts por James B. Pritchard, 1955, pág. 316.
El historiador judío Josefo, del primer siglo, acredita a Ciro haber expedido el decreto porque se le llamó a su atención la profecía de Isaías. Escribe:
“En el primer año del reinado de Ciro —éste fue el año septuagésimo desde cuando nuestro pueblo fue destinado a emigrar de su propia tierra a Babilonia— Dios se apiadó de la condición de cautiverio y la desdicha de aquellos infelices y, como Él les había predicho por medio del profeta Jeremías antes de que su ciudad fuera demolida, que, después que hubieran servido a Nabucodonosor y sus descendientes y aguantado esta esclavitud por setenta años, Él nuevamente los restauraría a la tierra de sus padres y ellos habían de edificar el templo y disfrutar de su antigua prosperidad, así Él se lo concedió. Pues agitó el espíritu de Ciro e hizo que escribiera a toda Asia: ‘Así dice el rey Ciro. Puesto que el Dios Altísimo me ha nombrado rey del mundo habitable, estoy persuadido de que Él es el dios a quien la nación israelita adora, pues Él predijo mi nombre por medio de los profetas y que yo edificara Su templo en Jerusalén en la tierra de Judea.’
“Estas cosas las supo Ciro porque leyó el libro de profecía que Isaías había dejado doscientos diez años antes. Pues este profeta había dicho que Dios le había dicho en secreto: ‘Es mi voluntad que Ciro, a quien nombraré rey de muchas naciones grandes, envíe mi pueblo a su propia tierra y edifique mi templo.’ Isaías profetizó estas cosas ciento cuarenta años antes de que el templo fuera demolido. Y por eso, cuando Ciro las leyó, se maravilló del poder divino y un fuerte deseo y ambición de hacer lo que se había escrito se apoderó de él; y, convocando a los más distinguidos de los judíos que estaban en Babilonia, les dijo que les daba permiso para viajar a su tierra natal y reedificar tanto la ciudad de Jerusalén como el templo de Dios, pues Dios, dijo él, sería el aliado de ellos y él mismo escribiría a sus propios gobernadores y sátrapas que estaban en el vecindario del país de ellos para que les dieran contribuciones de oro y plata para la construcción del templo y, además, animales para los sacrificios.”—Antiquities of the Jews, Libro XI, cap. 1, párrs. 1, 2, traducido por Ralph Marcus.
Comentando sobre esta declaración de Josefo, The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible (tomo uno, pág. 1055) dice: “Hay toda razón para aceptar el testimonio de Josefo en este punto.” Sin embargo, hay muchos críticos que no están de acuerdo con eso. Simplemente no pueden aceptar que la profecía acerca de Ciro pudiera haberse escrito antes de la caída de Babilonia en 539 a. de la E.C. Sostienen que los Isa. capítulos 40 a 66 de Isaías fueron escritos por otra persona que vivió después que estas cosas habían sucedido. Lo que ellos alegan es una negación de que Jehová Dios pueda revelar asuntos a sus siervos mucho antes de que acontezcan y de que él pueda hacer que su palabra se cumpla.
LA PROFECÍA DE ISAÍAS AUTÉNTICA
El punto de vista de que estas cosas no pudieron haber sido escritas por Isaías es contrario a toda la evidencia que ha existido desde el primer siglo, si es que no desde el segundo siglo, a. de la E.C. en adelante. El Rollo del Mar Muerto de Isaías, del cual se cree que data del primer siglo a. de la E.C. o del segundo siglo a. de la E.C., no muestra que la profecía esté dividida. Lo que hoy se llama el Isa. capítulo 40 cuarenta de Isaías comienza en la última línea de la columna en la cual termina el Isa. capítulo 39 en ese rollo. Escritores bíblicos inspirados del primer siglo E.C. atribuyeron a Isaías material de esta última parte, así como de la primera parte, del libro que lleva su nombre. (Isa. 42:1-4; 53:1; Mat. 12:17-21; Rom. 10:16) De ese modo atribuyeron toda la profecía a un solo escritor, Isaías.
Prescindiendo de las fechas que los críticos traten de asignar a partes de Isaías, no pueden negar que contiene profecías que se cumplieron mucho después de haber sido puestas por escrito. Por ejemplo, hay la profecía que declara que Babilonia llegaría a estar tan desolada como Sodoma y Gomorra, un lugar que jamás sería habitado y donde ni siquiera los pastores llevarían a pacer sus rebaños. (Isa. 13:19, 20) Cuando el Rollo del Mar Muerto estaba siendo copiado de un manuscrito anterior, Babilonia todavía existía, y aparte de la profecía bíblica, no había indicación alguna de que la ciudad llegaría a ser un yermo desolado. Pero hoy las ruinas en desmoronamiento de la Babilonia antigua dan testimonio de que la profecía se ha cumplido con exactitud.
Por lo tanto, queda demostrado que las teorías de los hombres que quisieran negar que Ciro haya cumplido o desempeñado un papel profético son infundadas. En realidad se puede confiar en la Palabra de profecía de Dios. Esto debería movernos a querer investigar esa Palabra, y asegurarnos de que tanto conozcamos lo que dice como estemos viviendo en armonía con ello.