¿Importa realmente quiénes sean nuestros amigos?
COLOQUE una barra de oro junto a una de plata. Oprímalas una contra la otra y déjelas así por varios meses. Luego separe las barras. ¿Qué verá? Pues, ¡usted descubrirá que hay algún oro en la barra de plata y que hay alguna plata en la barra de oro! ¿Qué ha sucedido?
El contacto estrecho ha desempeñado su papel. “Partículas de oro y de plata han emigrado de un lado al otro de la frontera,” dice Selig Hecht en la publicación Explaining the Atom (Explicando el átomo).
Esto sirve bien para ilustrar un principio bíblico. Las personas con las cuales uno se asocia afectan a uno. Tal como se podría ver la plata en la barra de oro y el oro en la barra de plata después de haber estado estos metales en contacto por algún tiempo, así los amigos de uno tienen efecto en uno.
Declaró el apóstol cristiano Pablo: “No se extravíen. Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.” (1 Cor. 15:33) Pablo estaba considerando la esperanza de la resurrección. Como la prueba más fuerte de que Dios puede levantar a los muertos de nuevo a la vida, el apóstol citó la resurrección de Jesucristo. (1 Cor. 15:12-32) Pero algunos estaban negando esta doctrina. Por lo tanto, el apóstol hizo notar que “las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles” y entonces instó: “Despierten de manera justa al estado sobrio y no practiquen el pecado, porque algunos no tienen conocimiento de Dios. Hablo para hacerles sentir vergüenza.” (1 Cor. 15:34) Era necesario que aquellos a quienes Pablo escribía su carta inspirada por Dios despertaran del estupor de la doctrina incorrecta, la cual estaba extraviando a algunos y estaba causando enfermedad y muerte espirituales. ¿Y por qué estaba sucediendo esto? Porque algunos se estaban asociando con los que promulgaban la doctrina falsa.
Se ve claramente, pues, que realmente importa quiénes sean nuestros amigos. La gente que uno escoja como amigos pueden perjudicarlo a uno en sentido espiritual. Sin embargo, esto también resulta cierto en otros asuntos.
Dijo el sabio Salomón: “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera; y con el hombre que tiene arrebatos de furia no debes entrar.” ¿Por qué? “Para que no te familiarices con sus sendas y ciertamente tomes un lazo para tu alma.” (Pro. 22:24, 25) El compañerismo con una persona dada a arrebatos de furia puede hacer que uno llegue a ser exactamente como esa persona. Esto resulta en un lazo, pues lleva a uno a envolverse en argumentos, pecado y varias consecuencias desfavorables.
Se ve, pues, que los amigos de uno pueden afectarlo en más de una manera. No solo pueden tener mal efecto en uno espiritualmente; también pueden inducirlo a manifestar rasgos de personalidad muy indeseables. Ambas cosas pueden arruinar la vida del cristiano.
Por una parte, el asociarse con los que abogan por la doctrina falsa y el aceptar sus puntos de vista pueden resultar en que uno pierda una relación favorecida con Dios y pueden llevar a que uno sea expulsado de la congregación cristiana como apóstata. Por otra parte, la persona que ceda a las influencias malas e imite al hombre dado a arranques de furia probablemente se acarree pesar. Puede arruinar su relación con Jehová Dios y con la congregación cristiana. Sea como fuere, pierde el respeto de los demás, pues se nos dice en la Escritura: “Un hombre de bondad amorosa está tratando recompensadoramente con su propia alma, pero la persona cruel le está acarreando ostracismo a su propio organismo.”—Pro. 11:17.
Además, el cultivar la compañía de personas imprudentes puede llevar a uno a un proceder de tontería o calamidad. Dijo Salomón: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal.”—Pro. 13:20.
En este caso la palabra hebrea para “estúpidos” no denota simplemente a los que carecen de conocimiento. Más bien, da a entender que los “estúpidos” son insensibles a la verdad moral. Son personas impías. En armonía con ello, en Proverbios 13:19 dice: “Es cosa detestable a los estúpidos apartarse del mal.” Obviamente la persona piadosa no desea que los caminos de esos “estúpidos” impíos se le ‘peguen.’
Sabiamente, el cristiano presta atención al consejo implicado en las palabras: “El que está andando con personas sabias se hará sabio.” (Pro. 13:20) Aquí no se identifica a estas “personas sabias.” Sin embargo, en otro lugar se nos dice: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría.” (Sal. 111:10) Por lo tanto, los adoradores del Dios verdadero, los que apropiadamente ‘temen a Jehová,’ son en realidad las personas sabias con quienes uno hace bien en asociarse.
¡Qué contraste existe entre los que se asocian con los impíos y los que tienen compañerismo con los que se ocupan en la adoración verdadera! Mientras que el que enseña doctrina falsa puede llevar a uno a la ruina espiritual, la asociación con personas piadosas en el estudio de la Biblia fortalece espiritualmente.—Pro. 11:9.
Además, mientras que la asociación de uno con alguien “dado a la cólera” puede perjudicar su personalidad, la amistad con individuos que temen a Jehová tiene buenos efectos. ¿De qué manera? Porque uno se ve estimulado a cultivar los frutos del espíritu de Dios, las cualidades verdaderamente cristianas de amor, gozo, paz, gran paciencia, bondad, benignidad, fe, apacibilidad y gobierno de uno mismo.—Gál. 5:22, 23.
Tal como los amigos y las asociaciones de uno tienen profundo efecto en uno, así también una estrecha relación personal con Jehová Dios como Aquel de quien uno es siervo dedicado tiene efecto profundo en uno, y siempre para el bien de uno. Además, el modestamente ‘andar con Dios’ de esta manera resulta en felicidad. (Miq. 6:8) Declaró el salmista inspirado: “Feliz es todo el que teme a Jehová, que anda en sus caminos.”—Sal. 128:1.
Ciertamente no hay peligro de desarrollar rasgos indeseables al andar con Dios, pues “Jehová es justo; él sí ama los actos justos.” (Sal. 11:7) Dios imparte sabiduría por medio de Su Palabra y espíritu santo a los que lo desean, y éstos llegan a ser verdaderamente sabios. Además, las consecuencias en realidad son agradables. “Porque,” dice el sabio, “al hombre que es bueno ante él [Jehová Dios] le ha dado sabiduría y conocimiento y regocijo.”—Ecl. 2:26.
Sí, realmente importa quiénes sean nuestros amigos. Afectan a uno, tal como el oro y la plata, en contacto estrecho, se afectan entre sí. ¡Qué sabiduría se demuestra, entonces, al evitar las malas asociaciones y al buscar la compañía de personas piadosas! Especialmente es deseable una relación estrecha y amigable con Jehová, que ‘da sabiduría, conocimiento y regocijo.’