Historia detallada escrita con anticipación
¿SE PUEDE usted imaginar que una persona escriba historia detallada con anticipación? Si un hombre lo hiciera, difícilmente podríamos esperar que lo que escribiera coincidiera con la realidad. Pero ¿qué hay si el Dios Altísimo inspirara a unos hombres a predecir sucesos con siglos de anticipación? En ese caso deberíamos esperar que las cosas sucedieran exactamente como se hubieran predicho. ¿Aplica esto a las profecías bíblicas?
Considerados a la luz del cumplimiento, los detalles que se abarcan en estas profecías son sencillamente pasmosos. Suministran evidencia convincente de que la Biblia es la Palabra de Dios.
En el capítulo once de Daniel encontramos un ejemplo notable de historia escrita con anticipación. La información se le reveló a Daniel “en el primer año de Darío el medo,” alrededor de 538 a. de la E.C. (Dan. 11:1) Pero el cumplimiento de lo que se dio a conocer entonces se extendió por espacio de muchos siglos. Considere la porción de la profecía que se cumplió dentro del espacio de unos 300 años.
A Daniel se le dijo: “¡Mira! Todavía habrá tres reyes que se pondrán de pie por Persia, y el cuarto acumulará más grandes riquezas que todos los otros. Y tan pronto como se haya hecho fuerte en sus riquezas, levantará todo contra el reino de Grecia.” (Dan. 11:2) Note que no se hace mención alguna en cuanto al fin del Imperio Medopersa. La profecía simplemente está a la expectativa del esfuerzo total que el cuarto rey haría contra Grecia. ¿Quiénes, exactamente, fueron los cuatro reyes persas?
El primer rey fue Ciro el Grande, el segundo Cambises (II) y el tercero Darío I (Histaspes). Puesto que Gaumata usurpó el trono alegando falsamente que era Esmerdis (Bardiya) el hermano de Cambises, es razonable el que su breve reinado no se tome en consideración en la profecía. El cuarto rey fue Jerjes I, evidentemente el Asuero que se menciona en Ester 1:1.
Jerjes I ciertamente ‘levantó todo contra el reino de Grecia,’ es decir, los estados griegos independientes como colectividad. El historiador griego Heródoto, del quinto siglo a. de la E.C., escribe que “comparada con ésta, ninguna otra expedición parece de monta.” (Libro VII, sec. 20) Su historia declara que la fuerza marítima “ascendía en total a 517.610 hombres. El número de los soldados de infantería era de 1.700.000; el de los de caballería 80.000; a lo cual hay que agregar los árabes que montaban en camellos, y los libios que peleaban en carros, que calculo en 20.000. Por lo tanto, el número entero de las fuerzas terrestres y marítimas sumado asciende a 2.317.610 hombres.” (Libro VII, sec. 184) A pesar del apoyo de esta enorme máquina bélica, Jerjes I fue derrotado.
ALEJANDRO MAGNO Y LA DIVISIÓN DE SU IMPERIO
Luego la profecía se concentra en Grecia. Leemos: “Un rey poderoso [Alejandro, el primer hijo de Filipo (rey de Macedonia), según lo vierte la Siríaca] ciertamente se pondrá de pie y gobernará con dominio extenso y hará según su voluntad. Y cuando se haya puesto de pie, su reino será quebrantado y será dividido hacia los cuatro vientos de los cielos, pero no a su posteridad y no según su dominio con el cual había gobernado.”—Dan. 11:3, 4, y lectura marginal de la New World Translation of the Holy Scriptures, edición de 1961.
En cumplimiento de estas palabras, Alejandro (III) Magno llegó a ser el gobernante indisputable sobre la tremenda zona que se extendía desde el mar Adriático en el oeste hasta la India al este. Sin embargo, después de su muerte su posteridad no pudo establecerse en la gobernación real. Tanto el hijo legítimo, Alejandro IV, como el hijo ilegítimo, Heracles, fueron asesinados dentro del espacio de unos catorce años después de la muerte de su padre. Pronto el imperio que Alejandro (III) había edificado pasó a las manos de cuatro de sus generales (1) Seleuco (I) Nicátor, (2) Casandro, (3) Ptolomeo Lago (Ptolomeo I Sotero) y (4) Lisímaco. De esta manera fue “dividido hacia los cuatro vientos de los cielos.”
PTOLOMEO I Y SELEUCO I
Las dinastías que fundaron dos de estos generales, Seleuco I y Ptolomeo I, tuvieron mayor efecto en la tierra del pueblo de Daniel que las de los demás. Evidentemente por esta razón la profecía se concentra en desenvolvimientos que se produjeron en sus respectivos dominios. Continúa el relato: “El rey del sur se hará fuerte, aun uno de sus príncipes; y [Seleuco I] prevalecerá contra él [Ptolomeo I] y ciertamente gobernará con dominio extenso mayor que el poder gobernante de aquél.”—Dan. 11:5.
Al morir Alejandro Magno, Egipto y otras tierras cercanas fueron recibidas por Ptolomeo I. Puesto que Egipto está al sur de la tierra del pueblo de Daniel, Ptolomeo desempeñó el papel del “rey del sur.” Antes había sido uno de los “príncipes” de Alejandro Magno; de hecho, uno de los generales más capacitados. Sin embargo el “rey del norte,” Seleuco I, había de dominar con dominio extenso que sería mayor que el “poder gobernante” de Ptolomeo.
En alternativa, se pudiera entender que el texto hebreo original significa que Seleuco I fue “príncipe” del “rey del sur.” Esto encaja bien con los hechos de la historia. Después de la muerte de Alejandro Magno, Seleuco sirvió de lugarteniente mayor de Perdicas, quien posteriormente trató de invadir a Egipto. En ese tiempo Seleuco condujo una revuelta contra su superior, y Perdicas fue asesinado. Como recompensa por su participación en hacer que Perdicas cayera, a Seleuco se le dio la satrapía de Babilonia. Luego se puso de parte de Antígono I en la guerra contra Eumenes. Sin embargo, Antígono no confió en Seleuco y, por lo tanto, le impuso presión. Entonces Seleuco huyó a Egipto y, en el conflicto que sobrevino con Antígono, sirvió de comandante de los escuadrones navales egipcios. La derrota del hijo de Antígono en Gaza en 312 preparó el terreno para que Seleuco regresara a Babilonia. Con el tiempo Seleuco ensanchó sus dominios de modo que llegaron a ser mayores que los de Ptolomeo. De modo que el que sirvió de comandante militar bajo Ptolomeo sí llegó a ser mayor que su superior.
BERENICE Y SU VENGADOR
“Al fin de algunos años,” continúa la profecía, “se aliarán uno con otro, y la hija misma del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer un arreglo equitativo. Pero ella no retendrá el poder de su brazo; y él no subsistirá, ni su brazo; y ella será cedida, ella misma, y los que la trajeron, y el que causó su nacimiento, y el que la hizo fuerte en aquellos tiempos.”—Dan. 11:6.
Esa porción de la profecía comenzó a cumplirse cuando Ptolomeo II reinó como “rey del sur” y Antíoco II como “rey del norte.” Esto queda patente cuando se compara la profecía con la historia. The Encyclopædia Britannica (edición undécima, tomo XXIV, pág. 604) dice: “Alrededor del año 250 se celebró la paz entre Antíoco y Ptolomeo II y Antíoco repudió a su esposa Laodice y se casó con la hija de Ptolomeo, Berenice, pero para el año 246 Antíoco había dejado a Berenice y a su hijo menor en Antioquía para vivir de nuevo con Laodice en Asia Menor. Laodice lo envenenó y proclamó rey a su hijo SELEUCO II CALÍNICO (reinó de 246 a 227), mientras sus partidarios en Antioquía se deshicieron de Berenice y su hijo.”
Como indicó la profecía, se formó una alianza matrimonial, en la cual Berenice, la “hija misma del rey del sur,” llegó a ser la esposa del “rey del norte.” Sin embargo, la muerte del padre de ella, Ptolomeo II, la privó del apoyo necesario, el “poder de su brazo.” Ella perdió ante su rival Laodice. Ni siquiera Antíoco II, su esposo, subsistió, sino que murió envenenado. De esta manera, “su brazo,” o poder, tampoco ‘subsistió.’ Posteriormente, Berenice fue “cedida,” ejecutada, así como lo fueron su hijo menor y evidentemente sus servidores que la habían acompañado desde Egipto cuando fue traída como novia para el “rey del norte.”
¿Quién vengaría la muerte de Berenice y su hijo? La profecía contesta: “Uno del renuevo de las raíces de ella [sus padres] ciertamente se pondrá de pie en su posición, y vendrá a la fuerza militar y vendrá contra la plaza fuerte del rey del norte y ciertamente actuará contra ellos y prevalecerá.” (Dan. 11:7) El “renuevo” resultó ser Ptolomeo III, el hermano de Berenice, que efectuó una triunfante campaña militar contra Seleuco II, el sucesor de Antíoco II.
Verdaderamente la manera maravillosa en que estas profecías se cumplieron confirma que procedieron de una fuente divina. Forman parte del caudal de evidencia que demuestra que la Biblia es la Palabra de Dios. Además, estas profecías nos suministran la seguridad de que ninguna parte de las Escrituras inspiradas dejará de cumplirse. Esto debe animarnos a investigar la profecía bíblica para asegurarnos de que estamos viviendo en armonía con la voluntad de Dios a fin de participar de las bendiciones que su Palabra profética promete.
[Ilustración de la página 10]
Alejandro Magno
[Ilustración de la página 11]
Seleuco I