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  • El “Gran Rey” disciplina a un rey humano
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
w78 1/9 págs. 27-28

El “Gran Rey” disciplina a un rey humano

¿QUIÉN es el “gran Rey”? Nada menos que Jehová, el Dios del cielo. (Mat. 5:35) ¿Y quién es el rey humano a quien él disciplina? El rey David. La manera en que el gran Rey disciplina al rey David se describe en el libro de Segundo de Samuel. Este libro abarca unos 40 años de la vida de David, desde el tiempo en que su propia tribu está por hacerlo rey hasta precisamente antes de que él haga que su hijo Salomón sea proclamado rey sobre todo Israel.a

El registro del reinado de David como rey ciertamente muestra que él siguió recibiendo disciplina de su Dios Jehová. Pero David siempre respondió a la disciplina de la manera correcta, fuera que esa disciplina se diera en forma de instrucción oral, o de castigo severo debido a equivocaciones o pecados cometidos.—Compare con Hebreos 12:5, 11.

Al comenzar Segundo de Samuel, vemos a David lamentándose por la muerte del rey Saúl y su amigo íntimo y leal, Jonatán. Después, David inquiere en cuanto a que proceder tomar, y Jehová le dice que vaya a la ciudad judea de Hebrón. Obedientemente, David hace eso y es ungido rey sobre la tribu de Judá. Sin embargo, Abner, jefe del ejército de Israel, hace que Isbóset el hijo de Saúl sea proclamado rey sobre todo lo demás de Israel. El resultado de esto es una guerra civil, que continúa por varios años hasta que Abner se pasa al lado de David y trae consigo la lealtad de lo restante de Israel. A David, después de reinar siete años y medio sobre Judá, se le unge entonces rey sobre el conjunto total de las 12 tribus de Israel. David inmediatamente se apodera de Jerusalén, que ha estado en manos de los jebuseos, y la hace su capital.—2 Sam. 1:1-5:10.

David continúa preguntándole a Jehová qué debe hacer, y repetidamente logra buen éxito en sus guerras con los filisteos. Él desea que la sagrada arca del pacto, que simboliza la presencia de Dios, sea llevada a Jerusalén. Pero porque no procede de la manera ordenada por Dios, recibe disciplina; Dios mata a uno de los hombres que tenían que ver con la transportación, debido a que éste, incorrectamente, puso sus manos sobre el arca para aguantarla. Más tarde, en medio de gran regocijo, David hace que el arca sea llevada lo restante de la distancia a Jerusalén de la manera correcta, sobre los hombros de los sacerdotes levitas. Considerando que no es apropiado que el arca continúe estando en una tienda de campaña mientras él vive en un palacio, David ahora desea construir un templo para el arca. Pero Jehová le dice que debido a que David es hombre de guerra y de derramamiento de sangre, su hijo edificará este templo. No obstante, Jehová mismo le construirá a David una casa, es decir, una dinastía que durará para siempre. Dios ha cumplido esta promesa en su Hijo, Jesucristo, descendiente de David.—2 Sam. 5:11-7:29; Luc. 1:30-33.

David continúa guerreando victoriosamente contra los enemigos de Israel. Sin embargo, cierta primavera, en vez de salir a la batalla, David permanece en casa. Como resultado de esto, se envuelve con Bat-seba, la esposa de Urías, uno de sus guerreros sobresalientes. Ella queda encinta, y, cuando fracasan todos los esfuerzos de David por encubrir la infidelidad cometida, él se encarga de que el esposo de ella caiga en batalla, y después se casa con Bat-seba.—2 Sam. 8:1-11:27.

Sin embargo, este proceder desagrada mucho a Jehová. Él envía a su profeta Natán para que reprenda a David, quién admite su culpa y se arrepiente. Aun así, David experimenta grandes sufrimientos por su pecado. El juicio profético es que la espada nunca se apartará de su casa. Primero, el hijo concebido en adulterio muere. Entonces uno de los hijos de David, Amnón, se enamora de su propia media hermana Tamar, la viola y entonces la desprecia. Absalón, el hermano de padre y madre de ella, espera hasta el tiempo conveniente y entonces asesina a Amnón. Con el tiempo Absalón se reconcilia con su padre, David, pero entonces empieza a conspirar para atraerse el afecto del pueblo y alejarlo de David. Absalón encabeza una revuelta, y su padre, junto con su gran casa, se ve obligado a huir de Jerusalén. Ciertamente David está siendo disciplinado, castigado, por sus pecados. Jehová maniobra los asuntos de modo que las fuerzas de Absalón sean derrotadas. Después vienen algunos de los escritos poéticos de David, la mayoría de los cuales también aparecen en Salmo 18.—2 Sam. 12:1-20:26; 22:1-23:7.

Una vez más David comete una seria equivocación y recibe disciplina por ella. Ordena que se haga un censo, a pesar de las objeciones de Joab, el jefe de su ejército. Tan pronto como lo hace, la conciencia le duele. Pero es demasiado tarde. Al dársele a escoger entre tres castigos, David escoge la peste. Al ver a su pueblo morir en grandes cantidades, ora: “Mira que yo soy el que he pecado y yo soy el que he hecho mal; pero estas ovejas... ¿qué han hecho ellas?” Ofrece un sacrificio a Jehová, y la plaga se detiene. Con este incidente termina el libro.—2 Sam. 24:1-25.

Verdaderamente Segundo de Samuel muestra que el gran Rey Jehová disciplinó a su siervo el rey David. Es digno de encomio, con relación a David, el hecho de que en ningún tiempo éste se rebeló ni culpó a otra persona, como lo hicieron Adán, Eva y el rey Saúl. El corazón de David estaba en buena condición; él aceptaba disciplina. Nunca leemos que cometiera el mismo error dos veces. Su reino fue un reino de éxito en el sentido de que tuvo el favor de Dios hasta el fin y fue un instrumento de él para extender las fronteras de Israel hasta los límites que habían sido señalados por Dios. David ciertamente da excelente ejemplo en cuanto a cómo debemos responder a la disciplina sin importar la forma que tome.—Heb. 12:5-11.

[Nota]

a Lo que ya se dicho acerca de la historicidad y la escritura de 1 Samuel aplica en gran medida también a 2 Samuel, pues los profetas Natán y Gad continuaron su escritura.—1 Cró. 29:29.

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