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  • El Sermón del Monte... La cólera prolongada puede ser mortífera

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  • El Sermón del Monte... La cólera prolongada puede ser mortífera
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
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El Sermón del Monte... La cólera prolongada puede ser mortífera

DESPUÉS de declarar que había venido, no a destruir, sino a cumplir la ley de Dios, Jesús enlazó la cólera prolongada con el asesinato. Empezó con estas palabras: “Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes asesinar; pero quienquiera que cometa un asesinato será responsable al tribunal de justicia.’”—Mat. 5:21.

La frase “Oyeron que se dijo” puede referirse tanto a cosas que se declararon en las Escrituras Hebreas inspiradas como a enseñanzas de la tradición judía. (Mat. 5:21, 27, 33, 38, 43; Juan 12:34) Una ley que describía el asesinato como ofensa capital ciertamente era conocida “a los de la antigüedad,” es decir, a personas de generaciones anteriores a la del día de Jesús. De hecho, una ley de esa índole puede hallarse allá en el tiempo de Noé.—Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13; 21:12; Lev. 24:17.

El ser “responsable al tribunal de justicia” significaba ser sentenciado por uno de “los tribunales locales” (griego, synedria, “Sanedrines Menores”) ubicados por toda la tierra de Palestina. (Mat. 10:17; Deu. 16:18) La tradición judía dice que la cantidad de jueces en estos tribunales era de 23 en ciudades en las cuales había una población de varones adultos de 120 o más.a Se imponía la pena de muerte a las personas convictas de asesinato. Sin embargo, en el tiempo de Jesús los tribunales judíos tenían que buscar autorización de los oficiales romanos para imponer la pena capital.—Juan 18:31.

Jesús señaló que Dios puede ver a alguien como merecedor de pena capital, aunque esa persona realmente no hubiera cometido un asesinato. Hablando con autoridad como quien había sido enviado directamente por Dios, Jesús declaró: “Sin embargo, yo les digo que todo el que continúe airado con su hermano será responsable al tribunal de justicia.”—Mat. 5:22a.

“Todo el que continúe airado con su hermano,” según Jesús, es tan culpable delante de Dios como el que ha sido convicto de asesinato. Esto se debe a que el permitir que la cólera arda dentro de uno es realmente odiar al prójimo de uno, y “todo el que odia a su hermano es homicida.” (1 Juan 3:15) Aunque puede ser que a veces algunos individuos tengan razón para encolerizarse o indignarse, la ira prolongada contra el hermano o congénere de uno puede ser mortífera a ambos.—Mar. 3:5; Efe. 4:26; Sant. 1:19, 20.

“Quienquiera que se dirija a su hermano con una palabra execrable de desdén,” continuó Jesús, “será responsable al Tribunal Supremo.” (Mat. 5:22b) “Una palabra execrable de desdén” vierte la palabra griega raca, que se deriva del hebreo y significa “seso hueco,” “cabeza vacía,” “bobalicón.” ¿Cómo ve Dios a la persona que, no solo abriga odio y cólera asesinos en su corazón, sino que lo expresa con habla de desdén?

Según Jesús, esa persona lleva una medida de culpa comparable a la del que ha sido convicto y sentenciado a muerte por el “Tribunal Supremo” judío. Ese era el Sanedrín principal que estaba en Jerusalén, compuesto de “los principales sacerdotes [los que tenían la superintendencia de las funciones sacerdotales en el templo] con los ancianos y los escribas.” (Mar. 15:1) Este cuerpo legislativo, que, según informes, constaba de 71 jueces, se encargaba solo de casos de gravedad o complejidad excepcionales y oía las apelaciones que venían de los tribunales inferiores.b

Jesús entonces fue un paso más allá, y dijo: “Quienquiera que diga: ‘¡Despreciable necio!’ estará expuesto al Gehena ardiente.” (Mat. 5:22c) La palabra griega que se vierte “despreciable necio” es moré. Un término hebreo de sonido similar (moreh) significa “rebelde,” “dado a motines.” Mientras que raca sugiere estupidez intelectual, moré designa al que está desprovisto de valor moral, un apóstata y rebelde contra Dios. En sus Hebrew and Talmudical Exercitations, (Ensayos hebreos y talmúdicos), John Lightfoot señala: “‘Raca’ denota ciertamente ‘displicencia, y liviandad de costumbres y vida:’ pero ‘necio’ juzga enconadamente acerca del estado espiritual y eterno, y decreta al hombre a destrucción segura.”

Las personas que denunciaron de esa manera a su compañero estarían ‘expuestas al Gehena ardiente.’ Aquí Jesús se refiere al valle de Hinón (hebreo: Gei Hinnom) cerca de Jerusalén, que llegó a ser un basurero donde continuamente ardían fuegos para consumir la basura y los cuerpos muertos que se arrojaban en él. Según un diccionario griego por Liddell y Scott, en aquel valle “se quemaban los cadáveres de los peores malhechores.” Si los fuegos del Gehena no consumían totalmente aquellos cadáveres, los gusanos y cresas que se criaban allí terminaban aquel trabajo.—Isa. 66:24; Mar. 9:47, 48.

Jesús usó el Gehena como símbolo apropiado de la destrucción eterna. Puesto que la persona que quisiera condenar a su compañero como “despreciable necio” digno del Gehena estaría deseando la destrucción eterna para esa persona, desde el punto de vista de Dios el que pronuncia tal condenación se trae esa severa sentencia a sí mismo.—Compare con Deuteronomio 19:17-19.

“PRIMERO HAZ LAS PACES CON TU HERMANO”

Después de advertir a los que le escuchaban acerca de lo mortífero de la cólera prolongada, Jesús dirigió los pensamientos de ellos hacia arrancar de raíces las causas de la cólera. Dijo: Si, pues, traes tu don al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu don allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.”—Mat. 5:23, 24.

“Don” en este caso quería decir cualquier ofrenda sacrificatoria que alguien presentara en el templo de Jehová. Los sacrificios animales eran de considerable importancia, pues Dios mandó que se hicieran como parte de la adoración verdadera. Pero para el que quizás recordara ‘que su hermano tenía algo contra él,’ había un asunto de mayor importancia todavía. “Deja tu don allí enfrente del altar, y vete,” dijo Jesús. “Primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.”

Esto no tendría que haber sido tan difícil como parece, puesto que el tiempo en que se solía traer aquellos sacrificios era durante las tres fiestas de temporada de la Pascua, el Pentecostés y las Cabañas. (Deu. 16:16, 17) Probablemente el hermano ofendido estaría entre los peregrinos que acudían en grandes cantidades a Jerusalén para estas fiestas.

Uno aquí pudiera recordar el requisito mosaico acerca de las ofrendas de culpa. En casos de robo, pérdida o engaño con relación a propiedad, la ley de Dios exigía que el culpable arrepentido restaurara la cantidad completa junto con un 20 por ciento adicional antes de presentar su ofrenda. (Lev. 6:1-7) Sin embargo, Jesús no limitó sus comentarios a las ofrendas de culpa y transgresiones específicas. Según el Hijo de Dios, cualquier ofrenda debería posponerse si uno recordaba que su hermano tenía, con razón, algo contra uno... algo que su conciencia le dijera que, incorrectamente, uno hubiera hecho o dejado de hacer para con su hermano; o pudiera ser que uno percibiera, por la actitud de su hermano para con uno, que había algún sentimiento de ofensa. En tal caso, la ofrenda se debería dejar viva “allí enfrente del altar,” a saber, el altar de las ofrendas quemadas en el patio o atrio de los sacerdotes en el templo.

Desde el punto de vista de Dios la relación de uno con sus congéneres es una parte clara, importante, de la adoración verdadera. Los sacrificios animales, hasta el punto de “miles de carneros,” no tenían significado para Dios si los que los ofrecían no trataban debidamente a su congénere. (Miq. 6:6-8) “Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto.”—1 Juan 4:20.

Además, Jesús instó a los que le escuchaban a evitar las demoras en rectificar agravios, al decir: “Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se queja contra ti en juicio, mientras estas con él en camino hacia allá.”—Mat. 5:25a.

‘Mientras estaba con el que tenía la queja en camino al tribunal’ el ofensor debería hacer esfuerzos vigorosos por resolver el asunto fuera del tribunal. Si el ofensor admitiera su error, expresara dolor e indicara un deseo de hacer la restitución debida, probablemente el que se quejaba se inclinaría a mostrar misericordia, y quizás hasta concordaría en términos con los cuales el ofensor pudiera cumplir sin indebida penalidad.

Dando una razón práctica para tal arreglo rápido de los asuntos, Jesús declaró: “No sea que el querellante te entregue al juez, y el juez al servidor del tribunal, y seas echado en prisión.”—Mat. 5:25b.

Una vez que el caso llegaba al tribunal, si se probaba que el acusado era culpable y no podía pagar su deuda, el juez pudiera entregarlo a un “servidor del tribunal.” Este oficial, a su vez, metería en prisión al culpable. ¿Por cuánto tiempo?

“Te digo en verdad,” declaró Jesús: “De seguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última moneda de ínfimo valor.” (Mat. 5:26) Según el texto griego de Mateo, el aprisionamiento continuaría hasta que se pagara el último kodrantes, “cuadrante,” una moneda que valía la sexagésima cuarta parte del salario que se acostumbraba pagar por día a los que trabajaban en la agricultura. A menos que alguien viniera y pagara la deuda del prisionero, éste pudiera permanecer en la cárcel por largo tiempo.

La adoración aceptable tiene que incluir el tratar debidamente al congénere de uno. El apóstol Pablo aconseja a compañeros de creencia: “Hagan que esto sea la decisión suya: el no poner delante de un hermano tropiezo ni causa para dar un traspié.” (Rom. 14:13) Si surgiera tal causa de tropiezo, el cristiano debería recordar las palabras de Jesús y ‘ocuparse en arreglar prestamente los asuntos.’ (Mat. 5:25) “Porque en bondad amorosa me he deleitado,” dice Jehová, “y no en sacrificio.”—Ose. 6:6.

[Notas]

a Josefo declara que los tribunales locales solo tenían siete jueces, pero cada juez tenía dos levitas como ayudantes.—Antiquities of the Jews, Libro IV. capítulo VIII, sección 14.

b El Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del nuevo testamento) dice lo siguiente acerca del Sanedrín principal de Jerusalén: “A la cabeza de este cuerpo, que se reunía en la boule [cámara del concilio] . . . estaba el sumo sacerdote. Él era el líder del pueblo judío; solamente él podía presidir en el Sanedrín. Alrededor de él estaban los archiereis [sacerdotes principales], la aristocracia sacerdotal, simpatizantes de los Saduceos. Por virtud de su oficio los sacerdotes principales del templo tenían asiento y voz en el Sanedrín y formaban una facción sólida. Los ancianos eran el segundo grupo. Es verdad que originalmente a todos los miembros de la gerousia [asamblea de hombres de más edad] se les llamaba ancianos. Gradualmente, sin embargo, este término adquirió un sentido más restringido, de modo que solo a líderes de las familias legas influyentes de Jerusalén se les llamaba presbyteroi [ancianos]. Sin excepción, estos patricios eran, también, saduceos por creencia. Los fariseos se las arreglaron para entrar en el Alto Consejo en los días de la reina Alejandra [76-67 a. de la E.C.]. Desde entonces en adelante el poder y la influencia de los grammateis [escribas] aumentó continuamente en el Sanedrín. En el período romano los archiereis [sacerdotes principales] todavía eran primeros en rango, pero de hecho no se podían tomar ni ejecutar decisiones sin que concordaran en ellas los escribas farisaicos.”

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