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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/2 págs. 28-30

Comentarios sobre las transfusiones de sangre

MUCHAS personas han notado que una creencia distintiva de los testigos de Jehová está relacionada con la sangre.

La mayoría de las iglesias se mantienen en silencio sobre este asunto, pero los testigos de Jehová no vacilan en señalar que la Palabra de Dios da a los adoradores verdaderos la dirección de ‘abstenerse de sangre.’ (Hech. 15:28, 29; Gén. 9:3, 4) Como se consideró en el folleto Los testigos de Jehová y la cuestión de la sangre, esto hace inaceptables las transfusiones de sangre. El folleto también ofrece evidencia médica de que la medicina se puede avenir a esta posición religiosa. En casi todos los casos se puede ejecutar la cirugía necesaria sin la administración de sangre si los hábiles doctores usan eficazmente las terapias de alternativa aceptadas.

¿Le parece difícil de aceptar este comentario acerca de lo que es posible en sentido médico? A algunas personas les parece así. Pero considere información que se halla en el número de junio de 1978 de la publicación Bulletin (Tomo 63, núm. 6) del Colegio Americano de Cirujanos.

Este número trataba el tema de “La ética, moralidad y religión de la cirugía.” Y contenía el artículo “La ética en la cirugía: Yendo más allá de la buena ciencia” escrito por el Dr. J. E. Dunphy, a quien se ha descrito como “una de las más venerables figuras de la medicina estadounidense.” Él es profesor emérito de cirugía en la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en San Francisco. El Dr. Dunphy declaró:

“No creo que basta con buena ciencia. Hace unos años, en una conferencia ante la Real Sociedad de Medicina en Inglaterra, Lord Hunt dijo: ‘La fe y la religión son cosas íntimamente relacionadas. No creo que uno pueda practicar la medicina, ni, en cuanto a eso, ejecutar bien ninguna otra cosa y llevar una vida plena y útil, sin fe en algo sobre lo cual basar el pensamiento y la conducta. . . . Todo lo que aumenta la fe religiosa de un paciente, o fe en sí mismo, en su tratamiento o en sus médicos, vale la pena y es digno de que se estimule.’”

Eso hizo que el Dr. Dunphy pasara a considerar la cuestión de los testigos de Jehová y las transfusiones de sangre. Dijo:

“En nuestro hospital, durante los últimos 12 años, hemos tenido algunos pacientes que han sido testigos de Jehová, y hemos operado sin transfusiones de sangre. Quizás me equivoque, pero no puedo recordar que hubiera paciente alguno que muriera debido a que hubiera hecho falta una transfusión. Sin embargo, concuerdo en que puede ser que algunos pacientes se hayan hecho anémicos durante el día.

“Me ha fascinado hallar un impreso que acaba de publicar [el cirujano cardíaco] Denton Cooley en el cual informa acerca de más de 500 operaciones de cirugía mayor cardíaca en testigos de Jehová ejecutadas sin transfusión y con una proporción de mortandad de 5 por ciento. Estas cifras son parecidas a las cifras que tiene sobre pacientes a los cuales se dio transfusión adecuada.”

El Dr. Dunphy llegó a esta conclusión: “Las transfusiones ciertamente hacen que el cirujano se sienta mejor, pero quizás no hagan que el paciente se sienta mejor. Puede ser que todos tengamos una tendencia a transfundir para sentirnos más cómodos. Creo que cuando tenemos a un testigo de Jehová hacemos bien en considerar su punto de vista.”

Bulletin también presentó la respuesta que dio el Dr. Dunphy cuando se le preguntó qué hacer si un paciente que fuera Testigo empezara a sangrar después de una operación y no respondiera a la administración de sustancias no sanguíneas usadas para expandir el volumen del plasma.

“Creo que instaría al paciente a cambiar de opinión y aceptar una transfusión. Pero también señalaría que si un paciente —y estoy hablando acerca de la operación directa. . .— si a ese paciente no le está yendo bien y uno cree que está sangrando, una transfusión no es, de todos modos, lo apropiado para él. Lo apropiado es [una] operación que detenga la hemorragia. Creo que si uno actúa sin pérdida de tiempo todavía puede salvar al paciente. Por eso digo que no puedo recordar a un paciente mío que haya sucumbido por hemorragia progresiva debido a que fuera testigo de Jehová. . . .”

Desde una fuente de información bastante diferente viene un caso interesante a propósito que está relacionado con una operación sin transfusiones. Recientemente, una madre de Carolina del Norte escribió lo siguiente a la Sociedad Watchtower:

“Jill, mi hijita de nueve años de edad, tuvo que tener una rara y peligrosa operación neuroquirúrgica de la columna vertebral, y al mismo tiempo cirugía ortopédica para corregir una curvatura del espinazo. Quiero contarles lo que pasó hasta que finalmente vino el deleitable resultado para Jill.

“Jill nació con la mitad de una vértebra y una costilla adicionales, y como resultado de esto se le inclinaba el espinazo. Por esto, tuvo escoliosis, o curvatura del espinazo de un lado a otro, congénita.

“La escoliosis aflige a muchos niños. A menudo se puede tratar con buen éxito por medio de un sostén mecánico. Pero, puesto que los casos congénitos son más difíciles de tratar, muchas veces se requiere cirugía, y se recomienda este procedimiento cuando el espinazo se curva 30 grados. La curvatura puede proceder muy lentamente y entonces acelerar de súbito. Hasta cuando Jill tuvo siete años de edad el espinazo se había curvado lentamente 12 grados. Dos meses después de su examen regular, la curvatura llegó a 26 grados. Y un mes después a 34 grados. Jill necesitaba cirugía ortopédica inmediata.

“El cirujano ortopédico que había atendido a Jill desde que ella tenía cuatro años de edad nos dijo a mi esposo y a mí que durante la cirugía de fusión espinal el paciente pierde un litro de sangre por hora. La operación requeriría por lo menos cuatro horas. En otras palabras, Jill perdería toda la sangre de su cuerpo. Dijo él: ‘Nadie querrá ayudarles.’ Para que la curvatura del espinazo de Jill no empeorara, puso a Jill en un sostén mecánico.

“Durante la hospitalización para aquello, le tomaron un mielograma rutinario. Sin embargo, el informe que vino de aquello no fue rutinario. Se descubrió que un pedazo de hueso estaba penetrando en el interior del espinazo de Jill. Esto podía causar daño neurológico y por eso había que vigilarlo cuidadosamente.

“Sin embargo, nuestro médico sí se puso en comunicación con otros colegas de su campo. Por la bondad que desplegó con nosotros, fuimos a un cirujano que pensaba que podría ayudar a Jill, el Dr. B—, del Centro Médico de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte. La visita a este médico resultó muy angustiosa.

“El Dr. B—, cirujano ortopédico, halló evidencia de que el pedazo de hueso había empezado a paralizar la pierna derecha de Jill. ¡Estaba empezando a cortarle la médula espinal! Sin cirugía, Jill quedaría paralizada desde la cintura para abajo. En cuanto a las probabilidades que presentaba la cirugía misma, Jill pudiera perder el uso de toda función corporal de la cintura para abajo.

“El Dr. B— hizo arreglos para que un neurocirujano, el Dr. O—, operara, y nos aseguró que podía efectuarse cirugía sin sangre y se efectuaría. Dijo que la neurocirugía no debería tomar mucho tiempo, y si Jill seguía dando buenas señales, él pasaría a corregir la curvatura por medio de ejecutar una fusión espinal. Así, Jill no necesitaría más de una intervención quirúrgica.

“Temprano en la mañana del 9 de junio de 1977 el Dr. O— removió el fragmento óseo. El procedimiento duró aproximadamente hora y media. Entonces el Dr. B— ejecutó la cirugía ortopédica. Esto tomó cuatro horas y media. Más tarde nos dijo que Jill había perdido un total de 300 cc [menos de medio litro] de sangre, ‘. . . una cantidad relativamente pequeña. ¡Seis horas de cirugía y ni siquiera está anémica!’

“Pero el informe que más nos preocupaba no había llegado todavía. Hasta que Jill despertara en el salón de recuperación y el Dr. O— pudiera administrarle sus exámenes neurológicos, no se sabría si tendría parálisis.

“Entonces, de súbito, después de tres horas de angustiosa espera, las puertas del hospital se abrieron de un fuerte empujón. ¡El Dr. B— salió al pasillo, con el camisón de médico al viento, los brazos bien elevados por encima de la cabeza, y los dedos en señal de victoria! Antes de que él dijera una sola palabra sabíamos que Jill estaba bien.

“Jill estuvo en Duke dieciocho días. Quiero dar énfasis al hecho de que el personal del Centro Médico de Duke fue muy cooperador y apoyador al atenderla. Ella se recuperó con rapidez. Como ayuda para que la fusión sanara y para dar apoyo a la espina dorsal, Jill tendría que llevar una enyesadura corporal (como una tortuga) por seis meses.

“Ahora Jill ha salido de su enyesadura. Tiene la espalda bien recta y participa en casi todo tipo de actividad. A través de los años Jehová le ha dado fortaleza para aguantar el dolor y enfrentarse denodadamente a cirugía mayor. Ahora la observamos caminar y nos sentimos muy humildes.”

Esta clase de información médica fortalecedora puede ayudar a las personas a dar más consideración a lo que el Creador del hombre dice acerca de la sangre.

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