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  • El libro de los Salmos... curativo para el corazón

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  • El libro de los Salmos... curativo para el corazón
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/12 págs. 28-31

Salmos

El libro de los Salmos... curativo para el corazón

EL LIBRO de los Salmos constituía el libro de poesías y canciones de la antigua nación hebrea. Los Salmos, con música adaptada a la letra, se usaron en la adoración de Jehová en el templo de Jerusalén y fueron también las canciones principales en el hogar y el corazón de los israelitas como individuos. La poesía no se basaba en la rima entre palabras ni del todo en la métrica. A menudo hay paralelismo de ideas, a veces en sinonimia y otras veces en contraste. Esto permite que la mente y el espíritu del lector sigan con facilidad el pensamiento, con el resultado de mejor entendimiento y motivación. El efecto reiterativo, junto con la variedad de expresión, enfatiza las verdades que se expresan, a la vez que las hace resaltar de manera más plena y clara. Los siguientes ejemplos, de los miles que hay disponibles, ilustran esto muy bien:

“La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma.

El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto”.—Sal. 19:7.

“El inicuo está pidiendo prestado y no devuelve,

Pero el justo está mostrando favor y está haciendo regalos.”—Sal. 37:21.

“En caso de andar yo en medio de angustia, tú me conservarás vivo.

A causa de la cólera de mis enemigos alargarás tu mano,

Y tu diestra me salvará.”—Sal. 138:7.

Los Salmos están dirigidos al corazón. La influencia profunda que ejercen se debe al hecho de que, por medio de los Salmos, Dios pone al descubierto el corazón del hombre y toca todas sus emociones y sufrimientos. Amor, gozo, éxtasis, alabanza, tristeza, desaliento, arrepentimiento, esperanza... el lector puede identificarse con todos esos sentimientos. La depresión que acompaña a la enfermedad, la enconada enemistad de individuos con quienes uno ha estado asociado, la decepción que viene cuando un amigo de confianza se ha hecho traidor, el abatimiento y el temor a Dios cuando uno ha pecado, el regocijo cuando uno sabe que se le ha perdonado su pecado... todas estas emociones, y miles más que han sido causadas por las vicisitudes de la vida, no solo las lee el lector, sino que también las siente.

Por estas razones los Salmos constituyen una parte integrante e indispensable de la Palabra de Dios, que hace posible que el hombre de Dios sea “enteramente competente, estando completamente equipado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:16, 17) El libro de los Salmos trata de manera realista con la naturaleza humana y consuela al lector en lo que tiene que ver con todo problema del hombre, lo cual hace que los Salmos no estén limitados por el tiempo, sino que sean tan aplicables a la vida de hoy como lo fueron a la de hace miles de años.

LA GLORIA Y MAJESTAD DE DIOS

Los Salmos expresan vigorosamente los atributos de Dios... su gloria y perfección. La belleza de la eternidad, majestad y omnipotencia de Jehová se representan magníficamente. Tenemos un vislumbre de esto en las siguientes tres breves porciones:

“Oh Jehová, tú mismo has resultado ser una verdadera morada para nosotros

Durante generación tras generación.

Antes que nacieran las montañas mismas,

O tú procedieras a producir como con dolores de parto la tierra y el terreno productivo,

Aun desde tiempo indefinido hasta tiempo indefinido tú eres Dios. . . .

Porque mil años son a tus ojos solo como el día de ayer cuando ha pasado,

Y como una vigilia durante la noche.”—Sal. 90:1-4.

“Hace mucho tú colocaste los fundamentos de la tierra misma,

Y los cielos son la obra de tus manos.

Ellos mismos perecerán, pero tú mismo quedarás en pie;

E igual que una prenda de vestir todos ellos se gastarán.

Igual que ropa tú los reemplazarás, y ellos terminarán su turno.

Pero tú eres el mismo, y tus propios años no se completarán.”—Sal. 102:25-27.

“Nubes y densas tinieblas están en su derredor;

Justicia y juicio son el lugar establecido de su trono.

Delante de él un fuego mismo va,

Y consume a sus adversarios en derredor.

Sus relámpagos alumbraron la tierra productiva;

La tierra vio y llegó a estar con fuertes dolores.

Las montañas mismas procedieron a derretirse lo mismo que cera a causa de Jehová,

A causa del Señor de toda la tierra.”—Sal. 97:2-5.

De manera similar, la estrecha relación de Dios con su pueblo se ve por todos los Salmos, como lo demuestran los siguientes subtítulos:

EL CUIDADO AMOROSO DE ÉL PARA CON SU PUEBLO

“Porque tú dijiste: ‘Jehová es mi refugio,’

Has hecho al Altísimo mismo tu morada;

No te acaecerá ninguna calamidad,

Y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda.

Porque él dará a sus propios ángeles un mandato concerniente a ti,

Para que te guarden en todos tus caminos.

Sobre sus manos te llevarán,

Para que no des con tu pie contra piedra alguna.”—Sal. 91:9-12.

SU MISERICORDIA

“Como un padre muestra misericordia a sus hijos,

Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen.

Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros,

Acordándose de que somos polvo.”—Sal. 103:13, 14.

“Si errores fuese lo que tú vigilas, oh Jah,

Oh Jehová, ¿quién podría estar de pie?

Porque hay el verdadero perdón contigo,

A fin de que se te tema.

He tenido esperanza, oh Jehová, mi alma ha tenido esperanza,

Y su palabra he esperado.”—Sal. 130:3-5.

LO PECAMINOSO DEL HOMBRE Y SU NECESIDAD DE ARREPENTIRSE Y DE OBTENER PERDÓN

“No entres en juicio con tu siervo;

Porque delante de ti ningún viviente puede ser justo.”—Sal. 143:2.

“Oh Jehová, en tu indignación no me censures,

Ni en tu furia me corrijas.

Porque tus propias flechas se han hundido muy adentro en mí,

Y sobre mí tu mano ha bajado.

No hay parte sana en mi carne a causa de tu denunciación.

No hay paz en mis huesos debido a mi pecado.

Porque mis propios errores han pasado sobre mi cabeza;

Como una carga pesada son demasiado pesados para mí.

Mis heridas se han hecho apestosas, han supurado,

A causa de mi tontedad.

Me he desconcertado, me he inclinado hasta grado extremo;

Todo el día he andado triste.”—Sal. 38:1-6.

“¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto,

Y en pecado me concibió mi madre.”

“Quieras purificarme del pecado con hisopo, para que sea limpio;

Quieras lavarme para que quede más blanco aun que la nieve.”

“Oculta tu rostro de mis pecados,

Y borra aun todos mis errores.”—Sal. 51:5, 7, 9.

“Feliz es aquel cuya sublevación le es perdonada, cuyo pecado le es cubierto.

Feliz es el hombre en cuya cuenta Jehová no imputa error,

Y en cuyo espíritu no hay engaño. . . .

Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error.

Dije: ‘Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová.’

Y tú mismo perdonaste el error de mis pecados.”—Sal. 32:1-5.

ESPERANZA Y CONFIANZA EN DIOS

“Bendito sea Jehová, que diariamente nos lleva la carga,

El Dios verdadero de nuestra salvación. Sela.

El Dios verdadero es para nosotros un Dios de hechos salvadores;

Y a Jehová el Señor Soberano pertenecen las maneras de salir de la muerte.”—Sal. 68:19, 20.

“¿A quién tengo yo en los cielos?

Y además de ti no tengo en efecto otro deleite en la tierra.

Mi organismo y mi corazón han fallado.

Dios es la roca de mi corazón y la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido.

Porque, ¡mira! los mismísimos que se mantienen alejados de ti perecerán.

Ciertamente harás callar a todo el que te deja inmoralmente.

Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es bueno para mí.

En el Señor Soberano Jehová he puesto mi refugio,

Para declarar todas tus obras.”—Sal. 73:25-28.

“En Dios he cifrado mi confianza. No tendré miedo.

¿Qué puede hacerme el hombre terrestre?”—Sal. 56:11.

“Porque este Dios es nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre.

Él mismo nos guiará hasta que muramos.”—Sal. 48:14.

EL REINO MESIÁNICO

Los Salmos nos dicen mucho acerca de Cristo Jesús y el reino mesiánico, aunque no mencionan a Jesús por nombre, sino que lo describen, particularmente como un rey glorioso que gobierna a toda la tierra en paz y justicia. Algunos salmos parecen profetizar directamente acerca del Mesías, como, por ejemplo, los Salmos 2 y 110. En muchos casos, otros salmos que hablan del Mesías no hablan de él directamente, sino en sentido típico y figurativo. Es decir, al momento de escribir el salmista tenía muy presente sus propios problemas o los asuntos de la nación, y lo que dijo aplicaba directamente a sus días. Pero en principio, o en un segundo cumplimiento, un cumplimiento completo o final, lo que dijo fue aplicado a Cristo por los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas. Muy probablemente el salmista no tuvo siempre presente al Mesías, ni entendía plenamente la aplicación típica o figurativa, así como, en cuanto a los profetas, el apóstol Pedro dice que de ninguna manera entendieron completamente el significado de todas las cosas que profetizaron.—1 Ped. 1:10-12.

Un ejemplo de esto se encuentra en Salmo 102:25-27, citado anteriormente. El Sl 102 versículo uno de este salmo muestra que el salmista hablaba a Jehová. Pero en Hebreos 1:10-12 el apóstol Pablo atribuye estas cualidades a Jesucristo, porque fue a Jesús a quien Dios usó en la obra relacionada con la creación y a quien Él ahora ha dado toda autoridad “en el cielo y sobre la tierra.” (Mat. 28:18; Col. 1:15-17) Jesús nos suministra una representación completa de Dios en todas sus cualidades y acciones.

El Salmo 22, que se atribuye a David, relata, en parte usando lenguaje figurativo, algunos de los sufrimientos de Cristo. (Compare Salmo 22:1 con Marcos 15:34; también compare todo ese salmo con los registros de los cuatro evangelios acerca del juicio de Jesús, y de que se le fijó en un madero.) La descripción de los acontecimientos se redactó en términos que permitían que se realizara un cumplimiento más pleno en la vida de Cristo.

Sin embargo, los salmistas tenían algún entendimiento de la aplicación de sus escritos al Mesías. Cuando David escribió el Salmo 16, recibió inspiración para profetizar acerca del Mesías cuya alma no sería abandonada para siempre en el Seol o Hades (la sepultura), y cuyo cuerpo enterrado no vería corrupción completa. (Hech. 2:31, Versión Popular [1979]; Biblia de Jerusalén) Por consiguiente, el apóstol Pedro, al hablar a miles de judíos en el día del Pentecostés, señaló que aquel salmo se refería al Mesías, cuando dijo: “Por lo tanto, porque [David] era profeta y sabía que Dios le había jurado con juramento que sentaría a uno del fruto de sus lomos sobre su trono, vio de antemano y habló respecto a la resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el Hades [hebreo: Seol] ni su carne vio corrupción.”—Hech. 2:30, 31.

Ante los judíos congregados, quienes aceptaban de lleno la inspiración de los Salmos, Pedro usó con gran vigor este argumento junto con el Salmo mesiánico Sl 110, para probar que se hacía referencia a Cristo y que éste sería resucitado del Hades (Seol). Pedro dijo que David mismo había muerto y había sido sepultado, y que en aquel momento su tumba se encontraba entre los judíos como evidencia de aquel hecho. Ellos sabían que David había ido al Seol, o Hades, y que su carne sí había visto corrupción, o descomposición. Entonces entendieron que David no estaba hablando de sí mismo. Así, en vista de que esto era cierto, David, siendo profeta, estaba hablando de uno de su propia descendencia a quien esto le ocurriría. La evidencia, que consistía en los sucesos relacionados con la muerte y resurrección de Jesús, también estaba ante los judíos en aquel mismo momento, y probaba claramente que David estaba hablando proféticamente del Cristo, un descendiente de David. (1 Ped. 1:10-12) Este argumento tuvo gran efecto en los judíos que escucharon el discurso de Pedro.—Hech. 2:29-36.

En todo respecto los Salmos ensalzan a Dios y a su Hijo y nos ayudan a conocer mejor a aquellos de quienes se dice: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” (Juan 17:3) Los Salmos describen las pruebas que son comunes a toda la humanidad y nos muestran cómo orar en momentos alegres o dificultosos. Para cualquier problema que tengamos, hay un salmo que nos puede ayudar y ofrecer un bálsamo calmante para el corazón.

El apóstol Pablo habló de la ayuda que necesitamos al orar, cuando dijo: “Lo que debemos pedir en oración como necesitamos hacerlo no lo sabemos.” (Rom. 8:26) Eso suele ser cierto en el caso de todo cristiano. Muchas veces el libro de los Salmos nos suministra la ayuda necesaria para expresar a Dios de modo más completo nuestros pensamientos y deseos más recónditos.—Compare con Efesios 5:19; Colosenses 3:16.

Por tratar con las varias emociones humanas, los Salmos presentan una atracción personal al corazón. El lector puede verse a sí mismo y sentir que los Salmos le hablan a él, o hablan por él. Se llega a sus pensamientos y móviles más recónditos, y hay un escudriñamiento de su corazón. El lector se siente movido a hacer ajustes en su vida. Cuando hace esto, ha enriquecido su persona y su vida, y ha llegado a estar más cerca de lo que es conocer a Dios. Todos debemos leer el libro entero de los Salmos, desde el primer salmo hasta el último. Nadie puede leerlos sin obtener algún beneficio.

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