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  • ¿Es su dar bueno, mejor u óptimo?

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  • ¿Es su dar bueno, mejor u óptimo?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
w80 15/12 págs. 3-4

¿Es su dar bueno, mejor u óptimo?

¿NO HA notado usted que el contentamiento le produce paz o tranquilidad mental, a la vez que conduce a la paz en sus relaciones con otras personas? Por eso el apóstol Pablo pudo escribir lo siguiente: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene. Porque nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, [alimento] y [vestido], estaremos contentos con estas cosas.” De hecho, el apóstol Pablo dijo más que eso, pues instó a estar uno contento con lo que le tocara experimentar en la vida, fuera como esclavo u hombre libre, como persona casada o soltera.—1 Tim. 6:6-8; 1 Cor. 7:12-27.

Sin embargo, en lo que tiene que ver con expresar cualidades cristianas, como la generosidad, bien pudiéramos preguntarnos si deberíamos tender a estar contentos con lo que estamos haciendo. ¿Estamos contentos con simplemente hacer lo que pudiera llamarse “bueno,” cuando podríamos estar haciendo lo que fuera mejor o aun óptimo?

Por ejemplo, ¿qué hay de contribuir a una causa verdaderamente digna o dar ayuda merecida a una persona necesitada? El hacer una contribución modesta pudiera considerarse bueno, puesto que ciertamente es mejor que no dar nada; y sea cual sea la suma, ha de producir algún bien. A este respecto, algunos se sienten orgullosos de dar el diezmo, o la décima parte de sus ingresos. Ciertamente esto pudiera considerarse bueno, aunque no hay nada en la Palabra de Dios que exija que los cristianos den el diezmo. Sin embargo, la realidad es que para los muy pobres o para los que casi no tienen nada, el dar la décima parte de sus entradas pudiera resultar en verdadera penuria, mientras que a la persona acaudalada no le impone absolutamente ningún sacrificio.

Si todas estas formas de dar pudieran considerarse “buenas,” entonces ¿qué hubiera de considerarse una forma “mejor” de dar? Sería el dar en proporción con lo que uno tiene. Esto fue lo que Jehová Dios requirió de los israelitas en lo que tenía que ver con las fiestas anuales. Les dio el siguiente mandato: “Tres veces al año todo varón tuyo debe presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escoja: en la fiesta de las tortas no fermentadas [con relación a la Pascua] y la fiesta de las semanas [al tiempo del Pentecostés] y la fiesta de las cabañas [al fin de la temporada de la cosecha], y ninguno debe presentarse delante de Jehová con las manos vacías. La dádiva de la mano de cada uno debe ser en proporción con la bendición de Jehová tu Dios que él te haya dado.”—Deu. 16:16, 17.

Ciertamente éste es un requisito justo, y el apóstol Pablo lo reconoció como tal. Por lo tanto, cuando estuvo animando a los cristianos prósperos de Corinto a hacer contribuciones para ayudar a los hermanos necesitados de ellos en Jerusalén, escribió: “Porque si primero está allí la prontitud, es especialmente acepto según lo que tiene la persona, no según lo que no tiene. Porque no es mi intención que les sea fácil a otros, pero difícil a ustedes; sino que mediante una igualación el sobrante de ustedes ahora mismo compense lo que les falta a ellos, para que el sobrante de ellos también llegue a compensar lo que les falta a ustedes, para que se efectúe una igualación. Así como está escrito: ‘La persona que tenía mucho no tuvo demasiado, y a la persona que tenía poco no le faltó.’”—2 Cor. 8:12-15.

Esto de dar en proporción con lo que uno tiene pudiera considerarse un principio reconfortante, a la misma vez que uno que impulsa a la persona a escudriñar su propio corazón. ¿De qué manera? Es un principio reconfortante para el cristiano que no tenga mucho que dar. Siempre que éste dé en proporción con lo que tenga puede sentirse contento. Por otro lado, este principio exige que el cristiano que tenga muchas posesiones escudriñe su corazón, pues aunque dé más que otras personas, haría bien en preguntarse si da en proporción con su riqueza.

Si el dar en proporción con lo que uno tiene puede considerarse una “mejor” forma de dar, entonces ¿cuál forma de dar pudiera considerarse “óptima” en lo que tiene que ver con expresar generosidad? Esta sería la forma de dar que envolviera un gran sacrificio personal. A este respecto el Creador, Jehová Dios, nos da el mejor ejemplo, pues ¿qué leemos en Juan 3:16? “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito,” su tesoro y posesión de más alto valor, “para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” Y el Hijo de Dios, Jesucristo, practicó esta misma forma de dar, pues dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos.”—Juan 15:13.

A este respecto Jesús nos sirve de dechado, a fin de que sigamos sus pasos con sumo cuidado y atención, aun como él mismo declaró: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.”—Juan 13:34, 35; 1 Ped. 2:21.

Los cristianos de Filipos expresaron esta clase de amor. Leemos en 2 Corintios 8:1-4: “Ahora les hacemos saber, hermanos, acerca de la bondad inmerecida de Dios que ha sido otorgada a las congregaciones de Macedonia, que durante una gran prueba bajo aflicción su abundancia de gozo y su profunda pobreza hicieron abundar las riquezas de su generosidad. Porque según su habilidad verdadera, sí, yo testifico, más allá de su habilidad verdadera fue esto, mientras que espontáneamente siguieron rogándonos con fuerte súplica el privilegio de dar bondadosamente y de tener participación en el ministerio destinado para los santos,” es decir, para los cristianos necesitados de Jerusalén. No fue sin razón que el apóstol Pablo dijo a los cristianos acaudalados de Corinto: “Abunden también en este bondadoso dar.”—2 Cor. 8:7.

¿Por qué no deberíamos estar contentos con dar de manera nominal o simbólica cuando podemos dar lo que es mejor o aun óptimo? Esto se debe a la obligación que nos impone la Palabra de Dios como cristianos, tanto por medio de mandato directo como por medio de ejemplos, como acabamos de ver. Además, comunica cierto sentido de satisfacción el saber que uno ha vencido el instinto egoísta de acaparamiento y ha dado generosamente. Más importante aún, también está envuelto en esto el principio bíblico que rige en tales asuntos, de cuyo efecto no podemos escapar, a saber: “El que siembra mezquinamente, mezquinamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará.” ¿Qué se segará? Galardones, no de índole material, sino espiritual, conforme a las palabras de Jesús: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—2 Cor. 9:6; Hech. 20:35.

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