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  • La búsqueda de seguridad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/1 págs. 3-4

La búsqueda de seguridad

EL SEÑOR B—— y su esposa y tres hijos adolescentes vivían en África. Por 20 años habían trabajado en dar forma a su bella granja y habían invertido sus ganancias en un hogar cómodo, en sembrados, en ganado y en maquinaria para la granja. Esta llegó a ser su pequeña fortaleza, su refugio en tiempos de dificultad y pena, su fuente de refrigerio y descanso después del duro trabajo de cada día. Les parecía que moraban en seguridad.

De la noche a la mañana, las cosas cambiaron. Hacía tiempo que ciertas fuerzas políticas habían estado adquiriendo vigor en el país. Hombres que estaban empeñados en efectuar cambios a la fuerza estaban cometiendo actos de terrorismo y habían colocado minas terrestres en los escabrosos caminos no pavimentados de las regiones granjeras. Una vez, mientras el señor B—— regresaba en su camioneta del viaje que acostumbraba hacer semanalmente a la ciudad, hizo detonar una de éstas y murió instantáneamente.

La Sra. B—— y los miembros de su familia ya no se sintieron seguros. Por el aumento en las amenazas de violencia en el vecindario, las inquietudes envueltas en atender la granja y la falta de un hombre en la casa, la Sra. B—— se vio obligada a abandonar la granja que en un tiempo había sido su fuente de seguridad. La familia partió hacia otro país con la esperanza de hallar un modo de vivir más seguro.

En este mismo país del África, la escena cambió enormemente en pocos años. Estancias granjeras rodeadas de abundante vegetación tropical y con letreros de bienvenida fueron cercadas de altas cercas de acero en forma de red que terminaban en alambre de púas. Se colocaron sacos de arena alrededor de las paredes de las casas y tela metálica de acero sobre las ventanas para protegerlas.

La vida en el pueblo cambió también a medida que más y más personas instalaron alarmas contra el robo, colocaron portones pesados con candados y cadenas a la entrada de su propiedad, y mantuvieron perros de guardia para repeler a los intrusos indeseables. Se colocó cinta adhesiva especial en las vitrinas de las tiendas para impedir que el vidrio se despedazara. Se colocaron guardias en los supermercados para someter a registro a los compradores a medida que éstos entraban. Personas que se iban de vacaciones contrataban a policías para que les protegieran el hogar durante su ausencia.

En muchas áreas, lo que antes había sido un paseo tranquilo por la campiña africana se convirtió en un viaje lleno de tensión de un pueblo al otro. Se aconsejó a los viajeros que consultaran con la policía antes de partir, y muchas personas viajaban en convoy, protegidas por vehículos blindados. La ley marcial y las quedas se hicieron parte de la vida diaria.

Además de tomar estas medidas de seguridad, muchas personas cuyas circunstancias se lo permitían hicieron arreglos para su propia seguridad personal por medio de invertir su dinero en oro, plata, joyas y obras de arte o por medio de poner su dinero en cuentas bancarias en el extranjero. Hicieron esto a fin de que, si la situación no mejoraba, todavía tuvieran algunos bienes.

Acontecimientos como los que se acaban de describir no se limitan únicamente a ese país en particular. Es posible que en su propia comunidad usted haya visto algunas de estas mismas medidas de seguridad y un aumento en la atención que dan muchas personas a la seguridad de sus propios hogares y familias. La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿Puede decirse que tales esfuerzos realmente produzcan la tranquilidad mental y la seguridad que todos deseamos?

¿Está la solución en el poderío militar?

La preocupación por la seguridad también se refleja en las acciones de los gobiernos. Muchos gobiernos están tomando medidas sin precedente para resguardar sus fronteras y proteger a sus diplomáticos. La visita de la reina de Inglaterra al África austral y la visita del papa a Irlanda hicieron necesario que se movilizara a centenares de hombres con el único propósito de proveer seguridad. Algunos países consideran amenazada su seguridad nacional cuando hay transporte de buques, aviones o tropas a algún lugar conocido por su importancia estratégica, y por lo tanto a menudo toman medidas militares en contra de tales movimientos.

La mayoría de los gobiernos comparten la creencia general de que su seguridad nacional depende de su estado de preparación militar. Esto se ilustra por un informe reciente de la UNESCO (Organización Educativa, Científica y Cultural de las Naciones Unidas), según el cual lo que se gasta en armamentos mundialmente “no está muy lejos de ser un millón de dólares [E.U.A.] por minuto” y que el tercer mundo gasta el 75 por ciento de esta suma. (The Courier, abril de 1979, pág. 19) Pero ¿puede decirse que estos enormes gastos militares proporcionen un verdadero sentido de seguridad a las personas que viven en países donde se ve morir a miles de personas diariamente a causa del hambre y de enfermedades propagadas por el agua?

Una vez más planteamos la pregunta: ¿Hay verdadera seguridad en el poderío militar? Es verdad que uno puede relegar tales pensamientos a un rincón recóndito de la mente. Pero, ¿puede alguien sentirse realmente seguro cuando considera con seriedad el hecho de que gobiernos de todas partes del mundo tienen suficientes aparatos explosivos como para matarnos a todos varias veces? Considere la siguiente ilustración: ¿Pudiera usted descansar tranquilamente durante la noche teniendo una ametralladora debajo de la cama y sabiendo que su vecino tiene una idéntica, la cual él está apuntando en la dirección de la casa suya con el deseo intenso de tener la oportunidad de usarla cuando le parezca que puede hacerlo sin ponerse en peligro?

El deseo de seguridad es común a todos

Es solo natural que todos deseemos sentirnos seguros. Hasta en el mundo de los animales existe un deseo inherente de seguridad. Los pájaros construyen sus nidos en los lugares más disimulados y difíciles de alcanzar. Las ardillas almacenan nueces para poder tenerlas durante la parte más fría del año. Las gatas, cuando están a punto de dar a luz, investigan todos los aparadores de la casa en busca de un rincón protegido en el cual puedan alimentar a sus pequeñuelos.

La pregunta a la cual nos enfrentamos todos hoy día es: ¿Dónde podemos buscar la seguridad? Los animales instintivamente basan su sentido de seguridad en lo material. Pero, ¿qué hay del hombre? ¿Depende la seguridad nuestra de las cosas materiales, de modo que no nos distingamos en nada de los animales? ¿Depende nuestra seguridad de nuestro empleo o, tal vez, de las riquezas que hayamos acumulado en forma de oro, plata o cuentas bancarias? ¿Pueden los armamentos hacer seguro nuestro modo de vivir, o habrá de hallarse la seguridad bajo alguna forma de gobierno en particular que tal vez parezca más estable que otras?

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