Sirviendo con gozo al Dios que recuerda
ERA la noche del 24 de mayo de 1971. Un cristiano dedicado había estado cenando con compañeros cristianos en un restaurante. Al salir, él comenzó a bajar las escaleras. Con la mano derecha procuró en vano agarrarse de un pasamano que no existía... y de momento comenzó a rodar por las escaleras. Con fuerza tremenda, se golpeó la cabeza contra un objeto decorativo de metal.
Alex Henderson había quedado gravemente herido. De hecho, las perspectivas de que sobreviviera eran tan escasas que su esposa recibió el pésame del médico. Aun así, el esposo de ella sobrevivió. ¿En qué resultó su caída? En un cráneo severamente fracturado, tres hematomas y parálisis del lado izquierdo. Fue solo después de haber estado inconsciente por meses que hubo al menos una mejoría parcial.
En la actualidad, un impedimento serio impide que Alex Henderson pueda hacer tanto como hacía antes en el servicio de Jehová Dios. Aun así, se siente feliz, pues reconoce que “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre.” (Heb. 6:10) ¡Qué consolador es saber que nuestro Padre celestial recuerda las obras de fe y el amor para con Su nombre!
Pero, ¿cómo pudieran personas cristianas enfrentarse a las consecuencias de un trágico accidente de esa índole? ¿Qué puede sostenerlas? Antes de contestar tales preguntas... remontémonos brevemente al pasado. Alex nos da los detalles.
LA RELIGIÓN EN NUESTRA FAMILIA
“Fue en Glasgow donde por primera vez vi la luz del día allá en 1921. Nuestra familia pertenecía a la Iglesia de Escocia. Mamá era una mujer devota, pero, por desgracia, la perdimos ante nuestro enemigo la muerte cuando yo era simplemente un muchacho de 12 años de edad. (1 Cor. 15:26) Mi padre aparentemente procuraba acercarse al Creador principalmente por medio de atender su jardín floreciente. De hecho, una de las pocas veces en que se presentó en una iglesia fue el 11 de junio de 1943, cuando Janet y yo nos casamos.
“Durante la II Guerra Mundial estuve en el ejército por cinco años. Un clérigo ofreció hacer arreglos para mi licenciamiento, con tal que yo entrara en un seminario y llegara a ser ministro. Pero opté por permanecer en la fuerza aérea.
“Cuando terminó la guerra, mi esposa y yo nos vimos envueltos en una revolución social. Janet era maestra de escuela dominical, y en los espectáculos de variedades que auspiciaba la iglesia cantábamos juntos la tonada rítmica de ‘bella Escocia.’ A propósito, aunque hay un himno escosés intitulado ‘Guíame, oh gran Jehová,’ no recuerdo haber oído el nombre divino en aquellos días.”—Sal. 83:18.
APRENDIENDO ACERCA DEL DIOS QUE RECUERDA
“En noviembre de 1947 nos mudamos, con nuestro hijo de tres años de edad, a la ciudad de Nueva York. Pronto los intereses religiosos de Janet se manifestaron. Ella había oído acerca de los testigos de Jehová en Escocia, pero ahora había comenzado a estudiar la Biblia con ellos. En 1950 simbolizó su dedicación a Dios por medio del bautismo en agua.
“Puesto que mi esposa se estaba envolviendo con ‘esos testigos de Jehová,’ me pareció apropiado asistir a una de sus reuniones. ¿Cómo podría yo olvidar esa primera reunión... la conmemoración de la muerte de Jesús de 1951? (Luc. 22:19, 20) Al principio, todo estaba tranquilo. Pero luego una anciana gritó: “¡Cantemos una canción para Jesús!” ¡Eso fue el colmo! En el futuro, podían contar con mi ausencia. Por supuesto, la mujer era una visitante; no era testigo de Jehová, pues las reuniones de los Testigos se celebran con tanto orden que un incrédulo que asiste a ellas puede decir: ‘Realmente Dios está entre ustedes.’ (1 Cor. 14:23-25) Pero nadie pudiera haberme convencido de eso en aquel tiempo.
“A menudo Janet invitaba a unos cuantos Testigos a nuestro apartamento después de las reuniones los domingos. Sin embargo, para evitar encontrarme con ellos, yo frecuentemente me quedaba en un teatro de la localidad y veía las películas dos veces, o recurría a caminar sin rumbo hasta que los visitantes se hubieran ido y yo pudiera regresar a casa con ‘seguridad,’ cansado y con los pies adoloridos. ¡Es increíble cómo algunos de nosotros resistimos exponernos a las verdades bíblicas!
“Sin embargo, poco a poco mi ‘resistencia’ fue debilitándose. La excelente conducta de mi esposa, unas cuantas palabras bien escogidas —revistas como ésta colocadas estratégicamente— me convencieron de que los Testigos ‘no eran tan malos después de todo.’ (1 Ped. 3:1-6) Una lucha con la tuberculosis y unos meses en el hospital me dieron tiempo para reflexionar. Janet me contestó por carta las muchas preguntas que yo tenía acerca de la Biblia, y al poco tiempo abracé de corazón la fe verdadera. También lo hizo nuestro hijo Adam, quien en la actualidad sirve de superintendente cristiano. Ambos nos bautizamos el mismo día... el 9 de septiembre de 1957.”
“Muy consciente de mis limitaciones actuales, estoy agradecido por las oportunidades que en el pasado tuve de servir al Dios que recuerda. Pronto se me presentó el privilegio de servir de superintendente presidente. Además de participar en la obra de evangelización y en otras actividades de la congregación, tuve el gozo de participar en la construcción de un Salón del Reino donde los cristianos todavía se reúnen con regularidad.
“En aquellos días, algunas personas me llamaban cariñosamente el ‘parlanchín Henderson.’ Entre otras cosas, fue conmovedor el poder oficiar en casamientos y observar la felicidad que se reflejaba en el rostro de los que entraban en el arreglo matrimonial. También hubo ocasiones tristes... ocasiones en que había que dar discursos de funeral. Todavía recuerdo uno de éstos vívidamente debido a que hubo un problema con el idioma. Solo imagínese la situación... un auditorio de ascendencia española que me escuchaba pronunciar un discurso en inglés con mi acento escocés. Pero había un intérprete, y yo sé que el auditorio estaba comprendiendo, pues gradualmente todos los rostros entristecidos se pusieron alegres hasta cierto grado al escuchar acerca de la maravillosa esperanza de la resurrección. Sin embargo, mi mayor privilegio como conferenciante fue el de pronunciar el discurso de la Cena del Señor en la congregación en 1959, pues aquello me dio la oportunidad de expresarme desde el corazón acerca de la gran salvación que Jehová Dios ha hecho posible por medio de su amado hijo Jesucristo.—Mat. 26:26-29; Juan 3:16; 5:28, 29.
“En 1963 comenzamos a asociarnos con otra congregación y como familia dedicada a Jehová ciertamente éramos felices. Pero entonces ocurrió mi debilitador accidente de 1971. Desde entonces, el impedimento físico ha sido mi carga, pero mi gran gozo es continuar sirviendo al Dios que recuerda.”
COMPAÑEROS DE CREENCIA PRESTAN AYUDA
Los recuerdos de Alex Henderson en cuanto al accidente y los sucesos que siguieron a éste son escasos. Por lo tanto, parece apropiado dejar que otros suministren algunos detalles . . . y así ayuden a responder a tales preguntas como: ¿Cómo pueden los cristianos enfrentarse a la adversidad? ¿Qué los sostiene? ¿Cómo pueden otras personas ser de ayuda? Y, ¿puede un cristiano enfermo ayudar a sus compañeros de creencia?
Para el cristiano, un accidente serio puede requerir que él quede firmemente resuelto a ‘abstenerse de sangre.’ (Hech. 15:28, 29) Así fue en el caso de los Hendersons, y el derrotero que siguieron con firmeza afectó a otros, pues un compañero allegado a ellos dijo: “Fortalece la fe de uno el ver a compañeros cristianos arriesgar la vida para oponerse intransigentemente a una transfusión de sangre.” Sí, aun en medio de una tragedia, podemos estimular a otros espiritualmente por medio de adherirnos resueltamente a la posición de que, ‘sea que vivamos o muramos, pertenecemos a Jehová.’—Rom. 14:7, 8.
Tal vez compañeros de creencia mismos puedan prestar ayuda. Durante los meses en que Alex estuvo en coma, él requirió un constante cuidado médico que fue muy costoso. Un anciano comentó: “La congregación (hermanos y hermanas espirituales, individualmente) ayudaron a llevar esta carga.” Esta fue una manifestación de amor que se apreció profundamente, y algo que identifica a los verdaderos seguidores de Jesús.—Juan 13:35.
Por supuesto, el amor cristiano se puede desplegar de muchas maneras. Al recordar el suceso, otro superintendente declara: “La operación fue un éxito. Se transfirió a Alex a la unidad de cuidado intensivo, donde permaneció por varios días. Yo lo visitaba diariamente . . . Durante aquellas visitas, le tomaba la mano y ofrecía una oración. No estaba muy seguro de que él pudiera oírla. Pero me sorprendió notar que las enfermeras guardaban silencio y no hacían ruido mientras seguían efectuando su trabajo.”
Otro anciano añadió: “Poco a poco Alex comenzó a reaccionar ante el tratamiento y a volver en sí. El proceso fue angustiosamente lento. A pesar de eso, algún tiempo después pudo comunicarse con otros. A medida que pasó el tiempo sus limitaciones físicas se manifestaron... quedó con el lado izquierdo del cuerpo paralizado y la vista deteriorada. . . . También su memoria quedó gravemente afectada, especialmente en cuanto a los sucesos relacionados con su hospitalización y el pasado cercano. Pero parecía que su memoria y su conocimiento en cuanto a asuntos espirituales casi no habían sufrido daño. Su progreso en este campo fue asombroso.”
¡Qué fácil es para una persona impedida darse por vencido y sumirse en la desesperación! ¡Pero qué imprudente sería hacer eso, especialmente si la persona está sirviendo a Jehová, “el Dios que da esperanza”! (Rom. 15:13) Un compañero de creencia de Alex dijo: “Alex se mantuvo firme, ejerciendo toda la paciencia que podía. Poco a poco comenzó a recuperar las facultades. Podía leer, hablar y desempeñar ciertas funciones bastante bien, pero seguía paralizado del lado izquierdo. A medida que fue recuperándose, comenzó a asistir a las reuniones y luego a participar en ellas, tanto desde la plataforma como por medio de comentar desde el auditorio.”
Al principio, había que llevar a Alex Henderson a las reuniones cristianas en una silla de ruedas. Luego, él pudo caminar utilizando un aparato ortopédico y un bastón que aún usa. Cuando se le pregunta qué lo sostiene, un factor que él está presto a mencionar es el de la “asistencia a las reuniones.” ¡Qué vital es el que los cristianos se reúnan regularmente para ‘incitarse unos a otros al amor y a las obras excelentes’!—Heb. 10:24, 25.
El cantar siempre había sido una parte significativa en la casa de los Hendersons. “Siempre me ha gustado oír a Alex y a Janet cantar en el Salón del Reino,” dice una de las hermanas espirituales de ellos. Pero por el daño que recibió en la vista el hermano Henderson no podía ver la letra del libro de cánticos. Por lo tanto, a esta hermana se le ocurrió una manera de prestar ayuda. Relata lo siguiente: “Escribí el entero libro de cánticos en letra más grande y me emocioné al oírle cantar de nuevo alabanzas a Jehová.”—Efe. 5:18-20.
OPORTUNIDADES ADICIONALES DE SERVIR
“No es muy probable que nuestra familia pueda olvidar una reunión en particular que se celebró a fines de 1975,” relata Alex. “¡Qué regocijo sentimos cuando uno de los superintendentes leyó una carta en la cual se anunciaba que yo había sido nombrado anciano! Esto me tomó completamente por sorpresa, pues los hermanos no habían considerado este asunto conmigo, aunque sabían muy bien que yo aceptaría como un precioso privilegio el servir a mis compañeros de creencia de este modo. ¿Cómo respondí al momento de oír el anuncio? ‘¡Yo! ¿Qué puedo hacer yo?’ Humildemente tengo que admitir que llevar tal responsabilidad sólo es posible con la ayuda de Jehová, pues ¿cómo puedo yo jactarme de mi propia fuerza?”—Compare con 1 Corintios 1:28-31; Filipenses 4:13.
¿Es realmente posible el que una persona que sufre de muchos impedimentos físicos pueda ayudar a otros? Sí, y ese hecho puede muy bien servir de estímulo a la persona que esté experimentando adversidad debido a impedimentos físicos. Una persona joven declara: “Aprecio los muchos detalles fascinantes acerca de la verdad con los cuales el hermano Henderson sazona sus comentarios y discursos.” Otra dice: “Es patente que él tiene un caudal de conocimiento que quiere compartir con todos nosotros. . . . ¡Es asombroso el celo que él demuestra y lo estimulante que puede ser él a pesar de sus dificultades físicas!”
Por lo tanto, que ningún cristiano enfermo piense que sus esfuerzos por alabar a Jehová y estimular humildemente a sus compañeros de creencia son ineficaces. Un anciano declara: “Fue solo recientemente cuando el hermano Henderson empezó a mantenerse de pie en la plataforma, pues anteriormente se sentaba para hablar a la congregación. . . . Este simple hecho ha bastado para fortalecer mi fe y me ha estimulado, pues puedo ver que un hombre fiel en el servicio de Jehová, que ha hecho frente a un desgarrador accidente que ha interrumpido su servicio, ha vencido estas cosas con la ayuda del espíritu de Jehová.”
AYUDADO POR EL DIOS QUE RECUERDA
Ciertamente es solo con la ayuda de Jehová que los cristianos pueden enfrentarse con éxito a la adversidad, sin importar cuál sea la naturaleza de ésta. “¿De dónde vendrá mi ayuda?” preguntó el salmista. “Mi ayuda viene de Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra.” (Sal. 121:1, 2) “Jehová me ayudó a ser paciente... a perseverar,” dice Alex. “Me proveyó ayuda amorosa y me dio las fuerzas que necesitaba para mantener la integridad bajo dificultades.” Janet agrega: “Cuando surgieron los problemas, los presenté a Jehová en oración, sin pedirle milagros, sino que me mostrara la manera de enfrentarme a los problemas y estar contenta con las consecuencias, cualesquiera que fueran.”—1 Ped. 5:6, 7.
Los cristianos no están sirviendo a un Dios olvidadizo. Jehová nunca abandona a los que verdaderamente le aman, y ante ellos él ha colocado la regocijadora esperanza de vida eterna. (Sal. 94:14; Juan 3:16; 2 Ped. 3:13) Por lo tanto, sintiéndose optimista a pesar de sus impedimentos, Alex nos insta:
“Regocíjense, ‘perseveren en la oración’ y sigan adelante con fe. Pronto, viene el día en que el ciego verá, y el sordo oirá, la lengua de los mudos clamará de alegría —y, sí— el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo. Por supuesto, anhelo ese espléndido tiempo. Mientras tanto, es para mí una fuente de verdadera felicidad el servir a Jehová, el Dios que recuerda.”—Sal. 100:2; Isa. 35:5, 6; Rom. 12:12.