El pecado... ¿importa todavía?
“COMO nación, oficialmente dejamos de ‘pecar’ hace unos veinte años.” Este fue el comentario que hizo el Dr. Karl Menninger en su libro Whatever Became of Sin? (¿Qué habrá sido del pecado?). Él declaró que la última vez que un presidente estadounidense mencionó el pecado como algo de gran preocupación nacional fue en una proclamación que se hizo en 1953.
En países orientales, el concepto del pecado no es por lo general tan importante como, por ejemplo, el concepto del honor, o el de la devoción filial. Pero en los países occidentales hubo un tiempo en que se consideraba el pecado como algo vitalmente importante. El que se acusara a alguien de pecar era asunto sumamente grave. En la actualidad, las cosas parecen haber cambiado. Si la gente admite haber pecado, lo hace por lo general con una sonrisa a medias en los labios. El pecado ha dejado de ser temible. ¿Es así como debería verse?
¿Qué es, exactamente, el pecado? La verdad es que ya muchas personas ni siquiera están seguras de lo que es. Anteriormente los hombres hablaban de los “siete pecados capitales”: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Actualmente, estos rasgos parecen comunes en todas partes. Se fomenta la soberbia u orgullo en cosas como el orgullo nacional y el orgullo racial. Es difícil imaginarse cómo podrían continuar existiendo las sociedades consumidoras de muchos países acaudalados sin una medida de avaricia, envidia y gula entre la población. Hasta algunos líderes religiosos toleran o fomentan el adulterio, la homosexualidad y la fornicación... que son variedades de la lujuria. E inventos modernos como la televisión fomentan activamente la pereza.
¿La opinión de quién?
A veces la gente dice: ‘Bueno, mientras uno deje que su conciencia lo guíe, no cometerá ningún pecado.’ Es cierto que nuestra conciencia es una ayuda dada por Dios para que reconozcamos lo que es bueno y lo que es malo. Si no fuera por la conciencia, la sociedad humana probablemente hubiera caído hace mucho tiempo en caos completo y en el barbarismo.—Rom. 2:14, 15.
Pero la conciencia también puede ser engañosa. Por ejemplo, la mayoría de la gente reconoce que el asesinato es un pecado. No obstante, para los adoradores de la diosa hindú Kali, así como para los inquisidores católicos romanos de la época medieval, el asesinato tenía aprobación religiosa. Jesús advirtió a sus seguidores: “Viene la hora en que todo el que los mate se imaginará que ha rendido servicio sagrado a Dios.” (Juan 16:2) Aun en la actualidad cada año se asesina por medio del aborto a más de 50 millones de infantes no nacidos, y esto a menudo se hace con la aprobación de la ley del país.
Además, algunas personas despliegan asombrosa habilidad en cuanto a dar a su conciencia el doblez que quieran. Como se dijo una vez de cierto estadista, la conciencia de ellos se hace su “cómplice” en vez de su “guía.” Por eso, es cierto que la mayoría de las personas verían el hurto como pecado, especialmente si lo que se hurtara fuera el dinero de ellas. Pero uno de los problemas más grandes relacionados con el delito en los Estados Unidos es el problema del delito en los negocios, que abarca cosas como el hurto, fraude en los seguros, soborno y comisiones confidenciales. Millones de personas entre la gente común se entregan a estas prácticas. ¿Les molesta la conciencia? Aparentemente no. ¿Por qué no? Probablemente porque lo hacen sin que se les descubra, o porque “todo el mundo lo hace.”
Por lo tanto, aunque la conciencia tiene un papel que desempeñar en cuanto a reconocer lo que es el pecado, parece que necesita guía o dirección. Pero, ¿de dónde proviene esta guía? A menudo los que afirman ser autoridades en la materia se contradicen ellos mismos o unos a otros.
En la Iglesia Católica Romana, por ejemplo, hubo un tiempo en que se consideraba un pecado el comer carne los viernes. En la actualidad, durante la mayoría de los viernes del año, ya no es pecado comer carne. Muchos se preguntan: ‘¿Qué razón había para ello antes que no exista ahora?’
Esta misma organización religiosa considera como pecado grave usar medios “artificiales” para limitar el tamaño de la familia. Sin embargo, muchas personas, hasta católicos, observan alarmadas la explosión demográfica que hay en la Tierra y ahora piensan de otra manera. Sin duda concuerdan con los comentarios del Dr. Karl Menninger: “Me parece que la crueldad, la indiferencia, la falta de gobierno propio en cuanto a la reproducción, o la ignorancia e indiferencia respecto a las consecuencias mundiales, son la expresión de un pecado sumamente atroz.” ¿Cuál es el pecado... limitar el crecimiento de la población, o fomentarlo?
Cosas como éstas causan confusión en la mente de la gente. Una encuesta reciente que se efectuó entre católicos romanos de los Estados Unidos reveló “ausencia, en la mayoría de los católicos, de una idea clara de lo que es el pecado.” Muchos admitieron que estaban “confundidos en cuanto a lo que es el pecado,” y por lo tanto “no están seguros de lo que deben confesar.”
Algunos eruditos hasta dudan de que el pecado siquiera exista. Prefieren hablar acerca de “enfermedad” en vez de “pecado.” Concerniente a Jim Jones, promulgador del reciente suicidio en masa de sus seguidores en Guyana, un teólogo comentó lo siguiente, según se le citó en la revista Time: “Creo que lo que realmente sucede con personas como Hitler y Jones es que sencillamente tienen una enfermedad sicológica. Según me parece, la única respuesta es compasión para toda persona implicada, y no horror moral.”
¿Realmente importa?
En vista de tan extensa variedad de opiniones, ¿realmente importa todavía el pecado? Bueno, si nos interesamos en nuestra familia y en nuestros vecinos, si deseamos una esperanza en cuanto al futuro y queremos que nuestra vida actual sea feliz y satisfaciente, entonces la respuesta tiene que ser: “Sí.”
El “pecado” se define a veces como “el quebrantamiento de alguna ley religiosa o de un principio moral.” La mención de “ley religiosa” nos recuerda el hecho de que, realmente, el Único que con autoridad puede decirnos lo que es el pecado y cómo evitarlo es el Autor de la religión verdadera, Jehová Dios. Él creó al hombre para que viviera según ciertas leyes morales. Si quebrantamos leyes naturales —como la ley de la gravedad— el resultado puede ser desastroso. De manera similar, si quebrantamos las leyes morales de Dios —es decir, si pecamos— el resultado pudiera con el tiempo ser igualmente desastroso. La Biblia nos advierte: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.”—Gál. 6:7.
El efecto calamitoso que el pecado tiene en el individuo resalta en estas palabras de Ezequiel 18:4: “El alma que esté pecando... ella misma morirá.” Se nos llama la atención a los malos efectos del pecado en naciones enteras en Proverbios 14:34, que dice: “La justicia es lo que ensalza a una nación, pero el pecado les es cosa afrentosa a los grupos nacionales.”
Sí, el pecado realmente importa. Para nuestro propio bien, tenemos que reconocer lo que es, y debemos aprender a evitarlo. ¿Cómo podemos hacer esto? Veamos cómo en los siguientes artículos.