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  • La vida que usted puede escoger
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/9 págs. 6-7

La vida que usted puede escoger

HAY otra vida que usted puede escoger ahora. Es una vida que no se marchita como la flor cuando pasa la primavera ni se seca como la hierba cuando pasa el verano. No es una vida llena de dolor y desilusión, ni está rodeada de delincuencia y crimen, guerra y hambre, enfermedad y muerte. Sus días no son contados; más bien, son infinitos. Sus días no están llenos de zozobra, sino de gozo inexpresable. Es la vida que Jehová Dios se propuso para el hombre originalmente.

¿Y en qué consiste esa vida? ¿Será una vida de dicha celestial donde atiendan a uno sobre una nube hinchada, mientras uno tañe un arpa a la vez que flota por el espacio a través de la eternidad? ¡No! No es esa existencia celestial hueca e inútil que vanos soñadores se han imaginado. Para ver claramente cuál es esta vida que usted puede escoger ahora, acudamos a la Palabra de Dios y descubramos qué propósito tuvo él al crear al hombre y la mujer.

A aquella primera pareja se le dio un mandato, no tocante al cielo, sino tocante a la Tierra. Dios les dijo: “Sean fructíferos y háganse muchos y, llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.” El sojuzgar la Tierra significa cuidarla, no arruinarla. Esto se hace patente por la asignación que se le dio al hombre en Edén: “Y procedió Jehová Dios a tomar al hombre y establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo cuidase.”—Gén. 1:28; 2:15.

El propósito de Dios era que, al aumentar la familia humana y ya no ser el Edén suficientemente amplio para todos, la población se extendiera fuera de los confines de aquel jardín, llevando consigo las semillas o los esquejes de las plantas perfectas de Edén, para plantarlas en nuevos territorios y cultivar estas nuevas áreas tal como lo estaba haciendo la familia original en Edén. Así, pues, según los humanos fueran extendiéndose por la Tierra la sojuzgarían, transformándola en un paraíso, hasta que la condición edénica se hubiese extendido y el jardín de Dios tuviese alcance mundial.

En aquel paraíso mundial, el dominio de los animales por el hombre habría de ejercerse por cuidado amoroso y confianza mutua, no mediante los movimientos punzantes de la silla y el látigo restallante de un amaestrador, ni por mantener a los animales enjaulados en un parque zoológico, ni por las armas mortíferas de Nemrodes modernos. Este dominio amoroso sobre los animales por la humanidad obediente había de durar para siempre.

Pero tal dominio no perduró. El pecado llegó y desbarató la tranquilidad del jardín de Edén. La ley que Jehová Dios dio al hombre fue: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás.” (Gén. 2:16, 17) La primera pareja desobedeció, comió y se acarreó la muerte a sí misma, además de causarla a su prole. Jehová los echó del jardín, e hizo esta declaración al hombre:

“Maldito está el suelo por tu causa. Con dolor comerás su producto todos los días de tu vida. Y espinos y cardos hará crecer para ti, y tienes que comer la vegetación del campo. Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de el fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.”—Gén. 3:17-19.

Jehová Dios dio un comienzo perfecto al género humano. Sin que Él tenga culpa, el género humano ha ido de mal en peor. “La Roca [Jehová], perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él. Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de él, el defecto es de ellos mismos. ¡Generación perversa y torcida!” (Deu. 32:4, 5) Se hace una declaración parecida en Eclesiastés 7:29: “Dios . . . hizo a la humanidad recta, pero ellos mismos han buscado muchos planes.” O, como la traducción Valera, revisión de 1977, vierte la última parte de este versículo: “Ellos se buscaron muchas artimañas.”

Hoy día el hombre continúa obrando ruinosamente, más desastrosamente que nunca. Ahora su explotación insensible de las plantas y los animales de la Tierra y su abuso de los recursos terrestres y del ambiente están arruinando la Tierra como planeta habitable. Jehová Dios pondrá coto a esto, porque él declara que va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:18.

EL PROPÓSITO DE JEHOVÁ TRIUNFARÁ

Es el propósito de Jehová Dios que la Tierra permanezca para siempre: “No se le hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre.” Será habitada para siempre: “Porque esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada: ‘Yo soy Jehová, y no hay ningún otro.’”—Sal. 104:5; Isa. 45:18.

El propósito original de Jehová era que la Tierra llegara a ser un paraíso, lleno de personas dedicadas a Él y que cuidaran de aquel jardín, sus plantas y animales, y que mantuvieran un ambiente saludable. Este todavía es su propósito, y Jehová nos asegura que se cumplirá: “Así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado, y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado.”—Isa. 55:11.

La información que se da en las siguientes dos páginas le revela los gozos de la vida en una Tierra paradisíaca que usted puede escoger ahora.

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