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  • “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra”

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  • “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
w82 15/3 págs. 10-14

“Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra”

FUE condenado como hereje en agosto de 1536. Pero fue en octubre de ese año cuando fue llevado a la hoguera. Precisamente antes de que lo estrangularan y luego sometieran su cadáver a quema, sus últimas palabras, expresadas en voz alta, fueron: “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra.”

Aquel hombre fue William Tyndale. ¿Por qué se le condenó como hereje y por qué fue quemado su cadáver en la hoguera? ¿Qué era lo que el rey de Inglaterra no había visto? Y ¿pudiéramos nosotros aprender una valiosa lección de lo que le sucedió a Tyndale? Para las respuestas, examinemos primero los antecedentes de Tyndale.

Juventud de Tyndale

Tyndale nació en Gloucestershire, Inglaterra, para 1494. Ingresó en la Universidad de Oxford y recibió su título de licenciado en letras en 1515. Poco después, pasó algún tiempo en la Universidad de Cambridge.

Para 1522 Tyndale había regresado a Gloucestershire, y llegó a ser profesor particular de los hijos de sir John Walsh. Al usar las Escrituras como apoyo para sus ideas, pronto se halló en conflicto con los prominentes clérigos y doctores católicos que visitaban la mansión. Lady Walsh empezó a preocuparse y le preguntó por qué “debemos creerle a usted en vez de a hombres tan grandes, instruidos y favorecidos.”

Esto llevó a Tyndale a la decisión de traducir al inglés El manual de un soldado cristiano, una obra por el erudito Desiderio Erasmo. Esta obra condenaba muchas de las prácticas y enseñanzas religiosas que eran comunes en aquel tiempo. Por ejemplo, Erasmo escribió: “Nunca deja de ser fuente de sorpresa para mí el hecho de que con tanta falta de discreción papas y obispos deseen que se les llame señores y amos cuando Cristo prohibió a Sus discípulos el que se les llamara una u otra de esas dos cosas. . . . Las expresiones apóstol, pastor, obispo, son términos que denotan puesto o servicio, no dominio ni gobernación.” En esta obra Erasmo también estimuló a sus lectores a estudiar más la Biblia.

No pasó mucho tiempo antes de que los opositores de Tyndale, indignados, lo acusaran de herejía. Aunque se dio cuenta del peligro en que se hallaba, Tyndale quedó cada vez más convencido de que la única manera de acabar con la ignorancia sería traduciendo la Biblia al inglés vernacular de su día, lo que haría que la Biblia estuviera disponible para lectura a la gente común.

Pronto se vio envuelto en otra discusión con un clérigo, quien finalmente dijo: “Mejor [será que] estemos sin la ley de Dios que sin la del papa.” Alarmado por esto, Tyndale replicó: “Yo desafío al papa con todas sus leyes. . . . Si Dios guarda mi vida, antes de muchos años yo haré que el muchacho que conduce el arado conozca más de las escrituras de lo que sabe usted.” Tyndale resultaría fiel a su palabra. Resuelto a hacer que ‘el muchacho que conducía el arado’ entendiera la Biblia, partió hacia Londres en 1523 en busca del obispo católico Cuthbert Tunstall, pues creía que este amigo de Erasmo le ayudaría.

Oposición a su traducción

Sin embargo, Tunstall no quiso aventurarse a ayudarlo en un proyecto tan ajeno al deseo de la Iglesia. Pero Tyndale se granjeó la amistad de un rico mercader, Humphrey Monmouth, en casa del cual se alojó por algunos meses. Al tanto del peligro creciente que afrontaba, Tyndale pronto llegó a la conclusión de que no solo no había “ningún lugar en el palacio de mi señor de Londres para traducir el Nuevo Testamento, sino también de que no había ningún lugar donde hacerlo en toda Inglaterra.” Por eso, con la ayuda de Monmouth, Tyndale partió para Alemania en 1524. Allí comenzó a traducir las Escrituras Griegas Cristianas (comúnmente llamadas el Nuevo Testamento), no del latín, como había hecho el traductor bíblico John Wiclef, sino del idioma griego original.

Aunque la impresión de su obra empezó muy secretamente, fue descubierta pronto por Johann Dobneck (Cochlaeus), a quien se ha descrito como “el más enconado enemigo que ha habido de que la Palabra de Dios se tradujera a cualquier lengua vernácula.” Dobneck agitó a las autoridades, y Tyndale tuvo que huir a la ciudad de Worms con las 10 o más hojas que para entonces había completado. En 1526 una edición de por lo menos 3.000 ejemplares de su traducción fue completada con éxito y pasada de contrabando a Inglaterra a distribuidores conocidos como ‘nuevo testamentarios.’ Los peligros envueltos en la compra de ejemplares aumentaron a medida que el obispo Tunstall y otros clérigos empezaron a juntar los ejemplares y quemarlos en St. Paul’s Cross, en Londres.

En 1527 William Warham, arzobispo de Canterbury, descubrió una manera de comprar la traducción de Tyndale antes de que ésta llegara a la gente. Tunstall también entró en un proyecto similar, y de esta manera fueron destruidos muchos ejemplares de la traducción. Pero en realidad, ¿qué pasó al fin? “Obtendré dinero para salir de mis deudas, y el mundo entero clamará contra la quema de la Palabra de Dios, y usaré el sobrante del dinero para estudiar más y corregir ese Nuevo Testamento,” declaró Tyndale. De modo que él terminó teniendo dinero con el cual imprimir más ejemplares y trabajar en una revisión. ¡Nada de lo que el clero hizo pudo evitar la difusión de la Palabra de Dios!

Pero, ¿por qué estaban los ojos del clero y hasta del rey de Inglaterra, Enrique VIII, cerrados a una traducción en la lengua vernácula, como la de Tyndale? Pues bien, el famoso erudito católico Erasmo ofrece como una de las razones ésta: “En muchos lugares de los volúmenes sagrados se censuran los vicios de pastores y príncipes, y si la gente hubiera de leerlos, murmuraría contra los que están sobre ella.” Sin embargo, la objeción de ellos no se debía solo a la idea de una traducción en la lengua vernácula. El rey se oponía a las “glosas perniciosas,” las notas marginales, de la traducción de Tyndale. El clero, también, levantó objeción a las notas marginales, por considerarlas subversivas para la fe católica. No obstante, la oposición de ellos estaba impidiendo que los ojos de la gente común fueran abiertos a la verdad de la Palabra de Dios.

En su traducción, Tyndale resultó fiel a su promesa, pues usó términos que ‘el muchacho que conducía el arado’ podía entender: “anciano” o “mayor” en lugar de “sacerdote”; “congregación” en vez de “iglesia”; “amor” en lugar de “caridad”; “arrepentimiento” en vez de “penitencia.” Pero el uso de tales palabras en vez de los viejos términos eclesiásticos era táctica herética a los ojos de católicos ortodoxos como sir Tomás Moro.

Mientras tanto, Tyndale escribió otras publicaciones ‘anticlericales.’ Por ejemplo, su Obedience of a Christian Man (Obediencia de un cristiano) desafió la autoridad del papa, condenó la riqueza del clero y denunció otros abusos y malas prácticas. En esa obra él dijo lo siguiente en defensa de una traducción al inglés vernáculo: “Dicen que no se puede traducir a nuestra lengua por ser tan ruda. No es tan ruda como ellos son mentirosos falsos. . . . Este amenazar a los legos y prohibirles leer la escritura no se hace por amor a vuestras almas . . . pues ellos permiten . . . que vosotros leáis a Robin Hood, . . . y fábulas de amor y desenfreno . . . tan sucias como las puede idear el corazón, para corromper la mente de la juventud.”

Así, Tyndale fue considerado como hereje y su traducción de las Escrituras Griegas Cristianas como publicación herética.

Las Escrituras Hebreas

Tyndale también había estado aprendiendo hebreo, y tan pronto como pudo hacerlo empezó a traducir las Escrituras Hebreas al inglés. Empezó a traducir el Pentateuco y salió por barco de Amberes, Bélgica, para imprimirlo en Hamburgo, Alemania. Pero el barco naufragó en la costa holandesa y él perdió todos sus libros y escritos. Al llegar finalmente a Hamburgo en 1529, se encontró con un viejo amigo, Miles Coverdale, quien le ayudó a traducir todo el Pentateuco. Fue impreso finalmente en 1530. ¡Sin embargo, los ojos del clero y del rey habrían de cerrarse con más fuerza aún a esta traducción!

Las notas marginales de Tyndale puestas en el Pentateuco eran todavía más provocativas que sus notas sobre las Escrituras Griegas Cristianas. El aprovechó la oportunidad para dar énfasis a lo que creía que era una contradicción entre algunas prácticas eclesiásticas y las leyes de Dios. Note los siguientes ejemplos: Números 23:8: “’Cómo he de maldecir a quien Dios no maldice’ [margen: El papa puede decir cómo]”; Deuteronomio 23:18: “’Jamás se traiga el alquiler de una ramera ni el precio de un perro a la casa del Señor tu Dios’ [margen: El papa todavía les toma tributo y los obispos y abades no desean mejores inquilinos]”; Deuteronomio 11:19: “‘Hablan de ellas (mis palabras) cuando te sientes en tu casa’ [margen: hablen de robynhod dicen nuestros prelados].”

La distribución de Biblias y de los escritos de Tyndale y Lutero en Inglaterra llegó a tal punto que en mayo de 1530 el rey Enrique VIII se vio impulsado a convocar una asamblea de unos 30 obispos y clérigos prominentes, entre ellos Moro y Tunstall. Como resultado de esto, en la proclama del rey se incorporó una condena de estos escritos. Se les describió como “blasfemos y perniciosos libros en inglés” que pervertían la fe y agitaban sedición.

Desde aquel tiempo en adelante no hubo solo quema de libros. En los siguientes dos años 10 “herejes,” algunos de ellos conocidos de Tyndale, fueron quemados en la hoguera. Otros confesaron que poseían sus libros, se retractaron, y recibieron multas.

Para 1533 Tyndale había vuelto a Amberes. Allí revisó su edición de las Escrituras Griegas Cristianas y trabajó en otra porción de las Escrituras Hebreas; completó la sección de Josué a Segundo de Crónicas en forma de manuscrito.

Traición, juicio y muerte

Desde Inglaterra se habían hecho muchos esfuerzos por hallar y arrestar a Tyndale, pero todo fue en vano hasta mayo de 1535. Mientras comía con hombres de negocio en Amberes, Tyndale conoció a Henry Phillips. Sin pensar en que hubiera peligro, Tyndale invitó a Phillips a la casa donde se estaba alojando, aunque el amigo que lo hospedaba, Thomas Poyntz, manifestó claramente sus sospechas. Phillips, después de ganarse la confianza de Tyndale, informó a las autoridades dónde se hallaba éste. Pero no era conveniente arrestar a Tyndale en la casa, de modo que Phillips lo visitó y lo invitó a una comida. Salieron de la casa juntos y caminaron por un pasaje estrecho, y Phillips se mantuvo detrás de Tyndale. Al salir del estrecho pasaje, Phillips señaló a Tyndale y los funcionarios le echaron mano y lo arrestaron.

Tyndale fue aprisionado en el castillo de Vilvoorden, a casi diez kilómetros de Bruselas, y permaneció 16 meses allí. El examen a que lo sometió una comisión especial le dio la oportunidad de testificar acerca de sus creencias, que tenían amplio apoyo de las Escrituras. El resultado fue una larga controversia con teólogos de la cercana universidad católica de Louvain. Finalmente lo condenaron como hereje, y precisamente antes de que lo estrangularan y quemaran, él dijo: “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra.”

Su oración contestada

Tyndale jamás supo precisamente cuán pronto sería contestada su oración de moribundo, y la Biblia sería hecha disponible a la gente común para que ésta la leyera. En ese tiempo, también, serían abiertos los ojos de muchas personas a las verdades que la Biblia contenía.

Un año antes de la muerte de Tyndale, Miles Coverdale publicó la primera Biblia completa impresa en inglés, y parte de ésta se basaba en la obra de Tyndale. En la página del título hay un borde grabado en madera que se atribuyó al pintor alemán Hans Holbein, y en este borde, en la parte superior, se encuentra el nombre Jehová en forma del tetragrámaton hebreo. Fue Tyndale quien primero introdujo el nombre “Jehovah” (Jehová) en el idioma inglés, en su traducción del Pentateuco, en Exodo 6:3.

Otra revisión por John Rogers, quien usó el nombre de Thomas Matthew (por lo cual su revisión fue conocida como la Biblia de Matthew), fue presentada al rey Enrique VIII en 1537 y recibió la licencia real. Sin embargo, irónicamente, esta Biblia era en su mayor parte la traducción de Tyndale, y hasta incorporaba el manuscrito de éste hasta Segundo de las Crónicas. Al final de Malaquías aparecen sus iniciales, “W.T.” “Así se condujo a Cranmer [el arzobispo] a aprobar versiones publicadas colectivamente y bajo seudónimo, las cuales, cuando habían aparecido por separado, habían sido condenadas por Convocación: de modo que el rey dio su licencia a obras que había condenado por sus Proclamas anteriores.”—History of the Church of England, por R. W. Dixon, Tomo I, página 521.

Un año después, Tomás Cromwell, vicario general, emitió un mandato judicial por el cual se daba al clero la orden de suministrar en cada iglesia una Biblia del tamaño más grande para la conveniencia de los feligreses, y que estuviera asegurada por medio de una cadena, y el clero habría de “expresamente provocar, agitar y exhortar a toda persona a leer la misma, como lo que es la mismísima viva Palabra de Dios.” La gente se aplicó tanto a esto que en 1539 hubo que emitir otra proclama para impedir que la gente leyera en voz alta en la iglesia mientras se efectuara algún servicio religioso. ¡Evidentemente el clero se perturbó al ver que la gente pasaba por alto sus sermones mientras muchas personas preferían reunirse alrededor de alguien que leía la Biblia!

¿Han sido abiertos sus ojos?

En lo relacionado con hacer la Biblia disponible para que la gente común la leyera, la oración del moribundo Tyndale fue contestada. Pero, ¿qué se puede decir de hoy día?

‘Yo tengo una Biblia,’ dirían muchos. Pero, ¿es eso todo lo que envuelve el que se le abran los ojos a uno? “Ellos tienen ojos, pero no pueden ver,” dijo Dios acerca de su pueblo de la antigua Judá que se había hecho infiel. (Jeremías 5:21) De modo que ‘ver’ se puede referir a vista figurada, percepción mental. Aunque es verdad que millones y millones de personas tienen la Biblia en sus hogares, en muchos casos la dejan en un anaquel, recogiendo polvo. ¿Diría usted que los ojos de esas personas realmente han sido abiertos de modo que perciban la verdad bíblica?

‘Pero yo leo mi Biblia,’ quizás respondan algunos. Pues bien, ¿significa el que tan solo usted lea la Biblia que sus ojos hayan sido abiertos? No necesariamente. Muchas personas que leen la Biblia la consideran solamente literatura interesante. Pero las Escrituras nos dicen que es necesario que tengamos abiertos los ‘ojos de nuestro corazón.’ (Efesios 1:18) Para que nuestros ojos realmente estén abiertos, debemos entender lo que leemos de la Biblia, tomarlo a pecho y aplicarlo a nuestra vida.

¿Qué hay de usted? ¿Han sido realmente abiertos sus ojos? Pues bien, ¿está usted convencido de que vale la pena leer y aplicar en su vida lo que está en la Biblia? Los testigos de Jehová gustosamente le ayudarán a hacer esto si usted lo desea.

Una vez que sus ojos hayan sido abiertos, usted tendrá que mantenerlos abiertos. Como dice en el libro bíblico de Proverbios: “Hijo mío, de veras presta atención a mis palabras. A mis dichos inclina tu oído. No se escapen de tus ojos. Guárdalos en medio de tu corazón.”—Proverbios 4:20, 21.

“Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia.”—2 Timoteo 3:16.

[Comentario en la página 11]

“Si Dios guarda mi vida, antes de muchos años yo haré que el muchacho que conduce el arado conozca más de las escrituras de lo que sabe usted.”—TYNDALE

[Ilustración en la página 12]

Tyndale traduciendo la Biblia

[Ilustración en la página 13]

La estrangulación y quema de Tyndale

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